
—¡¿En qué cabeza les cabe traerse ese monstruo?! —les protesto Hay a los enanos.
La cría masticaba los barrotes de su jaula con frenesí, ya los había desgastado a la mitad. Los enanos permanecían bajo las patas de los otros demonios cerdos, habían recibido una paliza. Hay hizo un chasquido para que aligeran el peso y pudieran hablar mejor.
—¿Qué planeaban con ella? Somos su platillo favorito, la madre no se detendrá hasta encontrar a su cría—la cría grito en dirección a la puerta detrás de Hay—. ¡Cállenla!
Los demonios se miraron entre sí con sus manos ensangrentadas y llenas de mordidas. Empujaron al primer distraído y este fue obligado a alzar la jaula con cuidado para lanzarla al cofre de metal justo cuando la cría lanzo la mordida definitiva para romper su mini prisión. Cerraron el cofre y lo llenaron de cadenas en un pestañeo. El cofre se sacudía con fuerza.
—¿Y bien? —los enanos no respondieron—. Yo los creía un poco más listos, pero me doy cuenta de que están al mismo nivel que esas cosas—dijo y el cofre se volteo.
—Encontramos a la cría en el almacén de corazones—confeso ella.
—¿Y cómo llego allí?
—No lo sabemos. Nos atacó de la nada.
—¿Están seguros? —ella asintió sin alzar la mirada, el otro no respondió. Hay ordeno que dejaran de pisarlos—. ¿No será, que alguien ajeno lo trajo? —sugirió acercándoseles—. Alguien que puede moverse donde sea sin impedimentos, como cierto perro que conocemos.
—¡¿Anpu, se escapó?! —se sobresaltó decepcionada.
Hay la piso con su pata.
—¡Aquí el que hace las preguntas soy yo! —reprocho restregando su pata en ella y miro al otro demonio quien ni se inmutaba—. ¡Y tampoco me gusta que no me respondan! —y con su otra pata piso al otro demonio—. Vallan al almacén e busquen su rastro, ese perro ya debe estar aquí—ordeno y fueron.
La caja se volteo otra vez. La cría se lanzaba contra las paredes de esta y soltaba sus gritos atravesando aun la coraza de su prisión. Los demonios parecían temerosos de acercársele. Los Devoradores eran considerados como los depredadores naturales de muchas criaturas y seres del inframundo. No como los demonios, ellos mataban y cazaban sin necesidad o por instinto.
Sin embargo, aun ellos considerándose como la cima de la cadena alimentaria del lugar, no eran nada contra aquellos monstruos. Su piel casi indestructible, su apetito infinito y su fuerza colosal los volvían una amenaza para ellos. Rara vez algún demonio alcanzaba a ser lo suficientemente poderoso como para acabar con uno, hasta el punto de haberse vuelto una tradición, de que un demonio demostrara su estatus con solo evaluar que tanto daño le lograba a una de esas bestias.
Hay estaba tentado en cierta manera, los demás lo veían en su mirada. Reafirmar su supremacía ante sus subordinados. O mejor aún. Complementar el ritual con un espectáculo de poder, el cual obviamente el ganaría. Así tal vez estuviera más cerca de ganar el favoritismo de Isefet. Y si el perro ya estaba aquí.
—Pensándolo bien—dijo y se agacho sobre los enanos—. Me han dado una gran idea. El caos merece más que la muerte de una de sus enemigos, debemos demostrar por qué nosotros mandamos aquí. Llenarlo de orgullo. Busquen a la madre y tráiganla hasta aquí, si es necesario usen a estos dos como señuelos—ordeno bajándose y los demás dudaron—. De preferencia, que llegue para el final. Adelantaremos el ritual—culmino caminando a su balcón.
La idea desagrado a los demonios. Uno opino, la respuesta fue desagradable. No tuvieron de otra que tomar a los enanos e ir por la madre. Para el sacrificio no se requería gran cosa, solo disposición al momento de ejecutar el ritual y un corazón tan corrompido que los llenara de orgullo. Hacía tanto que no se realizaba uno. No desde la guerra.
Hay mando a tocar las trompetas con el sonido de iniciación. Todos los demonios se detuvieron y salieron de sus lugares al escuchar el significado de esta. Dejaron sus obligaciones, llenos de ilusión. El frenesí en ellos era tal, que se armaron carreras a muerte por llegar al punto de encuentro por los muros y bordes del rio. Los débiles caían o eran lanzados al rio, hacían lo necesario para disminuir a su competencia.
El ritual pronto iniciaría.
***
Al escuchar la trompeta se había aterrado al desconocer el motivo. El sonido le parecía desafinado y rasposo, lastimaba los oídos. Se sobo los oídos. Estaba metido en una de las cuevas cuando sonó.
Los pocos demonios que estaban adentro, sin darse cuenta de su presencia, dejaron sus actividades en un pestañeo y se pelearon por salir primero del lugar. Debía ser un llamado positivo para ellos a juzgar por la emoción de sus rostros. Sintió una leve vibración en el lugar.
Demonios cruzaron por enfrente con prisa y empujándose. Primero fueron unos pocos, luego grupos, hasta tapizar la entrada de varios. Todos con el mismo entusiasmo estorbándose entre ellos para llegar. Le vino una sensación desagradable. Se trasporto a un punto alto y lejos de la ruta de los demonios. Desde arriba era otra cosa. Eran estampidas de animales salvajes, todos al mismo punto.
Allí era donde le faltaba explorar.
Se movió de puerta en puerta hasta llegar cerca del punto final, el origen del llamado. Una construcción similar a una fortaleza que abarcaba desde el suelo hasta el techo, con torres de vigías alrededor y una central. Los demonios se detenían hasta el primer muro, pero se encimaban unos a otros. Los que no resistían eran orillándose al rio e incinerados al primer toque.
De la torre central, un demonio serpiente detuvo el llamado. Los demonios guardaron silencio de solo verlo. Se notaba a simple vista la autoridad que poseía. Era la primera vez que lo veía, pero supo que ese era el famoso jefe del grupo, Hay.
Este alzo su voz y exclamo su veredicto.
—¡Escuchen plaga de cerdos e imbéciles! Hoy, recordamos nuestros viejos tiempos. Tiempos, cuando el escogido de Isefet, el caos, nos lideraba con poder contra los escogidos de Maat, el orden—dijo y los otros entraron en nostalgia—. Nuestro gran Sacerdote, jamás había un día que no nos diera victoria de sus batallas o traído la recompensa de estas. Mataba a los Nechers para nuestra fuerza cósmica y los restos los repartía entre aquellos que ganaban su porción con uñas y dientes.
<Un privilegio que solo unos pocos lográbamos ¡Y uno que se nos fue arrebatado cuando esos desgraciados hijos de puta acabaron con nuestro despreciable líder cósmico! Esos infelices. Se aprovecharon de nuestra perdida y nos pisotearon a mas no poder, bloqueándonos toda la posibilidad de gozar nuestro caos.
< ¡Y como si no nos hubieran quitado ya nuestro ídolo y libertad! Tras milenos de habernos humillado con el fin de esa guerra. Llega un pendejo, y no cualquiera, un marica. Un usurpador que a grandes voces exige nuestro mundo como suyo. ¡El mundo legítimamente nuestro y en el que nacimos y crecimos desde nuestro origen y hasta nuestra extinción! —grito y los demonios hicieron bulla a su favor.
—Y no solo eso, sino que también ha traído consigo a más de esas pestes para "terraformar" y "evangelizarnos"—se burló y los otros gritaron molestos—. ¡Al carajo con su maldito plan! Porque hoy, hoy le demostraremos a Isefet que la causa aún existe—y dieron gritos de júbilo—. Porque hoy, reviviremos aquella tradición que nuestro fundador nos ha inculcado, y le daremos homenaje como el nuestro héroe caído que es.
< ¡Es por eso que, en este momento, damos inicio al primer sacrificio a Isefet en más de un millón de años! —grito alzando los brazos y le siguieron los gritos de victoria—. Y que mejor sacrificio que la mascota de ese marica, para demostrarle que con nosotros no se meten—luego bajo los brazos y busco con su mirada—¿no crees, Anpu?
Los demonios estaban ignorantes por la pregunta de su líder, se la tomaron como un sarcasmo antes que una indirecta de que el verdadero Anpu estaba libre y que su Dual era la cautiva. El jefe reboleaba sus ojos por todo el lugar como si contemplara a los demonios, cuando en realidad lo estaba buscando a él. Tan solo de verlo era evidente su razonamiento. A este punto la identidad de Input debía estar descubierta. Y que el la buscara, no debía ser sorpresa sabiendo que su familia nunca dejaría a un miembro atrás.
—Durante mucho tiempo, el perro de ese usurpador ha venido como explorador a nuestro mundo, cruzando entre los límites de la vida y la muerte, y estorbando en nuestras caserías de almas. Hasta que se atrevió a adentrarse a nuestros terrenos con la intención de dañarnos cuando menos nos lo esperáramos.
Mentira. Ni loco se le hubiera ocurrido acercarse tanto a ellos, y menos a su hogar. Fue mera casualidad que Input hubiera dado con ese lugar, de lo contrario él nunca lo hubiera descubierto. Y jamás les estorbo en sus cacerías, solo les ganaba algunas almas antes que ellos.
—Pero gracias a su ineptitud, por fin podremos ponerle fin a esa piedra que nos estorbaba en el camino, y abrirnos paso a acabar con el usurpador de nuestro mundo. ¡Lo violaremos! — alentó y gritaron emocionados— ¡Lo martirizaremos! —alzaron voces— ¡Lo despedazaremos! —retumbaron las paredes por los gritos— ¡Lo devoraremos! —se empujaron contra los muros— ¡Y llevaremos sus huesos ante la presencia de...! —se detuvo al localizarlo—. Allí estas—lo señalo y sonrió.
La mirada de su jefe llamo atención de los demás, girando a donde Anpu.
—¡ES EL! —se escuchó el grito de un demonio—. ¡ES EL PERRO, SE ESCAPO!
Cuando el grupo de demonios más cercano lo vieron, fue tal su asombro que se olvidaron de la pelea y no dudaron en ir por él. Abrió otra puerta bajo de él y apareció cayendo al rio de fuego, de la cual los demonios evitaron lanzarse y se les cerro en sus caras. Solo para antes de clavarse, abrir otra y aparecer al borde de uno de los riscos y caer de no haberse estabilizado.
Ahora el alboroto no era el sacrificio, sino encontrarlo. Unos demonios dieron con él y le lanzaron lanzas y flechas que evito abriendo una puerta frente de el para qué entraran en esta y salieran por otra detrás de ellos. Al final, se hirieron ellos mismos. Soltó el aire acumulado de golpe.
Unos aplausos hicieron eco en el lugar.
—¡Bravo! —lo felicito el jefe con voz moderada y dejo de aplaudir—. Es increíble, realmente esperaba ver tu don algún día. Mira que no solo infiltrarte, también moverte en el lugar. Tu Dual tenía razón, no son iguales—Anpu se molestó—. Al menos no en habilidad. Me gustaría saber si tú también tienes la piel tan suave como ella.
Desgraciado. Si se había atrevido a tocarla. Si pudiera, le clavaria la mano. El jefe saco unas vendas sucias y las paso por su rostro con placer. Ellos no poseían ese material, solo podía ser conseguida del mundo exterior. Y si no eran suyas, eran de ella.
—No es muy atractiva como las portadoras de la marca solar, pero debo admitir que me lo endurece con facilidad—la rabia lo invadió, lo estaba provocando—. Si la quieres entra por ella, te espero—concluyo y entro.
Los demonios estaban más interesados en encontrarlo que en la confesión. Destruyeron las insignificantes construcciones y exploraban el más mínimo hueco entre las paredes. Se dividieron en grupos que se expandieron por el resto de la caverna, tuvo que moverse nuevamente.
Input estaba dentro, eso quería pensar. Debía ser una trampa. No le quedaba opción, los demonios se mataban buscándolo. Si se iba o dejaba pasar tiempo, Input perdía esperanzas. La incertidumbre lo angustiaba. Lo medito, y entro por el balcón.
El jefe lo esperaba con una mirada picara recargado contra el muro.
—Creía que te llamaban perro por tu trabajo, pero realmente eres uno—dijo refiriéndose a su forma visible con ironía—. Te dijera que es un honor tenerte, pero ya se lo dije a ella—le dijo el antropomorfo. Anpu permaneció cerio—. Que gusto recibir las visitas de nuestros vecinos de vez en cuando ¿gustas algo de tomar?
—¿Dónde está? —pregunto tajante.
—Tranquilo, ella está esperándote—dijo y lo guio por un pasillo.
El pasillo estaba a oscuras, pero noto las decoraciones con huesos y pieles, acompañadas de grietas y columnas de huesos. El demonio estaba delante de él. Con su mano desnuda podría atacarlo por detrás y ponerlo en su lugar. La idea era tentadora. Lo hiciera, de no ser porque este caminaba muy tranquilamente sin miedo de él.
Era un demonio con vocabulario culto. Su aspecto más antropomórfico que el resto y su dominio de tono eran el resultado de consumir muchos Nechers en el pasado. Por eso los demás demonios no se igualaban a sus capacidades. Si era jefe, estaba casi o igual al nivel de un Necher promedio. Nivel al que Anpu pertenecía.
El camino se sentía como una bajada, después de todo eran pasadizos y podrían dirigirse a otro nivel. Trasportarse dentro no era de fiar sabiendo que ellos podrían anticipar su comportamiento. Las lámparas de cráneos con fuego liquido alumbraban el pasillo, donde los lacayos surgieron a distancia de ellos sin dejar de mirar al invitado. Estaba preparado para escapar al primer indicio de fraude.
—Te seré franco, mi idea no es sacrificarlos—confeso el demonio—. Pero lo hare si no sedes a mi propuesta. Míralos—señalo a sus lacayos que no disimulaban su mirada. Además, el caos de afuera se escuchaba—. Desesperados por consumir algo que les de fuerzas para seguir existiendo en este miserable lugar ¿no sientes pena por ellos?
<Es fácil para ustedes decidir quiénes deben gozar de la creación y quiénes no. Gozar de tanta productividad, demasiada para tan pocos privilegiados. Y llegan a quitarnos lo poco que tenemos. Estas tierras están muertas en vida. ¿Por qué pelear por ellas?
< Ustedes ejercen algo ¿Cómo se llamaba? ¿Justicia? ¿Equidad? ¿Dónde está su "equidad"? Tú quieres a tu Dual y nosotros sobrevivir. ¿Qué tanto vale ella, vale toda esta tierra muerta? Una chica de su sangre vale más que esto ¿no crees?
Negocios. Claro, tenía que ser.
El show del sacrifico fue solo la carnada, tenían atrapada a un miembro de su familia, una oportunidad de esas no podía ser desperdiciada en un simple sacrificio. Su jefe no era incrédulo, se podía dar una idea de lo que deseaba con sus palabras.
Llegaron al arco del pasillo, con la puerta cerrada. Los demonios se mostraban emocionados, el jefe lo estaba. El suponer que quizás del otro lado al fin estuviera Input lo puso nervioso. La incertidumbre de saber cómo se encontraba, de que la dejo sola y herida otra vez, era dolorosa.
—Posees un don muy valioso para mí. Hace tanto que deseo visitar el exterior y muchos de los presentes nunca llegaron a conocerlo. Lo único que quiero, es ir. Solo abre una puerta, aunque solo crucemos unos cuantos. Y tu Dual estará bien.
—Eso no es una propuesta, es una extorción—dijo Anpu deteniéndose y los demonios se molestaron—. Y mi don no es de mi autoridad. Eso tendrás que debatirlo con mis superiores.
Ni aun cumpliendo su parte ellos cumplirían la suya. A él no lo engañaban. Llevaba demasiado tiempo observándolos como para no conocerlos. Ellos no conocían más que juegos sucios. Ya habían tenido malas experiencias con ellos antes.
—Es algo estúpido decir eso, cuando eres tú el que vino—dijo y chasqueo los dedos en advertencia a sus súbditos—. Quizás no fui muy claro. ¿Cuánto vale ella? ¿vale menos que las ordenes de tus superiores? —recalco y abrió la puerta.
Los súbditos tomaron una lámpara cada uno y entraron en fila al lugar por las laterales. Se distribuyeron de esquina a esquina, y de muro a muro. El salón fue alumbrado y Chigaru abrió los ojos como platos al ver las cadenas manchadas de sangre que colgaban del techo. Estas tenían pequeños gravados apenas visibles. Si eran las cadenas que él creía, la situación estaría a favor de los demonios.
—¿Querida, adivina quién vino? —anuncio entrando con entusiasmo el jefe y se detuvo secamente.
El cambio repentino del demonio confundió a Anpu. Los demás estaban incrédulos. Cruzo la puerta y debajo de las cadenas, justo en el centro del salón, estaba un camino de demonios despedazados. Pero no estaba ella.
Un gritito conocido lo hizo girar al cofre que se movía en seco a unos metros de él. Al parecer nadie le prestó atención por concentrarse en el caso de Input. El jefe lanzo un grito de cólera y se acercó a los restos para exigir explicaciones.
—Fueron los enanos—confeso una cabeza antes de que la aplastara.
Entonces el jefe se giró con rabia hacia Anpu, quien logró escapar por la puerta de emergencia que creo unos segundos antes.
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