Me había ido de fiesta con unos amigos y resulto plan para un after en una finca a las afueras de la ciudad. Ya hasta los pajaritos cantaban, pero adentro continuaba la fiesta.
Había una habitación oscura, toda pintada de negro, con luces de neón y cortinas que no dejaban pasar la luz. La entrada era un telón flexible con la figura de una vagina por la que tenías que atravesar.
Adentro era toda una locura, la gente abarrotada a duras penas había por donde pasar, pero ninguno paraba de bailar. Al fin llegué al medio y me dejé llevar por la música.
De repente sentí que alguien empezó a bailar detrás de mí y conectamos. Me gustaba como olía y como su cuerpo se ajustaba al mío. Di unos pasos hacia atrás hasta quedar nuestros cuerpos juntos dándole permiso para entrar en contacto.
Ese hombre era la tentación en carne viva, me tocaba el vientre, empujaba hacia su cuerpo y empecé a notar como crecía su erección entre mis nalgas. Un beso en el cuello me hizo gemir de emoción.
Poco a poco, sin dejar de bailar y que sus manos como pulpo recorrieran mi cuerpo, me fue sacando del medio hasta llevarme a la esquina más oscura de la habitación. Ni siquiera volteé a verlo, le pasé un condón y muerto de risa, escuché como abría el sobre con sus dientes y bestia su miembro.
Coloqué las manos en cada pared y apoyé mi frente en la esquina, me empiné un poco y sentí como me penetraba con su delicioso miembro y me gemía al oído. Me tomó de las caderas y empezó a bombearme al ritmo de la música. Hasta que sentí su orgasmo, explotar y servir de disparador para el mío.
Me dio un beso en el cuello y vi como sus pies desaparecieron. Me quedé ahí unos segundos recuperándome.
Me di la vuelta y la gente ni siquiera me miraba, cada uno estaba en su rollo, ahí no había pasado nada. Nunca supe quién fue, ni como era, ni como hablaba, ni su nombre, nada.
¡Me encanto!
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