En un pueblo muy lejano, en una ladera cercana al cementerio, los lugareños veían a una mujer caminar todas las noches a la misma hora, vestida de blanco y con un ramo de rosas rojas en la mano. Los hombres que se acercaban a ella nunca regresaban; desaparecían sin dejar rastro. Una noche, un soldado fatigado y hambriento llegó al pueblo desde la guerra y, al divisar a la hermosa mujer de cabellos rubios ondeados hasta la cintura y ojos verdes como esmeraldas, se aproximó a ella con cortesía. "Mi bella dama", dijo con gentileza, "¿podría indicarme dónde encontrar una posada para descansar esta noche?" Ella, mirándolo fijamente, respondió, "¡sígame!" y lo condujo a una pequeña casa en la entrada del pueblo. Sin titubear, lo hizo sentar, le ofreció una taza de café caliente y dos panes. El soldado, hambriento tras dos días sin probar alimento, agradeció y luego le expresó su pesar por no tener cómo retribuir. "¿Me permitiría descansar en algún rincón de su casa? Prometo regresar en una semana para pagar la comida y la hospedaje." Con una sonrisa, ella tomó su mano y lo llevó a una habitación. Allí, ella tomó su rostro entre sus manos y sellaron la noche con un apasionado beso. Así transcurrió esa noche de romance. Al despertar al día siguiente, el soldado notó la ausencia de la joven. Salió en su búsqueda y solo halló una taza de café caliente y dos panes recién horneados sobre la mesa.
Después de buscar en vano por toda la casa a la joven, el soldado decidió dejar una nota sobre la mesa que decía: "Mi bella dama, regreso en una semana y deseo casarme contigo." Con ese mensaje en mente, el soldado se retiró y, fiel a su palabra, regresó a la semana siguiente para cumplir con su promesa. Al tocar la puerta de la casa, fue recibido por una anciana que le interrogó sobre la joven de cabellos rubios ondeados y ojos verdes. La anciana le informó que la joven había vivido en esa casa, sola, muchos años atrás. El soldado, persistente, compartió su experiencia de la semana anterior: la hermosa joven de blanco con un ramo de rosas rojas, el café caliente y los panes recién horneados que lo habían hospedado. La anciana pidió un momento, trajo un retrato y le preguntó si era la joven de la que hablaba. Él, reconociendo a la joven en la imagen, preguntó angustiado: "¿Dónde está? ¿No está aquí?" La anciana, con voz serena, le dio la triste noticia.
El soldado, con el corazón lleno de anhelo y deseo, le pidió a la anciana que le indicara dónde podía encontrar a la joven. "He regresado porque deseo casarme con ella", expresó con determinación y amor.
La anciana condujo al joven hasta el cementerio, donde se detuvieron frente a una tumba con una lápida que mostraba la foto de la joven. Con el corazón desgarrado, el soldado preguntó angustiado: "¿Qué pasó? Yo la dejé bien, ¿estuve con ella la semana pasada, ¿no estaba enferma ni nada? Por favor, ¿puede decirme?". Con mano temblorosa, la anciana apartó las hojas secas que cubrían la tumba, revelando la fecha de la muerte hace 25 años.
La anciana compartió la dolorosa historia: "Ella era mi hija, se iba a casar con un soldado. Cada vez que él venía a visitarla, ella lo recibía con una taza de café caliente y dos panes recién horneados. Cuando él partió a la guerra, ella quedó triste pero con la esperanza de volverlo a ver. Un día llegaron con la noticia de que él estaba desaparecido en acción o había muerto, pero nunca más apareció su cuerpo. Ella, desconsolada, se encerró en su habitación, vestida de novia, porque se iba a casar con el soldado. Él siempre le traía rosas rojas. Ella se sumió en la tristeza y una mañana amaneció muerta, fallecida por la pena y la tristeza".
El joven quedó pálido al escuchar la historia y la anciana lo llevó de vuelta a la casa. Le cuidó mientras él pedía pasar la noche en la habitación de la joven, donde había amado apasionadamente a ella. Por diversas noches, salía vestido de soldado con la esperanza de volverla a ver en la ladera. A través de los años, la anciana falleció y el joven persistió en su rutina de visitar la ladera, aunque su rostro mostraba el peso de los años. Un día, vio a la joven vestida de blanco en la ladera y le dijo: "Mi amor, por fin te he encontrado". Sin embargo, la joven respondió: "No, mi amor... yo te he encontrado. He venido por ti". Tomándole de la mano, se adentraron juntos en el cementerio, siendo aquella la última vez que se vio al soldado.
Y cuenta la historia que a lo largo de los años, el soldado mantuvo viva la llama del amor que lo unía a la joven, demostrando una devoción inquebrantable y una esperanza eterna de reencontrarse con su amada. Cada noche, ataviado con su uniforme de soldado, caminaba por la ladera en busca de su amada, llevando consigo el recuerdo de los momentos compartidos y la promesa de un amor que trascendía las barreras del tiempo y la distancia. Su amor perduró más allá de la vida terrenal, manifestándose en el anhelo constante de reunirse con la joven y en la certeza de que su conexión era eterna y verdadera...Fin
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