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Nefertum estaba furioso, de no ser por esa estúpida demanda que ese imbécil metió no estaría en prisión. No tenían ni idea del gran motivo que tenía para irse rápido de allí. Para empeorar todos los soldados encontraron en su bolso su espada mezclada con sus perfumes, lo desarmaron por completo y cuestionaron el origen de su singular arma. Patéticos humanos.
El soldado que lo "custodiaba" se despertó ante el sonido de trompeta y muchas voces de afuera, toma sus cosas luego de sacudirse y salió.
El preso se detuvo cansadamente y dio un suspiro al sentir la brisa de la noche entrar por la ventana de su celda. Respiro con ganas el viento que le azotaba su la cara buscando tranquilizarse con los aromas naturales que deambulaban por el aire. Percibió todo lo contrario cuando un sin fin de aromas desagradables invadieron su celda, pero tres de ellas le llamaron la atención. Dos que olio hace poco en el mercado. Y una que conocía bastante bien. Lo peor fue alcanzar a ver a lo lejos la tormenta que se aproximaba.
—Por favor, dígame que es su incienso lo que apesta—le rogo al ser que apareció sentado en el lugar del guardia.
Era un hombre kushita con cabellera larga, portaba una túnica decorada con plumas de halcón y sus ojos eran morados. Era uno de los Soberanos de Kush.
—La cacería se adelantó—dijo el kushita.
Nefertum maldijo mentalmente.
—¿Qué paso? —le pregunto con desasosiego—. ¡Es muy pronto para una depuración!
—Tampoco sé que está pasando. Sea cual sea la causa, tenemos que solucionar un problema mayor—dijo incluyéndolo.
—¿Tenemos?
—Surgió un imprevisto, y para tu desgracia eres el único que me sirve en estos momentos, niño bonito—se mofo para disgustar a Nefertum.
Odiaba a ese sujeto, desde que llego a Kush no había sido más que un dolor en su nariz. No dudaba que el hubiera sido el verdadero causante de su arresto. Siempre parecía que buscaba escusas para perjudicarlo o molestarlo aun cuando Nefertum estaba siendo tranquilo.
—No entiendo en que le pueda ayudar. Allí no hay gente viva y, aunque hubiera, no les gusta que intervenga—se escuso Nefertum—. Entre sus condiciones señalan que tenemos prohibido intervenir entre la vida y la muerte de sus humanos.
—No se tratan de humanos, no finjas que no los percibiste—acuso el kushita—. Tu misma raza ocasiono este problema y, por suerte, tú estás disponible cerca.
—No me ando con los míos, y menos los desconocidos ¿o es que usted mismo no puede ir a echarles una mano?
El khusita lo vio con riña. Este tipo podría tener el control sobre la vida, la muerte, comercio y las fronteras de Kush, pero a Nefer no le podía ver la cara de tonto, ni disimular sus verdaderas por muy al fondo que las ocultara con ese nauseabundo aroma a incienso. Miedo, a eso olía, y tratándose de una cacería con mayor motivo. Su hermano ya le había contado que ni la muerte se cruzaba a la masacre de un Sanguinario. El tipo no era más que otro engreído que se sentía seguro mientras tuviera ventajas sobre sus adversarios. Ese incienso que cargaba era un arma repelente.
—Así como ustedes no interfieren en nuestros asuntos, nosotros tampoco nos metemos en los suyos.
—¿Entonces porque le importa tanto lo que les pase a ellos?
—Si uno de ellos muere dentro de nuestro territorio, tendremos problemas con el acuerdo de paz, y eso los involucra a ustedes—lo amenazo dedicándole una mirada absoluta antes de entregarle sus cosas con la puerta abriéndose sola.
Durante el traslado saco su espada y la ciño en su cintura apretando fuertemente el mango. Al llegar, determino que los cuerpos se fermentaron bajo el sol y se tapó la nariz con una mano odiando ese aroma. Saco un frasco y aspiro aquella fragancia que lo ayudaba a controlar sus nauseas.
Fueron tan solo unos años la última vez que ocurría esto. Ni todo el olor a muerte que tenía delante lo flaqueaba más que el que ya estaba lejos casi perdido en el origen del viento. Ni siquiera sentir el cuero del arma le daba tanta seguridad como saber que estaba fuera de su alcance. La tormenta era lo de menos.
El tercer aroma, era del Sanguinario.
—Allá están—señalo el kushita a los Nechers cerca del hoyo.
Nefertum camino hacia ellos ignorando los silenciosos restos humanos sin vida, o eso pensó al llegar. El kushita saco unas varas secas y les prendió fuego, el incienso se distribuyó en el patio llamando a las almas a levantarse. Salieron de sus cuerpos como figuras de luz desnudas, primero asomando su cabeza con miedo, y al comprobar que era el quien los llamaba salieron con mayor seguridad.
Nefertum reflexiono un poco ¿Qué tanto miedo debían tener como para estar muy silenciosos dentro de su propio cuerpo? Parte de la culpa la tenía ese Soberano por acobardarse y no venir antes por ellas. Pobres, estaban en un limbo y muertas del miedo hasta el alma.
Mientras el otro seguía llamando a las almas, Nefertum examino a los dos chicos. Efectivamente eran los dos Nechers que percibió en el mercado, solo que en esta condición perdieron su disfraz y lucían como eran en realidad. Mulatos de piel morena y facciones menos gruesas como las de los kushitas. El menor portaba la trenza de niñez, eso significaba que aún no pasaba su rito de circuncisión para ser adulto y se asemejaba a un humano. El adulto en cambio mostraba aspectos de su raza: orejas y cola de animal, en este caso un canino; y tenía el pelo negro oscuro a comparación del azabache del menor.
Hor no mostraba señal de haber sido atacado o agredido, solo estaba inconsciente. El otro era un caos. Dos cuchillos clavados en sus hombros, una en su cuello, cuatro en su pecho e estómago, y cinco en sus piernas. Los huesos de sus brazos y piernas estaban claramente zafados. Sus ropas estaban rasgadas, dejando visible su pecho horrendamente hinchado de morado por costillas rotas. Muchos moretones, piel hinchada y morada a casi reventar.
—¿No creerá que enserió salve este desastre? —alego Nefertum.
—No entiendo por qué a estos no los mato. Las apuñaladas ni son letales, se debió regenerar el solo—dijo el otro lanzando varas de incienso encendidas dentro del hoyo—. Esperaba que tú supieras cómo se atascó en el limbo.
—Yo curo, no resucito.
—Has salvado de la extinción a tu hermano miles de veces, la muerte no es nada.
Nefertum empuño los ojos y se rasco la nuca. Agarro uno de los cuchillos y unas punzadas repeló su mano apenas toco el mango, la alejo con dolor y se sobo el dorso. Se topó con un enorme problema.
Su especie poseía tanto Ka que incluso podían acelerar su regeneración y curación, aunque también dependía de que tanto poseía cada portador. Si los daños fueran provocados por otro con su mismo nivel o superior el individuo tendría que concentrar su Ka en la zona afectada para tratar de igualar la desigualdad de vitalidad.
Anpu tenía un Ka promedio, y el del Sanguinario era superior, demasiado. Las heridas no fueron letales, el impacto de los ataques tampoco, lo letal era los cuchillos prendados del Ka del Sanguinaria. El subconsciente del joven estaba tratando de curarse, pero los restos del Sanguinario lo contrarrestaban dejándolo desperdiciar mucha de sus fuerzas en vano por mantener su vida de un hilo, y le quedaba poco.
—Déjeme usar mis poderes—pidió Nefertum, el kushita le regreso la mirada—. Esto no es un simple problema de homeostasis, se trata de su fuerza vital.
El kushita no se veía convencido. Soltó otras ramas de incienso y las primeras almas asomaron la cabeza. Luego lo ignoro y predio otros inciensos.
—¿Para qué me pide ayuda y luego no me deja trabajar como se debe?
—Va contra nuestras leyes.
—¿Ósea que ya no le importa el pacto de paz? —lo desafío Nefertum.
El kushita suspiro.
—Solo por esta vez—cedió—, pero solo para ayudarlo—culmino y animo algunas almas de salir.
Nefertum se sentó de rodillas frente al cuerpo y de su bolso saco frascos y algo de telas. Respiro hondo y concentro su Ka en su mano, esta se manifestó como una leve aura azul lapislázuli como el color de sus ojos y pudo sujetar los cuchillos sin dolor, aun cuando la otra energía seguía repelándolo.
Saco el primero cuchillo y la sangre broto, empezó limpiando la herida y unto una pomada que cicatrizaba rápidamente. Retiro los cuchillos que quedaban y repitió la misma acción hasta que todas las aberturas quedaran tratadas. Mientras lo hacía colocaba los cuchillos en una tira de tela que al final envolvería, esos cuchillos presentaban una gran amenaza por si solos. El Soberano de Kush se retiró con las almas no sin antes advertirle que lo estaban vigilando y que los llevara a Berg Barkal. Nefertum acepto de mala gana.
Todo iba bien. El problema del Ka ajeno y las heridas ya estaba resuelto. Ahora venía la parte difícil: lograr que restaurara su vitalidad perdida para reavivar sus sistemas. Se sentó derecho y soltó un suspiro de fastidio.
—Baja tu arma, mocoso—le advirtió a Hor procurando imitar el acento de los Kushitas.
—Aléjate—lo amenazo punzando su espalda con la punta de lanza con un tono de superioridad.
Nefertum escucho al niño querer sollozar ante la imagen que tenia de su primo todo desfigurado, olía a nervios, miedo y coraje. Se encontraba débil, y no solo físicamente sino emocionalmente. Estaba afectado por lo vivido y lo primero que veía luego de su pérdida de conciencia era a un desconocido haciendo quien sabe qué.
—Aun no deja su cuerpo físico, tiene un leve pulso de vida. Si me permites...
—¡¿Qué le estás haciendo?!—le interrumpió y sumió la cuchilla en su piel con fuerza.
Nefertum soltó un suspiro de resignación y bajo su mano hasta posarla sobre el mango de su espada como advertencia. Al otro no le importo, apretó los dientes y mantuvo con firmeza su mano.
—Como gustes—dijo Nefertum y empujo abajo su mango ocasionando que la punta de la funda se alzara en dirección a la cara de Hor para golpearlo y este retrocediera del dolor.
Luego se giró rápido y fue sobre el niño agarrando la muñeca que sostenía el arma y la cruzo por su cuello hasta tenerlo inmovilizado en el suelo contra su cuerpo y sujetar su otro brazo. Comenzó a forcejear e incluso trato de patearlo. Pero era inútil, Nefertum era mucho más fuerte que él. Hor quedo atónito, al fin entro en razón.
—Escucha mocoso—le hablo con firmeza Nefertum—. No sé qué demonios estaban haciendo ustedes aquí, y no me importa. Pero, es raro que existan sobrevivientes al ataque de un Sanguinario. Si fuera por mí se mueren, pero resulta que me mandaron a ayudarlos. Yo ya estoy poniendo de mi parte, tú has la tuya siendo un niño bueno al no molestarme. ¿Ok? —Hor no respondió—. ¡¿Ok?!
—¿Por qué debería confiar en ti? —subestimo desde el suelo—. No te conozco.
—Ni yo a ti, estamos igual ¡Por favor, mocoso! ¿Qué te cuesta confiar en mí solo por un rato?
—¡No eres un humano!
—Creo que eso es obvio, ustedes tampoco lo son—dijo y Hor volvió a forcejear— ¿Sabes qué? No perderé más el tiempo contigo—Nefertum ajusto su agarre a un solo brazo y con su mano libre husmeo en su bolsa hasta sacar un frasco—. Esto servirá.
Hor se alteró y en su forcejeo alcanzo a morder el brazo de Nefertum. Este lo soltó gritándole maldiciones. Recupero su arma y volvió a amenazarlo. Nefertum puso los ojos en blanco, por eso el no trataba niños.
—¿Quién te envió? —pregunto el niño.
—El tipo que se lleva a estas almas.
En ese momento, las ultimas almas pasaron a su lado y entre ellas una robo la atención de ambos: la del niño que murió de miedo.
—¿Murió un niño? —pregunto Nefertum incrédulo.
Nefertum aflojo su postura y se dejó caer sentado. Un niño. Un pequeño chico inocente. Él ni siquiera debería estar en este lugar, de hecho, ninguno de ellos debería. En todas las masacres de ese Sanguinario nunca había fallecido un menor de edad, esta era la primera vez. Lo siguieron en silencio con la mirada hasta que se perdió cruzando la entrada de la prisión junto a las demás almas.
—Creo...que fue un paro cardiaco—contesto Hor con lastima.
Un toque de tristeza se sintió en el olor de Hor, el niño paso muy mal rato en ese lugar antes de que Nefertum llegara. Drogarlo no lo ayudaría. Volvió a guardar el frasco y fue directo con Anpu.
Hor se volvió a él e iba a protestar, de no ser porque Nefertum destapo el frasco que le regreso en la ciudad, de este salió una nube en forma de flor de loto que se abría en el aire. La flor conservaba su forma y a pesar del viento no se iba con este ni se deformaba. El perfume opaco los demás olores penetrando en sus narices con un glorioso aroma a Loto. El favorito de Nefertum.
—Confía en mí, por algo me mandaron—dijo atrapando la flor con la mano y la deposito cerca de la nariz de Anpu.
Coloco las yemas de sus dedos sobre el hígado de Anpu, y recito unas palabras en voz baja. Un pequeño pero efectivo hechizo. A medida que recitaba el conjuro su aura azul volvió a recorrer su cuerpo partiendo de su hígado, hasta su mano. Era su Ka. Este se concentró entre sus dedos y una pequeña figura de león hecha de un fragmento de su fuerza vital se adentró bajo la piel de Anpu.
Nefer termino el conjuro y lentamente alejo su mano. Chasqueo los dedos y su león exploto dentro de Anpu expandiéndose por todo su cuerpo y convulsionando al casi muerto. Hor se le fue encima asustado, pero Nefertum lo detuvo diciéndole que esperara. Anpu dejo de sacudirse quedando doblado con el estómago arriba, y al dejarse caer inhalo la flor.
—Listo—dijo Nefertum cerrando el frasco.
Una reanimación vital, similar a la reanimación por electroshock, pero en lugar de corriente eléctrica se usa el Ka, y en lugar del corazón es en el hígado.
Hor contemplo a su primo atónico, las heridas se restauraban y quedo sin palabras cuando su pecho empezó a subir y bajar muy lentamente. Se sentó a su lado en seguida. La respiración se alcanzaba a escuchar. Era leve, pero existente. Tomo su pulso.
—Heka—dijo Hor—, usaste Heka curativa.
—No, es alquimia—mintió Nefertum guardando sus cosas.
—Escuche tu hechizo, lo he escuchado antes—comenzó a argumentar y Nefertum se levantó para recoger los cuchillos evadiendo al niño—. Conozco practicantes de Heka curativa, ese es uno de sus hechizos básicos.
—De nada, acabo de salvar a tu primo—dijo con sarcasmo tratando de cambiar de tema. Hor callo avergonzado y agradeció apenado—Por nada, hora de irnos.
Nefertum se colgó su bolso y estaba por cargar a Anpu cuando Hor se interpuso. Ese niño le estaba empezando a desesperar, antes se lo paso por el susto que vivió, pero esto ya era el colmo.
—¡¿Y ahora qué?! Debemos ir a Berg Barkal antes de que empiece la tormenta, las cosas se ponen feas durante una cacería y ni yo puedo salvarme de eso. Niño ¿alguna vez has estado en la tormenta de un Sanguinario?
Hor no se inmuto. Nefertum comprendió el silencio del niño. Conocía peores. Las ráfagas de viento y los gritos del cielo se intensificaron. Después un leve temblor lo hizo casi caer y que las orillas del hoyo se agrietaran.
—Los Soberanos quieren enterrar este lugar, ya no les sirve. Vamos—dijo Nefertum tendiéndole la mano procurando ser más gentil—. Ya hice mi parte, has la tuya.
Hor acepto con duda, no le dio la mano, pero lo dejo acercarse a su primo bajo su mirada.
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