
La tormenta estaba igual de retrasada que la cacería, en otras ocasiones ya habría cubierto todo Kush.
Solo los rayos y truenos servían para alumbrar y poder captar en esos pocos segundos todo su panorama a la redonda, aunque claro que Nefertum no se orientaba con eso, pero Hor sí. Nefertum mantuvo cargado a Anpu desde que habían empezado la caminata y Hor lo seguía manteniendo su vista a la redonda. El mayor se dio cuenta de que el niño seguía flaqueando dejándose detener por el viento, era lo suficientemente fuerte como para retener a los tres, así que se pasó a Anpu sobre su hombro y abrazo a Hor con la otra.
Hor tuvo que cooperar de buenas con él, la fortaleza se derrumbó con las siguientes replicas y el hoyo se hundió una vez lejos del lugar. Su primo estaba bien en lo que cabía y eso le debía bastar. Nefertum tenía una orden impuesta y la cumpliría hasta que lograra zafarse de ellos.
—¡Tormenta de Arena! —grito el niño señalando a la pared de arena que se venía de lejos.
—¡Ya la había percibido! —rectifico Nefer—¡Debemos llegar a la ciudad lo antes posible!
Con el viento golpeándolo de frente los olores lo envestían, percibió de todo, a la población de la ciudad, a sus animales, la humedad del aire y pizcas de arena suelta; solo faltaba lo dulce de la sangre. Un gran alivio, porque eso significaba que no habían cazado a la ciudad. No sabía dónde se habría desviado el Sanguinario, tampoco encontraba su aroma y era mejor así, en estado seguro.
Berg Bakal estaba a su vista y el rio estada de lado. Era una gran ciudad amurallada a un costado de una meseta con enorme templo a los pies de esta y una serie de pirámides a lo largo de la ciudad.
—¡Karma! —maldijo Nefertum—. Incluso el rio se alteró, no se podrá cruzar en ese estado.
No era necesario estar cerca para saber que el rio corría con brusquedad y alzaba olas. Sería un suicidio tan solo entrar en él. Los mismos barcos se balanceaban con riesgo de voltearse dentro, y eso eran solo los grandes, porque los pequeños ya ni existían. Había fuertes emociones de miedo y euforia en la ciudad, casi asfixiantes para el gusto de Nefertum. Miro a Hor, tenía la mirada cansada y no mostraba ánimos de entrar a la ciudad. El tampoco.
—¡Si a este punto aún existe el lugar es porque el Sanguinario no la encontró atractivo! —trato de relajar al niño agachándose a su altura.
—¡No solemos estar cerca de la población en una cacería! —justifico mirando la ciudad—¡Los humanos son estresantes!
—¡Ja, pensamos igual!
Lo más cerca que estuvieron de los soldados fue cuando una caballeriza iba tan deprisa que ni los notaron cuando se colaron en la multitud. Había poca presencia de soldados alrededor de las murallas tratando de disimular su miedo con sus miradas de indiferencia. Después de mucho tiempo no debía ser sorpresa, su prisión más formidable fue atacada y masacrada desde presos hasta soldados. Alrededor de las murallas de la ciudad se estaban preparado armamentos como si fueran a ser invadidos.
Los soldados escoltaban a familias de granjeros y ganaderos del exterior adentro de las murallas. Las personas susurraban entre ellas sobre la situación, unas menospreciando las acciones del ejército, otras teorizando sobre las causas, algunas aterradas sobre la posibilidad de ser cazadas y unos orando a los dioses. Ni prestaron atención del inconsciente de Anpu envuelto en telas viejas en brazos de Nefertum. Fue lo mejor que pudieron ocultar que cargaban un hombre chacal desmayado.
—¡Primero la masacre de hace diez años en la prisión del sur y ahora esta!
—¡Nuestros dioses nos trata de decir algo, no hemos cumplido con sus exigencias como se debe!
—¡Diez años! ¡Solo han pasado diez años! ¡¿tan impuros nos hemos vuelto?!
—¡No quiero morir!
—¡Cálmate, lo más malo que has hecho en toda tu vida fue robarte una fruta!
—¡Los criminales es comprensible, pero a los soldados!
—¡Tal vez traten de decirnos que nuestros ejércitos estén corrompidos, piénselo! ¡En los últimos años no han hecho más que abusar de su poder!
—¡Solo pido porque mi familia viva unos años más!
—Mami, tengo miedo—dijo llorando una niña en los brazos de su madre.
La madre trato de calmar a sus hijos diciéndoles que estarían bien si pedían perdón a sus dioses. Hor se le quedo viendo a la madre con cierta nostalgia, la mujer no lograba ni engañar con su sonrisa forzada. Nadie lograba disimular nada.
La nariz de Nefertum era sensible a los cambios químicos que sufrían los cuerpos, estas personas generaban una inmensa cantidad de adrenalina, y si sangraran, el aire se volvería dulce por el incremento de azúcar en su sangre que aceleraba su presión sanguínea. A el le valía esa situación, ni le importaba lo que a las personas les pasara. Apestaban. Tomo a Hor del brazo para que no se separaran y rogo por lo bajo que esto terminara luego. Tras pasar los guardias de la entrada al llegar dentro la ciudad la situación fue peor de lo que se imaginaban.
Primero, los gritos de arrepentimiento. Segundo, lo deprimente que lucía la ciudad. Y tercero, el maldito abuso de incienso ajeno que quemaban casi todos. Por esas cosas es que Nefertum siempre se estaba escondidito en su casita cada vez que le advertían de una cacería. Las calles estaban repletas de peregrinos arrodillados con dirección al templo. Se golpeaban los pechos, gritaban el nombre de sus dioses y lloraban declarando todos sus pecados e insultos. Los de hasta enfrente casi estaban metidos al templo, de no ser porque los sacerdotes no los dejaban. Algunas familias rezaban en los techos o azoteas de sus casas con pequeñas estatuillas de sus dioses. Figuras de humanos con cabezas de animales como halcones y leones.
Los soldados internos trataban de calmar las multitudes que se aglomeraban estorbando al paso de los demás, y las personas peleaban porque no fueran interrumpidos en sus oraciones, sin mencionar, que con cada trueno la gente parecía tomárselo más como una represalia. Trataron de separase de las aglomeraciones yéndose por los callejones entre las casas y edificios, se toparon con uno que otro pobre sollozando en el suelo. Salieron de los callejones y entraron al barrio de ricos con las casas grandes y decorados de lujo.
Alborotos no faltaron cuando de la nada algunos indigentes sacaron de su casa a un rico cobrador de impuestos con toda su familia y pertenencias como si se tratara de un robo, lo acusaban de ser el causante del hambre del Sanguinario con la excusa de que era un ladrón del pueblo. Como ese caso se repitió al largo del barrio con los pobres ricos que el pueblo criticaba, e inclusive con las figuras políticas. Los amenazaron con sacar de la ciudad como sacrificio al Sanguinario si no pedían disculpas públicas por todos sus actos corruptos. Los soldados ni siquiera bastaban para controlar todo el caos que se estaba formando, que tampoco eran muchos.
Nefertum solo rodaba los ojos con aburrimiento y los llevo a una calle menos problemática donde considero que sería seguro para ellos. La pre-masacre comenzaba cuando el miedo los dominaba y ellos mismos se atacaban. Patético. Solo empeoraban la situación que ellos mismos provocaban. Hor en cambio estaba impactado por el estado de terror de la población ante la idea de ser devorados cuando él estuvo frente a uno y salió ileso. Y todo ocurrió hace unas horas. Quien supiera y el Sanguinario estuviera cerca o a la redonda. Una cuestión que, a juzgar por hace cuanto fue eso, lo lógico sería pensar esa ciudad ya debió ser atacada antes.
—Y se preguntan por qué los matan—replico Nefertum—. Y pensar que tendré que soportar esto por un rato.
—Están aterrados—los defendió Hor—. Esta noche podían perder la vida ¿Por qué no los entiendes? ¿o es que a ti no te aterraría la idea de morir?
Nefertum negó.
—Tengo mi consciencia limpia—dijo tranquilamente contemplando el caos—. Los Sanguinarios son aniquiladores, purgadores o como los quieras llamar, pero su único propósito de existencia es exterminar a cualquiera que rompa con el equilibrio y el orden. Ósea, los pecadores. Si esas personas vivieran bien ¿crees que tendrían miedo?
—A veces los Sanguinarios matan por cualquier estupidez—declaro seriamente—. Son humanos, seres imperfectos. No puedes esperar rectitud de ellos, pero tampoco condenarlos por detalles.
—Sí, pero el "detalle" es que no todos reconocen sus errores hasta que su hora se les acerca—contradijo victorioso.
Hor empuño molesto los ojos.
—Quizás todos se arrepintieran si "sus errores" no fueran "errores" como tal.
Nefertum pensó en responder ante la idea del chico, pero recordó que él no estaba hablando de la especie humana en general. Si le seguía se delataría más de lo que ya estaba con el mocoso. No se pudo quitar la mirada acosadora del niño en todo el rato, ya sea porque lo hizo enojar con sus palabras o por que seguía cargando a su primo.
Se detuvieron en el puerto donde nadie se acercaba por la crecida del rio y unos ancianos estaban sentados frente a su casa orando en voz baja agarrados de las manos como si esa fuera su última vez, porque quizás lo fuera. Estaban llorando, repasando toda su vida en esa oración con un gran dolor, y a la vez, con una gran satisfacción por el tiempo que disfrutaron este mundo. Su casa tenía sus escalones afuera y ellos treparon hasta su terraza. Nefertum dejo a Anpu acostado en el suelo y se amarro la cabellera en una coleta esperando que dejaran de revolotearle en la cara. Hor se sentó junto a él y cuido las acciones de Nefertum. Seguía sin tenerle confianza.
Nefertum lo ignoro y prestaron su atención al templo cuando sonaron las trompetas. No fue hasta que los sacerdotes salieron del templo con incienso y cuchillos ceremoniales que la gente se calmó, y callaron cuando el sumo sacerdote dio un discurso sobre la maldad de la humanidad como causa de la ira de sus dioses y de que tenían que purificarse a través de un sacrificio. Era sorprendente como el terror empujaba a las personas a buscar con desesperación la piedad de sus ídolos luego de haber ignorado sus mandatos por tanto tiempo. Al final, solo eran seres que se autosobrevaloraban, pero cuando perdían el control de sus vidas podían llegar a extremos humillantes. Y los sacerdotes, rindiendo cuentas por causa de otros. Estos escenarios dejaron de tener impacto en el hace mucho tiempo. En unas horas debía terminar todo este melodrama y todo volvería a la normalidad.
—¿Es posible sobrevivir dos veces al mismo sanguinario? —pregunto apagadamente Hor perdido en el espectáculo.
—Es un milagro que sobrevivas a uno—confeso el otro notando la inquietud del niño. Durante el discurso todos guardaron silencio con sus oraciones mentales y manos al frente con dirección a la estatua gigante de un hombre guerrero con cabeza de león—. No te preocupes, la cacería solo dura veinticuatro horas. Si su dios se compadece, es posible sobrevivir lo que resta del tiempo. Tomado en cuenta el estado de putrefacción en la prisión, yo diría que solo es esperar hasta el amanecer y todos estarán a salvo.
—¿Has estado cerca de uno? —arrojo secamente. El otro no respondió—. Yo sí. La mayoría están mal de la cabeza y se gozan como locos por la sangre.
Nefertum se incomodó del rumbo que quería tomar la plática.
—Tu primo me da mucha curiosidad —cambio de tema prestando atención a las manos, que a pesar de ya estar restauradas seguían luciendo horribles—. Esta sanando muy bien, sin embargo, sus manos siguen casi igual.
—Y ahora si te importamos, valla forma de evadir por tercera vez un tema.
Los sacerdotes guiaron a los habitantes en un himno, cantaron a todo pulmón casi afónicos de tanto gastar su garganta en la última hora.
—¿Alguna vez te han dicho que eres odioso?
—No ¿Y a ti te han dicho que eres intolerante?
—Oh, te puedo asegurar que soy tolerante cuando me da la gana, y contigo la estoy perdiendo.
—Ah, sí, perdón. Es que te obligaron a ayudarnos.
Nefertum no le contesto. Hor lo estaba haciendo a propósito para sacarle información, no se la daría. Eso no lo detuvo y volvió a sacar tema.
—Entonces ¿por qué huiste de Kemet? —soltó tajante Hor.
Era el colmo. Si un Sanguinario no lo mataba, él lo haría. ¿Cómo se atrevía a preguntarle eso? Niño engreído, era justo como todos los de su familia. Hasta su primo debía ser igual. No le seguiría el juego, lo que menos deseaba era involucrarse de más con esa sangre maldita.
—¿Y porque piensas que soy de Kemet? Kush es centro comercial con otras naciones.
—Porque en el mercado dejaste caer un frasco de perfume. En Kush no existe la perfumería, solo el incienso e igual para las naciones con las que tiene comercio. Kemet es el único socio que genera perfumes.
—¿Y cómo sabes que no se lo compre a uno de Kemet?
—Porque son contados los Nechers que saben de perfumería, en especial manejar la flor de loto—continuo para provocar a Nefertum—. Tu "alquimia" es Heka curativa manifestada por tus perfumes. Lo que hiciste hace rato fue un hechizo de reanimación vital, vi tu Ka materializarse bajo tu mano, ninguna raza de las demás naciones que comercializan con Kush sabe dominarla a ese nivel. O eres un Aj-Sa de un Necher perfumista, o eres un Necher.
Nefertum no sabía si reírse o chillar. Se mantuvo estático un rato ante la mirada acosadora del niño, y luego le gano la risa.
—Muy buena—dijo y le aplaudió—, estuvo buena ¿Haces eso cada vez que quieres verte amenazante? Si eso hiciste con el Sanguinario pues no me sorprende que a tu primo...
—Al grano—lo interrumpió disgustado.
Nefertum meneo la cabeza, se mordió el labio y los cantos cesaron para dar paso al discurso final del templo mientras prepararon al buey para el sacrificio.
—Tu no entiendes ¿verdad? —contesto molesto recuperando su acento verdadero y tomo compostura valiéndole evidenciar su identidad—. Si lo que buscas es un aliado, temo decirte que yo estoy fuera de eso. De hecho, yo ni estoy vinculado con su maldita sangre—dijo comparándose—. Y mucho menos hice un estúpido juramento para tener que salvarles el pellejo—dio unos pasos amenazantes a ellos—. Así que, lo que me motivo a irme de Kemet no es de tu incumbencia, ni de tu familia—se paró enfrente de el—, ni a nadie más—y se agacho a su altura—. Fue mi voluntad, es mi vida, es completamente ajena—se acercó a su rostro y lo miro intensamente con sus penetrantes ojos azul lapislázuli— ¡y no gira alrededor de sus vidas! ... ¿Eso querías saber, Sangre de Atum?
Hor no palideció, se mantuvo firme con su mirada, pero no con su olor. El perfumista sabia quienes eran, sabía que su familia era de la Sangre de Atum.
Y justo cuando el sumo sacerdote estaba por encajar el cuchillo en el sacrificio, justo cuando las personas depositaron sus vidas en manos de sus dioses, junto cuando Hor estaba por contestarle a Nefertum, un estruendo irrumpió como el rugido de un león colosal encolerizado que hizo temblar el lugar.
Hor se paralizo del miedo y se agarró con fuerza contra el cuerpo de su primo en un impulso vago de resguardarlo, Nefertum cayó cerca de ellos y los edificios se agrietaron.
Silencio total.
No volvieron a retumbar los truenos, ni el viento azoto contra nadie. Las nubes poco a poco comenzaron a dispersarse mientras se volvían a blanquear. Los sacerdotes se veían confundidos. La multitud no se atrevía a moverse expectantes. Incluso el rio se suavizo. Y al abrirse el cielo, la luna les dio las buenas noticias.
—¿Ya...Ya acabo? —pregunto incrédulo Hor.
Nefertum flaqueo en su lugar.62Please respect copyright.PENANAspIFyNfeS2