
El desierto entre la tercera y cuarta catarata poseía montes rocosos, y dado que era una zona deshabitada no existían poblados. Sus rutas eran solo rio abajo, que era lo mas seguro, o cruzar el deserto. Hor tomo la segunda opción sin dudarlo. Aun siendo una nación diferente sabia que el rio no estaba de su lado. De hecho, no tenia respaldo ni del desierto. Tiempos atrás cuando era mas pequeño, tubo muchos incidentes con los monstruos que asechaban el rio y arenas de Kemet. El heka curativo de su madre los ocultaba, pero en el interior del cuerpo de Hor aun quedaban rastros de esos incidentes.
El ultimo daño que sufrió fue cuando tenia un millon de años, una década después de que las tormentas conquistaran Kemet por completo y el Ojo Solar fuera castigada por el rey. No recordaba si fue una noche o un día porque las tormentas no dejaban pasar la luz de los astros. Lo que si recordaba era que estaba frustrado por lo que paso con las Ojos Solares. Se odiaba tanto por ser el culpable de su desgracia, que aseguraba ser solo un peso existencial para todos. Y en un delirio de querer comprobar lo útil que quizás fuera, acabo entre la arena del desierto y la orilla del rio, con un Ajebyu enfrente y un Petesusco atrás. Ambos reptiles coordinados para matarlo en ese instante. Ya se había dado por vencido, acreedor de merecer tal final y regalarle libertad a los que tenían una absurda fe en el. Sus piernas y brazos desnudos sangraban por leves heridas que obtuvo al querer defenderse. Cuando de pronto un viento los arrastro en un torbellino para ser arponeados en el aire por una lanza. Los reptiles aterrizaron lejos de Hor con la lanza aun clavada en ambos. El dueño de la lanza apareció del otro lado pasando de largo a Hor para recuperar su arma.
"—Mis hermanas no arriesgaron su honor para que mueras con el primer bastardo que se te ponga delante—le recrimino indignado tomando su arma y con esta inflar sus presas para que explotaran en mil pedazos, que se limpio con otra ráfaga de aire."
Ese día conoció en persona a Anhur, con su típico turbante ocultando su melena de leon. Al principio le tuvo miedo por la famoso que el era en Kemet. Su madre y nanas se habían enforzado para evitar a los nechers como el. Era un hecho que haría con el en esos momentos. Pero...mejor en manos de el que de un ser inferior, mínimo seria mas honorable. O eso creyó Hor hasta que Anhur se hincó a ayudarle. Hor reacciono en cuanto le toco mi pierna, no sabía si fue por dolor o por la adrenalina del momento. Nada de lo que pasaba era lógico. Anhur debería estarlo matado o llevándolo como rehén, no ayudarlo con sus heridas luego de matar a los cazadores con los que se supone estaba trabajando.
"—No vengo a cazarte, tu no eres mi presa—respondió secamente."
Hor no dejo de cuidar cada acción y gesto suyo, podía ver su rabia. Su puño y su agarre a la lanza eran fuertes una vez que termino de vendar sus heridas con trozos de tela que rasgo de sus prendas.
"—¿Entonces quien es tu presa?—le pregunto tímidamente Hor aun confundido."
Él adulto se paró firme y le sostuvo la mirada. Giro su lanza en el aire, se corto un dedo para sangrar sobre esta y la clavo enfrente de Hor con una reverencia. Recito el juramento a nombre de Hor sin titubear. Sus palabras fueron directas y seguras. No jugaba. Lo que Anhur acababa de hacer lo dejaba mal visto aun cuando era para ayudar a Hor. Ni el Ojo Solar llego a cruzar esa linea. Si el castigo de ellas fue terrible, el que deparaba Anhur seria mucho peor. Hor no supo que responder en ese instante. Tuvo que dejar de lado su miedo e hiso un esfuerzo por cambiar su expresión a una más franca, listo para hablar con el poco valor que tenía.
Hasta la fecha se preguntaba que castigo recibiría Anhur. Las leyes de Kemet eran temidas hasta por los Camefis, la osadía de romperlas era una estupidez. Misma que solo un demonio tendría. Pero Anhur era muy contrario a un demonio, incluso había nechers que se sospechaba que fueran demonios luego de su drástico cambio de personalidad al concluir la guerra. El fin, cosas que se armaron y desarmaron mucho antes que naciera Hor.
En el presente, Hor estaba vulnerable y en un dilema de vida o muerte. Tenia una vago Ka, lo que no le dejaba con muchas opciones de como usarlo. Si sanaba sus huesos no tendría fuerzas para seguir andando, y si las usaba solo para mantenerse de pie durante el viaje pues jamás sanaría su fractura y estaría en desventaja en caso de combate. El desayuno que los ancianos le dieron esa mañana en Berg Barkal apenas proporciono fuerzas para mantenerse activo. Debió comer mas antes de emprender su viaje por la ruta mas cansada.
Todos los días consumía una asquerosa medicina de su madre para compensar sus bajos niveles de Ka, antes de irse a la cuarta catarata se aseguro de dejarle los necesarios para sobrellevar los días ausentes y, por culpa de esos cazadores no consiguió ni una maldita dosis, desconocía que tanto duraría sin ellas. Recordó que el perfumista les dejo el perfume que uso para restaurar a Anpu...y luego que se lo dio a Anpu...y luego que Anpu se fue al infierno.
—¡KARMA!—se lamento—. Padre Atum ¿Porqué me pasa esto a mi? ¿Soy acaso el mas maldito de tu sangre?
—Pobre niño, solito y para rematar maldito—dijo una voz hostil y gruesa desde las sombras al pie del monte detrás de una gran roca. Hor se sobresalto y bajo su capa tomo la punta de lanza que rescato de su encuentro con el perro cazador—¿Qué hace un niño tan lejos de su casa? ¿no deberías estar en el pueblo celebrando tu vida?
—¿Quién eres?—pregunto Hor ocultando su improvisada daga del misterioso sujeto—. Y no soy un niño, soy casi un adulto.
—Solito, maldito y mentiroso, ya veo porque huiste de casa—dijo el sujeto mirando a Hor con sus enormes ojos rojos.
—¡No soy un mentiroso y no hui de mi casa!—reclamo molesto y luego melancólico—. Bueno...no porque yo quería.
—Entonces si huiste—dijo victorioso—. Debiste ser muy malo para tener que huir, los niños buenos no huyen de casa.
—¡Pero yo no hui porque fuera malo! Me fui porque los malos me querían castigar.
—Los niños buenos no son castigados, los niños malos si. Solito, maldito, mentiroso y malo.
—¡Que no!—bramo Hor enfadado—. Y a todo esto, deja de esconderte y da la cara. O eres un cobarde.
El desconocido salió lentamente de la sombra, era un humanoide negro gigante de tres metros muy gordo y tosco. Vestido con una manta morada con cinturón de piel y collar grueso de cuentas que parecían dientes, sus colmillos resplandecían su filo, tenia una perforación en la nariz con un hueso y faltaba decir que era feo. Hor apenas media la mitad de la altura del ogro.
—Ah, eres un Negoogunogumbar —dijo aburrido Hor y siguió su camino tranquilamente.
El desconocido lo siguió con la mirada confundido. Los Negoogunogumbar eran una especie de ogros. No eran nativos de Kush ni mucho menos del desierto, provenían de las selvas Bantu y, hasta donde Hor sabia, estaban en la lista de especies prohibidas de cruzar la frontera por su naturaleza caótica y violenta. Que sinceramente se quedaba corta con la de los soberanos que se volvían sanguinarios. Así que, quizás tan peligrosos no debían ser. Y sus hechizos no pasaban de convertir en animales a humanos ni eran efectivos para las demás especies. También eran tantos. El ogro bantu siguió a Hor con mucho interés.
—Te advierto que no soy humano—le advirtió Hor—. Además, seguirme no te conviene, si quieres vivir.
—Luces muy humano—el ogro camino rápido y se atravesó enfrente de Hor para impedirle el paso en la estrecha salida al estarlo ignorando—. Si no eres humano, cambia de forma ante mis ojos—reto el ogro. Esto molesto aun mas a Hor, pues no quería gastar Ka innecesariamente para un tonto ogro. Y tampoco volvería a su verdadera apariencia para delatar su origen—. Demuestra que no eres humano y te dejare ir.
Hor toma aire y exhalo.
—¿Qué es lo que quieres?—pregunto Hor precavido—. Si pretendes robarme, no tengo nada mas que mi existencia.
—¡A ti!—exclamo y se abalanzo sobre el para atraparlo. Hor le esquivo retrocediendo y clavo la daga en el cuello del ogro cuando de se dejo caer sobre su peso. Ojala se hubiera visto genial como Anhur. Husmeo entre las ropas del ogro para encontrar una mejor arma y siguió su camino.
Los normas no impedían matar en defensa propia siempre y cuando fuera entre seres no humanos, no era la primera vez que lo hacia. Su primera victima fue un espíritu que asechaba en los campos donde trabajo en Buhen. El verdadero motivo del porque trabajan allí era por lo embrujado que estaba, muchos humanos desaparecían o quedaban traumados. Anhur lo dejo enfrentarse solo contra el espíritu maligno una noche para evaluar lo que aprendió. Cuando un humano lucha contra espíritus jamás lo hace directamente, necesitan apoyo divino o de algún otro ser y aun así no tienen el poder de eliminarlos. Los Soberanos eran otra cosa, no solo eran capaces de derrotar a los espíritus, sino de extinguirlos. Hor no era de la segunda idea, por eso cuando estuvo en su lucha con el espíritu que era incluso mas antiguo que el, busco solo matarlo y que los Soberanos de Kush tuvieran la ultima palabra. Fue una noche larga y cansada, hasta que el tubo la victoria. Que obviamente, solo le conto de su familia a Anpu y a sus nanas. A partir de allí practicaba con los espíritus malignos que se topaban. Sus heridas de batallan se compensaban con su progreso. Pero al final de cuentas ¿Qué amenaza podría ser un espíritu para un Soberano?
Caminando por el sendero Hor se detuvo al ver un campamento a las faldas del siguiente monte con unos espantosos gritos como de bestias con musica de trompetas de bambú y una fiesta salvaje alrededor de la hoguera. No eran humanos, y mucho menos kushitas. Una enorme mano tomo a Hor del brazo sano desde las sombras y lo alzo a la altura de su cara. Era otro Negoogunogumbar que lucia enojado. Hor lo pateo pero no le hizo ni cosquillas.
—¡Niño solito, maldito, mentiroso, malo y asesino!—gruño el ogro—. ¡Serás mi presa esta noche!—lo metió a un saco y se lo llevo a el campamento.
Hor forcejeo dentro la bolsa, trato de romperla inútilmente con la daga. Era un saco mágico. Se acomodo de tal forma que su brazo no le doliera y se sobo. El ruido de la fiesta salvaje era mas fuerte acompañada de lloriqueos. Si recordaba los rumores, los ogros robaban niños para comérselos. No dudaba que esa fiesta fuera un bufet, ni deseaba estar en otra masacre. Muchos menos solo y en desventaja.
¡¿Porque Meruel no delataba a estos tipos?!
Comenzaba a dudar de la seriedad con las normas que según debían cumplir todos los extranjeros ¡Ese maldito pajarraco! Mas le valía enviar a alguien que detenga a estos monstruos o el mismo lo delataría con sus padres por irresponsable...bueno, quizás solo con su madre. Sintió que el ogro se detuvo, abrió su saco para meter su mano y sacarlo de la cabeza. Escondió rápidamente su daga y el ogro lo lanzo dentro una jaula que cerro al instante. Dentro la jaula había niños y niñas menores de trece años.
—Niños malos, serán la cena de esta noche—informo el ogro antes de irse.
Alrededor de la jaula pasaban Negoogunogumbar vestidos con mantas moradas, azules y naranjas. Daban un aire de estar en sus mejores galas y las hembras andaban con su vestidos sintiéndose hermosas con sus collares de huesos de origen cuestionable. Algunos danzaban con la horrible musica y otros aplaudían a las jovenes que bailaban cerca del fuego. Para ellos debía ser una fiesta pero para Hor y los niños se sentía como ir al matadero.
Un ogro anciano salió de una tienda y todos silenciaron.
—Negoogunogumbars, creaciones de Khonvoum, Soberano de nuestra amada selva —comenzó a redactar el anciano—. La noche anterior no pudimos seguir nuestra fiesta por culpa de ese inoportuno Sanguinario—muchos ogros bullaron ante la mención del Sanguinario. Al parecer no les agradaba tener competencia—. Si, lo se. Por poco perdemos presas. Pero su cacería termino y nos dejo mucho de donde cazar—los ogros celebraron—. Y para que la noche sea aun mas especial, el mejor cazador recibirá un premio.
Todo el mundo quedo expectante de la sorpresa del anciano. Abrieron las cortinas de la tienda detrás de el y quedaron sin palabras ante el tan esplendido premio que recibiría el ogro que trajo la mejor presa. Las ogras sacaron a una chica, y no cualquier chica...a la hermosa bailarina que conquisto la ciudad esa mañana.20Please respect copyright.PENANAPrfXYQ4ggR