Capítulo 1209Please respect copyright.PENANAU0jeDIWWxn
ANNIE
Todas las invitaciones estaban pegados en cada pasillo de la escuela. No era extraño verlas los viernes. Y no era extraño que el local de la inolvidable y alocada fiesta fuera en mi casa. Por supuesto que yo no las organizaba, odiaba la fiestas y más si nadie de los invitados eran mis amigos. Las personas solo se acercaban a mí, solo me hablaban, solo fingían quererme porque mi padre estaba en la lista de las personas más millonarias del país. Muchas personas le sacarían ventajas a esta cuestión pero yo solo encontraba soledad. Aunque siempre estaba rodeada de gente igual me sentía completamente sola. Nadie me conocía, nadie quería conocerme. Su compañía solo se basaba en sacarle provecho al billete de mis bolsillos. Todos querían dinero. Todos querían regalos, fiestas, diversión. Y es que todos era unos imbéciles codiciosos.
Entonces ¿por qué habían fiestas en mi casa todos los viernes? Mi mamá pensaba que era la chica más popular de la escuela, y quizá lo era pero por las razones equivocadas, y pensaba que de esta manera podía seguir con mi querido reinado en la escuela. Mi supuesta mejor amiga Melanie era más unida a mi mamá que a mí. Ellas dos se pasaban la semana organizando el tema de cada fiesta; blanco y negro, máscaras, hawaiano, etc. Y a mí no me podía emocionar menos.
La emoción de mi mamá para estas cosas era desconcertante. La verdad eran los viernes en la noche que recién la veía al fin. Toda la semana mi madre era un gran mito. No sabía exactamente qué hacía porque papá nos mantenía más que suficiente pero cada vez que le preguntaba parecía que tenía que hacer algo importante. Mi papá por el otro lado era invisible a mis ojos hasta Navidad. Ese era el único día que lo veía. Supongo que era la típica chica millonaria que dudaba si sus papás en verdad la querían o si sabían que existía. Después de clases me la pasaba encerrada en mi cuarto, encerrada en mi computadora y conectada a páginas de internet donde nadie sabía quién era.
“Annie, ¿ya estás vestida?” Me preguntó mamá entrando a mi cuarto a pocas horas de comenzar la gran fiesta. Como era Halloween obviamente el tema de este viernes era disfraces y mi mamá no me podía haber comprado el disfraz más seductor de esta tierra. Un vestido roja ajustado de los pechos hasta el borde de mis glúteos. Unos tacos altos del mismo color y una capa roja que le combinaba. Claramente era la caperucita roja en versión prostituta. Y claramente no quería vestirme así.
“No, aún no estoy lista.” Le contesté bajando la cabeza.
“Bueno, Annie, apúrate que ya van a llegar los invitados.” Me ordenó. “Necesitamos dar una buena impresión. Melanie me dijo que los Williams están haciendo la misma fiesta de disfraces pero te aseguro que todos van a venir a la nuestra.” A la nuestra, como si mamá tuviera la misma edad que yo. Como si en tan solo meses por fin se iba a ir a la universidad, porque ese era un día que estaba añorando vivir.
“No me voy a demorar, no te preocupes.” Le aseguré.
“Bueno, te espero abajo.”
Nunca podía decirle que no a mi mamá, la verdad nunca podía decir que no. Tenía miedo de perder la poca afección que la gente tenía hacia mí, o al menos fingía tener. Así que me deslicé aquel vestido rojo, me alisé mis ondas castañas, me puse mis accesorios y me maquillé para la ocasión. La peor parte era cuando me miraba en el espejo. Veía a esta chica desamparada, sola, sin alguien en quien contar. Era ahí que pintaba mis brazos con frustración. Los pintaba con mis uñas, los pintaba con las rasuradoras de mi baño pero siempre con el mismo objetivo, aliviar el dolor que llevaba dentro.
Lamentablemente fui muy estúpida al acabar con las muñecas marcadas así que en vez de ponerme mi capa roja terminé poniéndome una chompa roja. Igual la idea podía ser captada. Lamentablemente no para los ojos de mi madre.
“¿Dónde está tu capa?” Preguntó confundida cuando salí de mi cuarto.
“Hace mucho frío, mamá.” Le contesté con la voz baja.
“Anna Sophia así pareces una prostituta con chompa. Ponte de inmediato tu capa. ¡Por Dios! Imagínate lo que pensarían nuestros invitados.” Me gritó irritado. De nuevo había dicho nuestros como si los próximos a ser graduados eran sus amigos. Aunque por la forma en la que su vestido de conejita le quedaba y la cantidad de maquillaje que se aplicó podía fácilmente pasarse por uno de nosotros. Las cirugías también la ayudaban.
Después de rellenar mi brazos con curitas, traté de ocultar mis marcas con los guantes negros largos de cuero, esos que te llegaban hasta los codos, que mamá me compró porque decía que se te hacía lucir más refinada. Y gracias al Cielo que le pareció un magnifica idea, dijo que le agregaba un toque especial al disfraz. Ella no tenía idea de lo que había estado haciéndome desde hace mucho tiempo.
“¡Gemela!” Chilló una voz aguda y irritante entrando a mi cuarto.
“Hola Tatianna.” Le respondí glacialmente.
La historia con esta rubia de grandes ojos azules era que no tenía cerebro. Y no era porque era rubia que no tenía cerebro, eso era una gran mentira. La chica que se robaba la medalla de oro todos los años en excelencia académica era rubia, así que eso era un gran y equivocado prejuicio. Pero, Tatianna sí que se había golpeando bien fuerte la cabeza. Aparte de que solo pasaba los cursos seduciendo a los demás estudiantes para que hagan sus tareas y le consiguiera las respuestas de los exámenes, me llamaba gemela no porque nos parecíamos, no podíamos ser más diferentes, si no porque mi nombre era el final del suyo. No sabía que tenía que ver eso con los genes de los gemelos pero no era capaz de decirle que se callara y que no me llamara así.
“Te ves ardiente.” Me comentó seductivamente.
“Gracias, tu también.” Le contesté observando su sexy disfraz de Blanca Nieves.
No era que no me agradaba Tatianna, solo que nunca podía tener una conversación racional con ella.
“¡Que comience la fiesta!” Gritó emocionada Melanie apoyada en el marco de mi puerta. Ella sí que se llevaba el premio de la más desnuda porque solo llevaba puesto un bikini rojo y dijo estar disfrazada de una guardavidas. De seguro que solo quería que todos apreciaran su perfecto cuerpo y el nuevo bronceado que se había hecho.
“Les puedo contar algo.” Y aquí iba un intento de tener una verdadera relación amistosa con alguna de estas dos chicas.
“Claro, bebé, nos puedes contar lo que sea.” Dijo Melanie sentándose a los pies de la cama pero sus ojos verdes enfocados en sus uñas y su cabello negro azulado cubriéndole la mitad de la cara.
“Bueno, últimamente me he estado sintiendo muy…”
“Ay, cariño, no comencemos con los sentimientos. Sabes como detesto los sentimientos de los adolecentes. Mira, Annie, para eso están los psicólogos.” Me interrumpió Melanie poniendo los ojos en blanco.
“Sí, los psicólogos son los mejores para eso. Mi perro tiene uno.” Comentó Tatianna comparándome con un perro.
“Te vas a olvidar de lo que sientes porque hoy nos vamos a divertir.” Agregó Melanie. “Nos vamos a emborrachar y nos vamos a ligar a unos chicos guapos.”
Yo solo quería que alguien me escuchara, que alguien me ayudara. No le quería decir a mi mamá que tenía este tipo de problemas. Solo quería un consejo de amiga. Pero ya debía de tenerlo claro, yo nunca iba a tener una amiga verdadera siendo yo. Nadie me iba a querer conocer y ayudar porque siempre se iban a acercar solo por el dinero que mi vestimenta daba a lucir. A veces solo quería tener una vida completamente diferente, ser alguien más. Que nadie supiera quien era realmente. Pero supongo que mi vida estaba guiado a la soledad, había estado sola toda mi vida, tendré que seguir sola el resto que queda.
“¡Ya llegaron!” Vociferó con emoción mi mamá cuando el timbre de la casa sonó.
Toda la casa estaba decorado para la ocasión con telarañas interrumpiendo tu paso y decoraciones endemoniadas que obstruían tu vista. Toda la multitud ya estaba dispersa por todos los cuartos, incluyendo el mío porque cuando fui a sacar mi celular para distraerme encontré a dos personas extremadamente cariñosas en mi cama. Me quedé en un esquina jugando juegos en mi celular esperando pasivamente a que la noche acabara. Me preocupaba que pasaba los días esperando a que estos ya acabaran. A veces el aburrimiento y la tristeza de mis días era tan grande que me tomaba pastillas para dormir para así alargar mis sueños y acortar la vivencia de mis pesadillas.
“Cariño, ¿qué haces acá sola? No seas tonta y anda a bailar con el chico que no ha despegado sus ojos de ti.” Dijo Melanie acercándose y señalándome al chico de cabello rubio platino que tenía una sonrisa coqueta dirigida a mí. Por supuesto que sabía qué era lo único que este chico quería y sabía que yo no quería nada de ello. Hace mucho había decidido estar alejado de los chicos y las complicaciones que venía con ello, ya me sentía lo suficientemente triste como para soportar un corazón roto.
“No es mi tipo.” Le contesté volviendo mi atención a mi celular. Maldita sea, me había hecho perder el juego.
“¡Dios, Annie!” Tiró las manos al aire con frustración. “Sabes, como amiga quiero ayudarte pero me lo haces imposible.” ¿Estaba hablando en serio?
“Perdón.” Era lo único que podía decir porque mi voz no era valiente, no ponía a las personas en su lugar.
“¿Por qué no buscas a tu mamá? Creo que te estaba llamando. Me pareció verla en su cuarto.” No sabía por qué me estaría llamando pero obedecí a Melanie.
Por un momento pensé que algo le había pasado porque hace poco se había operado los pechos pero la idea se esfumó rápidamente cuando observé una manos fuertemente ajustando sus nuevas adquisiciones y una lengua saboreando sus labios. Llegué a pensar que Melanie había hecho esto a propósito para que mis ojos apreciaron la infidelidad de mi mamá con un chiquillo de la edad de su propia hija pero esperaba que no había gente tan mala en este mundo. Salí corriendo de su cuarto con tan solo su voz chillando que no le dijera nada a mi padre. Lo peor fue que eso no fue lo que derramó la gota del vaso.
“Hola, preciosa.” El chico de cabello rubio se acercó y me estrelló contra la pared infestando mi oxígeno con su aliento alcoholizado.
“Suéltame.” Le exigí porque me había agarrado de las dos muñecas con una fuerza que estaba segura él no sabía que tenía.
“Solo quiero divertirme un rato.” Sus labios se dirigieron a mi cuello pero antes de que sus manos se deslizaran a mis glúteos, estrellé mi rodilla en su punto más débil y salí corriendo de mi casa con sus gemidos en mis oídos.
Corrí y corrí con todas las imágenes y pensamientos de esta noche revoloteando mi cabeza.
Capítulo 2
FRANCO
“Deme el dinero.” Le volví a ordenar con furia apuntándolo con la pistola. Sus ojos mostraron terror pero sus músculos no seguían mis ordenes. “¿Acaso es sordo? Deme el dinero.” Pero el imbécil aún no me obedecía. Y me enfurecí aún más cuando empezó a negar con la cabeza. “¡Me está jodiendo! Muévase y deme todo el dinero.” Los nervios se me estaban poniendo de punta. El señor recién reaccionó y se acercó a la caja registradora. Pero luego de abrirla, su mano se dirigió a lo que supuse era un botón de emergencia debajo de la mesa. Mis acciones no obedecieron mi cerebro porque el pánico reinó mi cuerpo. No era capaz de matar así que disparé dos tiros a amabas de sus piernas. Un gran alarido de dolor escapó sus labios, un sonido que hizo estallar mis tímpanos y culpabilizar mi conciencia. Pero sacudí mi cabeza para enfocarme en el objetivo principal. Cogí todo el dinero que, gracias a Cielo, era bastante y salí corriendo. Pero antes de poder subir a mi auto me topé con unos ojos brillantes color cafés. Estos miraron fijamente al interior de la tienda y luego se posaron en mí. Y fue cuando escuchó los gritos de ayuda del señor de la tienda que sacó rápidamente su teléfono. Un movimiento muy estúpido pero el mío fue peor porque me acerqué en rápidas zancadas y con la parte trasera de la pistola la noqueé.
Capítulo 3
ANNIE
Era un lugar oscuro y húmedo, solo un foco de un tenue amarillo iluminaba la habitación. Supuse que estábamos en un sótano. Era pequeño y sentía que me asfixiaba. Mi cabeza palpitaba de dolor pero no podía aliviarlo con el cariño de mis manos porque me encontraba atada a una silla con las manos en mi espalda. Fue cuando escuché una puerta cerrarse que mi corazón galopeó con fuerza y recordé todo lo sucedido. Desde las imágenes de mi mamá besuqueándose con un chico de mi escuela hasta uno enmascarado con ojos pardos golpeándome hasta la inconsciencia. Fueron esos mismos ojos pardos que bajaban por la escalera. Tenía cabello oscuro y tenía una piel pálida como si no hubiera visitado el calor del sol hace mucho tiempo. Calculaba que tenía unos veinte años, no tan mayor que yo. Y lo peor fue que su anatomía me parecía hermosa. Pero esto no era una situación para estos pensamientos. Estaba secuestrada y esa anatomía era mi secuestrador.
“¿Acaso eres estúpida?” Aún tenía su pistola en la mano y de vez en cuando me la apuntaba a la cabeza. No sabía si no lloraba porque estaba demasiado asustado para pensar en ello o si pensaba que estaba en una clase de pesadilla. “¿Qué pensabas, que iba a venir la policía de inmediato y te iba a salvar a ti y al imbécil de la gasolinera?” No podía contestarle porque tenía una venda tapándome la boca. Suerte porque no sabía qué ni cómo contestarle. Me sentía paralizada. Mis respiraciones disminuyeron cuando se acercó y sus labios estaban a centímetros de los míos. Eran carnosos y rosados y se movían en una forma singular. “No vas a salir de aquí, muñeca. No hasta obtener mi dinero.” Mis ojos se abrieron enormemente y traté de zafarme de la venda. “¿Quieres hablar?” Dijo entre risas. “Hablemos, preciosa.” Añadió quitándome la venda.
“Por favor déjame ir.” Balbuceé pero sin una gota amenazando en salir. “No tengo dinero, salí de mi casa sin nada.”
“¿Crees que soy un idiota?” Sus fosas nasales se abrieron con furia y apretó la pistola a mi frente de segura dejando una marca. “¿Crees que no he visto tu carita de porcelana en televisión? ¿Crees que no sé que tu papito es dueño de una casa de más de siete millones de dólares?” Sabía que quería gritar más fuerte pero murmullaba sus palabras con ira. Alguien en esta casa no sabía que yo estaba aquí y ese alguien no debía de saberlo. Así que me preparé a gritar pero rápidamente me tapó la boca. “¿Acaso quieres que te mate?” Me volvió a colocar la venda y se sentó en una silla frente a mí. “Pronto tu padre dará una recompensa, yo obtengo mi dinero y te devuelvo con tu familia rica. ¿Está bien?” ¿Ahora mostraba caballerosidad? “¿En serio crees que fue mi idea secuestrarte?” Esa palabra me dio escalofríos y me hizo darme cuenta otra vez en dónde estaba y en la situación en la que me encontraba. “Pues, no lo fue, princesa. Tú no eras parte del plan y la verdad quisiera que no lo fueras pero caíste del cielo a ayudarme. Eres mi ángel.” La dulzura en su voz me estremeció. “Así que estas son las reglas: no te atrevas a gritar, no intentes escapar y después de que te devuelva con tus millones no me describas a nadie. ¿De acuerdo?” Yo me tuve que limitar a asentir. “Está bien. Ahora solo esperamos a que salgas en las noticias pronto.”
Pero él no sabía que nadie se iba a dar cuenta que yo no estaba, al menos eso era lo que yo pensaba. A papá nunca lo veía, de seguro que mamá después de lo sucedido se iba a tomar unas vacaciones para no verme y los sirvientes sabían que estaba absolutamente prohibido entrar a mi cuarto. Yo la ordenaba y limpiaba. No sabía cuánto iba a demorar hasta que alguien se percatara que estaba desaparecida.
Y eso le molestó aún más al chico porque al día siguiente bajó las escaleras galopando estrepitosamente y con el semblante enfurecido.
“¿Por qué carajo nadie te está buscando? ¿Acaso no eres un muñequita de porcelana?” Tiraba las manos al aire con desesperación. Una desesperación que extrañamente quería entender. ¿Qué lo motivaba a hacer estas cosas?
Como vio que quería responder me quitó la venda que me había estado incomodando toda la noche al igual que las ataduras en mis muñecas y la posición en la que dormí.
“Perdón pero no creo que se den cuenta en un buen tiempo.” Le expliqué con calma. Aún no sabía cómo estaba tan calmada, sin ninguna lágrima amenazando en salir.
“¿Por qué?” Preguntó botando humo por sus fosas nasales.
No sabía cómo responderle. No quería que sienta lástima por mí sabiendo que nadie se percataba de mi existencia, que no tenía amigos y muchas veces dudaba si tenía familia. Pero luego pensé en su situación, alguien que cometiera estas atrocidades debía de entenderme.
“Nadie sabe que existo.” Por un momento sentí comprensión en sus ojos, no lástima. Pero sacudió su cabeza y subió por la escaleras.
Cuando regresó me sorprendió que llegara con comida, un panecillo.
“Ni creas que esto es simpatía, esto es ser humano. Al menos eso pienso que sigo siendo.” Dijo mientras me desataba las manos. “No te atrevas a subir, está con llave pero si escucho algún sonido proviniendo de acá abajo juro que te mato.”
Morir. No sabía si le tenía miedo o no. Pero la idea de no ver el sol antes de partir fue lo que me impulsó a llorar cuando el chico volvió a subir. Lo peor era que no me importaba no volver a ver a mis padres, o a mis supuestos amigos, me daba tristeza no poder admirar por última vez el sol, la gran estrella.
Capítulo 4
FRANCO
Esto es lo que he tenido que estar haciendo desde hace mucho. La verdad comenzó cuando mamá falleció hace un año y las golpizas de mi padre se tornaron peores. Gasolineras, tiendas pequeñas, billeteras y objetos valiosos de turistas. Tenía que ser precavido. Robar solo tenía un objetivo, sacar a mi hermanito de esa mierda de hogar. No iba a dejar que Roger le pusiera una vez más sus manos encima de él. Era la peor persona que existía en esta tierra. Como padre era un animal, como persona era un monstruo, pero como alcohólico era un campeón. Siempre nos maltrató, pero a ocultas de mi mamá. Mamá por el otro lado nunca estuvo en casa porque hizo todo lo posible por mantenernos. Cáncer, ese fue el arma asesina. Y ahora la custodia era toda de mi padre. Pero lo iba a cambiar pronto. Tenía un plan. Iba a reunir todo el dinero y huir de ese infierno con Campbell lo antes posible.
El problema: una entrometida lo cambió.
No sabía si era realmente un problema porque era millonaria. Pero ya iban tres días cautiva en mi sótano y no había ninguna noticia de ella en las noticias. Y mi paciencia se estaba colmando. De repente la chica tenía razón y nadie sabía que ella existía aún entre millones de personas.
Tuve que entrar al cuarto de mi mamá, siempre con ese olor a leche de coco, su loción favorita. Sus cosas aún estaban alborotadas por doquier y los frascos de sus colonias aún rotas en el suelo luego de que mi papá se enterara que falleció. Su ropa aún olía a lavanda.
Tenía que llevarle ropa a la chica porque su vestidito que parecía una camiseta me distraía demasiado. No podía negar que era una chica hermosa, pero había muchas de esas en el mundo. Lo que me llamaba de ella era su valentía. No mostró llanto ante la situación y todos los días que había estado acá mostraba fortaleza.
"¿Cómo te llamas?" Me preguntó mientras que se cambiaba luego de que me obligara a voltearme. Yo como estúpido le hice caso.
"¿Crees que soy idiota? ¿Cómo sé que no se lo vas a decir a los policías?"
"Bueno, de seguro que hay muchas personas con tu nombre y prometí no describirte. Soy una chica de promesas." No entendía su calmado tono. No entendía como no me tenía miedo, pero tampoco entendía porque le respondí.
"Franco."
"Yo soy Annie. Bueno, mi nombre es Anna Sophia, pero todos me dicen Annie."
"Es bueno saberlo." Dije sarcásticamente porque en verdad su nombre me importaba poco. Creo que lo había escuchado en las noticias cuando la vi por primera vez junto a su papá, pero no lo recordaba. Su rostro, por el otro lado, era inolvidable.
Cuando ya estaba lista giré a verla y mis ojos se iluminaron. Le había traído el famoso vestido largo melón de mamá. Se le veía hermosa y un recuerdo golpeó mi pecho. Pero luego observé curitas por todas sus muñecas. A largas zancadas me acerqué a ella y con ella resistiéndose se las empecé a sacar dejando al aire espantosas cicatrices.
Capítulo 5
ANNIE
“¿Qué es esto?” Me sujetó firmemente de la muñeca y me señaló con los ojos las marcas que decoraban mi piel.209Please respect copyright.PENANAfKSveqFM8z
“Nada que te importe.” Sus ojos se llenaron de furia ante mi respuesta y me sujetó con más fuerza. “Me estás lastimado.” Gemí, pero a él no pareció importarle.209Please respect copyright.PENANApiib3I0xA9
“Dime.” Me exigió.209Please respect copyright.PENANACAtYV6B5Lu
“Me hice daño a mí misma.” Confesé en un susurro porque ninguna excusa era válida para lo que había hecho.209Please respect copyright.PENANAvhyubDLnnI
“¿Por qué?” Me siguió exigiendo.209Please respect copyright.PENANASG2flQxQBP
“Porque pensé que iba a aliviar el dolor que llevo dentro.” Nunca le había contado esto a nadie y no sabía por qué me sentía tan cómoda hablándolo con él.209Please respect copyright.PENANA3ukUU6GSs6
“¿Qué dolor tienes que aliviar?” Preguntó incrédulo. “Lo tienes todo.”209Please respect copyright.PENANAMjIXU3RjrZ
“No me conoces, Franco, así que no puedes juzgarme.” Al parecer pareció entender mi respuesta porque una exorbitante calma reinó su semblante.209Please respect copyright.PENANARN0cvPEHfg
“Tienes razón.” Su respuesta me sorprendió, pero no tanto como sus acciones porque después de responderme empezó a acariciar mis cicatrices suavemente con sus dedos. Luego conectó firmemente sus ojos con los míos y fue en ese instante que aprecié un brillo en ellos que no había notado. Sentí que nos quedamos viendo por horas, horas en las que mi corazón empezó a acelerarse. Pero cortamos miradas cuando se escuchó un llanto viniendo de arriba.209Please respect copyright.PENANAMI6nBlT7PJ
Franco se alejó rápidamente de mí y sentí que un calor dentro mío se desvanecía y me quedaba nuevamente en el frío sótano. Subió rápidamente las escaleras y antes de abrir la puerta volteó a verme.209Please respect copyright.PENANAshkzpl4x2O
“No se te ocurra hacer nada estúpido.”209Please respect copyright.PENANAjzMnw7hrkm
No sabía si se refería a lo que acababa de saber de mí o si era porque estaba libre de ataduras y con la oportunidad de intentar escapar.209Please respect copyright.PENANATJ8XR9nLBd
El problema: no quería escapar.209Please respect copyright.PENANAHj1foCegSV
Era increíble lo miserable que veía mi vida como para sentirme mejor en este sótano, pero así era. Acá tenía la soledad que buscaba. Acá nadie era amigable conmigo por razones hipócritas, por razones codiciosas. Y luego estaba Franco. No entendía por qué sentía ese incendio dentro mío cuando estaba cerca y no sabía por qué sentí un escalofrío cuando me tocó, un escalofrío amigable. No lo conocía, no sabía sus problemas, pero quería saberlos. Al menos me trataba como una chica más, no me daba falsas sonrisas. Claro que también buscaba mi dinero, pero al menos él no fingía hacerlo.209Please respect copyright.PENANASUqTvJx3XK
Sí quería estar sola, pero por otra parte quería unos oídos que me escucharan. Era confuso, lo sabía, pero era verdad. De repente no quería estar sola si no que ya me había acostumbrado a ello y no sabía otra forma de vivir. De repente lo que en verdad quería era una voz que me acompañara. 209Please respect copyright.PENANAKzwq9xPIHf
“Ese vestido es de mi mamá.” Esa voz me habló. La voz de Franco. “Falleció hace poco de cáncer.” Su rostro se apenó mientras que se dirigía hacia mí. “Muñeca, no quiero tu dinero para ser rico o para comprarme un carro fino. Quiero tu dinero para salir de este infierno.”
“¿Qué pasa en este infierno, Franco?” Me atreví a preguntar.
“Digamos que tengo tus mismas marcas, pero yo no me las hice. Mi padre tiene la custodia mía y de mi hermanito. Es un monstruo, Annie. Tengo que sacar a mi hermanito de acá. Mi plan siempre fue solo robar en pequeñas tiendas, pero como te dije me caíste del cielo.” Luego se acercó más a mí hasta que nuestras respiraciones se mezclaron. “No puedo dejar que le siga haciendo daño.”209Please respect copyright.PENANARLwi9kvGGf
“¿Por qué me cuentas todo esto?” Pregunté entristecida por lo que decía.209Please respect copyright.PENANARSK9FUK1Wq
“En primer lugar tú me contaste algo que sé que muy pocos saben.” Nadie, pensé. “Pero también porque no quiero que pienses que soy un monstruo. No quiero ser como mi papá.”
“No pienso que eres un monstruo.” Y nuevamente nuestras miradas se conectaron de una manera abrasadora.209Please respect copyright.PENANAjbeX01FI2h
“¿Qué dolor sientes dentro tuyo, Annie?” Al principio no entendí su pregunta, pero me acordé lo que le había dicho.209Please respect copyright.PENANAxw8fdZRuAo
“Aunque tenga millones, aunque tenga a mil personas alrededor, aunque la gente me trate como una muñequita, me siento tan sola.” Y por segunda vez desde que llegué a este lugar, mis lágrimas se derramaron. Pero por primera vez tenía a alguien quien las secara. Con sus pulgares acarició mis mejillas, desvaneciéndolas. Y otra vez esos escalofríos envolvieron mi cuerpo.209Please respect copyright.PENANAeMqdnUpTwN
“Tú eres la que decides estar sola, Annie. Si quisieras no tendrías que estarlo.” No sabía si él también notó lo que estaba pasando en ese instante, pero aumentó el espacio entre ambos. “Voy a traerte algo de comer. Y no hagas…”209Please respect copyright.PENANA70kkV5S4BE
“Nada estúpido.” Terminé su oración con seriedad.209Please respect copyright.PENANAZg9WaB5rpD
“Buena chica.”209Please respect copyright.PENANA3z5zXavmXx
De pronto la burbuja del sentimiento abrasador que me cubría se desvaneció y entré a la realidad, una realidad donde Franco no era mi amigo y no era mi familia. Franco era mi secuestrador y cualquier sentimiento relacionado con el calor que sentía eran imposibles e imperdonables.209Please respect copyright.PENANADYalQRFG1k
Franco me trajo un panecillo. Eso era lo que había estado comiendo por estos tres días. Pero no me dirigió la mirada. Me lo lanzó como si fuera un animal en una jaula y volvió a subir las escaleras. Y así se comportó el siguiente día. No me habló simplemente me daba de comer. Pero el quinto fue el peor porque bajó con la pistola en mano.209Please respect copyright.PENANAFTjBZOy3dZ
“Mira, muñeca, ya estoy harto. ¿¡Por qué tu estúpido papá millonario no se ha dado cuenta que no estás en tu cama tamaño King de mil dólares!?” Me apuntaba con la pistola, pero yo ya le había dicho la razón.209Please respect copyright.PENANAullyYTzZzM
“No saben que existo.”209Please respect copyright.PENANAKcjtjVWhcq
“Si no sabrían que existes no estarías viva.”209Please respect copyright.PENANAFurbJlnYFS
“Yo me cuido sola.”209Please respect copyright.PENANAXYGLqGRsJn
Vi en el movimiento de su cuerpo que me quiso abofetear, pero algo lo detuvo. De repente el recuerdo de su padre. Subió las escaleras dejándome sola confundida que mi corazón no se haya acelerado por el susto. No le tenía miedo, no me asustaba. Debería, pero por alguna razón no lo hacía. Pero lo odiaba. Odiaba que me estuviera haciendo pasar por hambre, me sentía sucia por no bañarme y quería respirar el aire libre.209Please respect copyright.PENANA9oBRWCB71K
A la mañana siguiente cuando bajó a entregarme mi panecillo colocó como diez latas de Red Bull en el suelo junto a una silla. Se sentó y no paró de analizar mi rostro. Comenzó a beber lata por lata mientras que yo me devoraba mi comida sentada al frente suyo. Y aún después de eso, él siguió bebiendo.209Please respect copyright.PENANAL4GEm2xcLV
“Tomar mucho café es dañino al corazón.” Me atreví a decir.209Please respect copyright.PENANAdyG1gZYNTG
“¿Prefieres que tome alcohol?”209Please respect copyright.PENANAlWAhRu27q9
“La verdad preferiría que tomaras veneno.”209Please respect copyright.PENANAq7LPfieZti
“Si tu deseo de que muera es tan grande por qué te preocupa cuánto café tomo.”209Please respect copyright.PENANAriTE0JcDCe
“No me preocupo solo recalcaba lo obvio.”209Please respect copyright.PENANAIgl8mMZACS
“Bueno, no me importa, princesa, así que no necesito tus conocimientos.”209Please respect copyright.PENANAtzsoX91U6B
“Franco, por favor, sácame de aquí. Siento que me falta el aire.” Le supliqué. Ya estaba harta de este estúpido sótano.209Please respect copyright.PENANAHdjzz2kOGv
“No puedo, Annie. Aún no confío en que no vas a salir corriendo a la policía.” Puso la tercera lata en el suelo, se levantó y se acercó a mí. Colocó un mechón de cabello detrás de mi oreja. “Eres muy hermosa.” Me susurró en el oído. Pero esta vez volteé la cara haciendo que él suspirara. “Mira, estas no van a ser vacaciones donde puedas hacer lo que quieras, ¿de acuerdo? Vas a hacer exactamente lo que diga y no vas a hablar con nadie.”209Please respect copyright.PENANArD4PJkPU7h
“¿Lo dices en serio? ¿Voy a salir?” Levanté la voz con emoción.209Please respect copyright.PENANA0zZEYHHMzw
“Cállate.” Me silenció colocando su dedo índice sobre mis labios. “Solo te voy a sacar a algún parque y regresamos.”209Please respect copyright.PENANAquO5jWnkPH
“Lo dices como si fuera un perro.” Me quejé.209Please respect copyright.PENANAjAV5cQ70g1
“Es eso o te quedas en el sótano.” Replicó.209Please respect copyright.PENANAGWkJz8rY9b
“Está bien, lo que sea por salir de este lugar.”
Franco me envolvió los ojos con una venda y me recalcó que no me tenía la confianza necesaria para quedarse tranquilo en saber que yo sabía la ubicación de su casa. Supongo que era entendible, ¿que secuestrador le confía la dirección de su casa a su secuestrado? Porque eso era lo que tenía que repetirme una y otra vez, que Franco era mi secuestrador y que tenía que ignorar la sensación que su tacto me dejaba.
Manejó por al menos diez minutos antes de abrir la puerta del auto. Cuando me desvendó sentí que miraba el brillo del sol como si fuera la primera vez, tan radiante y cegador. No sabía cuánto lo extrañaba hasta que sentí el calor surcar por mi piel. Cuanto extrañaba el aire fresco y la vista del color verde que la naturaleza te ofrecía.
De seguro que Franco había elegido un parque donde no había gente porque éramos los únicos en él. Era pequeño pero hermoso. Tenía juegos para los más pequeños y una pequeña laguna vacía. Pero había flores plantadas de todos los colores y eso hizo que mi día se alegrara y me olvidara de la verdadera situación en la que me encontraba.
Lo primero que hice fue correr.
“¡Oye!” Gritó Franco desprevenido. Pero él no sabía que no corría a la escapatoria de él, sino que corría a la escapatoria de mí. Por eso me dirigí a los columpios. Él me siguió por detrás. “No vuelvas a hacer eso.” Me ordenó.
“Lo siento.” Me disculpé mientras que me acomodaba en el asiento del columpio y empezaba a tomar vuelo. “Adoro los columpios. Siempre pensé que si llegabas a columpiarte hasta lo más alto podías llegar a volar, podía llegar a escapar de este lugar.” Le comenté mientras que reía por las mariposas en mi estómago que el movimiento me producía.
“Pareces una niñita de tres años.” Pero como vio que estaba en un momento de euforia pareció querer eliminar su comentario. “Campbell piensa que si te columpias hasta lo más alto puedes llegar a tocar las estrellas.” Dijo sentándose en el columpio de al lado.
“¿Campbell es tu hermanito?” Él asintió. “¿Cuántos años tiene?”209Please respect copyright.PENANABcfvFOWWfd
“Siete.” Me respondió. “Tiene una gran imaginación.” Agregó.
Me entró una tremenda pena al pensar que un niñito de tan solo siete años recibía golpizas de su papá. Franco solo hacía esto para protegerlo. De pronto ya no sentía que era un secuestrador, él era un protector. De pronto ya no me sentía cautiva, yo era su ángel. Yo era su oportunidad para salir de esa casa.
“Cuéntame acerca de tu mamá.” Le pedí sin certeza de que me quisiera responder.209Please respect copyright.PENANAOp5BNahjUE
“Era una muy buena persona. No sé cómo acabó con un hombre como mi padre. Ella me traía a este mismo parque. Recuerdo que siempre le dábamos de comer a los patos y peces que había en aquella laguna. Nos columpiábamos juntos y siempre me contaba historias fascinantes de cuando ella viajó a la India. Cuando nació Campbell tuvo que trabajar más en el bar. Llegaba más agotada y con menos ganas de sonreír. Se peleaba con papá todas las noches. Y juro que cuando escuchaba que la gritaba quería ir y sacarle la mierda, pero mamá me decía que no lo hiciera. Recuerdo pocas veces que Campbell disfrutó de lo alegre que mamá era. Me da pena porque su sonrisa era bellísima. Cuando se enteró que tenía cáncer no pareció tan devastada y es que creo que sus ganas de vivir habían disminuido. Eso es lo que más tristeza me da, que se fuera de este mundo con el alivio de dejarlo y sin ninguna pista de querer extrañarlo. A veces pienso que pude ayudarla más.” Me contó con una voz apagada y con una cierta decepción hacia él mismo. No sabía de dónde saqué el valor, pero posé una mano encima de la suya. Su mirada rápidamente se conectó con la mía. Sabía que quería sonreírme porque sus mejillas se estaban elevando, pero sacudió la cabeza y retiró su mano de la mía desconectando nuestra conexión. “No sé por qué carajo te conté eso, pero hay una cosa que tienes que entender. No somos amigos, no somos pareja y por supuesto que no somos familia así que no hay ninguna razón por la que quisieras saber de mi vida.” Gritó conmocionado. Supe que vio el susto en mis ojos porque se calmó de pronto. “Sube al auto, por favor.” Dijo en un gran suspiro.209Please respect copyright.PENANAP2cmEhUUiz
Seguí su mando y subí al auto. Él me vendó los ojos y arrancó. Reinó un gran silencio antes que mi voz lo apagara.209Please respect copyright.PENANAxgDXSSLY3a
“Solo veo a mi papá por Navidad y ni ahí me hace caso.”209Please respect copyright.PENANAOnTSFow4oa
“No me importa, Annie.” Me respondió.209Please respect copyright.PENANA2Bvwer7q8c
“Mi mamá solo aparece los viernes por las fiestas que ella organiza con mis supuestas amigas que en verdad no son mis amigas porque solo son buenas conmigo por mi dinero. Nunca me han ayudado en nada.” Seguí contándole con la oscuridad en mis ojos.
“Recuerda que no somos amigos, yo también quiero tu dinero así que no sé por qué me cuentas esto.”209Please respect copyright.PENANAu7SmoVbIAy
“El día en que me raptaste fue el día en que vi cómo mi mamá le era infiel a mi papá y sentí cómo era que te manosearan sin que quisieras.”209Please respect copyright.PENANAQgq2vQwDqb
“¿Alguien te tocó?” Noté preocupación en su tono.
“Lamentablemente sí, pero le metí un rodillazo en su punto débil.”209Please respect copyright.PENANAwgx4fKR6Dt
“Muy bien hecho.”209Please respect copyright.PENANAJkCTtbsYjH
“¿Tú lo vas a hacer?” Pregunté con los nervios en las cuerdas vocales.209Please respect copyright.PENANAyOiFOpcrro
“Annie, ya te dije que no soy un monstruo. Nunca haría esas cosas.”209Please respect copyright.PENANAHC8jPDkpbK
“Entonces, ¿por qué me tienes cautiva? ¿Por qué no me dejas ir y ves una mejor forma de conseguir el dinero y quedarte con la custodia de Campbell?”209Please respect copyright.PENANA5dtlX6lEni
“No es tan fácil.” Fue lo único que me contestó.
Capítulo 6
FRANCO
Annie no entendía que no era tan sencillo lograr mi plan. Ya había conversado con muchos abogados para obtener la custodia de Campbell pero aún no era mayor de edad y decían que era imposible. De todos modos era imposible ganar un juicio contra mi padre si lo acusaba de maltrato. Tuve hasta el pensamiento de matarlo y huir con Campbell pero si me encontraban me iban a mandar a la cárcel y no podía dejar que Campbell se quedara solo en esa casa. Solo me quedaba conseguir el dinero suficiente o para conseguir un mejor abogado o para huir con él y la verdad era más sencillo escapar. Quería irme del país, de repente a la India como mi mamá o quizás a Canadá si el dinero no era tan abundante. Y ahora que Annie estaba en el plan veía mis logros cada vez más cerca.
“¿Por qué no buscas un empleo?” Me sugirió Annie cuando llegamos al sótano sin que mi padre me viera. Aunque la verdad sus ojos no se despegaban de la televisión de su cuarto ni sus labios de la fría lata de cerveza.
“¿Me estás bromeando?” Reí ante la idea. “En primer lugar, quiero sacar a Campbell de acá lo antes posible. Con lo poco que te pagan en los restaurantes y bares llegaría a mi objetivo en al menos cinco años.” Le expliqué.
“Pero no tiene que ser un bar.”
“No terminé el colegio y la verdad no soy bueno para nada. Créeme nadie me aceptaría.” Ese argumentó la silenció. Pero solo por algunos segundos.
“¿Podría conocer a Campbell? Siempre he amado a los niños.” Admitió con dulzura.
“Tú sí que no entiendes que no somos amigos, ¿no? Annie, entiéndelo, te estoy manteniendo cautiva. Esto es un secuestro.”
“Creo que ni tú te la crees. No te conozco muy bien, Franco, pero sé que no eres un secuestrador.”
“Bueno, llámame como quieras pero no voy a dejar que salgas de aquí hasta que obtenga mi dinero.” Le dejé en claro antes de subir.
Me dirigí al cuarto de mi hermano, que a la vez era el mío, para revisar que estuviera haciendo sus tareas. Suerte que mi padre tenía la decencia suficiente para seguir pagándole el colegio y no como lo que había pasado conmigo.
“¿Qué tal tu día, hermanito?” Me senté a los pies de su cama. Sus ojos pardo eran iguales a los de mi mamá y aunque me habían dicho que también eran iguales a los míos, Campbell compartía el mismo brillo que los de ella, yo no.
“Muy bien. Obtuve la mejor nota en el examen de matemáticas.” Me respondió orgulloso de sí mismo.
“Excelente. Yo sabía que eras un genio.” Le dije agitando sus oscuros rulos, otra característica que heredó de mamá.
Me quedé ayudándolo en sus tareas hasta tarde, él quería seguir avanzando las que eran para la próxima semana pero la dije que ya era muy tarde. Así que apagué las luces y ambos nos deslizamos dentro de las sábanas.
Yo no solía tener sueños, en mayoría eran pesadillas de mi papá que me atormentaba en la noche. Pero esta noche todo comenzó con un sueño, todo comenzó con el rostro de Annie. Su tranquila risa en los columpios. Sus rojos labios y largas pestañas. Tenía puesto el mismo vestido melón de mamá. Parecía un ángel. Pero luego me miraba y observé como sus ojos se infestaban de terror. De pronto ya no estábamos en el parque, ahora estábamos en el sótano y ella estaba nuevamente atada. Lo peor era que la veía llorar y luego me di cuenta por qué. La estaba tocando sin su consentimiento. Quería detenerme pero no podía. Gracias al Cielo que me desperté pero con su dulce voz diciendo que por favor me detuviera. No sabía porque el sueño me había afectado tanto. ¿Qué tenía esta chica que me hacía preocuparme por ella?
No pensé en lo que hacía pero saqué unas cuantas mantas del closet y en cuclillas me dirigí al sótano. Como me lo esperaba, Annie estaba despierta. ¿Cómo había dejado que durmiera el frío suelo?
“Te traje algunas mantas.” Le dije entregándolas.
“Gracias.” Me sonrió débilmente con claras ojeras debajo de sus ojos.
“Sabes,” Le dije antes de subir las escaleras. “si fuera tú, yo escaparía de esa casa.” Por una parte ella me entendía. Aunque yo vivía en un infierno donde maltrataban a mi hermano y a mí físicamente, Annie era maltratada mentalmente haciendo que se sintiera sola y no querida.
“No tendría a dónde ir. No comparto con los demás de mis familiares y no voy a empezar a robar o a secuestrar gente.” Había acusación en su tono pero sabía que era comprensible.
“Como quieras.” Le dije pero en un tono apacible. “Descansa, Annie.” No había querido decir eso, al menos no con tanta dulzura, pero las palabras ya se habían liberado.
“¿Qué?” Preguntó y estaba seguro que más era confusión que no haber escuchado.
“Nada, solo duérmete.” Repliqué.
*****
Fue el sétimo día que al fin aparecieron noticias acerca de Annie. Una mucama llamada Silvia había llamado a la policía luego de preocuparse por su desaparición después de tantos días. El problema es que no había recompensa solo habían fotos de su rostro por todo los canales de noticias y al parecer Silvia había repartido algunos volantes en la calle. Ninguno de sus padres se había enterado o eran demasiado tacaños para ofrecer dinero. Tenía que contactarlos y hacerlos saber que su hija no solo estaba desaparecida sino también secuestrada. El celular de Annie estaba era ahora mi pertenencia y al parecer los tenía gravados a ambos como “mamá” y “papá”. Lo cual hiso del trabajo uno más sencillo. Solo les escribí a sus padres un mensaje de texto, “Tengo a su hija y espero un recompensa pronto si quieren volverla a verla.” Sabía que sonaba muy dramático y parecía sacado de una película de Hollywood pero estaba desesperado.
Al menos estaba de buen humor cuando bajé a ver a Annie.
“¿Por qué la gran sonrisa?” Preguntó confundida con los ojos recién despiertos.
“Porque estoy más cerca de tener mi recompensa y tu más cerca de regresar a tu estúpida casita de ensueños.” Le respondí encaminándome hacia ella.
“Te apuesto a que mis padres no fueron los que se dieron cuenta.”
“No. Fue la mucama Silvia.” Su rostro se apenó pero fue una tristeza conocida.
“Es una persona muy amable. Es la mucama que he tenido desde que tenía tres años. Al menos ella se preocupa por mí.”
“Mira,” Comencé con un fuerte suspiro. “como estoy de tan buen humor te voy a conceder un deseo.”
“¿En serio?” Dijo sorprendida.
“Claro que depende del deseo.” Claramente no le iba a conceder un deseo como dejarla ir o traerle agua fina.
“Quiero ducharme.” Fue lo único que dijo.
“¿Ese es tu deseo? ¿Bañarte?” Pregunté confundido.
“Estoy acá hace siete días y me siento más sucia que un puerco así que quiero bañarme.”
“Como gustes, princesa.”
Espere hasta que mi padre se fuera a la licorería para subir con Annie y llevarla hasta mi baño. Le traje otro vestido de mamá y nos encerré en el baño.
“¿No me puedes dar mi privacidad?” Me pidió.
“¿Estás loca? ¿Para que luego te escapes? No, muñeca. Relájate que no te voy a ver. Solo metete de una vez que no tenemos mucho tiempo.” Le ordené.
“De acuerdo.” Respondió derrotada.
Mientras que se desnudaba no pude aguantar no mirar. Sabía que tenía que respetarla pero ella tenía algo que muy dentro mío yo deseaba y aún no sabía por qué. Sus curvas eran perfectas y su cabello le llegaba hasta la cintura. Su suave tono rosado de piel era resplandeciente. Luego que se metiera a la ducha me quedé tarareando canciones para no concentrarme en mis pensamientos.
“Es una buena canción.” Me dijo luego de algunos minutos. Empezó a cantarla y yo le seguí la letra. “Tienes una bonita voz.”
“Mamá decía lo mismo. Siempre me hacía cantarle canciones de cuna a Campbell. También recuerdo que me suplicaba para que siguiera la carrera de música pero es una tontería. Para eso tienes que tener mucho talento o tener una apariencia perfecta y yo no…”
“Tienes una apariencia perfecta.” Me interrumpió pero supe que se había arrepentido y aunque no la veía sabía que se había sonrojado. “No quise decir eso.”
“Tranquila.” Reí. “Es una carrera muy difícil de lograr. Ahora me tengo que enfocar en ganar dinero.”
“Robando, ¿no?”
“Sip.”
“Bueno, al menos sí eres bueno en algo.”
“¿Perdón?”
“Me dijiste que no eras bueno en nada lo cual es mentira. Eres muy bueno cantando.” Dijo apagando la ducha y sacando una mano por la cortina para que le entregara la toalla.
“Sí, supongo que sí.” Le dije entregándosela.
Cuando salió de la ducha envuelta en la toalla su ojos cafés brillaban más de lo acostumbrado. Su cabello mojado estaba goteando pero eso no impidió a que me acercara a ella a colocarle un mechón detrás de su oreja. ¿Qué me estaba haciendo esta chica? ¿Por qué mi corazón galopaba cuando la miraba? ¿Por qué sentía un calor cuando la tocaba?
“No sé que me estás haciendo sentir, Annie.” Le dije en un susurro al oído antes de volver a conectar nuestras miradas.
“Yo tampoco lo sé.” Dijo respirando profundamente.
Cuando apoyé mis manos en su cuello pude sentir sus palpitaciones y estas estaban tan fuertes y aceleradas como las mías. Ese simple hecho me hiso sonreír. La mejor parte era que ella también sonrió. La pero parte, recordé nuestra situación y estas sonrisas eran imperdonables.
De pronto escuché una puerta cerrarse.
“Mi papá ya llegó. Cámbiate que tenemos que volver al sótano sin que nos vea.”
Por supuesto que si mi padre se enteraba que alguien prácticamente de la “realeza” estaba en mi custodia haría todo lo posible por obtener el dinero para el mismo y así comprar más alcohol y menos comida para nosotros. Además ni me quería imaginar las cosas que le haría a Annie.
“¿Franco?” Me tomó de la mano antes de que volviera a subir la escaleras.
“¿Sí, Annie?”
“Si tu papá me encuentra ¿me va a hacer daño?” Preguntó leyendo mis pensamientos.
“No voy a dejar que eso pase.” Le prometí. Había podido secuestrar a Annie pero sabía que no era cualquier chica y una parte de mí se estaba empezando a preocupar por su bienestar. Esa parte fue la que habló. “¿Quieres que me quede esta noche?”
Annie parecía estar luchando por sacar una respuesta y yo la comprendía. Aquí estaba su secuestrador preguntándole que si quería pasar la noche con él. Pero sentía que para ella yo no solo era un secuestrador y ese pensamiento vino de aquella brillante sonrisa que me regaló en el baño. De repente sí podíamos ser amigos, por más loco que sonara en esta situación. Yo no le iba a hacer daño, nunca lo haría.
“Sí.” Me respondió.
Entonces después de darle de comer a Annie y ayudar a Campbell con sus tareas, le expliqué a él que iba a pasar la noche en el sótano reparando algunas cosas para vender y que por favor no me interrumpiera. Él asintió obediente. Saqué un par de mantas y el celular de Annie, que lo tenía siempre cerca, y me dirigí donde Annie. Nos acomodamos en las dos mantas y cerramos nuestros ojos.
“¿No te gustaría desaparecer?” Me despertó en medio de la noche.
“No sabes cuánto.” Le respondí soñoliento.
“A veces simplemente quisiera hacerme operaciones y no dejar que ningún ojo me identifique, ponerme pelucas y salir disfrazada. Olvidarme de quien era pero seguir siendo yo misma. ¿Me entiendes?.”
“Claro que sí. Dejar tu vida atrás.” Le respondí comprendiendo exactamente a lo que se refería. “Annie, puedes hacer lo que quieras. Es tu vida, tú tomas las decisiones.”
“Eres muy sensible, ¿lo sabías?” Me comentó.
“A veces.”
“¿Crees que me pudiera acercar más a ti?” Me susurró con inseguridad y temblor en su voz.
“¿A qué te refieres?” Pregunté confundido. No sabía si se quería acercar físicamente o emocionalmente. Pero la verdad sabía la respuesta a cualquiera de las dos aunque no lo iba a admitir.
“Es que tengo frío y el calor humano es el más agradable.”
“Umm, sí, claro.” Era lo único que últimamente deseaba, estar cerca de ella. Y una vocecita en mi cabeza me susurraba que quería más eso que su dinero. Pero claro que la apagaba de inmediato porque pensaba en Campbell.
Annie se acercó a mí manta y acomodó su cabeza en mi pecho haciendo que yo, automáticamente, la envolviera en mis brazos. Se sentía tan bien tenerla así de cerca. Podía aspirar la fragancia de mi shampoo en su cabello. Sus labios estaban tan cerca de los míos que quería… quería besarla. ¿Qué carajo me pasaba? Traté de razonarlo mientras que nuestras respiraciones se apaciguaban y la realidad se desintegraba.
Me despertó el vibrador del celular de Annie, un mensaje de texto.
No tengo tiempo para estupideces, así que fastidia a otra persona que esta está disfrutando de un buen viaje.
Era de su mamá y tal y como Annie lo predijo, ella estaba de vacaciones sin importarle las noticias de su hija. Así que le escribí la respuesta.
Es mejor que vea las noticias, señora.
Como no obtuve respuesta se me ocurrió una loca idea y eso me hiso despertar a Annie.
“¿Qué pasa?” Preguntó con los ojos cansados.
“Necesito que me ayudes a convencer a tu madre que estas secuestrada.”
Hice que se sentara en la silla y lo volví a atar. Le vendé los ojos y la boca y luego le tomé una foto y de inmediato se las mandé a sus papás.
“Creo que con eso bastará.” Le comenté a Annie desatándola.
“¿Franco?” Me llamó apenada.
“¿Qué tienes, Annie?” Sus ojos estaban llorosos y sus cejas en fruncidas de pena.
“Es que… Yo… yo no quiero regresar.” Admitió.
“¿De qué hablas, Annie? Es tu familia, es tu hogar, tu no perteneces aquí.”
“Ellos no son mi familia. No se preocupan por mí. Por favor.”
“No sé que me estás pidiendo.”
“No te estoy pidiendo que me dejes quedarme pero te estoy pidiendo que me ayudes también a escapar. Nos podemos ayudar mutuamente.” Me sugirió sus ojos añorando el deseo de no volver.
“Estoy escuchando.”
“Te podría ayudar a robar o mejor aún por que no me robo a mi misma.”
“Creo que mucho tiempo aquí te hiso perder la cabeza.”
“No, no, solo escucha. Podría escabullirme a mi casa y traerte todas mis joyas de oro, hasta mi mamá tiene collares con diamantes. Con eso podemos escapar de aquí. Tú puedes irte con Campbell y yo por mi cuenta a alguna parte lejos de aquí.” Me explicó su plan. No sonaba tan mal pero si la atrapaban yo me iba a quedar sin nada.
“Hay una probabilidad que te descubran y que me quede sin dinero.”
“No lo van a hacer.”
“O podría recoger mi recompensa y llevarte a tu casa. Luego tú te robas a ti misma y escapas. ¿No sería mejor?”
“Sí, supongo que sí.” Asintió pero se veía decepcionada.
Capítulo 7
ANNIE
Lo que no quería decirle a Franco es que quería pasar más tiempo con él. No sabía de dónde habían surgidos estos sentimientos pero necesitaba su cercanía. No creía en las almas gemelas pero si lo hiciera Franco sería la mía. Nunca me había sentido así con respecto a alguien. Nunca se me había acelerado el corazón con tan solo ver a alguien o incendiado mi cuerpo con tan solo un roce. Nunca me había embrujado el rostro de alguien como el rostro de Franco lo hacía. Nunca había sentido tanta compasión y ternura hacia alguien como la que sentía hacia él. Lo necesitaba. Pero eso nunca lo podía admitir. Él solo quería mi dinero. Y se supone que yo solo quería escapar porque ahora yo era su prisionera.
“Está bien. Esperemos a leer lo que tu mamá escribe.” Me comentó Franco. Yo me senté apoyando la espalda en la pared y él me siguió y se sentó a lado mío. “Sé que dije que no me importaba pero, ¿cuál es el problema de tus padres?”
“Desde que papá empezó a ganar millones con sus negociosos se alejó de la familia. Antes jugábamos todos los días póker, que era un extraño juego para una niñita de diez años, y nos reíamos ante las trampas de mamá por siempre querer ganar todos los chocolates que apostábamos. Recuerdo que papá siempre me recogía de la escuela los viernes porque era el día en que trabajaba en casa, íbamos a tomar un helado y me llevaba a un parque de diversiones. Pero todo fue cambiando cuando el dinero fue aumentando.” Franco me miraba fijamente a los ojos mientras hablaba. Me escuchaba, realmente me estaba escuchando. Era como si mis palabras fueran esenciales para su existencia, como si lo que le contaba le traía vida. Me encantaba, me sentía importante. “Mamá nunca fue la mujer cariñosa de la familia pero al menos sí solía pasar momentos con nosotros. Luego de la gran noticia de los millones de papá, empezó a gastar en ropa, joyas en viajes. Supongo que se sentía sola porque papá ya no estaba en el marco familiar y yo no era lo suficiente para desaparecer su soledad. Y así es como una familia fue por caminos separados. Papá viaja todo el tiempo y solo nos visita en Navidad, y mamá simplemente me busca cuando quiere organizar una fiesta.” Terminé de contarle soltando un gran suspiro que había retenido por bastante tiempo y se sintió bien dejarlo ir.
“Eso es triste. Lo siento mucho.” Pensé que lo estaba imaginado pero estiró su mano y la apoyó encima de la mía. Un instantáneo cosquilleó la cubrió.
“No te disculpes si no es tu culpa.” Le sonreí débilmente. Y nos quedamos mirando por horas y horas o al menos así se sintió todo el tiempo que transcurrió hasta que mi teléfono vibró.
“Es de tu mamá. Dice que cuánto quiero.” Me anunció emocionado.
“Ahora tú has los negocios, Franco.” Le indiqué porque no sabía exactamente cuánto dinero quería.
“Sí, sí. Ya nos vemos.” Me dijo pero sin dirigirme la mirada y con los pies rápidamente alcanzando las escalares y desapareciendo detrás de la puerta.
Y me volví a quedar sola. Tenía que dejar de ver y pensar en Franco de esa manera. ES MI SECUESTRADOR, ES MI SECUESTRADOR, me gritaba para mis adentros. Y eso me repetí una y otra vez hasta que mis ojos se cerraron. Era de mañana pero me sentía tan cansada y aburrida que no me costó mucho adentrarme en mis peores y mejores sueños.
*****
“¿Estás muerta?” Sentí como alguien me sacudía por detrás. Y cuando estaba a punto de sonreírle a Franco me encontré con unos pequeños ojos pardo, eran iguales a los de Franco pero estos guardaban más inocencia.
“Tu debes ser Campbell.” Le dije levantándome del suelo.
“¿Cómo sabes quién soy?” Pregunto asombrado.
“Franco me ha hablado de ti.”
“Eres muy bonita. ¿Eres la novia de Franco?”
“¿Qué? No, yo no soy su novia. Soy… yo soy…”
“¡Campbell! ¿Qué haces acá? Te dije que no vengas al sótano.” Franco empezó a bajar por la escalares regañándole a su hermanito.
“Perdón, Franco. Es que te estaba buscando. No entiendo mi tarea de literatura y sé que tu eres bueno en eso.” Le explicó Campbell.
“Bueno, sube al cuarto y te ayudo ahí.”
“Yo también soy muy buena con las letras.” Le comenté a Campbell ganando una mirada matadora de Franco.
“¿Me podrías ayudar?” Pregunto entusiasmado.
“Por supuesto.” Le sonreí aún con Franco odiando la idea.
Hicimos algunos ejercicios de sinónimos y antónimos y luego me empezó a hablar acerca de sus amigos. De cómo todos los días jugaban en los columpios de su escuela y jugaban a ser astronautas y que llegaban hasta las estrella, hasta la luna y, su favorito destino, hasta Saturno. Era tan adorable y como Franco me había dicho, tenía una gran imaginación. Sus rulos eran brillantes y se sacudían cada vez que volteaba a mirarme a mí y luego a Franco mientras que nos relataba sus aventuras. Era un niño precioso e inteligente. Tenerlo cerca ya me traía ternura. Y luego volvió a pasar. Lágrimas empezaron a acumularse en mis ojos y no podía retenerlas.
“Campbell por qué no vas a terminar tus tareas arriba.” Le dijo Franco notando mi estado de ánimo. Campbell siguió las ordenes de Franco de inmediato y subió por las escaleras. Luego se acercó a mí y se sentó a lado mío. “¿Estás bien?” pregunto dulcemente.
“Sí, sí. Todo bien.” Mentí.
“Entonces, ¿por qué estás llorando? Nunca te había visto llorar. Extrañas tu casa, ¿no?”
“Sabes que no es eso.”
“¿Qué es?”
“Franco, ni siquiera yo lo sé. No sé por qué a veces cuando veo a un niño lloro o me pongo sensible. Adoro a los niños pero tienen ese efecto en mí. De repente me pasó algo con un niño en mi vida pasada.”
“¿Qué? ¿De qué hablas?” Preguntó en vuelto en una gran confusión.
“Bueno, yo tengo una creencia y es que nuestra alma pasa por varias vidas. En cada vida vives experiencias que pueden tener repercusiones en la siguiente.”
“Eso es interesante.”
“Es lo que yo creo.”
“Yo creo que morimos y simplemente desaparecemos.”
“Eso es triste.” Le comenté.
“Bueno, eso es lo que yo creo.” Se paró y me estiró la mano para ayudarme a levantarme. “¿Te sientes mejor?”
“Sí, creo que sí.” Le respondí mientras que él ya se alejaba.
“No creas que me olvidé de la estupidez que acabas de hacer. Annie, Campbell es de encariñarse con las personas como tú y no quiero que se desilusione cuando te tengas que ir.”
“¿Personas como yo?” Le pregunté levantado una ceja.
“Tú sabes, dulces...” Enganchó una firme mirada con la mía. “Buenas personas, valientes, fuertes y…” Sacudió la cabeza y volvió a mirarme, yo ya estaba sonrojada. “No lo vuelvas a hacer.”
“Lo siento.” Me disculpé tomando un paso hacia él. “No lo voy a volver a hacer.” Tomé otro valiente pasó más cerca a él. “Una persona como yo, amable y buena nunca volvería a ilusionar a un niñito como Campbell.” Cuando ya no había más espacio que reducir nuestros labios estaban a centímetros de colapsar en uno.
“Annie, ¿por qué me haces esto?” Dijo aguantando la idea de sentirme. Pero él no era tan fuerte como al parecer yo era porque cubrió mis mejillas con sus manos. Estaba acercándose más a mí cuando de pronto paró. “No puedo.” Declaró apenado. “Annie, ya pedí la recompensa.” Me susurró en los labios. “En dos días te llevo con tu mamá y yo obtengo mi dinero. En dos días ya no te voy a volver a ver.” Mi corazón se congeló. Sacudí sus manos de mis mejillas y me alejé de él.
“¡Bueno, esa es tú decisión!” No sabía de dónde me había salido el coraje de gritarle de esa manera. Él pareció herido y murmuró algo que creí fue una disculpa. Subió las escaleras y me dejó de nuevo en vuelta en lágrimas.
ES MI SECUESTRADOR, me repetí de nuevo.
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Capítulo 8
FRANCO
Cuando subí al cuarto Campbell ya estaba dormido en su cama así que me salvé de una larga explicación de quién era Annie y que hacía en nuestro sótano. Aunque sabía que tarde o temprano iba a tener que contarle. También me ahorré de explicarle por qué mis rostro estaba apagado y derrotado. ¿Cómo le iba a contar que no quería que Annie se fuera del sótano? ¿Cómo le explicaba que estaba empezando a tener sentimientos hacia la persona que secuestré? Por que eso era exactamente lo que estaba pasando, estaba empezando a querer a Annie. Con lo poco que había hablado con ella era increíble lo mucho que me atraía estar cerca suyo. Ella era tan simple, y diferente, era cariñosa y gentil. Y el gran extra era que era hermosa. Pero no podía seguir pensando de esta manera. Estaba muy cerca de obtener un millón de dólares, suficiente para mantenerme a Campbell y a mí por un buen tiempo mientras que conseguía otras maneras de obtener dinero.
Al abrir los ojos Campbell ya se había ido a la escuela entonces decidí llevarle el desayuno a Annie. No sabía por qué estaba nervioso de verla. Decidí caminar a la tienda cerca de mi casa para comprarle otra cosa que no sea un simple panecillo.
“Hola, John.” Saludé al vendedor que lo conocía desde que tenía uso de memoria.
“¿Qué hay, Franco? ¿Te puedo ayudar en algo?” Sus ojos tenían perdida de color pero eran amables.
“Dame un paquete de huevos, pimientos rojos, champiñones, más panecillos y, ¿tendrás tocino?”
“Por supuesto.” Me respondió dándome la espalada y buscando mi pedido.
Mientras esperaba vi un ramo de rosas blancas. Por alguna razón el color me hizo acordar a Annie.
“¿Cuánto por una rosa?” Le pregunté cuando me entregó toda la comida.
“Llévate una. A ella le va a encantar.” Su respuesta me dejó helado. Mis músculos se tensaron y no sabía qué podía llegar a hacer si alguien se enteraba que tenía a Annie cautiva. “Crees que no sé que todo esto es por una chica. Hace mucho que no compras tocino y menos una rosa, al menos no desde…”
“Lo sé.” No desde que mi madre muriera. “Pero este es nuestro secreto. No quiero que pienses que soy romántico o que hago ese tipo de estupideces.”
“Mis labios están sellados.”
Dirigiéndome a mi casa me quedé pensando en mi mamá. Recuerdo lo mucho que amaba el tocino. Le encantaba los desayunos. Decía que era el alimento más importante del día. Siempre no hacía sentarnos a los tres para comerlo juntos. Mis días favoritos eran los sábados porque papá se iba de caza desde temprano entonces el desayuno era solo mamá y yo porque esto era antes de que Campbell naciera. Preparaba unos omelettes deliciosos con pimientos y champiñones y luego hacia un tocino espectacular. Me fue enseñando como prepararlos. Pero en verdad no lo hacía hace mucho. Creo que la última vez fue cuando Campbell cumplió cinco.
La extrañaba tanto.
A ella le hubiera encantado conocer a Annie, la hubiera llegado a querer como yo la… ¡Dios, que estaba pensado! No la podía querer, no podía hacer estos gestos como llevarle una rosa.
De inmediato tiré la rosa y seguí caminando.
Llegando a mi casa preparé el desayuno sin el mismo ánimo que tenía al despertar. Al menos le tenía que dar de comer si no iba a seguir adelgazando como ya lo había estado haciendo.
Pero cuando bajé Annie ni me quería mirar a los ojos.
“¿Al menos puedes comer tu desayuno?” Le pregunte con la máxima amabilidad que podía dar.
“No tengo hambre.” Dijo arrastrando la bandeja de comida hacia mí. No entendía por qué estaba tan molesta y actuaba de una forma tan obstinada. Quizás…
“Annie, ¿tú sientes algo por…?” No sabía cómo ponerlo. Era imposible que ella estaba sintiendo lo mismo que yo, era imposible que se estuviera enamorando de alguien como yo y menos aún si era yo el que le impedía salir de este sótano. “¿Por…los pimientos? Porque puedo quitarlos.”
“No, la verdad me encantan.” Dijo después de soltar un fuerte suspiro.
“Usé la receta de mi mamá. Creo que te va a encantar.” Le comenté. Por fin ella acercó el plato hacia ella y empezó a comer.
“Está delicioso.” Dijo aún con la boca llena y entusiasmada de saborear.
“Te lo dije.” Le recordé recibiendo un ligero gesto de molestia por parte de ella. “Mira, siento mucho por toda esta situación. Ya te dije que no era parte del plan secuestrarte. Yo solo quiero a mi hermano fuera de esta casa.”
“Te entiendo.” Me asombré a su respuesta. Esta chica debía odiarme pero actuaba como si sintiera todo lo contrario. “En serio, Franco, no te tienes que disculpar. Si tuviera un hermano también lo protegería con mi vida.”
“Gracias.” Annie era realmente increíble.
“¿Cuántos años tienes?” Me preguntó curiosa.
“Diecinueve recién cumplidos.”
“Casi.” Sonrió. “Te había calculado unos veinte.”
“Desearía ser mayor de edad así sería más fácil obtener la custodia de Campbell y no tendría que escapar con él.”
“¿Por qué no denuncias a tu padre?” Me sugirió mientras que yo me acomodaba a su lado.
“Si lo denuncio y llego a ganar el juicio mandarían a Campbell a una casa adoptiva y yo por mi lado podría elegir tener mi propio departamento o estar en una casa adoptiva. Pero nunca podría saber si estaríamos en la misma y tampoco si nos tocaría una buena familia. En conclusión, escapar es la mejor forma.”
“¿Y si los atrapan?”
“Dudo que nos busquen en primer lugar.”
“¿Tú cara no está entre los más buscados?” Sonrió.
“Soy muy sigiloso al robar.” Eso produjo que Annie reventara en carcajadas.
“Franco, cuando te conocí le disparaste dos balazos al señor de la gasolinera.”
“Bueno ese idiota me estaba colmando la paciencia. Pero al menos llevaba puesto una máscara.”
“¿Eso haces siempre? ¿Les disparas a la gente?” Su tono se entristeció y vi las ansias en sus ojos a que mi respuesta sea un no.
“No.” Reinó un alivio en su semblante. “Estaba teniendo un mal día porque mi padre había encontrado la mayoría de mis ahorros y como siempre los había gastado en licor.”
“Igual esa no era escusa para mandar a un inocente al hospital.”
“Lo sé.” Annie se estremeció en su sitio y sentí su incomodidad de estar a lado de un psicópata. “Mira, te prometo que no le voy a volver a hacer daño a nadie más. Por ti.” Agregué estúpidamente pero eso hizo que sonriera.
“¿Y qué más vas a hacer por mí?” Preguntó pícaramente dándome una codazo en la parte lateral de mi abdomen. Yo reí y la esquivé de repente. “Espera…” Oh no. “Creo que alguien es cosquilloso.”
“Annie ni te atrevas a…” Pero antes de que pudiera terminar la advertencia, Annie me tacleó al suelo acomodando sus rodillas alrededor de mis piernas. Y, sin importar lo que le había tratado de decir, empezó a hacerme cosquillas en todo el cuerpo. Yo solo me estremecía en el suelo sin poder quitármela de encima. “Para…para, por…favor.” Las lágrimas de la risa ya empezaban a humedecer mis ojos. Y ni un vano recuerdo se asomó a mi mente de cuándo había sido la última vez que me había reído así.
Con las fuerzas que tenía agarré ambas muñecas de Annie y cambié de posición con ella siendo ahora yo el de encima.
“No te gusta seguir mis ordenes. ¿no?” Le dije entre sonrisas.
“No nací para seguir las ordenes de un hombre. Claro que si lo pides con amabilidad puedo considerarlo.” Me respondió debajo mío.
Era hermosa, absolutamente hermosa. Solo podía pensar en besarla, ahora. Pero sentía que me iba a arrepentir. Mañana regresaba a su mansión y yo de vuelta al plan de mi escapatoria con Campbell. Así que me paré y le ofrecí la mano para que ella hiciera lo mismo.
“¿Estás bien?” Preguntó preocupada por mi cambio de rostro.
“Sí, todo bien.” Traté de sonreír. De repente no podía besarla pero sí disfrutar los últimos momentos que me quedaba con ella. “¿Qué quisieras hacer?”
“¿Qué?” La confusión era notoria en su cara.
“Bueno, uhm, mañana te vas. Así que pensé que de repente podíamos hacer algo.”
“¿Algo como qué? ¿Una cita?” Río. “Creo que eso no sería una buena idea.”
“Supongo que tienes razón.” Dije apenado.
“Pero…” Se quedó pensando por unos segundos. “Podrías cocinarme algo y podemos comer aquí con Campbell.”
“¿Y quién te dijo que cocino?”
“Tus deliciosos omelettes.”
“Está bien, está bien. Pero deja a Campbell fuera de esto. Como ya te lo había dicho, no quiero que se encariñe contigo.”
“Bueno, entonces quiero que me cocines y de postre quiero helado. Esa es mi ultima petición.”
“¿Ahora tú me pides cosas a mí?” Mientras que ella asentía yo me acerqué sin despegar la mirada. “Te daría lo que quieras, Annie.” Y era cierto. Me hubiera gustado tener millones y poder comprarle joyas y chocolates finos con el simple hecho de recibir una sonrisa de su parte. Pero esta era la realidad, ella podía conocer a alguien así. Merecía conocer a alguien así. “¿Quieres un último baño?”
“Por favor.”
Esta vez solo cogí un pantalón de mamá y decidí darla una camiseta negra mía. Por alguna razón me emocionaba verla con algo de mi ropa puesta. Sabía que de esta forma me estaba torturando pero no podía aguantarme, el deseo y incendio que llevaba dentro cuando la veía era muy fuerte. Quería quedarme a su lado…
Esta vez le di su privacidad y la dejé sola en el baño. Y cuando salió mis ojos se dilataron, se veía tan sensual en mi camiseta. No sabía por qué pero sus ojos siempre parecían brillar cuando salía de la ducha pero yo quería mentirme a mí mismo y decir que brillaban por mi proximidad.
Cuando bajamos al sótano no quedamos conversando. Le pregunté cuáles eran sus platos favoritos para saber que iba a cocinar esta noche y después de que me mencionara cada uno de ellos (y eran bastantes) decidí sorprenderla con un delicioso plato de espagueti al Alfredo que mi mamá me enseñó a cocinar.
“¿No tenías amigos en tu escuela?” Me preguntó cuando llegamos al tema de las clases.
“Digamos que me peleaba con todo el mundo así que me dejaban en paz. Nadie quería acercarse a mí.” Le expliqué.
“No sé porque nadie quisiera estar contigo.” Me dijo acariciando mi mejilla. “¿Qué chica no se acercaría a ti?”
“O, créeme, las chicas si se acercaban.” Recibí un gesto molesto y una volteada de ojos. Era un gran idiota. “Perdón, no quise decir eso.”
“Ya arruinaste el momento.” Me respondió alejándose un poco de mí.
“Ninguna era como tú.” Eso hizo que le llamara la atención pero igual mantuvo su lejanía. Suspiré profundamente. “Voy a ir a comprar los ingredientes. Nos vemos en la noche.”
Fui de nuevo donde John para comprar los fideos, los ingredientes de la salsa de Alfredo y decidí hacerle una pequeña ensalada de pimientos ya que ahora sabía que le encantaban. Y por supuesto le compre helado, un litro para ser exactos. Estaba gastando muchos de mis ahorros por esta chica pero no me molestaba, solo quería ver su rostro al ver todo esto. Esta vez sí decidí llevarle la rosa.
Estuve cocinando por horas cuando de repente escuché pasos acercándose. Campbell ya estaba en su cuarto haciendo sus tareas y mi papá nunca se despegaba del televisor. Al parecer el aroma lo atrajo por que vi su horripilante rostro al darme la vuelta.
“¿Qué carajo crees que estás haciendo?” Preguntó con su voz áspera y embriagada.
“La cena. ¿Qué te parece a ti?”
“En primer lugar no me hables así, mocoso.” Me sujetó fuerte de la muñeca haciendo que mi rostro mostrara una débil mueca de dolor. “¿Crees que puedes cocinar como ella? ¿Crees que puedes mantenerla con vida?” Era la primera vez que mi papá me veía cocinar las recetas de mamá. Nunca me había pillado dándole de comer sus recetas a Campbell. Rara vez cocinaba, casi siempre compraba hamburguesa o una pizza.
“Hoy felicitaron a Campbell por ser el mejor estudiante. Quise hacer una celebración.” No estaba mintiendo, a Campbell sí lo habían felicitado pero esta cena no era para él.
“Tú si que eres un buen hermano, ¿no?” Río burlón. “Supongo que la rosa es para mí.” Mi corazón dejó de palpitar. “¿Tienes una novia, mocoso?”
“No, por supuesto que no. Es para la profesora de Campbell.”
“No creo que la quiera. Así que no le importara que haga esto.” Agarró la rosa y la estrelló contra el suelo mientras que la pisaba. “Tampoco creo que Campbell quiera comer, así que no le importará que haga esto.” Sujetó las ollas y estas también las lanzó al suelo. “Ahora, limpia todo.” Rió.
Quería matarlo en este mismo instante. Mi pistola no estaba lejos de mi alcance. Pero si comenzaba una pelea con él no sabía quién iba a ser el ganador y no estaba listo para despedirme de Campbell ni de Annie. Así que lo dejé pasar como un completo débil.
Después de limpiar todo el desorden me reinó una rabia. Todo mi esfuerzo para impresionar a Annie se habían ido a la basura. Al menos quedaba el helado.
Cuando bajé al sótano vino corriendo a mis brazos haciendo que mis pasos se atrasaran. Tenía las manos ocupadas como para devolverle el abrazo pero acurruqué mi cabeza en la curva de su cuello. Cuando se despegó acunó ambas de sus manos en mis mejillas.
“¿Estás bien?” Tenía una clara preocupación en el rostro lo que hizo que ese fuego que sentía dentro mío se incendiara aún más.
“Sí, tranquila.”
“Cuando escuché objetos estrellándose pensé que tu papá te estaba haciendo algo. No sabes las ganas que tenía de querer subir y…”
“No, nunca te lo hubiera perdonado. Nunca subas, Annie. No sabría que te podría hacer. Nunca me lo perdonaría.”
“Está bien. ¿Me quieres contar qué pasó?”
“Digamos que arruinó nuestra cena pero no nuestro helado.”
“La verdad eso era lo que más quería.” Me sonrió y nos sentamos apoyando nuestras espaldas en la pared.
Mientras que nos terminábamos todo el helado, nos quedamos conversando de la vida en sí. Nuestro gustos, nuestro disgustos. Nuestras creencias, nuestros miedos más grandes. Era increíble pero ya eran las cuatro de la mañana y aún tenía las energías de quererla escuchar.
“¿Te quieres quedar esta última noche?” Me preguntó luego de un largo bostezo que obviamente me contagió.
“Por supuesto.”
Bajé las mantas y nos acomodamos en el suelo. Esta vez sin preguntar, Annie apoyó su cabeza en mi pecho. Yo la envolví entre mis brazos.
“Cántame una canción, Franco.” Me pidió con dulzura.
“No creo que…”
“Cántame.” Esta vez fue una orden la cual me hizo reír.
Así que la obedecí. Y le canté una canción de la banda favorita de mi mamá, The Beatles. La velocidad de sus párpados disminuía y se hacía más pesada. Y poco a poco mi voz la arrulló a otro mundo.
*****
El punto de encuentro era la gasolinera donde secuestré a Annie. La hora era a las diez de la mañana, solo faltaban setenta minutos. Minutos de estar con ella. Eso era lo que nos iba demorar llegar hasta allá así que la desperté de una vez por todas. Sus grandes ojos cafés me dieron la bienvenida, la última bienvenida.
“Ya nos tenemos que ir, Annie.”
Ella se levantó con un semblante apenado y me siguió sigilosamente hasta mi auto. Y arranqué hasta el final de nuestros días juntos.
La observaba tan hermosa recostada en el asiento delantero, irritado de que tuviera que vendarle los ojos y no poder admirar su destello. Nunca había sentido esto por nadie. No podía alejarme de ella, no podía…
Y luego, repentinamente pensé… ¡AL CARAJO TODO!
Frené de golpe y di media vuelta a tan solo dos cuadras del punto de encuentro con su mamá. Solo manejé y manejé. Sabía que podía hacer esto. Podía escapar con Annie y Campbell.
Pero de repente pensé que quizá Annie no estaba de acuerdo conmigo. Así que estacioné bajo un puente. La saqué del auto y encerré ambas de sus muñecas con mis manos estrellando su espalda contra la pared más cercana.
“Dime que quieres estar conmigo, dime que me necesitas.” Le ordené juntado mi frente con la suya pero sin desconectar nuestras miradas. Su rostro se apenó y en frunció las cejas con tristeza. No sabía si era miedo o dolor lo que hicieron que sus ojos se humedecieran pero no me importó, quería escucharla decirlo. Necesitaba escuchar esas palabras salir de sus labios, esos labios que me perseguían todas las noches y admiraba todos los días. “Dilo, por favor.” Le susurré en súplica juntado más fuerte nuestras frentes.
“Te necesito.” Soltó en un suave suspiro.
Y con tan solo esa respuesta sentí que mi ser levitaba. Algo en mi pecho florecía y mi corazón palpitaba con energía. No pude reprimir morderme el labio inferior y acariciar sus mejillas, secando sus lágrimas con mis pulgares.
“No quiero alejarme de ti.” Admití. Su cercanía me traía la paz que nunca tuve y que quería tener para siempre.
“Entonces no lo hagas.” Y no lo pensaba hacer así que nos uní aún más al rozar mis labios con los suyos.
Sería mentira decir que fue solo un roce porque la verdad saboreé cada centímetro de su boca, de sus rosados labios. Nuestras respiraciones se agitaban pero ninguno de los dos quería detenerse. La elevé hacia mí para que pudiera enredar sus piernas en mi cintura y eso fue exactamente lo que ella hizo como si nuestras mentes trabajaran en equipo. Acarició mi pecho con gentileza antes de enredar con fuerza sus dedos en mi cabello. Yo solo pude desearla aún más.
“Lamento decirte esto, Annie, pero ahora estas atascado conmigo.” Le comenté y ella me respondió con la sonrisa más brillante que había visto.
“No lo quisiera de otra manera.”
Nos subimos al auto y mientras que manejaba nuevamente hacia la casa recibí un mensaje de texto del teléfono de Annie. Era de su mamá.
¿Dónde está mi hija?
Cambio de planes, perdiste tu oportunidad de disfrutar de una chica como Annie. Ahora es mi turno. Le repliqué.
Mira pervertido... Comencé a leer pero arrojé el teléfono por la ventana. No lo había dicho con un significado pervertido. No pensaba día y noche en acostarme con Annie, simplemente pensaba pasar día y noche con ella. Estar a su lado y no separarme de su presencia.
Capítulo 9
ANNIE
Manejamos por horas y horas. No sabía si ya confiaba en mí como para no volverme a cubrir los ojos pero hasta ahora no lo había hecho. Eso era un avance.
“¿A dónde vamos?” Pregunté.
“No tengo la más remota idea.” Me contestó sin despegar su mirada del camino. Parecía nerviosa, tenso, algo agotado también.
“Franco, ¿estás bien?”
“Sí, Annie.” Pero su tono fue glacial y su músculos tensos decían todo lo contrario.
“Puedes decirme la verdad.” Le aseguré con un dulce tono.
“No sé que carajo hacer.” Admitió gruñendo pero luego soltó un gran suspiro. “Ya decidí que no me voy a alejar de ti pero ahora no sé que hacer con Campbell. Iba a obtener una gran cantidad de dinero por ti pero ahora regresé a la idea de robar en gasolineras y a turistas y así no puedo vivir.”
“Podríamos jugar a la lotería, de repente podemos ganar.” Traté de animarlo con mi falso optimismo.
“Annie, estoy hablando en serio.”
“Franco, estamos juntos en esto. Yo puedo meterme a hurtadillas a mi casa, traer muchas joyas, tú puedes seguir robando o hasta me puedes enseñar a cómo robar. ¡Seríamos como Bonnie y Clyde!”
“Tranquila, tigresa, que no vamos a matar a nadie. Recuerda que te prometí no herir a nadie más.”
“Lo recuerdo.” Le sonreí y le di un suave apretón a la mano que ahora descansaba en mi pierna. “Mira, no sé qué podemos hacer pero sé que vamos a lograr escapar de nuestras realidades.” Franco frenó de pronto y me recorrió un pequeño temor de que haya cambiado de opinión pero un cálido beso suyo en mis labios me calmó.
“Tú ya me ayudaste a escapar, Annie. Ahora tenemos que ayudar a Campbell.” Dijo seriamente. “Vas a tener que entrar a tu casa. Y voy a tener que enseñarte a como robar sigilosamente.”
“¡Somos Bonnie y…!” Empecé a gritar antes de que me cubriera la boca.
“Annie.” Me miro molesto.
“¿Qué? Bueno, bueno, somos los buscados Annie y Franco.” Siguió con el rostro molesto y volteó los ojos. “A menos que me hayas mentido y tu nombre no sea Franco.”
“Mi nombre sí es Franco.”
“Muy bien así que aquí comienza las aventuras de los ladrones enamorados Annie y Franco.”
“¿Enamorados?” Sentí como mis palpitaciones se aceleraban. No había querido decir eso. Sentía que no podía estar lejos de Franco pero, ¿eso significaba que estaba enamorada de él? Yo creía que sí pero no estaba lo suficientemente segura como para decirle.
“Así es más dramático.”
“Lástima que esa sea la única razón.”
“¿A qué te refieres?” Y otra vez sentía una pesa encima de mi pecho.
“Annie, sé que te conozco hace pocos días pero no soy un imbécil que lucha con lo que siente.” Se quedó mirando por un rato y sentía como mis estómago se quemaba con el fuego abrasador que su mirada me regalaba. “Annie, estoy enamorado de ti.” Me lo había dicho y mi boca no podía estar más cerca de tocar el suelo.
¿Cómo pasas de temer a amar a alguien? Estaba familiarizada con la opuesta reacción. De amar a temer. Recuerdo que a los quince años era amiga de Theresa Jones. Éramos inseparables. Y, sí, la quería mucho. Pero luego el chico por el cual ella babeaba me invitó a salir sin que yo lo indujera pero igual Theresa me odio desde ese instante y luego de eso me hizo la vida imposible. Me daba miedo su cercanía y la odiaba por ello. Hasta que el trabajo de papá dio frutos y fue declarado uno de las personas más millonarias del país. Me cambiaron de escuela y para mi sorpresa fue Theresa la que organizó mi fiesta de despedida. Presencié en sus acciones las primeras evidencias de la codicia del ser humano. Y fueron las de mis nuevas “amigas” las segundas. ¿Cómo eran tan jóvenes y con tanta sed de dinero y objetos valiosos?
Pero ahora presencié del temor al amor. Sí, estaba enamorada de Franco. Quería gritarlo a los cuatro vientos y sobarle en las caras de mis supuestas amigas que había encontrado a un chico increíble que, sí al principio me buscó por mi dinero, pero ahora había dado una gran oportunidad por mí.
“Yo también, Franco. Yo también.” Le sonreí genuinamente y luego de nuestra confesión siguió una travesía de besos cálidos, mojados, dulces, apasionados.
Capítulo 10
FRANCO
Annie tenía razón. Si queríamos dinero rápido ella tenía que escabullirse dentro de su propia casa y robar unas cuantas joyas. También, odiaba la idea, pero tenía que enseñarle mis tácticas de robo. Juntos íbamos a conseguir el dinero suficiente para salir del país con Campbell.
“Te voy a obsequiar algo.” Le dije encerrándonos en el sótano. “Annie, solo la vas a usar en casos de emergencias, ¿de acuerdo?” Al asentir le enseñé entre mis manos una pequeña cuchilla que siempre conservaba cerca. Pero ahora ella necesitaba algo con que defenderse si el peor de los casos llegaba.
“No sé si deba…” Dijo nerviosa haciéndome saber que la idea de herir a alguien con sus propias manos le aterraba.
“No la tienes que usar si no es necesario, solo no quiero que nadie te haga daño.” Con eso Annie la recibió. “Ahora, desarrollemos el plan. ¿Cómo planeas entrar a tu casa sin que te vean?” Me daba nervios mandarla, no quería que la descubrieran. Pero ahora no era el dinero lo que me daba molestia perder, era ella. De seguro que si alguien la veía iban a atraparla y ya nunca más la volvería a ver.
“Tranquilo, tengo todo planeado.” Me calmó como si hubiera leído mis pensamientos de preocupación. “Alrededor de la casa hay muchísimos arboles plantados y para mi gran suerte hay uno pegado a la ventana de mi cuarto. Sus ramas literalmente entran por mi ventana. Es muy práctico como escalera y a la hora de bajarlo puedes saltar fácilmente las rejas como las puedes subir también. Así siempre me escapaba cuando me peleaba con mi mamá y me castigaba en mi cuarto. Nadie sabe de ello. Solo hay un problema. Hay una cámara de seguridad apuntando esa esquina.”
“De eso no te preocupes, yo me encargo de ella.” Había visto en una película como usaban una cámara de fotos para tomar una foto de la vista de la cámara de seguridad y luego simplemente la pegaban sobre ella. “¿Adentro no hay cámaras?”
“No hay ninguna en mi cuarto, la hice desinstalar hace mucho tiempo porque el mayordomo me vigilaba mientras que me cambiaba.” Hizo un gesto de repugnancia. “Pero me preocupa el del pasadizo que lleva al cuarto de mi mamá.”
“Annie, creo que vas a necesitar una máscara.” Fue extraño pero Annie le sonrió a la idea. Ella sí que estaba tan loca como yo. “Y también vas a tener que ser muy rápida. Yo te voy a estar esperando abajo en el auto.”
“Pero si no vas a cubrir las cámaras de adentro, ¿por qué cubrir la de afuera?”
“Porque siempre son las cámaras exteriores las que son más vigiladas. Entrar va a ser lo sencillo, salir es lo que me preocupa.”
“Calma, todo va a salir bien.”
“No lo sabes.” Annie se aceró y enmarcó mis mejillas con sus manos.
“Franco, esta no va a ser nuestra última noche juntos.”
“¿Qué pasa si sí la es?” Pregunté con tristeza. Todo podía salir mal mañana, todo mi mundo podía derrumbarse en tan solo horas.
“Entonces hazme tuya esta noche.” Mis ojos se abrieron con una rapidez e intensidad increíbles.
No me podía estar pidiendo lo que yo creía que me estaba pidiendo. Era imposible que estaba deseando lo mismo que yo deseaba. Por eso no asumí nada, omití lo que me había dicho y le pregunté con el corazón a punto de estallar:
“Annie, ¿te puedo hacer el amor?” No me respondió, simplemente me besó con ternura. Enredó sus dedos en mi cabello y yo la sujeté de la cadera. Mis manos empezaron a saborear su suave y cremosa piel. No podía resistirme a ella, era una droga y yo era un adicto.
Suerte que ya había acomodado las mantas previamente a este encuentro. Suavemente la recosté en ellas mientras que le quitaba mi camiseta negra. Con gentileza ella me quiso librar de mi camisa pero yo la detuve.
“¿Qué pasa, Franco?” Preguntó preocupada.
“Aún no. Aún no puedo enseñarte lo que hay debajo de ella.” Admití esperando a que me entendiera.
“Está bien.” Dijo mandándome una gentil sonrisa.
Dios sí que deseaba estar con esta mujer. Mientras que el resto de la ropa desapareció nuestras respiraciones se fueron agitando.
“¿Estás segura?” Verifiqué antes de que el acto pasara.
“Solo quiero estar contigo.” Dijo afirmando mi pregunta.
Mientras que me uní a ella una presencia de dolor cubrió su semblante. Quise detenerme pero ella se empezó a mover a mi ritmo. Me repetía que estaba bien pero notaba como sus ojos se humedecía.
“Annie… ¿es… tu… primera vez?” Pude espetar con el deseo de seguir en la garganta.
“Eso no es importante.” Dijo con los ojos cerrados.
“Por supuesto que sí, Annie. No quería hacerte daño.”
“Créeme que no me estás haciendo daño. Por eso no te lo dije, no quería que te preocuparas, no quería que tengas extra cuidado conmigo.”
“Eres muy valiente.” Sonreí débilmente plantándole un beso en la punta de su nariz. “Te amo.” Le volvía a confesar mientras retomaba mi ritmo.
Y fue una mezcla de deseo, pasión, amor y sudor las que nos mantuvieron despiertos hasta tarde esa noche. Sentirla tan cerca me devolvió una vitalidad que pensé que había perdido cuando mamá murió. Nunca iba a parar de repetirme que Annie era un ángel, un ángel que mi mamá me mandó.
A la mañana siguiente fui a la tienda de seguridad para comprar una cámara especial que tomara en la misma calidad que las cámaras de seguridad. Suerte que no era costosa porque mis ahorros disminuían cada vez más. También pasé por una tienda de disfraces y le compré unos guantes y una máscara a Annie.
Teníamos una ventaja y era que ni su papá ni su mamá se encontraban en casa. El problema era que eran millonarios y al parecer lo millonarios tienen cinco mucamas y dos mayordomos.
Mientras que Annie se alistaba yo no dejaba de temblar. Nunca había temblado, ni cuando robaba. Supongo que estaba realmente aterrado de perderla. Y ella no era como el dinero, a ella ya no la iba a poder recuperar.
El camino era largo, como una hora en auto. Toda una hora de torturarme con las imágenes de los peores escenarios que podían suceder en minutos. La estaba poniendo en peligro.
“Yo también lo quiero hacer, Franco.” Me aseguró leyendo mis pensamientos. “No me estás obligando a hacer nada. Yo también quiero ayudarlos a escapar de esa casa y salir del país. Contigo y Campbell.” La tomé de la mano y le di un suave apretón.
Cunado llegamos a una cuadra de su casa sentí que todo mi ser estaba inundándose en sudor. Traté de respirar profundamente y pensar en Campbell.
“Es por allá.” Me señaló una esquina de la casa.
Como lo había dicho habían arboles cubriendo todas las rejas. Ubiqué rápidamente la cámara de seguridad y tal como lo había visto en la película, tomé la foto de la vista de esa cámara y la coloqué en frente. Antes de que soltara a Annie le di un fuerte beso en sus rosados labios y le supliqué a la persona que se encargaba de nuestros destinos que ese no fuera el último.
Ahora era el turno de Annie.
Capítulo 11
ANNIE
Había podido actuar tranquila al frente de Franco pero en verdad tenía el corazón en la garganta. Estaba a punto de robarle a mi propia familia para poder escaparme del país con un chico que me secuestró y que apenas conocía. Pero la cuestión era que Franco no era un desconocido y menos aún un secuestrador. Lo amaba, sonaba loco, sonaba patético pero era cierto. Era una incertidumbre averiguar cómo funcionaba el amor, cómo funcionaban los sentimientos pero igual aprendimos a vivir con ellos, a aceptarlos. Y yo acepté lo que sentía hacia Franco. Por eso con toda mi valentía surcando cada vena de mi cuerpo trepé el árbol y empecé a subir por sus ramas hasta mi cuarto.
Llegué agitada hasta mi ventana. No era muy difícil de abrirla, solo tenía que deslizarla. Dudaba que alguien había entrado a mi cuarto a ponerle el seguro y lo confirmé cuando entré fácilmente por ella. Mi cuarto estaba intacto, tal y como lo dejé. Un pensamiento se me cruzó por la cabeza. ¿Mi mamá habrá llorado por mí? ¿Habrá venido a mi cuarto y habrá recordado cómo era verme allí echada en mi cama? Pero era estúpido pensar que sí lo había hecho. A ella yo no le importaba y es por eso que este plan también funcionaba como venganza.
En la mochila que me dio Franco metí unas cuantas camisetas, ropa interior y un pantalón. De ahí arrojé dentro todas mis joyas, hasta el collar de oro con un pequeño rubí incrustado que papá me regaló cuando sus millones empezaron a brotar y su conciencia me empezó a olvidar.
El siguiente paso era el que me ponía los pelos de punta. Ir hasta el cuarto de mi mamá. Me puse la máscara y respiré profundamente antes de abrir la puerta de mi cuarto que daba al pasadizo. De puntillas guié mis pasos hacia el cuarto de mis padres, que realmente era solo de mi madre porque papá nunca estaba en la casa.
Un alivio reinó mi cuerpo cuando cerré su puerta. Nadie me había visto y como no había sonado la alarma nadie había estado viendo los videos de vigilancia. Me preguntaba en donde estaba mamá en estos momentos. Probablemente en una fiesta o en otro de sus costosos viajes. Ya no me importaba.
Rebusqué entre sus cajones los billetes que siempre escondía en caso de emergencia. Pude encontrar dos mil dólares. ¿Quién tenía dos mil dólares en su mesa de noche?
Después ataqué sus joyeros. Acá estaba el pasaje de los tres y comida por al menos un año. Joyas de diamantes, oro, rubíes y muchas piedras preciosas. Una sonrisa de escabulló entre mis labios. Le estaba ahorrando todos los problemas a Franco. Metí todo dentro de la mochila y a hurtadillas regresé a mi cuarto pero de pronto escuché pasos y mi cuerpo se congeló. No podía moverme. Mi cerebro le obligaba a mis piernas que corrieran, que huyeran pero no respondían sus comandos.
Su rostro también se congeló. Era una sirvienta, creo que su nombre era Georgia. Tenía tan solo veinte años y había estado trabajando hace un año con nosotros.
“¿Qué quiere?” Preguntó tímidamente.
“Ya tengo todo lo que necesito.” Le respondí tratando de moverme lentamente hacia la puerta de mi cuarto.
“No se mueva o llamo a la policía.” Claramente ella nunca había estado en una situación similar porque eso no es exactamente lo que le dirías a un ladrón y menos si no estas armada. Pero… yo sí lo estaba.
“Mira, llama a la policía pero no va a estar viva para presenciar mi captura.” Dije sacando mi cuchilla. Pero luego me sentí fuera de lugar, ¿acababa de amenazarla de muerte?
“Por favor no me haga daño.” Suplicó con lágrimas amenazando en salir.
“Solo déjame ir. No necesitan lo que me llevo, ya tienen suficiente.” Mi voz empezó a temblar pero tenía que ocultarlo.
“Está bien, está bien. Pero no me lastime.”
Yo asentí y guardé mi cuchilla y esta vez corrí hacia la ventana y casi cayéndome del árbol llegué a tocar el suelo con mis pies. Ubiqué a Franco con los ojos. Estaba a una cuadra esperando en el auto con un claro semblante de preocupación. Hasta que vio mi rostro y una sonrisa se le escapó. Luego me señaló con la mano que corriera hacia él. Eso mismo hice y arrancó lo más rápido posible.
“¿Cómo te fue?” Preguntó curioso y a la vez impaciente. Yo me limité a abrir la mochila y él al revisar todo las joyas rió de exaltación. “¡Lo hiciste, Annie!” Me sujetó del mentón y me besó en los labios con entusiasmo. “No tenías que traer ropa, con lo que robaste puedes comprarte un closet entero.”
Robaste. Era una ladrona. ¿Quién era?
¿Cómo sabemos quiénes somos si estamos en constante cambio? No sabía quién era realmente. ¿Era la dulce chica que obedecía a sus padres o era la que les robaba para obtener más dinero? ¿Era la que odiaba el amor o la que daría todo por Franco? ¿Era la callada e inocente niña o era la que amenazaba a una sirvienta con una cuchilla? ¿Quién era?
“Franco ya no me reconozco. Ya no sé quién soy.” Le dije entre sollozos.
“Annie, no solo somos una sola persona, somos muchísimas. Tenemos muchas personalidades a la vez. Quien realmente eres es la persona que muestras ser, la persona que toma las decisiones. Somos buenos y malos, somos seres humanos. No te dejes definir por una acción si no por varias. Sabes, yo se quién eres. Y amo a esa persona.” Dijo tomándome de la mano y besándola mientras que aún tenía sus ojos en el camino.
Por alguna razón lo que me dijo me calmó. Estaba haciendo esto por una buena causa. Estaba ayudando a Franco y a Campbell y de paso también me estaba ayudando a mí.
Cuando llegamos a su casa fuimos directo al sótano. Ahí Franco no dejaba de sonreír al observar todas las joyas que había robado.
“Alguien me vio.”
“¿Qué? ¿Cómo que alguien te vio?” Preguntó repentinamente asustado.
“Tranquilo, estaba con la máscara puesta. No me reconoció. Era una joven sirvienta que papá contrató hace un año. Pero…”
“¿Pero qué, Annie?”
“Franco, la amenacé con la cuchilla. Tenías que ver el terror en sus ojos. Y yo lo provoqué.” Las lágrimas ya surcaban mis mejilla cuando él se acercó a limpiarlas.
“Tranquila, princesa. Ya pasó. Sabes que tú nunca le harías daño a nadie.” Me envolvió con sus brazos mientras que me acariciaba el cabello. “Lo que acabas de hacer le está salvando la vida a Campbell.”
“Y a ti.” Agregué.
“Tú me salvaste hace mucho.” Admitió. “Solo no quiero que Campbell acabe como yo. Robando y en cicatrizado.”
“¿En cicatrizado?” Casi sollocé al decirlo pero el me acarició mis labios con su pulgar lo cual me tranquilizó.
“Una noche cuando tenía quince, yo y un par de amigos quisimos probar alcohol así que cuando mi papá se fue a la calle nosotros nos escabullimos a su cuarto. Pero después de tomar un par de botellas papá nos descubrió. Botó a mis amigos y cuando ambos estuvimos solos me hiso quitarme la camiseta, rompió una de las botellas de cerveza y con ella me marcó de por vida el pecho y estómago. Nunca voy a olvidar el agudo dolor que sentí o que nadie respondió a mis llantos. Nunca voy a olvidar ese día. Lo peor fue que no fue el único. Siempre me golpeaba.”
Cuando lentamente se quitó la camiseta pude observar las marcas que cubrían todo su pecho, eran atroces. En fruncí las cejas con tristeza y no pude evitar soltar un sollozo antes de cubrirme la boca con ambas manos. Rápidamente me acunó mis mejillas con sus manos.
“Annie, tranquila. No voy a volver a dejar que me toque. Ni a Campbell ni a mí.” Me dijo tratando de tranquilizarme.
“Lo siento tanto.” Dije acercándome a su pecho y besando suavemente cada marca. “Siento que te haya tocado un padre así.”
“Shh.” Me silenció mientras me acariciaba el cabello. “No te disculpes si no es tu culpa.” Dijo recordando lo que una vez le dije.
“Lo sé.” Le respondí conectando mi mirada con la suya. “Vamos a lograr nuestro plan, Franco. Vamos a escapar de aquí. Juntos.” Traté de sonreírle pero le regalé una sonrisa tenue y apagada. ¿Cómo podía estar feliz y motivada con las imágenes de su padre golpeándolo?
Ambos dormimos juntos esa noche. Ambos estábamos intranquilos con los hechos del día. Yo no dejaba de pensar en el terror de los ojos de Georgia y supongo que Franco no dejaba de revivir aquel día que su padre lo marcó de vida. Pero ambos teníamos esperanza, esperanza de días mejores.
Capítulo 12
FRANCO
Annie estaba recostada en el suelo del sótano mientras que yo me escabullía por las escaleras. Llevaba conmigo todas las joyas que Annie había robado. Hice un listado de cada cosa que se encontraba ahora en nuestra posesión. Un difuso pensamiento me hizo querer romper todas las joyas, toda la evidencia del monstruo que era por hacer que Annie robara, por involucrarla en mi vida, pero no había vuelta atrás.
Una duda me guió a la sala donde la televisión se encontraba. La encendí y busqué con el control las noticias más recientes.
Como era de esperarse la casa de Annie estaba siendo filmada y una mucama estaba siendo entrevistada.
“Se llevaron todas las joyas de la señorita Annie y de la señora Rita.” Dijo con voz temblorosa.
“¿Usted vio alguno de estos ladrones?” Le preguntó el periodista.
“Tuve contacto con uno. No sé si fueron más pero uno de ellos me amenazó con una cuchilla.” El periodista apoyó una de sus manos en el hombro de la mucama como gesto de consolación. Ella había sido la mucama que Annie amenazó. La verdad parecía realmente asustada. Ahora entendía mejor el remordimiento de Annie. “Estoy segura que fue una de las mucamas o mayordomos. Nadie conoce exactamente la posiciones de las cámaras de vigilancia y es imposible que haya entrado con tanta facilidad y sigilo. Estoy segura que después de la desaparición de nuestra querida Annie se están aprovechando de nuestra vulnerabilidad.” Sollozaba mientras que el periodista la veía con pena.
Si tan solo supiera que fue ella quien había cometido ese robo.
“Se han estado buscando rastros de huellas en la casa pero no ha habido ninguna suerte. Al parecer el ladrón estuvo usando guantes. Pero las investigaciones siguen. Por el momento ninguno de los propietarios se encuentra en casa pero tendremos una breve entrevista con la señora después del corte.”
Por supuesto que nadie se encontraba en casa. Nunca estaban, nunca estaban para cuidar de Annie. Para quererla y cumplir sus más grandes sueños. Pero ahora yo estaba aquí y no me pensaba alejar de ella.
Cuando bajé al sótano Annie seguía dormida. Me recosté a lado de ella y le empecé a plantear suaves besos en el cuello haciendo un pequeño recorrido hasta su clavícula. De seguro que eso la había despertado porque una soñolienta sonrisa se escapó por sus labios.
“Buenos días, Annie.” Le sonreí envolviéndola en mis brazos.
“Buenos días.”
“¿Algún pedido en especial para el desayuno de hoy día?” Le pregunté porque me había hecho una promesa a mí mismo y es que siempre la iba a hacer feliz.
“Estás muy alegre esta mañana.” Resaltó sospechosa mientras que se estiraba.
“¿Por qué no estarlo? Nuestro plan funcionó de maravilla, pronto vamos a tener el dinero suficiente para escapar y eso lo voy a hacer con la chica más hermosa del planeta.”
“¿Cómo vamos a conseguir vender todas esas joyas robadas? ¿No crees que va a hacer un poco sospechoso?”
“No te preocupes por eso, tengo mis contactos.” Le sonreí pícaramente y uní mis labios con los suyos. “Espero que entre la ropa que trajiste haya un vestido porque hoy nos vamos a una discoteca.”
“¿Estás loco? ¿En estas circunstancias quieres ir a bailar?” Preguntó incrédula parándose de golpe.
“Tranquila, Annie, ahí están mis contactos.” Le aseguré parándome y apoyando una mano en su espalda para que su cuerpo estuviera más cerca al mío.
“Entonces ve tu solo porque entre que me están buscando y el robo que cometí ayer deberías saber que no pienso salir de este sótano.” Su rabia ya estaba consumiéndola. Traté de tranquilizarla frotando mis manos por sus brazos pero sus ojos estaban llenos de preocupación.
“Está bien. Quédate pero no te atrevas a subir.” Mi tono era áspero. No podía negar que la idea de estar con ella en un discoteca mientras que me bailaba era exhilarante pero no la iba a obligar a hacer nada que no quería hacer, ya no era el mismo chico que era antes de conocerla.
“De acuerdo.” Aceptó. “Huevos revueltos y un jugo de naranja.” Sus palabras me confundieron pero me acordé lo que le había preguntado antes.
“En seguida.”
*****
Después de alistarme regresé al sótano para despedirme de Annie. Leí en sus ojos toda la angustia que tenía que me separara de ella. Sus manos acariciaron mis mejillas y posó su frente en la mía.
“Tengo miedo.” Admitió con los ojos cerrados. Dios, era tan hermosa.
“No va a pasar nada, amor.” Con esa simple palabra sus ojos se abrieron de repente mostrando un brillo incandescente. Era como si las cosas entre nosotros no tenían tiempos. Sentía que podía decirle lo que quisiera sin tener la duda que era aún muy pronto. “¿Está bien llamarte ‘amor’?” Nunca fui tímido pero a lado de esta mujer sentía que mis adentro temblaban. Me importaba demasiado.
“Claro que sí. Me encanta.” Me susurró suavemente en el oído. Luego enganchó sus ojos con los míos. “Puedes llamarme como quieras.”
“Créeme que no quieres darme ese permiso. Vas a pensar que soy un pervertido.” Pero la última palabra salió más como un suspiro ya que sus labios estaban ardiendo mi cuello dejando un camino de besos mojados. “Annie…” Trataba de detenerla pero el deseo de tenerla era muy grande. “Annie, tengo que irme.”
“Podrías quedarte, podríamos…” Su aliento en mi cuello era imposible de resistir pero pude callarla con un beso.
“Te prometo que regreso en menos de una hora y podemos hacer lo que quieras.”
“Está bien, está bien.” Dijo entre pucheros. Eso hizo que mis ganas de volver a besarla incrementaran. Con solo una mano la sujeté del mentón y la obligué a abrir su boca para que mi lengua saboreara todo su interior. Nunca me cansaba de besarla, era una sensación electrizante.
“Nos vemos, amor.” Me despedí.
La discoteca solo quedaba a cinco minutos de mi casa. Y encontrar estacionamiento era fácil cuando conocías al dueño. Mickey Mouse. Era ridículo como lo llamaban pero su lema era que él era capaz de llevarte a un mundo de fantasías. Sexo, droga, alcohol y claro, dinero. Esa era la fantasía de este siglo. Su nombre verdadero nadie lo sabía pero hace mucho que nos habíamos sido introducidos.
Fue en el verano que la ciudad estaba infestada de turistas. No era un novato robando y en tan solo un día había reunido mil dólares y un reloj de oro. Los sirvientes de Mickey me siguieron y me ofrecieron dinero por el reloj. Por supuesto que yo acepté y me dieron una gran cantidad de dinero. Fue ahí que yo les pedí trabajo. Yo robaba las joyas y ellos me la compraban. Ellos me llevaron con el mismísimo Mickey Mouse, un señor canoso de al menos cincuenta años. Aceptó mi petición de trabajo y desde ahí le llevaba todas las reliquias para que me las comprara. Como lo estaba haciendo ahora.
“Vengo a ver a Mickey.” Les dije a los guardias de la entrada.
“Nombre.” Me exigieron.
“Franco.” Les respondí. Ellos repitieron mi nombre por la radio que tenían en la mano.
“Mickey quiere que digas tu verdadero nombre.” Ese idiota.
“Lo detesto.” Dije entre dientes. “Pluto.” Mickey y sus estúpidos apodos. Lo peor era que era un perro, era como su mascota y eso me hacía hervir la sangre. No era la mascota de nadie. Ni aunque sea por el apodo.
“Puede pasar.” Dijo un guardia aguantándose la risa.
La discoteca era realmente inmensa. Tenía dos pisos, el primero era la pista de baile donde podías captar pasos de baile fuera de este mundo como también gente que no debió de venir aquí si bailaban de esa manera. También estaba el bar y algunos sillones. Era el segundo piso que estaba prohibido subir si no venías para hacer asuntos importantes.
Mientras subía las escaleras capté con el ojo a Mickey pegado a la baranda observando a la multitud bailando. Luego fue él quien me miró.
“¡Pluto! Casi un mes sin verte.” Me recibió entre sus brazos.
“Te he dicho que no me llames así.”
“Como siempre con ese temperamento que adoro.” Me soltó y me analizó de pies a cabeza. “¿Qué tienes para mí?”
Me saqué la mochila de mi espalda y la entre abrí para que observara lo que había adentro. Él sonrío de oreja a oreja.
“Bien, muy bien.” Apoyó su mano en mi espalda y me guió a un cuarto privado que se usaban para hombres que no les importaba su matrimonio y chicos que no habían encontrado el amor. Nos sentamos en los sillones escarlata y cerró las cortinas. “Veamos mejor.” Abrió la mochila y echó encima de la mesa todas las joyas que Annie había robado. “Válgame, Dios.”
“Espero que me ofrezcas una buena cantidad por todo esto.” Le exigí. Él seguía analizando joya por joya. Sacó una pequeña lupa del bolsillo de su camisa y las observaba una por una. Y después de diez minutos revisándolas volteó a verme.
“Trescientos mil dólares, ni más ni menos.” ¿¡Qué!?
“¿Estás loco? Hay como veinte joyas de diamantes de marca y cada una cuesta como cien mil dólares.”
“Franco, ¿crees que no sé que estas joyas son de los ricachones que les acaban de robar? ¿Crees que no sé que estás desesperado por el dinero?”
Tenía razón, necesitaba el dinero.
“Después de esto no me vas a volver a ver.” Le mencioné.
“¿A dónde pretendes ir?” Preguntó y por un momento vi una pequeña señal de preocupación.
“Aún no lo sé pero tengo que sacar a Campbell y a An…” Me callé antes de poder decir su nombre.
“Con que ahora hay una chica. Mira, has sido un buen empleado para mí y si fuera más cariñoso te abrazaría y te diría que has sido como un hijo para mí, pero no lo soy así que solo te voy a dar un obsequio.” Llamó a uno de sus guardias llamado Pascal. Un mastodonte le entregó unos papeles. “Acá hay cuatro boletos de tren para el pueblo del norte. Si solo necesitas tres puedes vender el otro, yo ya no los necesito. Llegando llama a esta número.” Me indicaba mientras que apuntaba el número de teléfono en una servilleta. “Te va a contestar un señor llamado Hans, dile que llamas de parte de Mickey y le dices que lo llamas por el favor que le debes, dile que es el favor que involucra a Daisy. Él es dueño de un hostal, estoy seguro que te va a acoger ahí en los cuatros desocupados. Si se rehúsa llama a este número, es el de Pascal y yo me encargo del resto.”
No entendía porque este maldito bastardo estaba haciendo todo esto por mí.
“¿Por qué?” Simplemente pregunté.
“He hecho muchas idioteces en mi vida. Mi esposa me dejó y se llevó a mis dos hijas con ella. No la culpo, en verdad. Pero no quiero que termines como yo. Y más si era yo el que te incentivaba a robar.”
“Nadie me obligaba a robar, yo lo hacía por mi cuenta.”
“Pluto, estoy tratando de ser amable y lo estás haciendo muy difícil.” Puse lo ojos en blanco ante el apodo. “Huye con tu chica y tu hermanito. Ten una nueva vida. Consigue un empleo, ten hijos y sé feliz.”
No podía creer que Mickey Mouse estuviera dándome consejos de vida pero no iba a ser dan idiota como para no aceptarlos.
“Gracias, Mickey.” Le agradecí aún confuso de toda la situación.
“No te preocupes, Pluto. Vas a ver que toda va a resultar bien.”
Reuní todo el dinero en efectivo que Mickey me daba y junto con los tickets los guardé en la mochila. Aunque no era todo el dinero que quería, el regalo de Mickey había bastado. Ya teníamos un lugar a donde ir y una cama en donde dormir.
Regresé a mi auto deseoso de ver a Annie y contarle todas las nuevas noticias.
Capítulo 13
ANNIE
En el momento que Franco se fue ya estaba planeando hacerle una sorpresa. Busqué entre toda mi ropa algo seductor que captara el ojo de él. Luego recordé el vestido de Halloween. El vestido rojo que estaba segura que distraía y tentaba la mente de Franco. Pero, ¿en dónde estaba? ¡En el baño! Sabía que me había prohibido subir pero esto era una emergencia. Además eran las doce de la noche, Campbell de seguro estaba durmiendo y su papó, como decía Franco, estaba encerrado en su cuarto. Así que sigilosamente subí las escaleras y abrí la puerta. Todo estaba desordenado y hecho un desastre pero no podía tener distracciones. Busqué en el bulto de ropa acumulado en una esquina del baño y pude encontrarlo. Sentí una felicidad al imaginar su rostro al vérmelo puesto.
Bajé nuevamente al sótano y saqué mi maquillaje que fue otra cosa que pude rescatar de mi casa. Con un diminuto espejo me delineé los ojos de un fuerte color negro, me añadí rubor y me pinté los labios de un seductivo color rojo. Extendí las mantas y me eché en ellas para esperarlo.
Cuando sentí los pasos bajando las escaleras mi corazón se empezó a agitar con la emoción del momento.
“Te necesito ahora, quiero que me…”
“¿Por qué tu vestido es tan corto?” Una vocecita angelical me sorprendió.
“¡Dios, Campbell!” Me sobresalté tapando mi cuerpo con las mantas. “¿Qué haces despierto a esta hora?”
“Franco no está y cuando no puedo dormir me suele cantar.” Eso enterneció mi corazón. “Sabes, es una lástima que no seas la novia de Franco, eres muy bonita.”
“Gracias, Campbell.” Le sonreí con dulzura. “Pero. ¿te digo un secreto?”
“Sí, me encantan los secretos. Soy muy bueno guardándolos.”
“Tu hermano y yo estamos muy enamorados.”
“¿Se van a casar?” La pregunta me tomó por sorpresa. Sabía que solo conocía a Franco hace menos de dos semanas pero no podía soportar el dolor de pecho cuando no estaba cerca de él.
“Aún no lo sabemos pero te prometo que vas a ser el primero en saber, ¿está bien?”
“Gracias, Annie.” Me llamó por mi nombre.
“Espera, ¿cómo sabes mi nombre?” Le pregunté confundida.
“Mi hermano susurra ese nombre todas las noches, estoy seguro que se trata de ti.” Me miraba con unos ojos pícaros y yo solo me podía imaginar las cosas que Franco soñaba.
“Bueno, eres muy inteligente por descubrirlo por ti mismo.” Le dije sacudiendo sus suaves rulos.
“Mi hermano nunca había traído a una chica a la casa. Debes ser muy especial para él.” Con eso quise reírme de la ironía. La verdad su hermano me había traído acá como un secuestro pero supongo que ahora sí era especial para él.
“Sí, supongo que sí.”
Cuando escuché un apresurado asalto de paso bajando las escaleras solté un suspiro que no sabía que estaba aguantando. Estaba a salvo.
“¡Dios no sabes lo acalorado que estoy por estar dentro…!” Sus ojos se desorbitaron cuando vio la escena. “Estar dentro de nuestra futura casa. Sip, dentro de nuestra futura casa.” Repitió sonrojándose. Era una vista hermosa, ver sus mejillas enrojecidas. Sabía exactamente que era lo que iba a decir si no hubiera visto a Campbell y ese era un secreto que ambos íbamos a guardar.
“¿Qué nueva casa, Franco?” Preguntó intrigado Campbell.
“Nos vamos de aquí, hermanito. Tengo boletos de tren para un pueblo que queda al norte de acá.” Anunció emocionado con ojos esperanzados. “Así que anda arriba a empacar, el tren sale en pocas horas.”
Campbell obedeció a su hermano sin más rodeos ni preguntas. Cuando subió las escaleras y desapareció por la puerta, Franco se acercó a mí hasta que sus labios envolvieron los míos. Su felicidad era notoria porque me sujetó de las caderas y me elevó para que enredara mis piernas en su cintura. Avanzó hasta que mi espalda se estrellara contra la pared y tengamos mayor soporte. Le di permiso a su lengua para que explorara los adentros de mi boca y saboreara el deseo de tenerlo más cerca. Enredé mis dedos en su cabello haciendo que él soltara un suave gemido.
“Te amo, Annie.” Susurró en mis labios acariciándolos con su aliento.
“Yo también te amo, Franco.” Le sonreí.
“Por fin siento que las cosas van a salir bien. Annie, en pocas horas salimos de este agujero negro.” Me dijo exaltado besándome de nuevo.
Yo aún no sabía cómo todo esto había pasado.
“¿Me quieres contar que pasó?” Franco me puso en mis pies y me empezó a contar toda la historia desde que salió de la casa. Nombró a muchos personajes de Disney y muchos hombres peligrosos. No estaba segura si estaba feliz con respecto de tener los boletos de un señor que hacía que las personas robaran joyas pero Franco, por algún motivo, le tenía confianza así que traté de no pensarlo mucho.
“No te preocupes, todo va a salir bien.” Dijo acariciando mi rostro en fruncido de preocupación. Me planteó un beso en la frente y recién se percató cómo estaba vestida. “Dios, Annie, te ves ardiente.” Acarició mi espalda y me estrelló contra su pecho. “Pero creo que pronto no vas a tener nada puesto.” Me susurró en el oído mientras deslizaba las mangas de mi vestido por mi hombros. Besó cada uno de ellos y mientras que mi vestido iba dejando a mostrar mi cuerpo, Franco acariciaba mi piel desnuda.
No nos demoró mucho estar agitados encima de las mantas luego de terminar declarando que no nos íbamos a alejar uno del otro. Mi cabeza estaba encima de su pecho y escuchaba su corazón latir estruendosamente. Estaba feliz de saber que yo era la que causaba esa rapidez en sus latidos. Me acariciaba el cabello mientras que me plantaba besos en la coronilla de mi cabeza.
“Tenemos que alistarnos. Salimos en pocas horas.” Se levantó y estiró su mano para ayudarme. “Reúne todas tus cosas.” Me indicó mientras que se alejaba y subía las escaleras.
La verdad no tenía mucho que reunir, solo mi ropa. La junté toda y la metí dentro de la mochila junto con todo el dinero que Franco había conseguido y los cuatro boletos. Podíamos vender ese cuarto y así tener un poco más de dinero.
Después de unos minutos, Franco bajó con ropa más cómoda puesta en vez de esa camisa negra que uso para ir a la discoteca a encontrarse con Mickey.
“¿Lista?” Me preguntó acercándose a mí.
“Sí. No había mucho que empacar.” Le sonreí.
“Te prometo que llegando allá vamos a tener una nueva vida, Annie.” Me planteó un beso en la frente sellando con el la promesa.
“Te creo.”
Recogió mi mochila y subimos las escaleras. Campbell nos estaba esperando en la puerta de su cuarto.
“¿Listo, hermanito?”
“Listo, hermanote.”
Salimos de la casa sigilosamente procurando no despertar al monstruo de su padre. Franco me explicó que iba a ser una mejor idea ir en un taxi que en el carro y yo concordé con él. Así que caminos algunas cuadras con todo el equipaje hasta recién encontrar unos taxis cuadrados al frente de otra discoteca.
“¿Cuánto hasta la estación de tren?” Le preguntó Franco a uno de ellos. Un viejo moreno y arrugado con un semblante agotado.
No pude escuchar la respuesta del taxista porque mi atención se había derivado a una pareja peleando a fuera de la discoteca. Calculaba que el chico tenía unos treinta y la chica a penas unos veinte. Pero puede que la apariencias engañen.
“¿Por qué me haces esto, Hugo? Pensé que me querías.” Le decía con voz de suplica la chica rubia al chico trigueño.
“¡Dios, Zoe! Entiende que ya no te quiero.” Le gruñía Hugo.
“Pero tú eres toda mi vida. Nos mudamos juntos. Íbamos a tener una familia juntos.” Lloraba Zoe.
“Bueno, creo que quedó bien claro que ya no quiero eso. Así que saca tus cosas lo antes posible y a ese horrible gato que trajiste.” Dijo Hugo dejando a Zoe de rodillas y entrando de nuevo a la discoteca.
“Pero no tengo familia, no tengo a nadie.” Murmuró lo suficientemente alto como para que yo escuchara.
No pude evitar identificarme con ella. Si no fuera por Franco seguiría con el sentimiento de no tener a nadie. De no poder hablar con alguien, compartir una risa, escuchar sus problemas y hacer lo posible por hacerlos sentir mejor. Si yo fuera Zoe quisiera un milagro que me salvara. Franco era el mío. Y en ese momento yo iba a ser el de Zoe.
“Annie, vamos.” Me interrumpió mis acciones Franco.
“Un momento.” Le dije.
Saqué de la mochila el boleto que nos sobraba y un par de billetes de cien dólares. Me acerqué a ella y sujeté sus manos temblorosas.
“Esto es para ti. Comienza una nueva vida en un nuevo lugar. Yo ya lo estoy empezando a hacer.” Le susurré.
Zoe, aún con las lágrimas surcando sus cachetes, me dirigió la mirada. Después observó lo que le estaba entregando.
“Pero…pero, ¿por qué haces esto?” Tartamudeó aún con el bulto en la garganta.
“Porque yo estoy teniendo la oportunidad de rehacer mi vida, tú tienes el mismo derecho de hacerlo.” Le expliqué dándole un suave abrazo.
“Gracias.” Me respondió un aliviado suspiro.
“El tren sale en poco tiempo así que saca tus cosas y tu gato fuera de la casa de ese imbécil y comienza un nuevo capítulo.”
Zoe se paró de enseguida y echó a andar no sin antes dirigirme una cálida sonrisa. El problema fue cuando mis ojos reposaron en los de Franco. Estos estaban llenos de confusión.
“Por favor dime que no acabas de regalar el boleto que nos sobraba.”
“Eso y un poquitito de dinero.” Le dije inocentemente para que no se enojara tanto.
“Annie, necesitamos todo el dinero posible.”
“Y esa chica también lo necesitaba tanto como nosotros, hasta más.”
“Bien. Solo no dejes que tu bondad nos lleve a la quiebra.” Gruñó entre dientes pero con la molestia más aliviada.
“Te amo.” Le sonreí besándole ambas mejillas.
“Sí, sí, yo también. Ahora sube al auto, Gandhi.” Me devolvió la sonrisa y seguí sus órdenes.
Cuando llegamos a las estación de tren aún faltaban un par de horas para que partiera así que decidimos tomar una pequeña siesta. Una mala idea porque cuando nos despertamos el tren ya estaba en movimiento.
“¡Detengan el tren, por favor!” Gritó Franco.
Gracias a Dios el tren se detuvo y nos logramos subir. Eran siete horas para llegar al pueblo llamado Grenvandan. Así que me acurruqué en el pecho de Franco y decidí seguir durmiendo esas siete horas. Siete horas para comenzar un nuevo capítulo.
Capítulo 14
FRANCO
Íbamos dormidos tres horas en el tren cuando Annie empezó a retorcerse entre mis brazos. Al principio pensé que estaba teniendo una pesadilla pero cuando la intenté despertar ella ya estaba despierta.
“¿Qué pasa, Annie?” Le pregunté preocupado al ver sus ojos llenos de pena.
“Nada, solo estoy cansada.” Claramente mintió.
“Puede ser que no te conozca hace años pero sé cuando algo te perturba. Ahora, dímelo.”
“A veces me parece tan injusta la vida pero luego me siento culpable porque sé que otras personas la tiene peor. Es que aún no me entra en la cabeza que me esté escapando contigo y Campbell a una nueva vida. Pero siento que la antigua siempre me va a seguir.” Me explicó de vez en cuando acurrucando su cabeza en mi pecho para tener soporte. Sus lágrimas ya se mostraban y supe que estaba realmente preocupada porque no la veía llorar muy seguido.
“Annie,” Comencé acariciándole su cabello gentilmente. “ya estás a salvo conmigo. A salvo de la hipocresía de los demás y del sentimiento de soledad.” Mientras sollozaba en mi abrazo noté de nuevo sus marcas en las muñecas. “Por favor no te vuelvas a hacer eso.” Le dije acariciándolas suavemente. “Sé que te sentías sola y vacía pero te prometo que nunca voy a hacer que te hagas sentir así.”
“Entonces yo te prometo que nunca más lo voy a volver a hacer.” Me respondió con una débil sonrisa y acercándose a mi boca.
Saboreé sus lágrimas en sus labios y aunque quería intensificar el beso sabía que teníamos la compañía de Campbell.
“Descansa, Annie.” Le murmuré en el oído. Ella se volvió a acurrucar entre mis brazos y cerró los ojos.
Entré en mis pensamientos y también me quedé dormido. Solo sentí que pasaron cinco minutos cuando empecé a escuchar los frenos del tren. Vi por la ventana un gran cartel que decía “Bienvenidos a Grenvandan”. Al parecer su símbolo era una liebre porque en cada cartel aparecía una de caricatura.
Delicadamente desperté a Annie con suaves besos en la frente. Era tan hermosa y me sentía tan afortunado de tenerla. Sus grandes ojos cafés se abrieron soñolientamente y con asombro ante el hermoso pueblo. Era un lugar agradable lleno de árboles y colinas verdosas.
Luego despertamos a Campbell entre cosquillas.
“¡Paren, paren, por favor!” Se reía. Sus ojos también mostraron admiración hacia la vista. “¿Este es nuestro nuevo hogar?” Cuando asentí mostró una sonrisa de oreja a oreja. “Es increíble.”
Cuando el tren llegó a su completa parada bajamos nuestro equipaje y respiramos el fresco aire. Había un aroma a césped recién podado combinado con un olor dulce.
Como mi indicó Mickey, llamé al número que me dio y pregunté por Hans. Una voz ronca y masculina contestó el teléfono. Cuando le expliqué mi situación y que Mickey me había mandado Hans no estaba muy convencido de ayudarme pero luego recordé que Mickey me había mencionado algo de Daisy. Con esa clave nos dijo la dirección de su hostal.
Nos subimos a un taxi que no llevó hasta allá. El hostal era agradable. Tenía, al menos, unos veinte cuartos y una gran piscina. Al entrar a la recepción un señor con un mostacho gris y largo nos dio la bienvenida.
“Soy Hans, amigo de Mickey.” Nos estrechó la mano a los dos y a Campbell le sacudió sus castaños rulos. Fue una señal que me indicó que no era una mala persona. De repente era como Mickey. “Luego de su llamada hablé con Mickey. Así que este es el acuerdo. Ustedes de van a quedar en las habitaciones que estén vacías. Pero cuando las necesite tendrán que mudarse a otra. Ahora tengo una familiar para los tres. Dos camas, una para la adorable pareja y otro para el chiquitín. O como quieran arreglárselas.” Nos alcanzó de la mesa un par de llaves. “Comuníquense conmigo para lo que necesiten.”
“Gracias, Hans.” Le di una palmada en el hombro.
“Gracias, señor.” Le dijo Campbell.
Annie se acercó a él y le planteó un beso en su cachete.
“Muchas gracias, Hans.” Él pareció sonrojarse. Luego nos guió hacia nuestra habitación.
No era un hotel de cinco estrellas así que no esperábamos la suite presidencial. Era una habitación acogedora. Una cama de dos plazas y la otra de una. Un alfombrado marrón que combinaba con las cubrecamas. Un par de mesitas de noche y una televisión de hace diez años.
“Los dejo para que se acomoden.” Hans se fue cerrando la puerta.
“¿Qué opinas?” Le pregunté a Annie tomándola de la mano.
“Creo que es perfecto.” Me sonrió.
No nos demoró ni veinte minutos en ordenar nuestras cosas. La verdad no habíamos traído muchas cosas. Campbell seguía agotado así que se acomodó en la cama pequeña y se quedó dormido. Annie también me dijo que estaba cansada así que le dije que durmiera por al menos un par de horas mientras que yo veía que curiosidades había en el pueblo.
Sin el equipaje era más sencillo ir al pueblo caminando. Tan solo me demoró quince minutos en llegar. No era un pueblo llamativo, no habían luces de neón iluminando cada tienda en cada esquina. No habían espectáculos que ir a ver. Tan solo un par de tiendas para hacerse tatuajes, una tienda de juguetes, una veterinaria, un hospital, un pequeño cine, una librería y conté como cinco cafés y dos restaurantes. Había un café que anunciaba su necesidad de contratar a una mesera y de inmediato pensé en lo que Annie me había dicho antes de irse a dormir, que sería una buena idea que ella consiguiera un empleo. Así que entré al café y pedí los papeles para que Annie los rellenara.
“Te recomiendo que traigas los papeles hoy día. Habrá poca gente viviendo en este pueblo pero muchos buscan empleo y siempre comienzan por estos.” Me aconsejó la señora que trabajaba también de mesera.
“Claro, los traeré lo antes posible.”
“Después de eso tienes que pasar por una pequeña entrevista. Nada de que preocuparse es solo para que el dueño confirme que no eres un psicópata.”
“Entonces, suerte que no estoy buscando el empleo para mí.” Reí aunque lo decía en serio.
“Eres nuevo por aquí, ¿no?” Preguntó curiosa soltándose su cabello negro y volviéndoselo a amarrar en una cola alta.
“Sí, mi hermanito, mi novia y yo llegamos hace pocas horas.”
“Supongo que quieres el empleo para tu novia.” Yo me limité a asentir. “Claro, que la mujer trabaje, ¿no?” Ocultó su molestia con una risa pero sabía que le fastidiaba el asunto.
“Disculpe no era para que se ofendiera. Yo también planeo buscar trabajo pero aún estoy buscando. Y sin ofenderla, de nuevo, pero no quiero trabajar como mesero.” Le expliqué con la mayor delicadeza porque se notaba que era una señora con un fuerte carácter.
“No te preocupes, jovencito. Sabes, no hay mucha búsqueda de empleados por este pueblo. Espero que puedas encontrar algo.”
“Gracias, señora.”
“Ronda.” Me aclaró estrechándome la mano.
“Franco.” Le dije tomándola.
“Sí tienen tiempo vengan esta noche, hoy es día de karaoke. Quién sabe, de repente cantan bien y el jefe al fin contrata un acto.” Me sonrió pero yo me quedé pensando en lo que dijo.
“¿A qué te refieres?”
“El jefe ha estado buscando un acto, un músico para que entretenga al los clientes. Siempre hace este karaoke para encontrarlo.”
Yo podía serlo. No tenía la mejor voz pero podía intentarlo. A Annie y a Campbell les gustaba como cantaba, de repente al jefe también. Así que decidí venir esta noche con Annie y Campbell para entregar los papeles y probar mi suerte.
Me despedí de Ronda y seguí paseando un rato más por el pueblo. De pronto me topé con un cartel de una tienda. Tan solo el nombre me hiso acordar a Annie. Ella creía en estas cosas así que le iba a encantar esta sorpresa. Entré para sacar una cita. No parecía un negocio muy florecedor porque no había muchas personas en este pueblo pero tenía todo el día ocupado así que saqué un cita para mañana.
Con eso regresé al cuarto del hostal. Campbell estaba completamente dormido mientras que Annie estaba pegada a la televisión.
“¿Qué tal te fue?” Me preguntó con una hermosa sonrisa pegada en su rostro.
“Muy bien. No es muy grande pero te encontré una entrevista de empleo.”
“¿En serio? ¿En dónde?”
“En un café muy simpático. Pero tenemos que regresar hoy para entregar los papeles.”
No le quería mencionar lo del karaoke y menos acerca de la búsqueda de un músico. Era mejor si no sabía, así si fallaba y al jefe no le interesaba mi voz, Annie no estaría decepcionada de mí.
“Está bien. Déjame cambiarme.” Se levantó de la cama y con toda confianza se quitó su ropa al frente mío, claro que sabiendo que Campbell estaba dormido.
“Annie, por favor no me tientes de esa manera.” Le dije entre dientes con el deseo de llevarla a la cama. Ella solo me sonrió pícaramente y se vistió con un vestido floreado. Se le veía realmente preciosa. No me cansaba de admirarla.
“¿Vas a despertar a Campbell?”
“No, dejémoslo descansar. Le voy a dejar una nota.”
Le escribí que regresaríamos en una hora y que tenía mi permiso para ir a la cafetería del hostal para que comiera algo.
De la mano caminamos hacia el pueblo.
“No tienes que estar nerviosa.” Le dije al notar como se mordía el labio inferior.
“No estoy nerviosa.” Me aclaró luego de dejar de morderse.
Capítulo 15
ANNIE
Claramente estaba nerviosa. Nunca había tenido una entrevista de trabajo. Puede que nunca tenía a nadie a mi alrededor, pero tampoco me faltaba nada. Nunca había tenido que trabajar porque siempre tenía el dinero necesario para comprara lo que necesitaba. Ahora no teníamos nada, casi nada. Y dependía de que obtuviera este trabajo para no estar en esta posición.
“Preciosa, en serio te va a ir bien.” Me dijo Franco mientras que entrábamos por las puertas del café. Creo que notaba claramente lo nerviosa que estaba.
“Esta debe ser tu novia. Es muy bonita.” Dijo una señora de cabello negro y ojos cafés. Tenía un cuerpo regordete y una mirada prepotente. Se notaba que tenía un fuerte carácter.
“Sí, Ronda, ella es Annie, mi novia.” Le respondió Franco.
“Mucho gusto, Annie. Soy Ronda.” Después de estrecharme la mano le entregué los papeles que había llenado y nos guió hasta una pequeña oficina. “Buena suerte.”
“No te preocupes, Annie, sé que te va a ir bien.” Me susurró Franco antes de que ingresara por la puerta.
Ahí sentado estaba un señor de al menos cincuenta años de edad con una sonrisa que apaciguó mis nervios. Lucía una cabellera opaca de tonalidades grises y sus ojos eran de un color verdoso.
“Siéntese, por favor.” Dijo con una voz amigable señalándome el asiento frente al suyo. “¿Cuál es su nombre, jovencita?”
“Annie.” Le contesté sentándome.
“Bueno, Annie, veo en estos papeles que este sería su primer trabajo. Cuéntame un poco de usted.”
Por un momento me quedé helada. ¿Qué podía decirle? Bueno, señor, soy una chica que fue raptado por un chico que ahora es su novio. Solía cortarme porque la soledad me consumía ya que sentía que nadie me quería a su lado. Pero escapé con mi novio y su hermanito porque su papá los maltrataba. Y, ahora, solo estamos tratando de empezar de nuevo. Claramente no podía decirle eso. Así que respiré profundo y traté de dar la mejor respuesta.
“No lo quiero llenar de mis historias que están llenas de drama pero solo quiero que sepa que soy una chica muy dedicada y que quiere comenzar su vida de cero. Y estoy segura que obteniendo este trabajo podría ayudar mucho a las personas que quiero, podría ayudarme mucho a mí misma. Le aseguro que no se arrepentiría de contratarme.” Traté a toda costa que mi voz no temblara y le pudiera dar una firme respuesta. Cuando terminé, mis dudas de no obtener el trabajo aparecieron. Era obvio que el señor iba a preferir a alguien con experiencia y no a una chica que estaba tratando de pegar sus piezas rotas.
Me pareció una eternidad el tiempo que pasó mientras que me analizaba y observaba mis papeles. ¿Qué tanto tenía que ver en ellos? Pero al fin sonrió y me estrechó la mano.
“Bueno, Annie, quiero que sepas que soy el tipo de personas que acepta a todas las personas por igual. Me encantaría ser la persona que te ayude a renovar tu vida.” Un gran peso se disolvió de mi pecho y dejé escapar un suspiro que no sabía que estaba aguantado. Y con una sonrisa acepté su mano.
“Muchas gracias, señor.” Le dije con una voz más chillona de lo común.
“Llámame Javier.”
Cuando salí de su oficina, Franco estaba esperando impaciente a lado de Ronda.
“Bueno, esa fue una entrevista muy rápida. O le agradaste demasiado o realmente lo echaste a perder en la primera pregunta.” Comentó Ronda con los brazos cruzados.
“¿Qué tal te fue?” Preguntó Franco.
“Tienes a una nueva compañera.” Respondí dirigiéndome a Ronda.
“Entonces, sí que le agradaste.” Sonrió ella.
“Espero que no demasiado.” Agregó Franco. Y solo sonreí al ver señales de celos en sus ojos.
“Bueno, entonces, ¿se quedan al karaoke?” Dijo Ronda.
“¿Hay un karaoke? ¡Franco deberías cantar!” Sacudí su brazo emocionada. “Franco tiene una voz increíble.” Le comenté a Ronda.
“Entonces, de repente lo contra-” Empezó a decir Ronda pero Franco la interrumpió.
“Sí, puede que intente. Vamos, Annie.” Me tomó de la mano y nos sentamos en una de las mesas que quedaba frente al escenario.
Muchas personas salieron a cantar, pocas de ellas sabían cómo hacerlo pero se notaba que se divertían y al final de todo eso era lo importante. Cuando le insistí a Franco que ya saliera a cantar porque se estaba haciendo tarde y Campbell estaba solo en el hostal, él aceptó. Se subió al escenario y no me sorprendió cuando eligió una canción de Los Beatles, “Let It Be”. Su armoniosa voz resonó en todo el restaurante. Lo veía tan feliz en el escenario que mis mejillas me dolían de la sonrisa que iluminaba mi rostro. Cuando terminó la canción las personas aplaudieron con fervor y se pararon para demostrar su emoción ante su presentación. Yo creo que fui la primera en silbar animando a los demás a hacerlo. Cuando Franco se bajó del escenario lo recibí con los brazos abiertos y le planteé un beso en su mejilla.
“Eso fue grandioso, amor.” Estaba tan emocionada por él que no me percaté lo que le había dicho hasta que su semblante se tornó sorprendido.
“¿Amor?” Me empecé a sonrojar y maldecí haberlo dicho sin pensarlo antes pero Franco empezó a reírse. “No te tienes que ruborizar por eso, amor.” Me dijo poniéndole énfasis a la palabra que significaba tanto. Le sonreí aún más fuerte mientras que él se acercaba para saborear mis labios.
Sentía que la gente nos observaba aunque ya había un acto nuevo en el escenario pero no me importó. El deseo con el que nos besábamos era excitante y no quería parar. Pero una voz familiar nos interrumpió.
“Perdónenme que los interrumpa pero, ¿podría charlar con usted joven?” Le dijo Javier a Franco.
No sabía que cosas le estaba diciendo pero Franco solo asentía y veía como una sonrisa se formaba en su rostro. Después de algunos minutos hablando se estrecharon la mano. Cuando se encaminó hacia mí me abrazó fuertemente y me alzó hasta los cielos. Yo aún estaba confundida así que le pregunté cuál era la gran noticia que claramente había recibido.
“Bueno, parece que somos compañeros de trabajo.” Me respondió. “Javier buscaba un música para que entretenga a sus clientes y dice que yo tengo mucho talento y me quiere a mí para el trabajo.” Me contó emocionado.
“¡Eso es grandioso, Franco!” Chillé con emoción.
“Vamos al hostal para decirle las buenas noticias a Campbell.”
Cuando llegamos al hostal encontramos a Campbell jugando con dos niñas de su edad. Estaban jugando a las chapadas y sus risas causaron que mi corazón de alegrara aún más. Llamamos a Campbell y cuando se acercó le contamos que ahora ambos teníamos trabajo y que nuestro camino a una mejor vida estaba yendo de maravilla. Él se alegró enormemente.
“¡Que bueno!” Nos abrazó a ambos y sentía como las lágrimas de felicidad amenazaban en salir.
“Puedes seguir jugando con tus amigas.” Franco le guiñó el ojo a Campbell haciendo que él se sonrojara.
“Son solo amigas que conocí acá.” Nos explicó.
“Tranquilo, cariño, anda y diviértete.” Campbell me miró extrañado pero aún así me dirigió una sonrisa y se fue a jugar con sus amigas.
“¿Cariño?” Rió. “Hoy día sí que estás extremadamente dulce.”
“No sé por qué lo llamé así.” Le dije cubriéndome mis mejillas.
“Te estás ruborizando de nuevo.” Me señaló y cogió mis manos para que no me cubriera el rostro. “Tenemos el cuarto para nosotros. ¿Quieres celebrar, amor?”
No tenía que preguntar porque era muy clara la respuesta. Nunca me negaría el estar cerca de él, el sentirlo y poder disfrutar cada momento con él. Así que nos dirigimos a nuestro cuarto y me sorprendí que mi corazón estuviera latiendo a mil por hora. No eran nervios, era emoción.
“No sabes cuánto te amo, Annie.” Me susurró en el oído cuando cerró la puerta detrás de nosotros. Se dirigió de frente a mi cuello y empezó a dejar un rastro de besos mojados que cubrían desde mi clavícula hasta mi mandíbula.
“Yo también te amo.” Susurré con el deseo quebrando mi voz.
Mientras que me libraba de mi vestido él hacía lo mismo con su camiseta y jeans. Tratábamos de no despegar la mirada mientras que nos quitábamos la ropa lentamente. Cuando estábamos completamente desnudos Franco se acercó y cubrió mi boca con la suya. No dudé en abrir los labios para que su lengua saboreara el interior de mi boca. Enredé fuertemente mis dedos en su cabello y los ajusté causando que él gimiera. Nos dirigimos a la cama y su cuerpo cubrió el mío. Cuando nos unimos la sensación seguía siendo algo extraña pero adictiva. Sabía que Franco se resistía, que lo hacía delicado conmigo y fue ahí que tomé la iniciativa y lo giré para que yo estuviera encima de él. Él se paró con sus codos y luego se sentó haciendo que mis piernas estuvieran envueltas en su cintura. Yo hacía movimientos circulares con mis caderas mientras que él se adentraba más en mí. Sentía que ambos estábamos cerca porque nuestras respiraciones estaban realmente agitadas. Su cabeza se iba para atrás y la mía se apoyaba en su pecho.
“No sé…que me estás…haciendo…Annie.” Respiraba fuertemente. “Te quiero cerca las veinticuatro horas del día.” Dijo en un solo suspiro. “No me quiero alejar de ti nunca. Suena patético porque te conozco hace poco pero yo…en serio te amo.”
Sus palabras hicieron que mi corazón se achicara. Por un momento paré mis movimientos y lo mire directo a los ojos. Estos mostraron ternura y amor.
“Es la verdad, Annie. Te quiero solo para mí, quiero despertar a lado tuyo todos los días de mi vida, quiero que juntos veamos crecer a Campbell, quiero…” Se quedó mirándome a los ojos. Por un momento sentí nervios en su rostro, sentí duda y temor. Pero pestañeó fuertemente y inhaló una gran cantidad de oxígeno. “Quiero… Annie, yo quiero casarme contigo.” Sentí que todo el aire que llevaba dentro se desinfló, que mi corazón se saltó un latido. Me quedé sin la capacidad de poder hablar. “Sé que no tengo un anillo pero prometo dártelo cuando consiga más dinero.” Cuando vio que aún no decía nada su rostro se preocupó. “Annie, dime algo. Sé que es una decisión muy apurada pero te voy a hacer la persona más feliz del mundo, al menos lo voy a intentar. No soy la mejor persona del mundo, he hecho muchas estupideces pero tú me haces una mejor persona. Solo dame una…” Y así con un roce de labios que se fue intensificando acepté a lo que parecía ser una locura.
“Sí, Franco, me quiero casar contigo.” Suspiré con alegría. Sus mejillas se elevaron enormemente y terminamos en solo segundos prometiéndonos nuestro incondicional amor.
Nos recostamos yo apoyando mis cabeza en su pecho y él envolviéndome la cintura con sus brazos. Nuestras respiraciones ya se estaban calmando.
“No te parece que es una locura, ¿no?” Preguntó cuando mis ojos ya se cerraban.
“No. Me amas y yo te amo, si es así entonces no es una locura.” Sus brazos me abrazaron con más fuerza y ambos nos quedamos dormidos.
*****
“Tengo una sorpresa para ti.” Me susurró Franco despertándome de mi dulce sueño.
“¿Qué es?” Le pregunté con la voz ronca.
“Vamos, tenemos que ir al pueblo para ello.”
Con eso me desperté completamente y me cambié de ropa. Franco ya estaba listo y me acompañó a que tomara desayuno. Campbell nos preguntó si él podía quedarse a seguir jugando con las niñas que había conocido. Franco aceptó pero le dijo que no podía salir del hostal. Caminando hacia el pueblo mil ideas de qué iba a ser la sorpresa rondaron mi cabeza. De repente ya había reservado a un sacerdote para que nos casara o había encontrado otra forma de proponerme matrimonio. Pero esas ideas se desvanecieron cuando llegamos a una tienda. La tienda tenía un letrero que decía “Antes De Ti.” No sabía de qué era la tienda pero cuando nos acercamos en letras pequeñas salía “Descubre tus vidas pasadas.” Me sorprendí y detuve mis pasos.
“¿Qué pasa, amor? Pensé que te iba a alegrar.” Dijo Franco tomándome de la mano.
“Yo… Yo no sé si quiera hacerlo. Bueno, sí quiero pero tengo miedo.” ¿Qué pasaba si había sido alguien realmente malo en mi vida pasada? ¿Qué pasa si había matado o herido a gente?
“Voy a estar contigo. Siempre.” Me aseguró arrastrándome al interior de la tienda.
No era muy grande. Solo había un escritorio y una silla ocupada por una señora de largos cabellos dorados, claramente teñidos, y grades ojos grises. Su piel era tan pálida como la nieve. Calculaba que tenía alrededor de treinta años.
Cuando nos vio entrar sonrió de oreja a oreja mostrando unos profundos hoyuelos en sus mejillas.
“Hola, Annie, soy Adela.” Me saludó la señora estirando una mano hacia mí. Yo la miré extrañada.
“¿Cómo sabe mi nombre? ¿Me conocía en una vida pasada?” Mis preguntas solo causaron que la señora se riera y yo me avergonzara.
“Bueno, Franco me dijo tu nombre cuando sacó esta cita. La verdad dudo que en tu vidas pasadas te hayas llamado igual.” Me sonrió amablemente para que no me sintiera tan incómoda.
“Cierto.”
“Bueno, comencemos.” Se paró y se dirigió hacia una cortina roja. Al abrirla me señaló una mesita con cuatro sillas rodeándola. No quería que Franco se fuera así que entrelacé mis dedos con los suyos y lo arrastré hasta la mesa. “Debes saber que Franco solo me dijo tu nombre, no sé nada más de ti.” Dijo mientras que todos nos sentábamos.
“Le creo.” Estaba nerviosa y por eso por debajo de la mesa se podía ver lo fuerte que estaba ajustando la mano de Franco.
“Cariño, voy a necesitar tu dos manos.” Me indicó con otra gran sonrisa.
“Sí, claro.” Lentamente desenredé mis dedos de los de Franco y le ofrecí mis dos manos a Adela.
Ella cerró los ojos y las luces parecieron atenuarse.
“Puedo ver que eres una persona muy valiente.” Comenzó a decir y vi por el rabillo de mi ojo cómo Franco asentía. “Pero algo te ha perseguido muchas vidas, la soledad.” Cuando dijo aquella palabra mi garganta se secó de pronto. “Lo siento mucho, cariño, pero veo algo mucho más doloroso. Lamentablemente en todas tus vidas has perdido a un ser querido. A uno muy importante.” La curiosidad me estaba matando y sentía como mis palpitaciones se aceleraban. “Lo siento, Annie, pero siempre pierdes a tu bebé en el parto.”
Capítulo 16
FRANCO
Annie soltó sus manos de las de Adela y salió corriendo de la tienda. Aunque yo no creía en estas cosas como ella lo hacía un gran dolor en mi pecho me incentivaba a llorar. Pero no podía mostrar tal debilidad y menos cuando ella me necesitaba.
Salí corriendo tras de ella siendo sencillo alcanzarla porque su cuerpo derrotado se había tirada al suelo de rodillas. Cubría su rostro con ambas manos aún dejándose escuchar los fuertes sollozos.
“Amor, por favor no te quiero ver así. Es solo una estúpida predicción. No es cierto.” Trataba de calmarla y muy dentro trataba de calmarme a mí mismo.
“Es estúpida porque tú no crees en esas cosas pero yo sí.” Aún no me daba la cara así que apoyé mis manos en ambos de sus hombros para reconfortarla. “Sí es cierto, Franco. Es la única explicación que tengo a la tristeza y nostalgia que siento cuando veo un bebé o un niño pequeño.” Al fin me miró a los ojos y casi me mata su semblante decaído.
“Annie,” La levanté con mis manos del rostro y con los pulgares secaba sus lágrimas. “te prometo que nuestros hijos van a ser muy saludables y felices.” Le planteé un fuerte beso en la frente mientras que sus ojos se abrían de la sorpresa.
“¿Nuestros hijos?”
“Por supuesto, después de nuestro boda pretendo tener tres. ¿Tú que opinas?” Le mandé una enorme sonrisa para que se sintiera mejor.
“Creo que tres es el número perfecto pero tenemos que esforzarnos en nuestro trabajo si queremos mantenerlos.” Me devolvió la sonrisa, una débil pero genuina.
“Ya hablas como una verdadera madre. Ahora vamos donde Campbell que debe estar muriendo de hambre.”
Sabía que era la primera vez que hablábamos de tener una familia pero con ella estaba seguro de todo; del matrimonio, de los hijos, de morir a su lado. Era increíble lo mucho que la amaba y en el poco tiempo que surgió este gran sentimiento. Un sentimiento que me salvó la vida.
Así pasaron las semanas. Ella trabajando de mesera y yo cantando canciones que según Javier atraían a más personas al café. La paga no era excelente pero gracias a Mickey estábamos seguros en el hostal de Hans. Con lo que ganábamos comprábamos lo que era la comida y algunas exquisiteces. Y también gracias a que habíamos formado un vínculo con muchas personas del pueblo conseguimos a una profesora que le diera clases a Campbell para que no se retrasara en los temas de la escuela.
No habíamos tenido noticia de los padres de Annie ni de ninguna búsqueda. Y no sabía realmente si eso era una decepción para Annie o un gran alivio. Creo que muy dentro suyo le destrozaba el saber que sus padres no se preocupaban por ella pero también estaba feliz de que no tenía que huir de nadie.
Siempre la hacía sonreír y ahora eso se sentía como mi propósito en la vida.
“¿Puedo contarte algo pero no haces todo un alboroto por ello?” Me preguntó en la mañana con su respiración acariciándome el cuello.
“No puedo asegurártelo pero sabes que me lo vas a terminar diciendo igual.” Me mandó una de la más hermosas sonrisas que había visto, una soñolienta, dulce y alegre a la vez.
“Tienes razón.” Rió. “Bueno, el caso es que hoy es mi cumpleaños.” La miré sorprendido a los ojos mientras que ella abanicaba sus pestañas lentamente.
“¡Annie! ¿Cómo no me dijiste antes? Hemos podido planear algo genial con todos.”
“No quiero algo grande. Solo quiero pasarla contigo y con Campbell. De repente ir a comer algo y alquilar una película.”
“Es una pena, les agradas a todas las personas de este pueblo. De seguro que se alegrarían de saber que es tu cumpleaños.” Le dije pero ella hizo una mueca de fastidio. “Bueno, bueno. Que tal si vamos a ese restaurante que hemos querido ir hace mucho y luego alquilamos una de tus películas favoritas.”
“Me parece un día perfecto.”
“Me alegra oír eso.”
Después de que Annie se decidiera al fin por un vestido salimos los tres a almorzar a un restaurante de pastas. Era un poco costosos pero teníamos nuestros ahorros y además era un día especial.
El ambiente era agradable, la música era tranquila y las conversaciones de la gente se escuchaban como murmullos en mis oídos. Annie no me dejaba de sujetar la mano. Parecía nerviosa pero no sabía por qué.
“¿Todo bien, amor?” Pregunté preocupado.
“Siento que alguien nos observa.” Me dijo con un temeroso susurro.
“Tranquila, Annie. Es tu mente. Nadie no está mirando.” La traté de calmar sin saber que estaba equivocado.
“¿Ya desean ordenar?” Nos preguntó amablemente el mesero.
Después de disfrutar de una deliciosa comida fuimos a la tienda de películas. Annie por supuesto que eligió una película súper romántica aunque yo no paré de sugerirle alguna de terror.
“¿Podemos comprar algunas frituras?” Preguntó Campbell y Annie y yo no podíamos estar más de acuerdo.
Mientras que caminábamos, Annie paró de golpe.
“¿Annie?”
“Franco hay un auto que nos está siguiendo.” Me dijo que no lo iba a señalar porque de repente la persona que nos estaba siguiendo podía darse cuenta pero yo seguía en negación y otra vez traté de tranquilizarla. “¿Por qué no me puedes creer?”
“Porque nadie sabe que estamos acá. Ahora vamos a la tienda y compremos la comida para ir al hostal.” La sujeté de la mano poniéndome un poco intranquilo.
Cuando llegamos a la tienda, Campbell llenó el carrito con millones de tipos de frituras y dulces. Pero veía a Annie igual de nerviosa.
“Escúchame, preciosa, todo va a estar bien.” Enredé mis dedos en su cabello y la acerqué a mi boca tratando de calmarla con mi labios. Recién después de algunos segundos me devolvió el beso sujetándome del cuello.
“Gracias, Franco.” Y fue en ese momento que comencé a perderlo todo.
Cuando me di la vuelta había un señor de mediana edad apuntándome con una arma. Tenía la cejas en fruncidas y los ojos llenos de determinación. Sabía que esto no era un robo porque yo era experto en ese tema.
“Entrégame a la chica y solo te meteré a la cárcel por tres años en vez de los diez que te mereces.” Me dijo con una voz ronca y poderosa.
“¿Quién es usted?” Le pregunté agarrando la muñeca de Annie con fuerza.
“No tiene ningún derecho de preguntar mocoso. Ahora entrégame a la…”
“¿Quién es usted?” Esta vez fue Annie la que le preguntó y por alguna razón el rostro del señor se calmó.
“Señorita su padre me contrató para buscarla y traerla a casa. He estado buscándola desde el día que desapareció.” Contestó pero sin dejar de apuntarme.
Era un alivio que la tiendita estaba vacía para que nadie pudiera presenciar esta escena. El señor del cajero había salido por un momento y no habían clientes.
“Bueno, yo no quiero regresar a casa. Estoy feliz en donde estoy así que eso es exactamente lo que le puede decir a mi padre.” Le respondió Annie con firmeza.
“Eso es imposible señorita. Lo siento pero si no viene conmigo tendré que llevarla a la fuerza.”
“¿No entiende que no voy a ir con usted?” Refutó con fuerza.
“Es usted la que no entiende que este es su secuestrador y no un amorcito adolescente.” Se acercó unos pasos y apuntó su arma directo a mi cabeza. “Perdón pero si no coopera tendré que matarlo.” Dijo dirigiéndose a mí.
“Está bien. Iré con usted.” Dijo Annie, sorprendiéndome.
“No, Annie.” Le supliqué con pena.
Annie se acercó al señor y con los reflejos que no sabía que tenía y la guardia baja del señor, le quitó el arma de la mano y le apuntó al corazón.
“Nunca más vas a atreverte a hacerle daño.” Y con una sola pestañada vi al señor en el suelo sangrando.
Todo pasó tan rápido que no sabía que era lo que tenía que hacer. Así que volví a agarrar a Annie de la muñeca y junto con Campbell salimos corriendo de ahí.
“¿Qué acabas de hacer, Annie?” Ella no era así.
“Tenía que matarlo si no te iba a matar a ti.” Dijo con un rastro de malicia en su voz.
De repente así es como un ángel muere, perdiendo su inocencia. De repente maté al ángel que Annie llevaba dentro cuando la involucré en mi vida. No podía dejar que eso siguiera pasando. No podía matarla.
Busqué con la mirada el auto del señor. Y lamentablemente tuve que regresar a la escena del crimen para coger las llaves de su auto. El señor estaba agonizando tanto que no salían palabras coherentes de su boca.
“Lo siento, esto es mi culpa.” Le pude decir antes de irme corriendo.
Nos subimos al auto y arranqué a toda velocidad.
“¿A dónde vamos, Franco?” Preguntó Campbell tartamudeando aún absorto de lo que acababa de pasar y con las lágrimas recorriendo sus rellenos cachetes.
“Tenemos que regresar donde papá. Al menos hasta que consiga otro lugar en donde vivir.” Dije con seriedad.
“Todo esto es mu culpa. ¿Qué carajo acabo de hacer?” Comenzó a llorar Annie.
“Preciosa, tranquila. Yo lo voy a solucionar.” Y lo iba a hacer. No le podía decir mi plan de regresarla a su casa porque enloquecería pero al menos la traté de calmar.
Manejé horas de horas mientras tranquilizaba a Annie que estaba en un shock total y no dejaba de temblar. Por fin llegamos a la calle de mi casa. Agarré a ambos de las muñecas y los jalé hasta la puerta de lo que una vez fue mi hogar. Estaba seguro que mi padre no iba a estar en casa. Pero por supuesto estaba equivocado. Nos estaba esperando y para nuestra gran suerte con otra arma apuntándonos.
“¿Crees que puedes huir de mí, inútil?” Gritó con furia.
“Vayan al sótano.” Les susurré a ambos.
Pero antes de que pudieran entrar por la puerta mi padre agarró a Annie del brazo con fuerza provocando que ella haga una mueca de dolor.
“Con razón la tenías muy guardada para ti. Es una belleza.” Pronunció mi padre con deseo en sus labios.
“¡No la toques!” Le grité con rabia en cada palabra.
Fue ahí que me abalancé sobre él y comenzamos una gran pelea de golpes. Annie lloraba en una esquina protegiendo a Campbell con sus brazos mientras que yo recibía toda la furia de mi padre.
“Eres un bueno para nada. Por tu culpa esta familia es una gran mierda.” Le gritaba mientras que ponía todas mis fuerzas en mis puños.
“Estas muerto, chico.” Y con esas palabras escuché dos balazos.
Uno agujereó el sillón.
El otro terminó en el estómago de Annie.
Capítulo 17
ANNIE
Me sentía fría, congelada. No podía moverme aunque lo intentara con todos mis esfuerzos. Sentía a alguien llamándome. Sabía quien era. Era Franco. Estaba llorando y me sujetaba de la cabeza. Quería responderle o al menos abrir los ojos pero se me era imposible. Y antes de que me hundiera en el vacío escuché un disparo. Esta vez no fue dirigido a mí.
“Annie, por favor despierta. Te necesitamos.” Eso escuchaba una y otra vez.
Cuando por fin abrí los ojos una decepción se expandió por mi cuerpo. No era Franco, no era Campbell. No estaba en sus brazos, no estaba en su casa.
Estaba en vuelta en paredes blancas y rostros preocupados.
Estaba en un hospital. Mis padres estaban a mi lado llorando y llamándome.
“¡Querido, despertó!” Le anunció con exaltación mi madre a mi padre.
Apenas lo reconocía. Ahora llevaba puesto una barba y lentes que no sabía que usaba. Mamá estaba igual que siempre, sobre maquillada y con un vestido ajustado.
Los recuerdos de lo que había pasado eran como una especie de sueño. Ahora era una asesina, había matado a alguien. Y fui castigada con un balazo al estómago por el padre de Franco. Franco. No sabía en dónde estaba. Mi pecho me ardía mucho más que el dolor que sentí cuando la bala me impactó.
“Estamos tan felices que estés bien, Anna Sophia.” Dijo con cariño mi padre.
Yo aún no podía hablar. No podía pronunciar ninguna palabra. Y cuando estaba a punto de hacer el esfuerzo un doctor entró por la puerta.
“Veo que ya despertó, señorita. Sabíamos que era una luchadora.” Me sonrió el doctor. “Ahora quisiera hablar a solas con ella si no es molestia.” Le dijo a mis padres.
“Por supuesto, doctor.” Dijo mi mamá saliendo de la grande habitación.
El doctor se acercó con suavidad y me envió una amable sonrisa.
“Quería hablar a solas con usted. Aún no sé si sus papás sepan su estado pero me alegro decirle que su bebé está a salvo.” Mi corazón se detuvo. ¿Estaba embarazada? Tenía un bebé dentro mío y no lo sabía. Mis lágrimas no demoraron en empapar mis mejillas. “Debe estar muy feliz, es realmente un gran milagro.”
Exploté en llanto y ni las palabras reconfortantes del doctor me distraían de la pena. Iba a tener un bebé, un bebé con Franco pero él no estaba aquí para saberlo. Pero había una pequeña luz, una tenue luz de alegría.
Cuando el doctor se retiró recién me percaté que en la mesa de noche había una hermosa rosa blanca. Y debajo de ella una carta. La abrí sabiendo quien era su posible escritor.
Dejarte en ese hospital fue lo más difícil que he hecho porque eso significaría que ya no te voy a volver a ver. Mereces mucho mejor Annie. Mucho mejor que un psicópata como yo, mucho mejor que alguien lleno de odio y remordimiento. En poco tiempo me enamoré de ti, el tiempo suficiente para que cualquiera se enamore de ti. Pero ahora bórrame de tu mente. Recuérdame como un simple sueño o una horrible pesadilla, porque lo que realmente soy es ese chico que te dejó inconsciente, ese que te golpeó, ese que te mantuvo cautiva. Recuerda a aquel chico y se te hará más fácil olvidarme.
Nunca lo podría imaginar de esa manera. Siempre sería el chico al que amé, el chico que me salvó la vida y que me regresó las ganas de vivir. El padre de mi bebé y dueño de lo que restaba de mí. Pero ahora yo tenía un objetivo en la vida.
“No te pienso perder. ¿Me oíste? Te voy amar y cuidar siempre.” Le susurré a mi barriga que ahora era hogar de mi bebé. El bebé que fue una fusión del amor que Franco y yo sentíamos y que siempre sentiré.
Epílogo
FRANCO
Maté a mi padre. Ya pasó un año y ese pensamiento sigue embrujando mi mente. No sabía cuál dolía más, el tener las manos de un asesino o el haber abandonado a Annie en ese hospital. Creo que la respuesta era obvia. Con ella a mi lado no me importaría haberlo matado si eso implicara que estuviera a salvo conmigo. Pero ahora debe estar feliz con alguien. ¿Quién no se enamoraría de ella? Solo esperaba que la tratara bien y no estuviera en busca de su dinero. Annie merecía todo el amor de mundo y yo no fui capaz de dárselo.
Ya pasó un año desde que pisé este pueblo. El pueblo que Annie, Campbell y yo compartimos como familia. La noticia del asesinato del señor que quiso llevarse a Annie se propagó rápido. Pero por suerte nadie supo quien lo había hecho ya que no habían cámaras de vigilancia y conservé el arma del crimen. El arma que cumplió con dos delitos.
Después de dispararle a mi padre, Campbell y yo hicimos lo único que pudimos hacer, huir. Nos fuimos del país sin que nadie supiera nuestro paradero. Pero después de un año quise visitar el pueblo que me traía tantos recuerdos.
“Acuérdate que solo vamos a estar hasta mañana.” Le dije a Campbell.
“¿Podemos ir al café donde cantabas?”
“No sé si sea una buena idea.”
“Por favor, por favor, por favor.” Me suplicó con ojos de cachorrito.
“Está bien. Pero no nos vamos a quedar toda una vida ahí. Tomamos un helado y nos vamos.”
“Me parece bien.”
Cuando llegamos al café me sorprendí enormemente de verla. No sabía que aún trabajaba aquí.
“Ronda.” La llamé pero salió más como un susurro.
“Mira, mira que trajo la marea. Nada más y nada menos que mi queridísimo Franco.” No sabía que era tan cariñosa pero vino corriendo a mí para en volverme en sus brazos. “Supongo que te enteraste que estaba aquí.”
Mis respiraciones se cortaron y mi corazón se detuvo. Sabía exactamente a quien se refería. Mis ansias de volver a verla, de sentirla se apoderaron de mí.
“¿Dónde está?” Le pregunté exaltado.
“Sirviendo a la mesa cuatro.” Me respondió señalando a una mesa de la esquina.
Y la vi. Tan hermosa como siempre. Con sus largas ondas castañas y una sonrisa bellísima. Caminé hacia ella pero la emoción se apoderó de mí y empecé a trotar. Sin pensarlo estaba de rodillas abrazando sus piernas y llorando como un completo bebé. Me quedé quieto por varios segundos sin saber que decirle cuando de pronto sentí cómo sus manos acariciaban mi cabello.
“Perdóname.” Fue lo único que salió por mis labios. Era estúpido, era ridículo pensar que iba a perdonarme después de las atrocidades que había hecho.
“¿Por qué te demoraste tanto?” Me quedé aturdido ante su pregunta. ¿Me estaba esperando?
“Pensé que nunca más me ibas a querer ver. Pensé que me ibas a odiar y poco a poco olvidar.”
“Sabes que nunca podría hacer eso.” Me levantó el mentón con una de sus manos para que nuestros ojos se conectaran. “Aún espero ese anillo.” Y aunque lo decía con completa calma una lágrima mojó su mejilla. “Salgo en una hora, espérame.”
“Siempre te voy a esperar.”
“Parece que alguien se sensibilizó con los meses.“ Soltó una suave risilla mientras que se secaba la singular lágrima. “Tengo que seguir trabajando.”
La solté y siguió con su trabajo como si nada estuviera pasando. ¿Cómo era posible que su alma me perdonara después de todo lo que le había hecho?
Esperé a que saliera de trabajar para que caminemos hasta lo que parecía ser su casa. De seguro que sus papá se la habían comprado porque con lo poco que antes ganaba como mesera era imposible conseguir una casa como esta. Nos sentamos en el sillón de su salita después de que le sirviera chocolate caliente a Campbell que también estaba emocionado por verla.
“Cuando me enteré que nadie supo quien fue el culpable de la muerte de ese señor supe que tenía que volver. Le dije a mis padres que necesitaba mi espacio después de todo lo que había pasado y aceptaron pero solo si me compraban una casa. Así que ahora vivo feliz aquí después de haber pasado por malos momentos. Pero ya estoy bien. Mejor ahora que sé que están bien.”
“El sentimiento es mutuo.” Le dije con cariño.
“Bueno, falta una hora para que venga así que podemos hablar de lo que ha sido de tu vida.” Dijo Annie viendo su reloj.
“¿Quién viene?” Lo primero que supuse fue que su esposo o enamorando estaba en camino pero no tenía sentido después de la escena en el café. Ella aún quería casarse conmigo, aún quería su anillo.
“Alguien que quiero que conozcas.” Me sonrió.
Toda la siguiente hora me la pasé conversando con ella, contándole que estuve recorriendo otros países y trabajando en cada uno de ellos ahorrando dinero para emergencias. Le conté que pensaba en ella todos los días y que cada día me arrepentía más haberla dejado en ese hospital. Estaba a punto de llorar pero las manos de Annie me reconfortaron al acariciarme las mejillas.
“Sé que lo hiciste porque pensabas que era lo mejor para mí, por eso te agradezco, Franco.” Me reconfortó.
Quería besarla en ese mismo instante sin importar que Campbell estuviera observándonos pero justo sonó el timbre.
“Debe ser él.” Anunció Annie emocionada. Me agarró de la mano y me jaló hacia la puerta. “Solo espero que no te asustes al principio.” Bueno, ahora si estaba asustado.
Cuando abrió la puerta mi corazón se detuvo por segunda vez. Una señora llevaba en un coche a un bebé. Y supe en ese mismo instante que era nuestro. Mis ojos pardos y su belleza. Y supe en ese mismo instante que lo iba a amar tanto como amaba a Annie y a Campbell. Íbamos a ser una familia. Y sabía que íbamos a ser muy felices.
“Ahora te necesito más que nunca, Franco.” Me susurró al oído.
“Y te prometo que no te voy a volver a dejar ir.”
Y era una promesa que sabía que iba a cumplir.
Fin
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