Scarlett
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El día anterior había sido normalmente especial como todos los jueves de la semana, mis días favoritos, le hablé toda la noche a mi hermana de una idea de un libro que tengo en mente. Ella se limitaba a asentir con la cabeza mientras que toda su atención la recibía su tarea de medicina.
Antes de la última clase del día, en los pasillos me encontré a Lucy, mi amiga de la infancia, la descripción exacta de una geek/nerd, morena, ojos color miel, gafas redondas. Cuando la conocí apenas era una niña, aunque no siempre fuimos solo 2 amigas, éramos un trío.
Ivonne, ella era la carismática e inteligente del grupo, la conocimos durante ese mismo año en una actividad donde teníamos que conocernos más. La niña perfecta dirían muchos, pero cuando la conocimos de cerca… Ella tenía problemas.
Ambas decidimos no dejar nunca sola a Ivonne, todos los días de la semana hablábamos juntas. Hasta que llegó el día que todas pensamos.
Lo recuerdo tan bien, era domingo por la mañana, en la televisión pasaban caricaturas que veía mi hermana, le dije a mamá que saldría a jugar con Ivonne.
Tan pronto abrí la puerta, Lucy estaba detrás de ella, llorando, me abrazó y no me soltó.
No podía hacerla que parará de llorar para que me dijera qué era exactamente lo que estaba pasando, solo se limitó a pasarme una nota de color azul. Todo se detuvo.
El sentimiento de llorar era tan fuerte, la impotencia y la culpabilidad se apoderaba de mí.
Miles de veces, Ivonne nos había platicado cómo sentía que ella era una carga para su familia; su madre no podía terminar sus estudios por tener que pagarle la escolaridad, y su padre no podía obtener un mejor trabajo porque eso significaba mudarse y perder el año escolar. Esa misma mañana se cortó el cuello con un cuchillo de cocina, fue su madre quien la encontró tirada. Si tan solo hubiéramos llegado antes.
Después reaccioné, estaba en la universidad, no en el pasado, sentí un golpecito en mi hombro, es Lucy, llevaba puestos unos jeans azules y una playera que decía "Jódete, yo estoy feliz." Tan pronto me acerqué me saludó.
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–Hola, Scarly. Te noto cansada y con la cara pálida. ¿Estás bien? –preguntó con una voz muy tranquila.
–Claro. Es solo que ya quiero descansar en casa. –contesté –¿Y tú qué tal el día? Escuché que tu obra fue la mejor de la clase.
–Sí, la maestra lo mostró a todo el salón, es una pintura de dos sujetos debajo de un árbol. Uno de ellos sostiene en sus manos el corazón del otro, mientras que el otro no sostiene nada. –menciona Lucy, tan concentrada. Amo que sea así.
–Suena fabuloso, deberías enseñarme la pintura alguna vez.
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Ambas escogimos los platillos que nos ofrecieron, aunque Lucy asegura que por fin se apegó a su plan de ser vegana, al parecer que hoy se le olvidó que el queso viene de una vaca.
Luego de la comida, me dirigí a mi locker para sacar mi mochila con algunos libros, y no pude evitar pensar que sigo con el mismo diseño del mes pasado aquel con dibujos de osos y mapaches, mis animales favoritos, necesito cambiarlo a algo más actualizado. Podría pedirle ayuda a Lucy, ella sabe de buenas combinaciones, pero es una tontería. Tal vez encuentre una buena el fin de semana.
Al salir de la última clase a la lejanía pude ver a Mac, toda la escuela cree que aún sigo obsesionada con él, pero es todo lo contrario; me da asco de solo verlo ahí. Ellos no lo saben, pero es una persona bastante horrible, cuando tuvimos relaciones me grabó sin mi consentimiento, lloré por horas enteras. Pensé en contarle a mamá sobre esto, pero ¿qué pensaría de mí? Preferí callar, pero luego de pensarlo mucho había decidido hacerle frente al día siguiente. Sabía que él solía ir a los baños del tercer piso para fumar, pero mi sorpresa al encontrarlo fue decepcionante, lo encontré besándose con una porrista, para cuando le grité él solo se limitó a contestarme con una amenaza: Subir el video al internet donde solamente se me ve a mí chupándole el pene.
Ahora solo trato de conseguir su atención para intentar borrar ese vídeo. Ese maldito vídeo.
Mientras lo observo, alguien me empuja con su mochila y ambos caemos.
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–Perdóname, no era mi intención tirarte. –Una voz masculina se hacía de presencia en mi mente.
–No me quiero imaginar si realmente hubiera sido tu intención hacerlo. –contesté entre dientes, mientras me sobaba el brazo – De verdad, no te preocupes.
–Ahora me haces sentir peor –contesta con una ligera risa nerviosa. –Soy Erick, ¿Te encuentras bien?
–Sí, gracias a qué mi mochila amortiguó la caída. Ten más cuidado con la próxima vez, Erick. –refuto, y me alejo lo más pronto posible para evitar otra vergüenza de ese nivel.
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Podría decir que no es la primera vez que se tropiezan conmigo, a menudo suele suceder dentro de los pasillos, tal vez mi objetivo de vida es ser un obstáculo para los demás. Ahora que lo pienso suena algo muy estúpido.
Mientras camino a la parada del bus recuerdo al chico, sé que es amigo de Dan, después del primer mes de la carrera había estado sintiendo muchas cosas raras por él, como por ejemplo, odio y envidia, él recibe la atención completa de la maestra Danvers, he tratado que ella sea la opinión final del libro que estoy escribiendo, pero nadie recibe en sus oficinas, y en clase no le gusta ser interrumpida. Cierto, tengo que ponerme de acuerdo con él para el ensayo.
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Mientras esperaba el autobús, Lucy se ve al horizonte corriendo hacia mí –Ese era Erick, ¿Qué te dijo?
–Seguro no fue algo sobre ti. –respondo con un tono sarcástico. –Solo se tropezó conmigo, nos caímos, me ayudó a levantarme y eso es todo.
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Parece desanimarse al segundo de decirlo, pero es verdad. Ese tonto la tiene como quiere y no se inmuta en hablarle por lo menos, pero esas son cosas del amor, y las cuales yo las desconozco. Me despido de Lucy mientras me subo al camión, solo camino 4 asientos más, luego me acomodo.
Durante el traslado me pongo a pensar en la graduación, solo faltan 4 meses y no he decidido qué hacer con mi vida. Vaya mierda.
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Al llegar a casa mamá es quien me recibe, es solo 3 centímetros menor a mí, aunque todos dicen que es japonesa, no lo es, nació aquí en este país, solo es de ascendencia japonesa. Así que sí soy americana-japonesa, pero heredé más los rasgos de papá, pelo castaño y rizado, nariz medianamente grande. En cambio mi hermana sí parece asiática, ella estudia lo mismo que papá, medicina.
Mamá siempre dice que en la familia han existido médicos y doctores reconocidos, que es nuestro deber servir en esa rama de estudio. Que triste debió ser el día en el cuál les dije que estudiaría literatura y letras. Mi único sueño es escribir un libro, uno perfecto, pero realista, de aquellos que al pasar cada capítulo duelen, y no por la dramatización de éstos sino porque te reflejas en ellos.
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–Hola, mami. ¿Cómo te fue en el trabajo? –le digo mientras entro a la cocina y escojo un chocolate. –Hoy fue un día excelente, hablé con Lucy, me dijo que su obra fue la mejor de la clase. ¿Puedes creerlo? Ella no lo dijo ni me lo enseñó, pero describió precisamente el cuento que hice hace unas semanas.
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Ella se la pasaba en la sala tejiendo, después que había aprendido a hacerlo hace poco ya se había vuelto uno de sus mejores pasatiempos de la última década –Me alegro mucho por ti, mi amor ¿Ella vendrá en la noche? Porque no hice las compras esta semana.
–No, hoy no. Aparte, tengo tarea. ¿Sabes si Liz llegó? Es que le tengo sus libros de anatomía que me pidió ayer. –Le pregunto, mientras subo las escaleras a mi habitación.
–Aún no, ya sabes que ella llega en una hora. – responde.
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Entro a mi habitación, y encuentro los jeans de mi hermana, Lizbeth, futura cirujana, si es que no arruina su vida con el estrés. Los hago a un lado y me tiro a la cama, quiero dormir un poco, pero si lo hago no tendré tiempo para disfrutar el sábado.
¿Qué mierda? Es fin de semana, puedo hacer tarea mañana. Me levanto y cierro la puerta, pongo mi mochila al lado de la cama, me acomodo para dormir, abrazo a mi peluche de perrito, cierro los ojos.
Escucho que abren la puerta, es Liz, tira la mochila arriba de la otra cama, y se sienta en el escritorio. En su mano derecha tiene un libro de enfermedades degenerativas y en el escritorio hay 2 libros más que no alcanzo a distinguir.
Como observación, querida hermana, si quieres ser cirujana mejora tu pulso, que desde mi cama puedo ver cómo te tiembla tu mano, tal vez sea estrés.
Me levanto a duras penas, le pongo mi mano en su hombro, recibo un quejido seguido de un golpecito de su codo en mi cadera. Agarro mi copia de Romeo & Julieta, me aburre leer algo que no le tengo interés. Pero al menos estoy un paso más para escribir el libro perfecto, el secreto es no hacer un romance tan estúpido como el de este par de imbéciles. Cierro el libro y me dirijo a la mochila para sacar las notas de las tareas que me faltan. Son 3, la de historia suena más fácil hasta que observas que debes hacer un resumen de 34 páginas. El fin de semana perfecto para Scarlett, claro que sí.
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–¿Tarea difícil? –pregunta Liz, sin quitar la vista de sus libros tan gruesos como la parte trasera de un televisor.
–Es solo cansado –contesto sin ganas, es algo estúpido decirle eso a la persona que se la pasa estudiando libros de 700 páginas cada semana. –¿Ahora qué debes estudiar?
–Sobre enfermedades nuevas, y sus síntomas. –contesta, ahora voltea a verme. –Lo triste es que aunque exista una variante de la peste negra o un virus congelado en un iceberg en el polo norte que nos mate a todos, aún así debo estudiarlo para saber cómo lidiar con ello.
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Le propuse suspender por un momento la tarea e ir a comer algo en la cocina, acepta y estando abajo, mamá nos prepara un chocolate caliente y un sándwich.
El timbre suena, Liz camina para abrir la puerta principal, detrás de ella se encuentra la abuela Geraldine, la adoraba tanto como a mamá, pero mi abuela y yo tenemos una conexión especial, podría jurar que éramos mejores amigas.
En ambas manos tenía bolsas, esa era la bati-señal, nos había preparado regalos. Tenía la costumbre de darnos obsequios cada vez que venía de visita.
Abro el mío, es una bufanda verde con negro; el de mi hermana un gorro morado con negro. Una confusión y un silencio se hicieron del poder en la sala; puesto que mi color favorito es el morado, el de mi hermana el verde, yo amaba los gorros y ella las bufandas.
Hasta que leímos las notas supimos que nos habíamos equivocado de bolsa, aunque no nos molestaba tomar prestado ropa de la otra, sí nos sentimos raras con esto.
Subo rápido a la habitación para darle mis escritos para que ella los analice y me de observaciones. Sinceramente, para el estereotipo de mujer limpia y responsable que nos tenían por nuestra familia, el cuarto estaba hecho un desastre. Mayormente al lado de mi hermana, pero echarle la culpa entera es muy egoísta de mi parte.
Antes de que Abuela Geraldine se fuera, me dió una nota con algo de dinero. Lo sabía, seguía siendo su favorita.
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He escuchado que las flores murmuran, me mencionan como a su diosa. Pero si existiera o supieran de la religión, yo sería el diablo.
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Ella solía darme notas de lo que pudo haber sido su mejor libro, según las notas que me ha estado dando, son 3 libros candidatos.
El primero es sobre un romance entre un joven hecho de púas alrededor de su cuerpo y una joven delicada hecha de papel, por lo que entiendo es una trama sobre dolor y superación; el otro libro es policíaco, aún no me ha dado las suficientes notas para saber de la trama. El último es mi favorito, un thriller psicológico, una mujer escucha voces, ella no sabe de dónde provienen hasta que un día, oye a una de ellas que menciona el nombre que la mujer le había dado a una de sus flores.
Ella podría decirme todas sus ideas, pero me da pequeños trozos de sus novelas para que genere curiosidad y por eso me agradaba ella.
Su vida fue controlada por ser chef, pero ella quería ser escritora como yo. Y al no poder cumplir su sueño, ella me apoya en todo. Durante toda nuestra niñez, se dedicó a leernos cuentos e historias que ella misma escribía.
Sin duda, la mejor abuela, la amo mucho.
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