No era la primera vez que Anpu presenciaba este panorama.
Las mordidas en los huesos, los cortes de cuchillo en los objetos, las cabezas y órganos acabados, y la falta de animales que se coman los restos. Claro qué sabía lo que ocasionó la masacre. Llevaba milenos investigándolo y hubiera deseado hacer algo para evitar que siguieran. Pero le era imposible. Tenía suerte de que nunca pudo cruzarse con el causante de todo esto, siembre llegaba cuando su trabajo había terminado. Pero cada oportunidad que tenía para tratar de ayudar a los muertos era valiosa para él, a pesar de que nunca lo lograba. Además, la oscuridad nunca fue un problema para su visión.
Toco una costilla del cadáver de la celda. El solo tacto era suficiente para que pudiera confirmar lo que ya sabía. Había más muertos de los que se imaginaba, pero no logro dar con ninguno entero. Que decepción. Era un hecho que debían emprender su camino, su labor había terminado sin siquiera haber empezado.
De pronto creyó escuchar un fuerte ruido seguido de un eco repetir su nombre muy vagamente. Era la voz de Hor ¿le habrá pasado algo? Cierto, estuvo demasiado tiempo allí abajo. Había perdido la noción del tiempo por andar buscando algo que valiera la pena. Se levantó de un salto y emprendió su camino de regreso a toda prisa. Recordaba la ruta, solo debía seguir hasta dar con los muertos de la entrada.
También debería planear una disculpa para Hor por preocuparlo tanto, noto su disgusto por el lugar y sus intereses, y no podía juzgarlo, el tampoco gustaba de lo mismo que él. Eran demasiado diferentes en varios aspectos. En ocasiones no entendía la confianza que Hor poseía para entrelazar platicas con otras personas, incluso desconocidas. Siempre estaba atento a todo viendo de reojo cada minúsculo detalle. Cuando hablaban, Hor salía adelante con deducciones que notaba de él, a las que Anpu no podía negar o evitar. A veces por eso prefería no hablar con él y mejor responder secamente. Le incomodaba su vividez.
Aceptaba que desde el incidente de hoy exageró con su mudez, le faltaban palabras para expresar lo que en realidad no sabía cómo sobrellevar. Entendía la gravedad de la situación por la que pasaban, no era la primera vez...solo...se sintió impotente en ese momento. Y reconocía que indagar en la masacre fue un distractor para sus nervios.
Si tan solo no estuvieran en el extranjero el lograría servir de algo mejor. Las cosas nunca fueron fáciles para ellos. Escapar de aquí, de acá, de allá, dejar su hogar y valerse por su cuenta. Separarse de lo que más quieren. Hor nunca estuvo tanto tiempo lejos de alguien, por eso cuando quedaron solos no quiso abandonarlo. Él era su primo mayor y el que los llevó a esa situación. Debía de cuidarlo y protegerlo hasta la cuarta catarata. Seguía repitiéndose lo mismo una y otra vez. El problema era que ellos nunca habían estado tanto tiempo solos. Debía admitir que él no sabía cómo manejar la situación, nunca tuvo que ser responsable de nadie más que de él en ese mundo ¿En que estaba pensando cuando se autoproclamado el adulto responsable? Sería tan fácil dejarlo a su suerte, salvarse y librarse de esta aterradora situación.
Al llegar a la entrada un mal presagio lo invadió con la luna posando sobre el. Cuando subió descubrió que faltaba una antorcha, y al llegar a la cima, el viento le azoto queriendo arrancarle su capa. Llamo a Hor en vano y su angustia aumento con el eco ensordecedor del trueno. Volvió a bajar. Si Hor bajo a buscarlo tendrían un gran problema. Que sin duda era capaz de haber hecho. Sí, eso era lo mas probable. Irlo a buscar después de que tardar tanto.
¿Cómo pudo ser tan tonto de dejarlo solo?
***
—¿Estás bien?
Había un niño como de su edad adentro y estaba intacto. El niño estaba parado derecho con la vista perdida en la oscuridad de la celda de enfrente. Su piel estaba teñida de azul violáceo y no se movió aun con la presencia de Hor. Ni siquiera una mínima reacción. Hor se apresuró a sacarlo de ahí, examino los barrotes en busca de la cerradura y descubrió que estaba rota. Entro con prisa. Sus ojos reflejaban terror, mayor o igual al que los demás. Hor paso una mano por la cara del otro, este se cayó de espaldas con el cuerpo rígido. Tomo su pulso, su piel estaba fría y sus manos se sentían tiesas y pálidas. Fue inútil. Murió de un infarto.
No entendía lo que pasaba. Anpu nunca le dijo sobre sobrevivientes a las masacres. ¿Qué le paso a ese chico? ¿Por qué no se fue si su celda estaba abierta? ¿es que acaso no percibía el horrible ambiente del lugar? Cerró sus ojos con su mano y pidió perdón por no poder hacer más por él.
La respiración desconocida volvió y su piel se erizo.
Dirigió su mirada al punto perdido que había estado viendo el otro chico. La celda de enfrente estaba abierta como las demás. La respiración era casi inconscientemente. No podría ser Anpu, dudaba que hubiera pasado por aquí o de lo contrario no huera abandonado un cuerpo en tan buen estado. Entonces no habían tomado la misma ruta. Definitivamente estaba perdido después de todo.
Hor apretó con fuerza su antorcha y lanza y salió de la celda directo a la de enfrente con pasos dudosos. Su corazón comenzó a latir mil por segundo. No podía quitar sus ojos del objetivo. Era como estar hipnotizado por la curiosidad, no una emocionante, sino una inquietante. Conocía esas reacciones en su cuerpo, pero solo las vivía cuando tenia serpientes cerca. Sentía que se ahogaba al momento de cruzar el pasillo hasta estar al frente de la otra celda. No pudo ir más. Se paralizo al sentir la presencia de otro individuo. Acerco la antorcha al interior de la celda sin dejar de temblar su mano.
El cuerpo que yacía era diferente a todos los anteriores. Estaba sentado con las piernas abiertas y la espalda recargada en el muro. No estaba destrozado ni dañado, estaba completo. El rostro no se veía por el largo cabello desalineado que colgaba hasta sus brazos. Desde sus pies hasta lo que no se alcanzaba a ver por su cabello, algo reflejaba la luz de la antorcha como un líquido rojizo. Entre sus piernas agarraba unos cuchillos punta abajo y desde sus brazos hasta la punta de los cuchillos escurría el líquido rojizo formando un pequeño charco.
No se movía y no requirió presentaciones para saber quién era.
Su mente divago unos segundos ante el sujeto inerte frente a el. Apretó la lanza y retrocedió lentamente sin hacer ruido. Se retiró vigilando que todo estuviera tal cual lo dejo, el niño tirado en su celda, el tipo ensangrentado sentado en la suya. Aquí nada había pasado. Si acaso hizo ruido el tipo no se inmuto al instante, y rogaba que así siguiera.
Al estar a metros de distancia acelero en paso. No podía desviar la mirada ni para ver su camino, tenía prisa. Si ese tipo estaba aquí, entonces Anpu... Prefirió negarlo. No vio rastro de su primo, sería demasiado que se lo haya topado ¿sería capaz de hacerle lo que le hizo a los demás? No, no quería ni pensarlo.
Apenas salió del pasillo escucho la puerta de una celda rechinar. Se detuvo unos segundos. Los pasos del fondo iban lento. Dejo de caminar de reversa y corrió de frente. El eco de los pasos seguía su ritmo, como el de un goteo pausado. Sus trotes aterrados se hicieron una guerra de ecos con los calmados del otro.
Juro sentir la presencia del otro a sus espaldas cuando creyó que este había salido al fin de pasillo, y siguió el camino de Hor. Se apuró y abstuvo de ver atrás. Nunca pensó que su valentía se volvería cobardía. Que los pasos decididos que lo trajeron eran zancadas rápidas de regreso. Sentía su corazón latir como nunca antes en su vida. Sus pies pisaban duro en el suelo para darle impulso. Solo pensaba en llegar a la salida y reencontrarse con su primo. Ni siquiera recordaba el camino, solo se movía. Corría sin flaquear. Hacía rato que se le había caído el trapo a Hor para respirar en forma, el aroma fue lo de menos. Tantas veces al borde de la muerte, tantas huidas de sus cazadores, tantos sacrificados delante de él, y por primera vez en su vida sentía el terror mismo.
Pero ¿por qué?
No visualizo bien al chocar con un cuerpo en la oscuridad. Cuando cayó sobre desconocido solo quedó mudo por el susto. La antorcha había caído lejos aún encendida alumbrando la escena del accidente. Reconoció a su Anpu debajo de él con la misma sorpresa de haberse topado al fin y no dudo en abrazarlo de la felicidad. Su primo no parecía entender, quiso sepáralo para reprocharle por su insensatez, pero Hor no se dejaba. Se aferró a él temblando de forma anormal, hasta que los pasos se volvieron cada vez más fuertes y Anpu quedo desconcertado.
—Sanguinario—confeso Hor en un susurro.
La expresión de Anpu cambio drásticamente. Hor nunca había visto el terror en su primo.
Anpu lo paró de un salto y jalo bruscamente. El agarre con el era fuerte y lo guio sin soltarse de las manos. Respiraban con rapidez, el aroma dejo de ser un problema desde el inicio de su camino, solo deseaban huir de ese lugar. La adrenalina en sus cuerpos era tan inmensa que no los dejaba sentir el dolor de sus músculos ante el sobreesfuerzo de correr duramente.
El Sanguinario se estaba acercando a una nueva velocidad. Hor miro atrás y vio cuando este se acercaba a la antorcha abandonada. Dos puntos rojos los seguían, sus ojos. Estaban lejos, pero su mirada ya les lanzaba estocadas. Iba por ellos. Anpu demostró que recordaba la ruta y Hor estaba a la par de el. Giraron a la siguiente esquina y casi se tropiezan con un cuerpo tirado. Unos metros más, solo unas celdas mas.
Al fin salieron del pasillo una leve esperanza los consoló al ver las escalera justo cuando desde arriba un trueno hizo temblar e iluminar su destino como una señal de salvación. A lo que mas luces de truenos seguidos reclamaban que salieran. Escucharon algo que volaba a ellos y Anpu cayo soltando un quejido de dolor. Hor se detuvo y observo un cuchillo clavado en su pierna.
—¡Vamos! —le grito el niño con desesperación ayudándolo a levantarse.
Un rayo callo dentro del hoyo sobre la pila de cuerpos haciéndolos explotar. La luz los segó mientras eran golpeados por los trozos quemados. Entre las quemaduras en la piel y lo aturdidos que quedaron, permanecieron tirados en el suelo del dolor. La pila de cadáveres se había incendiado en un holocausto que estorbaba en la entrada junto con escombros del muro y algunos escalones destruidos.
Hor miro a Anpu agitado sin saber que hacer. No podía mover ningún músculo, se veía aterrado. Podía intuir en lo que estaba pensando: no quería topárselo, seguí sin creer que después de tantos años al fin lo conocería, estaba seguro que era él. Anpu le devolvió la mirada confirmándole su miedo, uno diferente al que estaba acostumbrado a vivir. Miedo a lo desconocido. Miedo al Sanguinario. Miedo a enfrentarlo. Sabía que correr no serviría de nada.
Luego cerro sus ojos decidido. Se quitó con torpeza y desesperación las vendas y dejo al descubierto sus secas manos con uñas negras y largas. Hor se percató de la intención de su primo y con su mano trato de alcanzar la lanza que se le había caído.
Dos puntos rojos como sangre se hicieron visibles escondido entre la silueta del Sanguinario. Cargaba con sus sucios cuchillos y todo su cuerpo estaba pintado de sangre. Parecía una bestia. Mirándolos con la misma intensidad que las llamas detrás de ellos. Y justo cuando Chigaru iba a mover la mano, abrió los ojos y se petrifico al cruzar miradas con el Sanguinario.
Fue cuestión de un pestañeo que el agresor se abalanzó sobre el cuello de Chigaru y lo estallo en el suelo tan fuerte que hizo temblar el lugar. Hor alcanzo a tomar su lanza y se giró a donde su primo y el agresor...pero fue en vano. La escena era violenta y odio en ese momento tener una vista tan aguda.
Sujetar el trozo de lanza con fuerza no salvaría a su primo ¡Debía moverla! ¡Envestir! ¡Atacar! No quedarse como espectador. La sangre escurriendo hacia a el le gritaba que hiciera algo. Los gritos de Chigaru lo aturdían y la flaqueza de su cuerpo por el momento, todo lo orillaba a querer colapsar.
Lo último que observo fue a la bestia escarlata degollando a su primo acompañado del extraño sonido musical de antes al son de unas risas que hacian eco en todo el lugar.
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