
Aun podía sentir cuando volaba en el aire con los pies alzados y su espalda reta con dirección al borde de la cascada. Era frustrante. Anhur seguía peleaba como si fuera un juego de niños. Porque obviamente no podría tomarse en serio una pelea tan fácil, y se lo dejo en claro con el rodillazo en el estómago que lo lanzo por la cascada de la primera catarata.
Hor se mentalizo para hacer un clavado hasta que quedo colgado en el aire unos centímetros de la cortina de agua. Anhur lo tenía sujeto del tobillo parado en una roca al borde de la cascada.
—Eso estuvo cerca—se burló alzándolo hasta estar casi cara a cara—¿quieres descansar?
—¡No!
—Como quieras—afirmo y lo lanzo a la roca donde antes ellos estuvieron peleando.
Hor se estrelló contra la roca en medio del rio sin recordar en qué momento había perdido el bastón con la que estuvo entrenando. Su espalda seguía doliendo de las primeras caídas y ni hablar de sus extremidades. Se dobló en su lugar conteniéndose los gemidos para sí mismo. No quería verse más débil de lo que estaba en frente de su mentor. Se recargo en sus codos queriendo enderezarse con la respiración agitada y el sudor rodando por sus músculos. No pudo y cayo.
Anhur se detuvo enfrente y con su bastón punzo su cabeza sin dejar de ser imponente y serio. Acciones como esa eran por las que su madre desacreditaba a ese sujeto. Aunque para ser sinceros ¿Qué se podía esperar de un mercenario? Se trataba de un veterano de guerra, aun sin ese bastón él podía valerse y acabarlo en un pestañeo. Cuando Anhur peleaba era como luchar con el viento: rápido y ligero, pero a la vez calmado y embestidor. Sus habilidades y experiencia eran su principal atractivo, y con merecido reconocimiento. Prueba de ello era que hasta la fecha nadie había logrado siquiera que se cayera su turbante. El cual siempre portaba y jamás quería dar una explicación de porqué ocultaba su "prestigiosa melena de león" con este.
Era un varón alto y musculoso, que pese a ocultar se verdadera apariencia ante la vista de los nativos, sus nanas seguían aludiendo lo apuesto que era con o sin sus ojos celestes a la vista.
—¡No es justo! —replico Hor con la cabeza apenas alzada—. No estamos al mismo nivel ¿no podrías ser más considerado?
—¿Considerado? —mofo—. Yo tenía tu edad cuando me mandaron a pelear con una legión de demonios en su territorio ¿crees que ellos fueron "considerados"?
Hor callo y bajo la cabeza.
—Además, estabas por liberar tus reservas de Ka, otra vez—señalo el adulto—. Hubieras colapsado por tu desesperación. Recuerda que ella té pertenece a ti y no tu a ella, tú lo dominas, no ella a ti. Tienes que calmar tus corajes porque de lo contrario terminaras cediendo a soltar todo lo que tengas sin medida.
Hor lo miro con oprobio.
—Lo tengo bajo control—mintió.
—No es un juego, mocoso—lo regaño el adulto—, si sigues tanteando con tu fuerza vital esta te martirizara hasta que la liberes, sobre todo a tu edad.
—¿Y la tuyo no?
Anhur suspiro.
—¿Por qué crees que entrenamos con simples bastones?
—Porque no crees que pueda usar un arma de verdad—respondió con desaire y Anhur le pego en la cabeza.
—Nuestra especie posee una fuerza vital incomparable para otros seres, es normal que nos sintamos agobiados si nos la guardamos, y aún más si llevas toda tu vida usándola. Pero debes ser consciente de que existen seres muy sensibles a tanta fuerza y podríamos lastimarlos o peor, por eso debemos medirnos. Todas las razas de nuestra especie pasan por lo mismo.
—Pero las restricciones de poder que los Soberanos de Kush nos imponen son abrumadoras, apenas si nos permiten usar un poco para cambiar nuestra apariencia física.
—Estamos en sus dominios, tienen derecho a exigirnos discreción. Nosotros hacíamos lo mismo con los Aamus (asiáticos).
—¿Hubo Aamus en Kemet?
—E independientemente de eso—continúo ignorando su pregunta—, las demás razas nos tienen cuidado—le tendió la mano, Hor la aceptó con dolor—. Jamás veras a un Aesir (nórdicos) o un Theo (griego) dominar sus capacidades como nosotros los Necher, saben que somos una raza desarrollada, nos pondrán todas las trabas que puedan para sentir que nos tiene ventaja—alzo su bastón entre ambos—. Con que sepas empuñar algo tan simple como este bastón y volverla un arma letal, no requerirías emplear más que muy poco Ka—culmino ayudándolo a caminar—, y tampoco dañaras a nadie, al menos que si sea una amenaza—le dio un zape y el protesto.
—¡Lo sabía! ¡Cuando mama vuelva se va a enterar de esto! —los amenazo una voz que los tenía con cuidado.
Ambos se turbaron al saber que había sido atrapados, Hor maldijo internamente ante el problema que eso traería, y peor aún, en lo mal que se debía ver en ese preciso momento con varias palizas. Giraron hacia la niña que tenía su brazo en jarra sosteniendo una cesta que seguro contenía su almuerzo y sus ojos posaban sobre ellos con coraje. Era como una versión femenina de su Hor, con su cabello lacio hasta los hombros y flequillo en señal de que era una niña muy pequeña.
¿Dónde estaban sus nanas cuando sabían que esto debían evitar? Por eso ellas eran las que les llevaban el almuerzo mientras distraían a las demás.
—Tasenet ¿Qué haces aquí tu sola? Deberías estar en casa—cuestiono nervioso Hor.
—Y ustedes en el trabajo—contradijo ella acerándose a ellos con ganas de echarles la cesta encima, de no ser porque se detuvo en la orilla—, del cual me dijeron que se habían ido temprano como "todos los días" ¡Mentirosos!
—No lo somos, lo que pasa es que terminamos luego y nos dejan salir antes ¿verdad, Anhur?
—Somos más eficientes que cinco hombres jóvenes—afirmó el grande sin cohibirse.
Ella se asustó al escuchar eso.
—¡Se exhibieron frente a los humanos, están locos!
—No nos evidenciamos, pequeña—contradijo—, solo que a diferencia de los humanos nosotros no necesitamos recobrar fuerzas "tan seguido".
—¿Y cómo creen que lo interpreten los humanos?
—Te preocupas por mucho, pequeña. La mente humana no es capaz de captar ese tipo de pequeños detalles, y si lo hacen, suelen atribuirlo a buena salud.
—No para los Soberanos de Kush, en especial ya sabes quién—dijo en voz baja como si no quisiera que la escucharan. Hor rodó los ojos. Ella refunfuñó y se cruzó de brazos en lo que ambos varones llegaban a la orilla saltando las rocas—. Entonces vuelvan a casa en vez de correr el riesgo de que los vean, o dedíquense a otro traba... ¡¿Como terminaste así de lastimado?!
—Prefiero las palizas de Ahnur antes que volver a trabajar con humanos inmorales—dijo Hor.
—Pues deberían estar buscando un mejor trabajo en vez de perder el tiempo—dijo molesta—Ahora entiendo porque las nanas nunca me dejaban venir a verlos. Han estado desobedeciendo a mi madre a nuestras espaldas ¡traidores! ¡mentirosos!
Y tal como lo predijo, Tasenet le quiso lazar su preciado almuerzo de no ser porque Anhur la detuvo cargándola de los hombros con delicadeza. Una escena más cómica que alarmante tomando en cuenta la situación. Hor no pudo evitar reírse de su hermana mientras se quejaba de las acciones del adulto. Anhur le dedico una mirada de que eso no era motivo de gracia. Negociaron una tregua y ella acepto.
Ahnur la bajo con el mismo cuidado que siempre tenía con ella, porque si además de a él, a ella también le dejaba, aunque sea una leve sensación de dolor, no dudaría en contarle a su madre de lo peligroso y brusco que Anhur podía ser con ellos y del peligro que sería para su seguridad. Y su madre…su reacción tendría más drama que la de una esposa sospechando de la infidelidad de su marido.
Tasenet de mala gana les dio su almuerzo y Anhur al ínstate se fue con fervor sobre la carne asada y el pan recién hecho ya sentado en la sombra de una palmera. No era un tipo confiado, por lo que tenía la costumbre de clavar su lanza —la real— a su lado cuando se sentaba.
—No consiento que dejes a Anhur hacerte esto, ten algo de prudencia—lo regañaba intentando ponerle una pomada medicinal en sus moretones—. Y tu—prosiguió con Anhur—, mi madre fue muy clara cuando te dijo que tenías prohibido enseñarle combate a mi hermano ¡Mira como lo dejaste!
Anhur se llevó un trago de vino a la boca y se aclaró la garganta, que en palabras quería decir "estoy comiendo, por favor, no me molestes". Ella rodo los ojos y se volvió a su hermano.
—Ya sabes lo que mama piensa de esto—le rogo con la mirada—. Tu no existes para pelear, solo mírate ¿Cuánta medicina has malgastado en estos días?
—Déjamele—respingo él y se sentó en otro lugar para tratarse el mismo.
—Hermano, por favor. ¡Anhur! Dile la verdad, es demasiado frágil para ese tipo de cosas.
Anhur gruño por la insistencia de ella.
—Tiene algo la razón—confeso Anhur y Hor sintió que sus palabras destruyeron su poca dignidad.
¿Tan obvio era? Anhur siempre le remarcaba lo mismo. No debía ser sorpresa. Como su mentor, el más que nadie era consciente de lo pésimo que era. A veces creía que solo continuaba entrenándolo por pena o compromiso. Su madre se lo decía siempre, el no nació para pelear.
Hace ya muchos años que Anhur se había unido a ellos como se maestro de defensa y no sentía que progresara mucho en su entrenamiento. Siempre terminaba lastimado, rasguñado o quebrado, y casi todo el tiempo estaban las constantes quejas de su madre con respecto a las lecciones del adulto, así como de sus nanas. Por eso su madre había prohibido que volvieran a tomar lecciones.
Se sentía humillado. Trece, casi catorce años humanos. Su circuncisión ya estaba cerca y su futura esposa seleccionada. Pero su objetivo real...no se sentía listo. ¿Cómo lograría sus metas? ¿Cómo lograría demostrar que ya era un adulto?
—Solo seguimos con esto porque él me insiste—prosiguió el susodicho con tranquilidad mientras cortando una papaya—, no me gusta tener que darle una paliza cada día, y eso que me limito.
—Lo ves—recalco Tasenet.
Hor bajo sus manos y cabeza totalmente humillado.
—Sin embargo—la interrumpió—, eso no quiere decir que no esté progresando, al menos no al ritmo que yo esperaría, pero algo es algo. Si sigue así lo dejare usar un arma real antes de su circuncisión.
—Anhur, no estás obligado a reconfortarlo.
—No lo estoy reconfortando, pequeña—aclaro bajando el cuchillo con mucha seriedad—. Tu hermano no tendrá la capacidad, pero tiene carácter. Es obstinado y decidido, cualidades que no deben perderse por un fracaso—Hor alzo la mirada—. Mientras el siga enfrentando sus debilidades, mas valor tendrá para superarlas. Tu deberías aprender algo de el.
Ahora era Tasenet la que recibió un golpe en su orgullo, se quedó callada en su lugar agarrándose su vestido con resentimiento. Anhur siguió cortando la fruta tranquilamente, le refuto con tantán franqueza sus palabras que ella no tenía escusas para contradecirlo. Mas adelante ella se desquitaría con su mama, eso era seguro, pero no parecía disgustarle al adulto.
—No se parecen en nada a mis mocosos—comento de la nada.
Al escuchar esto ambos niños se sorprendieron. Anhur no parecía ser alguien con mucha tolerancia a los niños, difícilmente creían que los soportaba a ellos. El adulto soltó una risita como si un buen recuerdo le viniera a la mente, eso les sorprendió aún más. Nunca habían visto a Anhur tan distraído o contento. Debía ser un muy buen recuerdo. Quizás uno mucho antes de todas las desgracias que había vivido.
—¿Qué mocosos? —se atrevió a preguntar Hor.
Anhur ladeo la cabeza.
—Su madre debe estar muy ocupada—cambio de tema—, sus viajes a la cuarta catarata suelen durar un mes. Para entonces procuremos nada de pleitos ¿entendido? —ambos asintieron y Anhur les dio una rebanada de papaya a cada uno—. Coman de una vez, que aún nos queda tiempo para entrenar antes que la señora llegue y me condene.
Los dejo solos comiendo un momento mientras el afilaba su lanza sentado en la orilla. Ambos coincidieron que ese día Anhur se mostró más abierto con ellos a como lo hacía con sus nanas.
—¿Por qué insistes en pelear? —cuestiono Tasenet a su hermano.
—Para protegerlas—confeso él.
—No necesitas hacerlo, Anhur y las nanas ya lo hacen.
—Ellos no estarán siempre con nosotros, algún día tendremos que valernos solos—aspecto.
—Nunca permitirían que algo malo nos pasara.
—Tampoco son invencibles, Tase—la callo y volvió su mirada al adulto—, tarde o temprano ellos no podrán hacerlo. En especial a mi.
—¿Quieres terminar como papa? —acuso ella suplicando con sus ojos dando en un tema que no se atrevía a responder.
Hor cerró los ojos con nostalgia.
—Lo que quiero—dijo melancólico—, es no verlas heridas porque no pude ayudarlas.
Debió empezar por no permitir que su hermanita regresara sola a casa esa tarde, porque para cuando el y Anhur volvieron a el poblado de Buhen donde habitaban, esta estaba en llamas. Las mujeres lloraban con sus niños aterrados ante los cadáveres de hombres abiertos del estómago sin viseras. Corrieron a su casa confundidos por lo que estaba pasando, descubriendo que la saqueaban unas sospechosas personas delgadas con capas y velos negros que escondían su identidad.
Anhur determino que solo eran un pelotón de Aj-Sa al escucharlas hablar entre ellos con el acento de Kemet. Su sargento o superior debía estar lidiando con las nanas en algún otro lugar y envió a sus subordinados a encargarse del trabajo fácil. El problema es que desconocían donde pudieran estar, hasta que se encontraron a su primo Anpu escondido en medio de una pila de muertos. Todo fue obra de un Sanguinario enviado de Kemet que extorsiono al pueblo con tal de revelar sus paraderos. Hor se ardió al escuchar como esta gente sufrió por no poder darles información a ese brutal asesino. Quiso ir a encararlo y darle su merecido, desahogar toda su ira por semejante crueldad.
¡Esas personas eran inocentes!
Destruyeron, mataron y quemaron todo lo que amaba esta gente por culpa de ellos. Cuando ni si quiera eran humanos de Kemet, eran Kushitas. No tenían nada que ver con los problemas de su nación. Su único mal fue vivir engañados creyendo que convivían con humanos normales. El daño ya estaba hecho ¿Qué podrían hacer ellos para rescatar a ese pueblo del desastre?
Anhur cuestiono a Anpu sobre donde estaban las demás y él les paso el mensaje que le dejaron para ellos cuando se encontraran: "Nos vemos en la cuarta catarata".
En esos momentos Hor comprendió que la situación estaba fuera de control. Ese lugar ya no era seguro para ellos, debían reencontrase con su madre y tía ante el peligro eminente. Confiaban en sus nanas, Tasenet debía estar protegida, Hor confiaba ciegamente en ellas. Incluso confiaba en Anhur si la situación hubiera sido al revés. El no bajaba la guardia con su lanza a cada esquina que cruzaban, estando alerta de posibles ataques sorpresas.
Huyeron de la ciudad evitando ser vistos por los Aj-Sa antes que encontraran su rastro, cuando a la salida de la ciudad otro tipo de amenaza les estorbo en el camino tomando inadvertido a Anhur. Era una mujer de estatura considerable y complexión atlética, su abundante cabello negro era una maraña recogida en una coleta con dos mechones largos enfrente. Vestía una falda larga blanca con dos aberturas laterales para revelar sus musculosas piernas y un peto de cuero que le cubría todo menos la parte baja de su espalda donde se encontraba su emblemático tatuaje: un círculo rojo intenso con bordes dorados como el oro, y a los lados estaban dos leones en posesión de defender el circulo.
Anpu se escondió detrás del adulto y Hor por poco hace lo mismo, de no ser que recordó las palabras que su mentor le dedico hace rato. No podía esconderse siempre de sus adversarios y tarde que temprano tenía que tener las agallas de encararlos, tal y como Anhur lo demostraba al pelear. Solo que esa vez Anhur no lucia como el guerrero tenaz de siempre. Su mirada estaba conectada con los ojos naranja ámbar de la cazadora, ambos se veían con cierta quisquilles. Ella lo veía con osadía y seriedad, mientras que el jamás había mostrado su lado vulnerable y destrozado. Su mismo agarre de la lanza aflojo cuando ella apareció. Hor le llamo preocupado y Anpu lo tomo por la espalda cuando escucho que sus cazadores se acercaban.
Estaban acorralados y el único que podía defenderlos estaba meneando la cabeza en negación de su contrincante.
—No...tu no Mehyt...tu no—repetía Anhur antes que su adversaria respirara con los ojos cerrados y atacara.
***
Escucho voces, muchas voces, y pisadas.
Hor abrió los ojos con pesadez y miro confundido a los cientos de siluetas traslúcidas que caminaban en fila mientras tratando de levantarse del polvoriento suelo. Con la luz de la luna tratando de atravesar las nubes, el patio de la prisión era un insólito escenario del que las almas de los muertos salían de las montañas de restos y otras del hoyo. Al frente de ellas estaba uno de los Soberanos de Kush conduciéndolas lejos de la prisión para ir al más allá.
Había creído que se habían ido antes de que ellos llegaran, estuvieron mas callados que su primo ¿Y porque hasta ahora las llevaban? Se los debió llevar hace mucho.
Se tocó la cabeza, no le dolía como esperaría y había algo distinto en el aroma del lugar, era agradable, extraño, pero relajante. Trato de recordar lo que había pasado y vino a su mente el recuerdo de su primo, de su camino para la cuarta catarata y de cómo se desviaron a una prisión llena de muertos, de un niño muerto y de unos ojos rojos que los asesinaban.
Unos gritos de dolor...Anpu sangrando.
El recuerdo le nublaba los sentidos. Se había desmayo antes de saber lo que fue de él. Sus gritos, el brillo del cuchillo, las cuchilladas en su carné y el sujeto que le daba la espalda para martirizar de dolor a su primo. Él tenía un arma en la mano. El pudo ayudar. El debió moverse y no acobardarse.
No.
Él pudo haberlo evitado su no se hubiera separado de Anpu, si tan solo su curiosidad no le hubiera ganado él no los hubiera alcanzado y menos atacado. Quizás el y Anpu estuvieran en Berg Barkal más tranquilos pensando en reencontrarse con los otros.
Nunca debieron desviarse de la ruta por una simple intriga. Nunca debió motivar a su primo. No sabía que podía hacer ahora, sin su primo podía seguir su ruta, pero no estaría tranquilo sabiendo que corría más riesgo. Y si lo lograba ¿Cómo explicar lo ocurrido? Pensar en cómo decírselo a los demás, como darle la noticia a su tía, ella quedaría devastada.
¿Y cómo salieron del Hoyo? ¿Dónde estaba su primo?
Miro a su lado y reconoció esos ojos azules ¿Qué hacia el aquí, y que estaba haciéndole al cuerpo de su primo?
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