
Innegablemente y ante la luz de la luna, la bailarina sobresalía como faro en medio de la oscuridad. Ni las sombras opacaban sus exquisitas facciones y la calidez de su inocente mirada. Eso sí, desentonaba mucho con el ambiente mortífero del lugar. Observa muy inquieta hacia la jaula de los niños y luego al anciano. No estaba atada, pero si aprisionada alrededor.
—¿Qué está pasando aquí?—protesto ella—¿por que esos niños están encerrados?
—¡Oh, hermosa doncella!—alabo el anciano—. Nosotros los Negoogunogumbars desde el origen de nuestra especie hemos tenido la libertad de impartir justicia contra los abominables humanos que corrompen la creación de nuestro Soberano Khonvoum. Somos Sanguinarios menores y jamás igualaremos el alcance de una máxima autoridad, pero nos gozamos de prevenirles el trabajo al erradicar la plaga antes de que se propague. Estos niños, son malos. Y en un futuro serán muy malos—acuso señalando a los niños que se acurrucaban aterrados como animales yendo al matadero.
— ¿ Khonvoum? —la bailarina lucía confundida y muy ignorante de lo que le contaban. Y no solo ella, los niños tampoco comprendían nada, el único conocido era Hor.
—¡Así es! Nosotros no pertenecemos a Kush. Existe un bello lugar, un paraíso verde todo el año y por todas partes. Lo llamamos selva, y en ella vivimos con las demás creaciones de nuestro Soberano. Los Negoogunogumbars salimos de la selva para llevar riquezas de nuestra creación a este lugar muerto y desabrido que llaman desierto. Y para pagarnos, los Soberanos de esta tierra nos dejan cazar a los niños malos una vez por viaje. Esta noche celebramos nuestro exitoso trueque, y al amanecer, retomaremos de regreso a nuestra selva hasta la próxima visita.
Hor entendió el porque Meruel y los demás no intervenían. Kush aceptaría lo que fuera por recursos y la selva era de sus mejores proveedores que debían tener. Desde un punto de vista comercial, recibir materiales inexistentes en tu tierra a cambio de personas problemáticas era toda una ganga. Anpu decía que el Sanguinario que se toparon no tocaba niños, casi como una regla, siempre los dejaba ilesos. Eso hizo suponer a Hor que estaban limitados con castigar a los infantes que desobedecían las leyes, pero estas criaturas no. Todas las especies y razas de ogros tenían libertad matar sin tabúes de solo porque no se sujetaban a las reglas, no tenían moral, eran seres malignos. Muy contrario a los Soberanos.
Era una corrupción que la familia de Meruel recibía tratos con este tipo de monstruos. Lo que menos le convenció era la seguridad de que estos niños fueran "malos" a tal extremo como para ser exterminados. Y a todo esto ¿que hacia aquí esa chica? Desde que la vio bailándolo en el pueblo percibió que tenía algo especial más allá de su talento y belleza.
—¡No pueden hacer eso!—protesto la chica y las ogras le gruñeron—. Son solo niños, todas las cosas que hacen es por inmadurez. Aun están a tiempo de corregir sus errores ¡Son almas inocentes!—las ogras pronto se quejaron de ella a grandes voces. Les disgustaba mucho la presencia de la chica y mas aun lo "irrespetuosa" con su cultura. A pesar de eso los ogros estaban interesados en ella como trofeo, cosa que ninguna ogra lograba ni por sus méritos.
—¡Esa mustia no debería estar aquí!—alzo la voz una—¡No es ogra, ni cazadora!—y le siguieron las demás.
—¡Cállense Negoogunogumbars envidiosas!—intervino un joven ogro—¡Lo suyo es envidia! ¡Desearían ser tan bellas como esta doncella y que los ogros luchen por ustedes!
Las discusiones entre ellos prosiguieron hasta que el anciano callo el desorden.
—¡Callen! Ciertamente, esta doncella no es ogra ni cazadora. Es una bailarina, que con su hermosa danza cautivo a su servidor y muchos otros en la fiesta humana. Y la traje deseando compartir su belleza en esta velada tan especial, pues es además mi presa de esta noche—dijo y la agarro del brazo para ponerla al frente y sujetarla—. Casi ni la eh querido tocar, no sea que dañe su valor.
Mientras los ogros celebraban en la costa del disgusto de las hembras, Hor planeaba como librarse de esta situación y de paso ayudar a los niños. Porque claro que no los abandonaría ante ese destino. Si Meruel le replicaba, la remataria con que se robaron una chica injustamente y fuera de su acuerdo, o esa escusa emplearía como solución. Ya no quería más problemas con las políticas de Kush, pero su conciencia lo atormentaría si no salvaba a estos niños. Sus nanas poseían un fuerte principio de proteger a los niños por sobre otras leyes, misma que las condeno a pagar su desobediencia al rey. Hor sobrevivió por ese principio y su mejor forma de agradecerlo es ejecutarlo.
Los barrotes eran de madera gruesa y la puerta se cerraba con un pasador de barra de hierro kushita muy apretado como para que un humano adulto pudiera moverlo. De entre los enjaulados el era el único que en vez de miedo tenia coraje. El que parecía ser mayor después de la tenia abrazada a una pequeña niña que debía ser su hermanita. El recuerdo de Tasenet y su desfile era otro tormento. Sabiendo que existían huecos legales donde espíritus malignos podían salirse con la suya bajo el beneficio de los kushitas, quien dudara que ella estaría en sus mismas circunstancias en estos momentos.
—¿No tienes miedo?—le pregunto el niño mayor.
Hor se acerco a él.
—No tanto en realidad—confeso Hor.
—¿Porque? Esos monstruos nos quieren comer ¿eso no te da miedo?
—Eh estado en peores circunstancias.
Los niños lo vieron confundidos.
—¿Y cómo sobrevives?
—Bueno, siempre e tenido quien me salve—confeso y luego se entristeció—. Aunque...esta vez no creo que alguien lo haga.
—Entonces si tienes miedo?—pregunto ahora la hermanita. Hor se compadeció del miedo de ellos.
—Sí, pero no por mí.
—Eres raro—le dijo la niñita y Hor sonriendo nervioso, no podría estar más de acuerdo.
—¿Y porque crees que sobrevivirás esta vez?—amonesto el hermano mayor.
—Porque somos inocentes—dijo tratando de calmarlos—, los dioses no permitirían una injusticia como esta.
—Los dioses nos abandonan desde que nacimos, jamás les hemos importado—culpo con lagrimas mientras abrazaba a su hermanita como si su vida dependiera de eso.
—¿Por qué crees eso?
—Crecimos en la calle y nunca tuvimos ayuda de nadie, no sabemos quiénes son nuestros padres o si de verdad somos hermanos de sangre. Toda nuestra vida nos hemos tenido que valer solos, sufriendo el desprecio de los demás solo per ser hijos de la calle. Los dioses nunca se han molestado en ni siquiera vernos ¿Qué clase de dioses permiten lo peor a "inocentes"?
No se atrevió a responder. Miró a los demás niños y niñas. Algún rencor debía existir para que pensaran lo peor de sus dioses y con motivos. Si fuera un humano estaría en su misma posición, pero por eso mismo que no era un humano es que sabia que los Soberanos movían hilos detrás del telón conforme les pareciera mejor para el beneficio de su creación. Ya lo había platicado con Meruel, sacrificarían unos pocos humanos por el bienestar de los demás, incluso si era perder adoradores.
Vio de reojo que los ogros estuvieran distraídos aun en su disputa por la chica y alzo un poco su capa para que los hermanos vieran su daga oculta y comprendieran las intenciones de Hor.
—Manténganse alerta a la primera oportunidad de escapar—les dijo en voz baja—, huyan en grupo. Tu eres el mayor de todos ¿no es así?—el hermano acercándose algo dudoso—. Tu deberás liderarlos hasta la ciudad de Nuri, esta a cinco horas al noroeste.
—¿Qué estupidez estás diciendo? ¿Te crees muy valiente como para luchar con un ser inhumano?
— ¿Te crees muy cobarde como para no luchar por tu hermana?
El hermano se avergonzó.
El anciano dio inicio a la competencia y uno por uno los ogros abrió la jaula para sacar a su presa. Cuando sacaron a los hermanos Hor cruzo miradas con el mayor para afirmar su plan. Desde la primera niña que sacaron Hor se contuvo de apuñalarlos de no ser porque seria una imprudencia en su situación. Debía esperar a que los sacaran a todos y ver que les harían. Y no solo el, la chica apretaba sus manos contra el pecho sin ocultar su pesar. La habían sentado a la fuerza junto al anciano con las anteriores ogras cuidando que no huyera.
—¡Esta niña!—mostro el primer ogro alzando a la pequeña de los hombros cerca de la fogata donde todos los vieran—¡Se escapa de su casa porque no quería ayudar a su mamá en los quehaceres del hogar! ¡Es una niña muy mala!—declaro y los ogros le amonestaron lo simple que fue su "pecado".
—¡Este niño!—siguió otro—¡Le mintió a sus padres, diciendo que iba a la escuela pero se fugaba con sus amigos al rio!
—¡Esta niña!—prosiguió otro—¡Era grosera con sus abuelos y le pagaba a sus hermanos menores!
—¡Estos niños!—pregono el ogro que se robo a los hermanos—¡Robaban todos los días comida a los comerciantes!
Y así siguió apelando los ogros cada mal que sentenciaba a los niños a ser malos. Hor se indigno de tan estúpidas acusaciones, sentenciar a muerte conductas tan infantiles que con unas regañadas se corregían. En especial la de los hermanos huérfanos que lo hacían por necesidad y falta de apoyo. Si eran adultos asesinos, violadores o abusivos, ni al caso interviene por ellos, pero estos niños que apenas estaban explorando las consecuencias de sus actos requerían otra oportunidad. Llego el turno del ogro de Hor que lo sujetaba del brazo sano con brusquedad.
—¡Eso no es nada!—declaro el ogro de Hor—¡Este niño es tan malo que hace ver a los otros niños como buenos!—presumió tan orgulloso que los demás ogros se molestaron de sus palabras—¡Este niño hizo lo que todos estos, es un maldito mentiroso que huyo de su casa, y que además, mato a un Negoogunogumbar !
Todos los presentes se sorprendieron y los Negoogunogumbars comenzaron a insultar al ogro. No creían que un niño humano fuera capaz de realizar tal hazaña, ignorantes de la verdadera naturaleza de Hor. Hasta los niños voltearon a verlos incrédulos, en especial los hermanos que antes le cuestionaron. La misma chica concentro su interés en el como si fuera la única que lo creyera.
—¡Si no me creen, busquen al ogro que falta y lo hallarán al pie del otro monte muerto!—grito el ogro en su defensa.
El anciano mando a unos ogros a buscar para corroborar la historia y, cuando volvieron con el cadáver, siguió sin poder creer que Hor fuera capaz de tal osadía.
—¡Lo ven! ¡Este niño es el mas malo de todos!—grito victorioso—¡La hermosa doncella es mía, dénmela!
—¡Yo me opongo!—alzo la voz Hor y todos lo voltearon a ver.
—¡Calla, las presas no hablan!—lo amenazo el ogro y lo sujeto de ambos brazos ocasionando un grito de dolor en Hor.
—¡Me lastimas mi herida!—grito Hor adolorido y alcanzo a quitarse la capa para exhibir su exacerbada—¡¿Les parece que un niño herido como yo pudo matar a un imponente ogro?!
Al instante los Negoogunogumbars murmuraron entre si. El ogro que lo secuestro seguía defendiendo su verdad, jurando que el vio como Hor mato a su compañero y que antes de eso le dijo que no era humano.
—¡Si no fuera humano no se dejaría atrapar tan fácilmente!—ataco una ogra.
—¡Si!—contraataco otro ogro—¡Y además esta herido y luce muy débil, no podría ni hacernos cosquillas!
—¡¿Entonces como murió nuestro hermano Negoogunogumbar?! —cuestiono otro ogro y los murmullos invadieron nuevamente.
—¡Yo les diré que paso!—declaro Hor ganando la atención de todo el mundo—¡Este muerto fue quien me secuestro y me hirió cuando trato de escapar, pero llegando al pie del monte este otro Negoogunogumbar tubo envidia porque no tenia presa como yo para esta noche, lo mato para robarme y mentir con tal de ganarse el gran premio!
—¡MENTIROSO ASESINO!—bramo el ogro con una mirada letal—¡YO NUNCA MIENTO, TE VI COMETER TAL PECADO!
—¡¿Y dónde esta el arma con el que cometí tal asesinato?!¡¿Dónde está la prueba de mi pecado?!—cuestiono Hor y todos abuchearon al ogro—¡Miren mis manos! ¿Hay sangre en ellas? Revisan al asesino si no carga consigo el arma manchada con sangre Negoogunogumbar.
—¡¿Porque te creerían?! ¡No existen las mentiras entre los Negoogunogumbar!
—Si es así entonces no se porque te preocuparía demostrar la verdad—reto Hor.
El ogro soltó a Hor y sacudió sus ropas confiadamente hasta que la daga de Hor callo de entre sus prendas. Un ogro la tomo rápidamente y comprobó que su tamaño coincidía con el del cuello del muerto, así como que estaba manchado de sangre Negoogunogumbar.
—¡Blasfemia!—grito el anciano—¡Has deshonrado nuestra fiesta con tu transgresión! ¡ Negoogunogumbar malo! ¡No eres digno del gran premio!
El ogro se quiso abalanzar sobre Hor pero lo detuvieron los otros para atarlo como castigo, seguido de insultos y escupitajos. El anciano ordeno que le trajeran a Hor ante el para curiosearlo. Ante su presencia Hor intercambio miradas con la chica, como si tratara de comunicarle algo.
—Nunca antes una presa fue motivo de riña entre mi pueblo—dijo el anciano con intriga—¿Cuántos pecados debes guardar como para que maten por ti?
—Si le interesa—contesto Hor mostrando completa seriedad ante el—, mi solo existencia a llevado a la muerte y castigo a millas.
—¡Por Khonvoum ! ¿realmente estas maldito?
—La maldición corre por mi sangre.
—¡Maldito por los dioses, eres un hijo del caos!
—Así llaman a mis familiares.
Los ogros que escuchaban la platica quedaban asombrados. Si no se hubieran creído la mentira de la muerte del ogro, el secuestrador de Hor seria el ganador definitivo. El interés por Hor se fue extendiendo entre los ogros. Compararon el valor de el con sus presas envidiando tenerlo como suyo, comenzando a despreciar a los demás niños y reconsiderar su maldad. Que era justo lo que planeaba Hor.
—¡Cuanta maldad! ¡La creación vivirá en paz tras tu muerte! ¡Oh! Pobre del Negoogunogumbar que te cazo, jamás podrá reclamar su premio—se lamento el anciano y los ogros alzaron la voz en represaría, alegando que era injusto que por un muerto perdieran la oportunidad de ganar. Sugirieron que el premio se lo llevara el segundo lugar, pero sintieron que los niños no estaban ni cerca de compararse a Hor. Maldijeron a sus presas y formularon mentiras demasiado absurdas que los hicieran ver más malos que un criminal, como: decir que quemaron una familia dentro de su casa, robar la corona de un dios o hasta seducir a sus abuelos. Sus disputas sonaban como manada de fieras hambrientas peleando por su presa—¡Mira el caos que has hecho, niño maldito! ¡Tu maldad a contagiado hasta nuestro pueblo!
—Yo se los advertí—se escuso Hor de hombros y por una extraña razón la chica contuvo una risa que los ogros no notaron—. Soy tan malo que convierto esos niños en unos santos, y eh cometido tantos pecados que están fuera de la imaginación que cuentan tus cazadores ¡Y eso me hace la única caza digna de la hermosa bailarina aquí presente!—fanfarroneo señalando a la chica.
Por un momento se mantuvo el silencio, hasta que ella capto el mensaje de Hor y siguió con la mentira.
—¡Así es!—afirmo ella—. Solo la maldad de este niño esta al nivel de mi belleza, seria muy tramposo que fuera dada por tan pocos pecados como los de esos niños—hablaba ella con ternura y delicadeza lanzando una mirada cariñosa—. Y además, amaría a aquel que lo cazo por mi, pero eso jamás pasara por que ya esta muerto. Ojala existiera la oportunidad de que alguien mas lo haga—mintió finciendo lamentarse.
Los ogros se cautivaron por la seducción de la chica y cambiaron de idea. Reclamaron reiniciar la cacería, solo que esta vez para Hor y nuevamente las disputas entre hembras y machos comenzaron. Al final, el anciano se vio obligado a ceder para evitar pleitos. Como la noche estaba avanzada y al amanecer su fiesta debía terminar, les quedaban pocas horas para ejecutar la cacería antes de partir de vuelta a su selva. Encerraron a los niños nuevamente en la jaula y llevaron a Hor al limite del campamento.
—Me darán tiempo de ventaja? Digo, ya se les hará muy fácil cazarme con lo débil que estoy—pregunto Hor y el anciano le dio medio hora de ventaja según le pareció justo. Antes de partir miro a lo lejos a los niños que lo observaban preocupados, Hor avanzando con la cabeza para que confiaran en él. Después cruzo miradas con la chica quien le susurro un "lo siento" y el le respondió con un "tranquila".
A la señal del anciano Hor salió corriendo deficientemente hacia el este. Muchos ogros se burlaron del diciendo que ni aunque le dieran una hora lograría ir más allá de la mitad del monte o que se terminaría desmayando antes de ser atrapado, otros decían que seria una cacería muy breve y que lo realmente difícil será alcanzar antes que otro.
Llegando a la sombra del monte fuera de la vista de todos, Hor al fin corrio en forma tan rápido para reponer la distancia perdida por engañarlos. Su plan era rodear el campamento de lejos y hacerles creer que se fue huyendo para que lo "siguieran" mientras el aprovechaba el campamento abandonado para liberar a los niños y de paso a la chica. Los ogros eran tan tontos que fue pan comido orillarlos a esto.
—Se que desde arriba me puedes escuchar maldito Nehesu—invoco Hor a Meruel mientras corria—. Cóbramelo a mi, pero apiádate de esos niños.
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