Jonathan y Diana son pareja.
Él ha pasado a buscarla en coche y ella se ha escapado del instituto. Algo muy normal en los días de educación física.
Ambos dentro de su coche, un Buggati negro, yendo a cualquier sitio que no les haga pensar.
Ha pasado media hora y él sigue conduciendo, Diana le mira a los ojos. Un verde marrón, más conocidos como los ojos Hazel, las esqueléticas manos de miel de este se dirigen hacia el rostro de la protagonista, acariciándole suavemente la barbilla como la de un gato.
—Por si te preocupa, lo estoy dejando, princesa —mira de reojo a la chica—. Algo que deberías pensar en hacer tú también.
Ella aparta la mano de este y niega con la cabeza.
—No, yo no soy como tú.
—Exacto. Lo tuyo es una adicción, una enfermedad mental —Jon mantiene la mirada fija en la carretera.
La conversación termina y él aparca en la arena de la playa a la que siempre van, Playa de Fistral (Inglaterra) también conocida como Cornualles.
Ambos bajan del coche, se descalzan y andan por la arena, al mismo tiempo, la camiseta de ambos es arrojada al suelo, al igual que el pantalón de este y la falda de ella, dejando así a los dos personajes en bañador.
El móvil de Diana está dentro del coche. Kelly le envía un mensaje.
¿Dónde te has metido? Los profesores te buscan.
En el teléfono se ve la hora exacta. Las 9:15 de la mañana, -2 grados bajo cero.
Hace frío, pero de alguna forma, cuando Diana y Jonathan están juntos, la temperatura asciende.
-2℃, 0℃, 3℃, 7℃, 10℃, 25℃... 35 grados.
Hace calor y la pareja está jugando con las olas, Diana intenta esquivar el agua que su novio salpica, pero tropieza y cae a la mojada arena, haciendo que los dos personajes rían.
Minutos más tarde, se encuentran tumbados sobre el techo del coche, se han vuelto a poner la ropa y están completamente secos.
Diana mira a Jonathan con una sonrisa, se sienta y saca un papel de cigarro.
—He aprendido a hacer cigarros de chocolate —dice entre risas.
Saca una chocolatina del bolsillo de su mochila y la aplasta, luego, la mete en el papel, lo sella con saliva y le pide el mechero a su novio con un gesto.
El pitillo de esta se enciende y lo fuma, a la vez que Jonathan retira uno de sus rubios mechones y lo coloca detrás de la oreja de ella.
—¿Recuerdas cómo nos conocimos? —dice Jonathan.
***
Viernes 10 de febrero, 2022.
Un varón pálido, de ojos oscuros y pelo alocado, me ofrece una bebida en la barra de una fiesta.
Las luces me están cegando, el alboroto de la gente y la música me desubica. Trato de buscar a mis amigos en la muchedumbre, entonces una mano me agarra del brazo.
—¿Estás bien, corazón?¿Dónde te habías metido, Dia? —mi amiga Scarlett y su grupo de amigos me han colado por primera vez en una discoteca. Ella es alta, rubia y siempre va maquillada. Lleva un vestido de brillantes negro corto que le queda genial, y unos tacones de punta que le hacen parecer la reina de la fiesta.
Scarlett tiene 20 años y estudia esteticien, nos conocimos comprando ropa en una tienda de faldas. Poco a poco, me fue involucrando a su grupo de amigos, y a día de hoy no podría vivir sin ellos.
Ella me lleva de la mano para no perderme hasta llegar a una mesa. Me siento al lado de esta y los demás piden bebidas. Scarlett separa los mechones que caen en mi rostro y me dedica una dulce y cariñosa mirada.
—Vamos a empezar con una cerveza para Diah, y después, si te apetece, pruebas un chupito, ¿Te parece bien, rubia? —dice Asher. Él tiene unos ojos canela que combinan con su pelo castaño ondulado.
Tiene 25 años, trabaja de cocinero y le gusta ponerme apodos estúpidos. Es algo alto y tiene estilo. Lleva una chupa suelta dejando descubierta una camiseta de tirantes blanca, viste unos pantalones cargo de los años 80 grisáceos y un cinturón básico oscuro de ocho agujeros.
Le dedico una sonrisa y asiento con la cabeza.
—Si veís que me vuelvo loca...
—No vamos a dejar que te subas encima de la mesa a perrear, tranquila. Antes te tiro una botella a la cabeza —Ian me interrumpe. Otro hombre de 21 años, alto, fuerte y aplicado.
Está tocando en una banda, y sorprendentemente, le va genial. Es albino y siempre trae un protector solar en sus bolsillos. A veces parece mago, saca cosas gigantes de lugares diminutos.
Ian usa una camiseta de manga corta pegada y se le ve un poco el ombligo. Lleva pantalones vaqueros anchos azules y unos zapatos negros.
La camarera nos trae nuestro pedido, una cerveza para mí, una botella de Vodka sabor vainilla para Scarlett y Brandy para los chicos.
La chica deja las bebidas con cuidado en la mesa, nos guiña y se sienta. Índigo tiene 23 años y mientras trabaja en el bar Willo's house, estudia peluquería canina. Lleva pendientes de aros pequeños, una coleta alta, luciendo su castaño y largo cabello. Está maquillada por un eyeliner que contrasta con sus ojos azules, tiene un vestido negro corto y unas botas que le llegan por debajo de las rodillas. De todos nosotros, ella es la que más sabe de vestir.
Mientras Promiscuous suena, abro mi lata de cerveza y le doy un sorbo. Mis amigos me están grabando y mantienen la mirada fija en mí con curiosidad.
Mantengo el líquido amargo apretando la boca y mis ojos, cuando trago arrugo la nariz y saco la lengua.
—¡Qué malo, por Dios!
Mis amigos ríen y vuelvo a darle un sorbo a la bebida. Así hasta que le encuentro el buen sabor.
Me pido una, otra, y otra...
Scarlett no me deja pedir más, hago un puchero y le cojo del brazo.
—Venga, Eti, no seas mala. La última que me bebo, porfa.
Mi mirada de cachorrito le hace reír y la pide.
Mientras me traen mi bebida, ella está pensando en que foto subir a sus redes. Scarlett tiene un vlog conmigo.
Un grupo de tres chicos suben al pequeño escenario de la discoteca. Son las 23:50 y este lugar apesta a borracho loco.
Abro mi lata y le doy sorbos pequeños mientras me fijo en cada chico del plató. Hay un batería y dos guitarristas. Son guitarras eléctricas, una roja y otra azul. El masculino del instrumento color ciruela se coloca en medio, usando el micrófono.
Este mide 1'80, es algo apuesto y musculoso. Tiene el pelo oscuro, arremolinado y corto. Usa una sudadera negra con un gracioso estampado de perro, unos pantalones de pierna ancha azules rotos y unas converse con unos cordones totalmente desgastados.
—Hola —una sonrisa muestra sus dientes perfectos y su hoyuelo izquierdo. Mira al público y detiene su mirada en mí por unos segundos. Sonrío como puedo y le vuelvo a dar un último sorbo a la cerveza. Cuando me doy cuenta de que ya no queda más, dejo la lata boca abajo y le doy palmaditas. No cae ni una sola gota. Me quejo y vuelvo a dirigirle la mirada al cantante. Él da un largo suspiro y empieza a hablar.
—Yo soy Xie, pero nosotros somos Cherry Coast.
La banda toca su música y la gente lo escucha, algunos hablan, otros bailan y el resto tan solo se divierte.
Cuando ellos terminan, aplaudo y silbo, han tocado una de mis canciones favoritas.
Riptide de Vance Joy.
Son la 01:43 de la mañana y me estoy meando.
Le pido a Scarlett que por favor me acompañe al baño y ella asiente. Lleva el rimel un poco corrido de tanto reírse, no está totalmente borracha, por eso camina decentemente, no como yo. Yendo al aseo me he tropezado al rededor de tres veces.
Saliendo de la asquerosa cabina, mi amiga me pide que la espere, ya que también ha entrado a hacer sus necesidades. Me miro al espejo y siento una mirada. Miro hacia la izquierda, y el cantante está al lado del baño hablando con un chico.
Embobada sonrío y le hablo a Scarlett.
—Tía, está el buenorro del cantante fuera.
Se escuchan risas de mi compañera y después pide unos segundos de espera para irnos juntas, pero como estoy más borracha que un cuñado en la cena familiar de navidad, salgo como puedo del baño y dedico mi mejor mirada de leona al chico. Él me mira curiosamente y se rasca la cabeza.
—Hola de nuevo, chica de la lata de cerveza.
Me intento apoyar en la puerta abierta del baño, pero apoyo mucha fuerza sobre ella y caigo al suelo. Mi móvil ha salido volando, pero voy tan ciega que no me entero.
—Maldita puerta —le pego un manotazo a esta y el chico me ofrece su mano. Me ayuda a levantarme y le agradezco.
—Oye, chica de la lata...
—Diana —le corto a mitad de frase.
—Bueno, Diana. ¿Cuántos años tienes? Te ves muy... joven.
Mis brackets se muestran al dar una grande mueca. Las arrugas de este gesto son feísimas, pero no importa mostrarlas si se siente la verdadera felicidad.
—¿Es eso un halago? —me meto un mechón de pelo tras la oreja y ladeo la cabeza todavía con mi tonta sonrisa.
El chico parece que va a decir algo, pero se arrepiente al instante.
Scarlett sale del baño y me agarra del brazo, me tira para irnos pero me niego.
—Tiene más de veinte años, tranquilo —dice mi amiga.
El chico se agacha para coger mi móvil, le quita la funda de color azul oscuro y coge mi DNI.
—Dios, solo tiene quince años.
Mi amiga le quita mi identificación y mira hacia los lados inquieta.
El chico ríe y me agarra la barbilla. Mis ojos, que casi no soportan la borrachera que llevo, se cierran poco a poco.
—¿Tus papis saben que estás aquí?—dice él, luego me suelta bruscamente.
—Si, soy su tía—Índigo ha venido y no me he percatado. Apoya su mano en mi hombro y mira al chico con picardía.
—¿Su tía? No llegas a los treinta, bonita—el cantante llama a un guardia de seguridad.
***
Estoy en la sala de espera de la estación de policías. Al lado tengo dos sillas más, y los guardias me miran con curiosidad. Me ponen una linterna en los ojos y los cierro con fuerza. Doy un quejido y estos se van.
Un policía está a cargo de mí como una niñera.
—Me voy al baño, borracha. No te muevas.
El hombre de 1'68, pelo castaño y ojeroso se va murmurando insultos y palabrotas.
Me quito los tacones negros y me bajo un poco el vestido de vuelo, me ajusto los tirantes en forma de lazo y llevo mi pelo hacia un lado, dejando descubierta mi espalda. Unas dos cicatrices en línea se muestran, cosa que ya no me da miedo ver. Ya no.
Entra por la puerta un varón detenido por un hombre alto, que también trabaja aquí. Lo sientan y el policía se marcha. Se oye como llaman a mi madre y mis ojos se empiezan a cristalizar. Siempre le he contado todo a ella, aunque piensa que mis amigos no son buenos para mí.
El chico que está sentado al lado mío, me ofrece algo blanco en polvos.
—Ten un poco.
Me niego y doy las gracias.
Él se fija, no sé si en mi escote de corazón o en mi collar de diamante que llega hasta mi clavícula.
Luego me mira a los ojos y se levanta.
—¿Qué haces? —preguntó con curiosidad.
—Pirarme.
Él se va andando tranquilamente hasta alcanzar la puerta de salida, lo pienso un instante y agarro mis tacones, después, voy corriendo tras él.
—Voy contigo.
Este se para, abre la puerta, y una fuerte alarma nos asusta.
Me agarra del brazo y salimos corriendo a la calle. Mientras aceleramos el paso por las oscuras calles, nos escondemos tras un bosque.
Nos sentamos, derrotados de haber corrido durante un largo tiempo y reímos.
Por un momento, me fijo en su aspecto.
Se parte de risa, tiene una pala y un colmillo ligeramente torcido, sus ojos de color marrón, pero a la vez verdosos se fijan en mí, con unas largas pestañas curvadas y una nariz chata. Su piel color crema va a juego con su pantalón ancho color latte. Un jersey de punto verde le llega hasta la cadera, y sus zapatillas negras y blancas están tan desgastadas que ni siquiera puede verse la marca de dicho producto. El pelo castaño miel ondulado deja mucho que decir. Parece que no se ha peinado desde hace tiempo, y su flequillo mal cortado tapa toda su frente.
Dejamos de reír, y cuando el ambiente se pone incómodo saco mi móvil.
—Voy a avisar a mí madre de qué estoy aquí, no quiero que se preocupe.
Él se levanta, lo agarra, lo tira y lo pisotea mil y un veces delante de mí.
—¿Qué cojones?
Le digo con enfado.
—Si nos buscan y se dan cuenta de que tienes un puñetero móvil, nos encontrarán, ahora tenemos que irnos de este jodido lugar por tu puta culpa, deja de actuar como una niña, ¿Me oyes?
Me siento mal, su tono de voz ha sido demasiado alto que he llegado a taparme los oídos.
Me miro las uñas de mis pies desnudos. Los tacones se me han caído de la mano mientras corría.
El chico resopla, parece que se siente mal.
Se rasca la cabeza y se levanta.
—Ten —saca de una bolsa que lleva colgada en su ancha espalda unas Croc negras.
Levanto la cabeza y lo miro.102Please respect copyright.PENANAmJNJkWo1um