Y dio un paso...
Caín se encontraba obligado a dar un paso al frente, dado la orden del Pretor al mando de la base, quien era un sujeto regordete de aspecto descuidado, su cabello era grasoso, un aliento desagradable que emanaba de un rostro marcado con cicatrices producto del acné, asimismo se encontraba adornado por rasgos que reflejaban aburrimiento y soberbia, sus ojos eran azules pálidos. El nombre de aquel personaje era ampliamente conocido en el mundo del Imperio, Lenox, un sujeto que evidentemente no podría decirse que era un modelo de Pretor del Emperador, de hecho, resultaba una verdadera faena cerebral tratar de visualizarlo con la gloria que se supone evoca cualquier miembro de la Guardia Pretoriana. Caín, quien ya lo conocía de tiempo atrás, no exactamente en buenos términos, realizaba un esfuerzo supra humano para no burlarse de la apariencia del Pretor, sin embargo, siempre terminaba frustrado; así pues, y como una circunstancia singular, la relación que Caín y Lenox guardaban, era posible catalogarla como estrecha, mas no amigable.
Lenox era quien estaba al mando de la base de la Guardia Pretoriana del Emperador en la Ciudad de Tyrana, única ciudad activa del Planeta de Taurus, dentro del sistema estelar del mismo nombre; ello era razón suficiente para encontrarse de mal humor de forma permanente, dado a la reputación del sistema entero; el planeta no se encontraba necesariamente en los clasificados de destinos paradisiacos en la galaxia, era más bien un lugar perdido que había perdido su importancia en aquella época Imperial, el olvido, marcado por el desdén, era evidente, a tal grado en que los ojos del Emperador nunca se posaban ahí, la presencia del Imperio era escasa, casi nula, salvo por los Pretores y Guardias Pretorianos apostados, quienes se encargaba, eso sí, de recordar de las formas más crueles e inhumanas del poder represivo del Gobierno Imperial, en ese sentido, para dicha tarea, se necesitaban miembros de la Guardia Pretoriana que lo único que tuviesen claro eran las formas de combate represivas, no se requerían pensadores o conciliadores, sino seres que pudiesen, de manera fría, controlar a la población en condiciones nada agradables, por lo cual el nivel de preparación de estos elementos era mediocre y básica, asimismo muchos de ellos cumplían una penitencia en aquel purgatorio, la cual lejos de corregirlos, sólo les daba la oportunidad para seguir perfeccionando sus errores. En ese sentido Lenox era bastante complaciente.
—Asì que ¿tú de nuevo? —le inquirió Lenox a Caín con media sonrisa en el rostro—. ¿Por qué una vez a la semana tengo que tenerte en mi presencia a causa de tus desastres mocoso? —cuestionó irritado.
Caín, como ya se ha dicho, le resultaba imposible controlarse frente al Pretor, una sonrisa pícara apareció en sus labios ante el cuestionamiento formulado.
—Verás, de alguna forma tengo que recordarte que tienes un trabajo que hacer en esta Ciudad, ya que nunca sales de la Base por estar atragantándote con los biscochos que guardas en tu cajón —respondió de forma cínica.
Diversas risas procedentes de otros detenidos se hicieron escuchar; no era un secreto que Lenox era un ávido consumidor de biscochos y pastelillos, los cuales comía con una convicción casi religiosa, misma que le era imposible ocultar, su cuerpo no se lo permitía, de hecho desde hace algún tiempo no se le veía con la túnica de Pretor.
Las palabras de Caín tuvieron efecto en Lenox, quien de manera sorpresiva se encontró sin voz, su posición era vergonzosa y en cierta forma humillante; después de un breve momento, Lenox recuperó su orgullo, recargado de rencor y odio hacia el muchacho, con una clara decisión de castigar semejante desafía a su autoridad, le propinó al muchacho una bofetada, misma que recibió de lleno; contrario a lo que muchos pensarían, Caín mantuvo la cordura, aunque la furia se notaba claramente reprimida en sus ojos.
—Espero así mantengas tu boca cerrada —le espetó Lenox, alejándose de Caín se dirigió a una joven guardia pretoriana—. Lyanne, interróguelo —ordenó.
La joven tomó de las esposas a Caín, conduciéndolo por la Base hasta una zona marcada por un gran pasillo, mismo que en ambos lados se encontraban varias puertas, era el área de interrogatorios; Lyanne introdujo a Caín en una de las salas, sentándolo en una de las sillas que se encontraban ahí, antes de entrar un Pretor le entregó el informe de lo sucedido con Caín aquel día, así como una “breve” reseña de su expediente, si es que es posible llamarle así a veinte hojas, impresionada por lo voluminoso del expediente, Lyanne se sentó frente a Caín, con un profundo respiro inició el interrogatorio.
—¿Sabes por qué estás aquí? —cuestionó de la manera más relajada posible, su tranquilidad se encontraba mermada primeramente porque no estaba acostumbrada a realizar interrogatorios y en segundo lugar, porque había escuchado variados relatos en la Base acerca del temperamento de Caín.
—Porque asalté la bodega principal de la Ciudad —respondió sin emoción Caín, parecía un autómata, no era menos, ya se encontraba acostumbrado a estar en esta clase de situación.
Lyanne se limitó a alzar una ceja, sorprendida por la extrema honestidad de su interrogado.
—¿Por qué lo hiciste? —continuó, de alguna forma comenzó a sentirse inquieta ante la falta de emociones de Caín, estaba consciente que tenía que esperar cualquier cosa de él.
—Tuve mis motivos —con la misma voz ajena a emoción alguna contestó.
Lyanne se encontró perdida en el interrogatorio, por una parte, ya tenía la confesión de Caín, podría terminar ahí todo, sin embargo, ella fue entrenada con la idea firme de que los motivos importan y que detrás de ellos hay razones, situaciones que impulsan a las personas actuar como lo hacen, la idea de que las acciones de cada individuo eran simple obra de la casualidad era absurda para ella.
—¿Cuáles son esos motivos? —insistió con cautela Lyanne.
—Personales —respondió Caín, sin embargo, finalmente un asomo de emoción se imprimió en su voz, se encontraba irritado.
—¿Contrabandearías lo robado? ¿Fue por dinero? —presionó la joven, quien temía que estos cuestionamientos fueran el detonante de un desastre, no estaba equivocada.
Caín por su parte al escuchar tales preguntas, una serie de sentimientos nada calmos se adueñó de él, ¿era acaso síntoma de ingenuidad, arrogancia o estupidez por parte de la guardia?, esta idea lo abordó, acompañada de un sentimiento de molestia por la presunción de que él fuese un vulgar ladrón.
—¿Tú crees que, si me dedicara al contrabando estaría viviendo en las calles en este maldito planeta? No me había enterado que ustedes habían perdido el cerebro —contestó Caín, sin molestarse en ocultar su enojo.
La manera en la que reaccionó Caín desestabilizó a Lyanne, quien advirtió que el muchacho tenía la capacidad de desestabilizar a cualquier persona con su forma de ser errática.
—Entonces, dime el verdadero motivo —presionó la guardia, tratando de sonar intimidante, adoptando una postura amenazadora esperando algún efecto en el joven.
—Es una cuestión que no debería importarte, porque aunque yo te lo dijera, no serías capaz de comprenderlo, hace tiempo que la Guardia Pretoriana y los Pretores del Emperador, sino es que el Emperador mismo, han abandonado el interés arrojándose a la tiranía, no les importa qué sucede aquí, así que, ¿por qué no terminas con esta farsa? Sabemos que no importa lo que diga o explique, solamente me quieren preso —respondió Caín con una voz que dejaba ver lo exhausto que se encontraba de esta situación, sus motivos para él eran importantes, sin embargo, ¿qué sentido tendría explicarlos?, pensó, nunca había sido comprendido, porque eso iba a cambiar.
Lyanne no supo que replicar a lo dicho por Caín, su incomodidad era notable en esas instancias, el silencio no aminoraba la tortuosa sensación, comenzó a buscar una manera de salir airosa; detrás del cristal de la sala de interrogatorios se encontraba su maestro, estaba siendo evaluada.
La joven guardia de manera casi milagrosa observó el expediente de Caín en la mesa, decidió examinarlo para tratar de conocer más acerca del extraño personaje frente a él; del historial se desprendía que era huérfano, sólo eso, pero, no fue hasta que advirtió la edad de Caín que Lyanne se alarmó.
—Mañana cumples quince años —dijo con una voz impregnada de preocupación, su gesto no se alejaba de tal sentimiento.
Caín reaccionó ante la afirmación de ella, sabía lo que su edad significaba en su situación, pensó que nadie se daría cuenta.
—Sabes que de no llegar a un arreglo con la Alcaldía de la Ciudad, podrías ser enviado a una prisión imperial —dijo Lyanne en un tono informativo lleno de preocupación por el muchacho.
Por su parte, Caín se limitó a acomodarse en su asiento, tratando de esquivar la mirada de la joven, sin embargo, al final la miró fijamente a los ojos; este gesto lo desnudó ante Lyanne, ella supo que estaba inquieto y temeroso.
—Lo sé, pero aun así no me arrepiento —finalmente contestó Caín, tratándose de mostrar estoico.
Lyanne no podía creer lo que acababa de escuchar, Caín estaba arriesgando su libertad, incluso su vida, pero ¿por qué? ¿Qué lo orilló a eso?, su intención era saber más de él, pero ya no pudo continuar con el interrogatorio. Una voz procedente de un altavoz se escuchó.
—Lyanne, es suficiente —dijo la voz en un tono jovial, se escuchaba suave y comprensiva.
La guardia un tanto dubitativa se levantó de su silla y salió de la sala, al cerrar la puerta dio un respiro de alivio, no podía explicar que había sucedido allí adentro, de alguna forma algo no estaba bien, Caín había dado una confesión sin mostrar una pizca de arrepentimiento, aún y con el fundado temor de ser enviado a una desagradable prisión imperial; entró al trascuarto de la sala de interrogatorios, ahí se encontró con su maestro el Pretor Enric, él, contrario a lo descrito acerca de Lenox, era una persona llena de comprensión y paciencia, virtudes que manaban de su rostro jovial, en el cual habitaban unos ojos de color verde mar cuyo brillo era por lo menos tranquilizador, su altura era adecuada para que un Pretor impusiera autoridad de forma suficiente, sin embargo la voz que poseía generaba confianza, además contaba con un inteligencia sagaz y un porte digno de su investidura.
—Lo hiciste bien, ahora trata de negociar un acuerdo con la Alcaldía de la Ciudad —dijo suavemente a Lyanne.
—Honestamente no creo que acepten trato alguno —replicó desesperanzada la joven—. Hizo un desastre —reiteró.
—Eso no debe importarte, hay algo más detrás de esto, debes negociar —urgió con una sonrisa el Pretor. En ese momento Lyanne iba a replicar, pero la voz de Lenox la interrumpió.
—Me temo que eso será imposible Pretor, la Alcaldía no negociará con ese terrorista —dijo refiriéndose a Caín con desprecio—. No tiene remedio ese mocoso —sentenció.
—Sabes que nuestro deber es conciliar, no castigar —reviró Enric frunciendo el ceño.
—Sí, lo sé —respondió con desinterés Lenox— Pero, tú nunca has lidiado con él, actualmente su destino está en mis manos y creo que es hora de que este agitador sea confinado en una prisión de su nivel —respondió son satisfacción Lenox.
—¡Pero apenas es un muchacho! —esta vez fue Lyanne la que increpó al Pretor, al mismo tiempo se dio cuenta de su error, los guardias pretorianos nunca debían perder la mesura ante un Pretor, estos conllevan una mayor jerarquía, representaban la imagen del Emperador. Lenox no pasó desapercibido el error de la aprendiz de Enric y se encargaría de hacerla notar.
—Vaya, Enric, no sabía que habías perdido el toque con tus pupilos y permitieras semejantes insultos a los Pretores, esto será reportado con el visitador —aseveró con ponzoña, Enric por otro lado se mantuvo impasible—. Bien retomando el asunto del mocoso, he dado mi última palabra y nadie me hará cambiar de parecer, este infeliz por fin tendrá el castigo que merece, y si no es así con gusto me comeré el desperdicio de una semana —acto seguido salió de la sala, no sin antes dirigirles una mirada de desdén a Lyanne y Enric, quienes se mantuvieron callados.
—Lo siento —dijo con una voz apagada Lyanne en un intento de romper el incómodo ambiente que se había generado.
—No tienes porqué disculparte —contestó su maestro dirigiéndole una mirada comprensiva.
—Fue mi culpa que el Pretor explotara —contravino.
—Eso no fue tu culpa, Lenox es así, se ha enviciado —respondió Enric murando hacia la puerta, con un semblante que reflejaba el recuerdo de un tiempo lejano—. Vamos, salgamos de aquí, tienes que hacer un reporte de todo esto —Lyanne se mostró contrariada—. No te preocupes por lo que diga Lenox acerca de ti, no tendrá ninguna repercusión —refirió tratando de tranquilizar a su aprendiz.
—¿Eso por qué? —cuestionó extrañada Lyanne.
—Porque el Pretor visitador es mi amigo —finalizó Enric guiñándole un ojo, logrando así tranquilizar un poco a la joven.
Ambos salieron del área de interrogatorios, dejando en el olvido a Caín, quien se encontraba absorto en sus pensamientos, mismos que lo conducían al pasado, y que en un torbellino de ideas lo obligaban a pensar seriamente en su futuro, el cual visto desde la circunstancia en la que se encontraba, no era alentador y probablemente no tendría escapatoria de él.
ns 15.158.61.8da2