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Un espectáculo de manos alzadas con júbilo, estatuas vestidas de flores y danzantes sincronizados era lo que dominaba en las calles.
Los sacerdotes encabezaban el desfile con sus togas finas decoradas con bordados de cuantas y oro como accesorio. Los habitantes tenían sonrisas de agradecimiento con sus lágrimas recorriendo sus contornos. Las sacerdotisas bailaban en cada espacio abierto por grupos mientras los músicos tocaban y las jóvenes casaderas se les unían.
Era la primera vez que Hor veía ese espectáculo. A ellos no les gustaba mucho el ambiente de tensión de los humanos y con merecido motivo, por eso se encerraban con los Soberanos hasta que pasaba todo incluyendo los festejos de agradecimiento. Esto último más por orgullo.
Desde que Nefertum los dejo los ancianos se habían portado muy gentiles con ellos, le ofrecieron desayuno a Hor, pero él se negó por pena. Hablo poco con ellos sobre temas triviales tratando de distraerlos de ver el aspecto oculto de su primo. La anciana al saber que eran viajeros no dudo en regalarles viejos mantos de sus hijos para reponer los que perdieron y dejarles algo de comida para cuando Anpu despertara. Hor siguió negándose sin lograr ganarles y cedió agradeciéndoles su generosidad.
Los dioses deberían recompensarlos por su hospitalidad, si no es que lo hacían por mera ocasión. Las caserías eran depuración de pecadores y llamados de atención para las malas obras, si lograbas sobrevivir era porque te daban una nueva oportunidad para corregir tu vida.
Cuando los ancianos se retinaron para unirse al festejo centro su atención en la tensión de su primo, no dejaba de respirar agitadamente, sacudía su cabeza con gestos de agonía y sudaba. Quizás estaba teniendo una pesadilla. Su cuerpo lucia como antes de ser atacado, casi como un muerto viviente con lo flaco que estaba y las ojeras que cargaba. Su mama y su tía siempre le regañaba porque decía que estaba desnutrido y que era muy descuidado con su salud. El pensaba lo mismo.
Un halcón peregrino aterrizo en la ventana del lugar con una nota en su pata. Hor lo atendió y maldijo cuando supo por la firma de la nota de quien se trataba.
"Cuando vengas a Nuri sigue a mi heraldo hasta un lugar llamado “El estanque”, necesitamos vernos. Meruel".
Genial. Tendrían que hacer una parada con un Soberano de Kush. Debía ser por lo ocurrido de ayer, sabía que tarde o temprano esto pasaría, estaban metidos en un gran problema ¡No es justo! Ellos estaban llevando las cosas en paz hasta que llegaron esos Nechers Sanguinarios ¿por qué no le reclamaban a ellos?
Anpu abrió los ojos de golpe y se levantó sobresaltado. Se sentó aun con cansancio tratando de regular su respiración y se tallo los ojos.
—¡Al fin despertaste! —exclamo alegre Hor abrazándolo casi sacándole el aire. Anpu quiso corresponder de no ser porque seguía confundido, por lo que se limitó a medio abrazarlo—. Gracias a Atum que sigues vivo, me preocupe mucho cuando empezaste a sacudir y sudar, parecía que estabas en una pesadilla y no sabía cuánto tardarías en despertar—se apartó— ¿Cómo te sientes?
Su mirada de incredulidad hizo que Hor entendiera que debía darle una explicación.
—Es una larga historia, pero primero—dijo trayendo el desayuno que les dejaron—a desayunar.
***
Hor y Anpu acababan de llegar a Nuri luego de haberse puesto al tanto de la situación durante el cruce del rio al amanecer. Para ese entonces Anpu ya había trasmutado. La ciudad destacaba de las anteriores por sus pirámides medianas a las afueras de la ciudad. Rio arriba se encontraba la tercera catarata. En las orillas las personas seguían festejando el milagro tocando a bordo de sus barcas, cantando o depositando flores en el agua e tirando piedras preciosas al rio.
—Entonces ¿qué opinas? —le pregunto a Anpu luego de explicarle sus planes del viaje.
Anpu apenas se dio cuenta de que le estuvo hablando durante todo el trayecto mirando su mano y nunca le puso atención. Se disculpó con la mirada y su primo hizo un puchero.
—¿No me escuchaste? Perdimos medio día de viaje. Al menos que el Sanguinario los haya detenido, los enviados del rey deberían estar pisándonos los tobillos. Debemos cruzar el desierto lo más pronto posible—Anpu se apeno—. No importa, debemos pensar todavía como encarar al Soberano, la última vez que mi mama trato de dialogar con uno de ellos le impusieron los peregrinajes a la cuarta catarata cada año con tu mama.
Unos hombres lo sacaron de sus pensamientos cuando casi los tiran al pasar rápidamente. Y no solo ellos. Otros hombres y chicos empezaban a cruzar corriendo al bullicio de gente en la siguiente esquina. Se voltearon a ver confundidos ¿qué era lo que provocaba tanto alboroto?
—Na, nada de distracciones—dijo Hor tomando camino.
Así fue, hasta que entre los pocos espacios que dejaban los hombres logro ver por un pestañeo una silueta que lo detuvo. Pocos huecos se formaron y su curiosidad aumento por los pasos que muchos cuerpos daban en un ritmo desafiante y una en especial que se movía como ninguna. Debía ser un buen espectáculo para provocar que tanta gente se emocionará ¿Qué le podría pasar por ver?
Anpu comprendió al escuchar los gritos excitados de los varones de que se trataba el alboroto, y casi se infarta al notar que Hor trataba de encontrar otro hueco que lo dejara ver el espectáculo lleno de curiosidad ¿Cómo lograba ese niño desaparecerse frente a sus narices? ¿tan distraído era?
Ya cerca escucho como los hombres conversaban entusiasmados por el espectáculo. Al parecer, unas jóvenes sacerdotisas habían desafiado a duelo de baile a una chica que les robaba la atención de entre todas las vírgenes. Se adentró más entre los varones y se encontró con un espectáculo complemente diferente a lo que se imaginaba.
Las chicas bailaban dando lo mejor de ellas, pero la hermosa chica de rizos con un cuerpo dotado de buenas proporciones resaltaba como ninguna. No solo por su belleza, sino por sus pasos y movimientos. A cada movimiento de cadera que ella daba las otras trataban de darlo mejor sin lograrlo. Más de una termino cayendo del dolor por sobres forzar su cuerpo o por dar un mal movimiento o pisada. El clímax del duelo fue cuando la que decían era la mejor de las contrincantes quedó como finalista contra la inigualable chica.
Hor veía como la chica reía y se movía sin parar como si ella misma se hipnotizada por su baile. Sus movimientos de cadera eran secos y duros, llenos de alegría y sincronía al compás de la música de fondo. Eso sin mencionar el resto de su cuerpo parecía ser libre de expresarse ajena a su cadera. Su contrincante se veía exhausta, sus pasos se volvían torpes a comparación de los de ella. Todo termino cuando la sacerdotisa cayó tratando de imitar un paso de la chica y esta culminara con una reverencia impecable al público. Los aplausos y alabanzas salieron sobrando.
La chica respiraba con satisfacción y gozo mientras las otras solo la veían con recelo desde el suelo. Aun así, ella se acercó a ellas con la intención de ayudarles a levantarse halagándoles sus pasos y motivándolas a no rendirse, dejándolas impresionadas por su gentileza y amabilidad.
Hor sintió el peso de Anpu recargado sobre él y descubrió que él también estaba estupefacto.
—Con eso si te concentras—le dijo jugando y Anpu se sonrojo de vergüenza negando con la cabeza. Hor rio—. Es muy hermosa para ser una humana ¿verdad? —lanzo el niño mirándola con admiración.
Hor no podían dejar de ver a la chica. Era una kushita como las demás con su piel oscura y ojos cafeses, pero había algo en ella que lo dejo deslumbrado. La manera con la que arrasó a las demás, fue algo inhumano. Esa chica debió nacer bendecida por los dioses para moverse así y poseer tal belleza. O quizás era otra extranjera oculta como ellos.
—¡Pero no se compara a las nuestras! —dijo súbitamente cayendo en la realidad de sus palabras como si un balde de agua fría le hubiera bañado.
Anpu asintió igual y le dio un zape.
—¡Auch! ¿y eso por qué? —el otro entrecerró los ojos cruzado de brazos—. Ah, sí, perdón. Vámonos de aquí.
Salieron del grupo con prisa alejándose de las personas cuando identificaron al halcón de hace rato volando en dirección al lugar señalado. Solo por pequeños momentos Hor miro atrás para ver a la chica.
***
El incienso de loto había invadido toda la habitación siendo apenas percibirle. Sus dedos se movían solos en la espalda de su hermano acostado en la cama. El procedimiento no era diferente al de esa madrugada, salvo porque su hermano acababa de despertarse. Maahes tapo el frasco que tenía junto a su nariz sin interés. Nefertum ya había terminado de limpiar y prosiguió con untar la pomada que le generó un grito molesto.
—Perdón—se disculpó Nefertum—. Ya casi termino.
—¡Ten más cuidado!
—No te dolería si respiraras el analgésico que te di—refiriéndose al frasco que cerro.
—¿Por qué no eres de los doctores normales que te dan a tomar la medicina? —replico con fastidio.
—El cuerpo reacciona más rápido cuando respiraras que cuando consumes. Lo que respiras tarda menos de un minuto en viajar por tu cuerpo mientras que lo que consumes tienes que esperar minutos o hasta horas para que apenas el sistema digestivo lo perciba.
—No generalices, no todos tenemos tu nariz.
—Ni tu metabolismo acelerado. Y para que lo sepas, solo el veinte por ciento de lo que sientes al comer es su sabor real, el resto percibes su aroma.
—¿Te pedí clases de medicina? No. Date prisa para que pueda encargarme de ella.
Nefertum lanzó un suspiro de resignación rodando los ojos. Su hermano seguía siendo el mismo. Si no fuera el único que lo tolerara tal vez estaría solo o peor, o eso era lo que pensaba, pues la chica parecía estar interesada en él. Ella era otra incógnita en ese asunto. Maahes parecía no tolerar su presencia. No como a las otras personas.
Nefer le hizo una señal para que se levantara y el otro obedeció. Estaba débil por su fiebre, tenía ojeras y se tambaleaba cansado. Tenía la voz casi apagada por lo mismo, pero no dejaba de sonar airado.
Empezó a vendarlo de su pecho a su espalda cubriendo sus heridas.
—Sobre ella—dijo cambiando de tema—¿quién es, donde la conociste y que hace aquí? —su hermano se quedó serio, y luego soltó otro quejido por el rose de las vendas en su espalda—¡Aguanta! Y respóndeme lo que te pregunte si no quieres que lo haga a propósito. Sabes que odio mancharme las manos.
—¡Es una gata que le gusta molestarme! —contesto sin humor.
Lo de la gata era muy obvio, lo de molestarlo ¿existía algo que no lo molestara? No conocía a nadie que tan siquiera aguantara estar cerca de su hermano. Mucho menos meterse con él. Eso no explicaba el como esos dos se habían relacionado.
Nefertum termino y se fue a lavar las manos en un caso que estaba en la otra mesa. Un montón de trapos rojos estaban tirados en un cesto a lado. Tomo una aguja de un frasco y una semilla de otro.
—¡Sácala! —protesto el gruñón.
—¿Porque?
—Tu solo hazme caso —Nefertum frunció el ceño—. Hablo en serio. Por las malas no lo logre, quizás contigo sea diferente.
—¿Te ha perjudicado? —desvió la mirada.
—Es una gata. Se aprovecha de su aspecto para clavarte las garras.
—¿No crees que pudo hacerlo cuando estabas inconsciente en vez de molestarse en realizar los quehaceres de la casa? Que, por cierto, fue tu enfermera en mi ausencia.
Aunque no la conocía, tampoco podía echarla, así como así. Limpió su casa, les preparo la comida y lo ayudo con las heridas de su hermano (mal, pero lo intento) ¿con que cara la podría correr? Aunque, su hermanito no era de los de mentir, pero sí de exagerar. Y lo tenían confundió con eso de si era una Ojo Solar.
—¡No la quiero cerca!
—Pues ella a ti sí.
—¡Nefer! ¡¡auch!!
Seguía rezongando luego de que su hermano sacara con la aguja una muestra de su sangre, vertiera una gota en un cuenco de agua y la semilla. Luego tomo un pergamino con una pluma y se sentó en un banco.
—No otra vez—alego entre dientes fastidiado.
—Protocolo ¿percepción de gustos?
—El mismo—respondió resignado volviéndose a acostar sin cuidado. Nefertum apunto.
—¿Efecto relajante en tus actividades?
—Ninguna—Nefertum volvió a apuntar.
—¿Cómo enumerarías tu tolerancia social, además de mí?
—Cero.
—Ok. ¿Deseo sexual?
—¡¡Que!! —se sobresaltó— ¡¿Desde cuándo importa eso?!
—Desde que podemos eyacular, solo que antes no me parecía que tuvieras motivos.
—¡¿Cuáles motivos?!
—Tal vez ella.
—¡Deja de olerla! —advirtió plantándosele de frente con rabia.
—No es tan fácil como taparse los ojos—rezongo cruzándose de brazos—. Además, es linda.
—¡Es una gata!
—Me huele que es dócil.
—¡Pues si te gusta, cásate con ella! —le lanzo una mirada asesina y se alejó con pasos torpes hasta la puerta, incluso estuvo por caerse a mitad del camino, pero Nefertum sabía que si se le ofrecía ayuda solo lo molestaría más—. Si no logras echarla, la mato—le advirtió con celo y luego azoto la puerta tras de él.
Una vez se fue Nefertum puso los ojos en blanco y susurro algo sobre que su padre jamás tendría nietos.
Eso era normal. El animal de su hermano solo debía volver a la cama y descansar en lo que su fuerza vital restauraba su cuerpo. Con el no requería mucho esfuerzo y esta vez no era tan grave como para romper con las limitantes de poder. Tenía un Ka inmenso, pero un razonamiento salvaje. No tardo en escuchar fuertes ruidos en la cocina que le decían que su casa estaba siendo destruida y que el animal de su hermano estaba persiguiendo a su inquilina. Salió a toda prisa del cuarto y un cuchillo paso rozándolo hasta clavarse al marco de la puerta.
—¡Animal!
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