Con la llave que nos entregaron abrimos una puerta grande y pesada. Subimos una escala, la sostuve de la mano para guiarla sin tropezar. Apenas entramos cerró la puerta, pasó el seguro y guardó la llave en su bolsillo.
Era un corredor largo sin luces, completamente oscuro. Avanzamos con cuidado a cada paso, lo ojos aún no se acostumbraban a tal oscuridad. Más adelante se podía ver una leve luz cálida intermitente que pronunciaba sombras de manos moviéndose cadenciosamente en la pared.
Finalizamos el corredor y al doblar a la derecha, estaba uno más corto con candelabros repletos de velas y dos ventanas hacia unas habitaciones, una a cada lado. Al final del corredor había alguien de pie con una trusa negra de cabeza a los pies y un enterizo que le cubría hasta el rostro. Literalmente era como una sombra en estado sólido.
A medida que se acercaba a la luz pude notar que llevaba guantes rojos de una tela sedosa hasta el antebrazo y una diadema con cachos negros.
A mí ya todo el cuento me estaba asustando pues no me lo esperaba, susurrando le dije:
- ¿Amor qué pasa? ¿Qué es todo esto?348Please respect copyright.PENANAq6Gf7v4rSO
- ¿Te gusta el teatro?348Please respect copyright.PENANA3dKBITuId3
- Si348Please respect copyright.PENANAeWPa6I7Vpy
- Bueno, entonces disfruta la función
Dimos unos pasos, Asmodeus seguía los nuestro cada que sentía la cadena jalar su cuello. Me agarré fuerte al brazo de Thomas cuando pasamos por la ventanas. Esa oscuridad profunda que no permitía ver nada en su interior me causaban algo de terror.
Seguimos caminando hasta que la cadena me lo impidió, estaba completamente tensa. Cuando voltee a mirar porque no seguía caminando
- ¡Ahhhhhh! -pegué un grito sobresaltada-
Solté la cadena y lo abracé por la cintura buscando su protección. Al mirar hacia atrás los ojos cegados por los candelabros se demoran en enfocar y lo único que podía ver eran varias manos moverse por su cuerpo, guantes igual de largos a los de la anfitriona pero unos color rojo, otros naranja y hasta amarillo. Estaban esas manos aprisionando sus piernas y brazos, extendiendo sus extremidades.
Finalmente mis ojos se acostumbraron a la luz y pude distinguir cuatro sombras aferradas a ella y otras dos más saliendo de las ventanas. Estás últimas fueron directo a tapar sus oídos y su boca. A mis espaldas escuché su voz, algo ronca.
- Bienvenido, maestro
Nos dimos la vuelta. Ahí estaba con una rodilla en el piso y la otra flexionada. Su cabeza mirando al piso y sus dos brazos extendidos con algo en cada mano.
- No podemos permitir que su identidad sea revelada, reciba humildemente este regalo
Eran dos máscaras réplica de las antigás usada por los nazis en la guerra, con cristales amplios y redondos pero con la boca y mentón al descubierto.
La sombra nos ayudó a colocarlas ajustando las correas, en mi caso fue aún más complicado pues fue necesario retirar el velo de mi disfraz para ajustar la máscara a mi cabeza y luego volverlo a colocar todo en su lugar.
Unos gemidos llenaron el corredor. Volteamos a mirar y esas manos la estaban recorriendo como las mismísimas llamas del infierno y al parecer la estaban quemando, pero de placer. Todo su cuerpo estaba siendo manoseado, acariciado y agarrado. Entraban y salían por su escote agarrándole los senos, se movían por debajo de su falda y por su cintura acariciando su sexo, la tomaban por la espalda, pasaban de sus muñecas hasta sus hombros y de sus tobillos hasta sus muslos y su entrepierna. No había rincón alguno de su cuerpo que no fuera alcanzado.
La anfitriona se acercó para quitarme la cámara del cuello, levantándola sobre mi cabeza
- Yo me encargo, usted disfrute mi señora
Nos ubicó cerca a ella, cerca a la pared para disfrutar el espectáculo mientras la cámara inmortalizada el fetiche del momento:
la iglesia, el infierno y la lujuria reunidos en un solo lugar
Una sombra me ofreció de nuevo la cadena colocándose de rodillas, le quitaron el antifaz y nos invitaron a continuar. Mientras ella abría los ojos y se acostumbraban a la luz, no daba crédito a lo sus ojos iban descubriendo.
Me acerqué hasta que pudo reconocer a través de los cristales los ojos de una mujer y sentir que la estaba penetrando de deseo con la mirada. Ella tomó el crucifijo de mi cuello y su lujuriosa sonrisa, que me encanta, apareció en su rostro.
Tiré de la cadena hacia abajo y la hice poner de rodillas. Ahora me miraba con ojos de cachorro desconsolado por no recibir su premio.
- Por acá maestro
Nos hicieron pasar, como edecanes ubicándose a los lados del corredor, realizando un venía. Caminamos seguidos por Asmodeus que iba como un animal en sus cuatro patas.
Finalmente entraos al lugar, un salón un poco mas iluminado luces rojas, repleto de candelabros. Pude distinguir que todas las sombras era mujeres, de alguna forma me dio mayor tranquilidad.
Quien sabe que más sorpresas nos tenía preparadas Thomas.
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