Scarlett
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Sábado por la noche, sin tareas, sin preocupaciones... Cierto mañana tendría que ir a la biblioteca con Dan.
Le había oído agitado cuando le hablé, seguro que habría tenido sexo con su novia. No tengo nada en contra de Danna, fuimos compañeras de clase en la preparatoria, pero seguro ni ella lo recuerda. Trataba mal a todos en la clase. Se creía la chica inalcanzable por salir con el chico más popular. A la par se corría el rumor que ambos se engañaban con otras personas. Al final son chismes entre los alumnos.
El pensar en el pasado me hizo recordar cómo conocí a Lucy en la secundaria. Mi única amiga era mi hermana, pero un día durante el recreo una niña con cabello rizado y unos lentes redondos demasiado grandes para ella misma se acercó hacia mí, me ofreció un poco de su sándwich y lo acepté. Durante los siguientes días nos volvimos tan inseparables junto a Ivonne. Nosotras 3 contra el mundo.
Debería hablarle a Lucy para saber si puede venir a dormir conmigo, mamá había hecho la despensa en la mañana, así que no habría problema en algún antojo que tuviéramos.
Fui a la planta baja dónde está el teléfono, sin antes avisarle y pedirle permiso a mamá. Ella asintió mientras llamaba a la casa de Lucy.
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–Hola Lu, ¿Cómo estás? –pregunto con tanta alegría. –Te llamaba para saber si querías venir a casa, podríamos ver una película y dormir.
–Buenas noches a ti también. –contesta con una voz ronca –Me parece una excelente idea, le diré a mamá. En 20 minutos llego.
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Amo cuando ella viene a casa, normalmente pintamos, y yo le cuento sobre las posibles historias para mis libros.
No tardó ni los 20 minutos que había dicho. Cuando abrí la puerta tenía su pijama de ositos y un gorro negro. Saludamos a mamá, quien estaba con mi papá mirando una película.
Nos subimos al cuarto, ella traía pintura y unos lienzos en blanco; me encantan estas noches. Al abrir la puerta de la habitación vimos que Liz se había apoderado del televisor con una novela mexicana, pero al vernos entrar apagó la televisión y nos ayudó acomodando las cosas. Cada una agarró un lienzo y pintó.
Liz adorno la habitación con música de Nirvana.
Estaba pintando a un hombre junto a su pareja, él llevaba puesto un traje elegante, ella ropa casual sentada en sus brazos. Al poco tiempo de seguir trazando líneas me di cuenta que parecía un retrato vivido de la pareja de la Abuela Geraldine. Ella era tan hogareña y mi abuelo era de clase alta, su relación se veía a los ojos de todo mundo como algo de interés por parte de mi abuela. Lo cual no era cierto, ambos se amaban demasiado.
Aunque jamás conocí al abuelo, mamá se encargó de contarnos mil historias sobre él. Tuvo varios trabajos antes de generar una riqueza con 2 de sus pinturas. En una ocasión mamá nos contó sobre la vez que el abuelo tomó lugar en un barco pesquero, y que en una noche lograron ver una gran ballena blanca, todos los tripulantes empezaron a apuntarle con sus lanzas, pero mi abuelo gritó que se trataba del legendario MobyDick, es simplemente uno de los relatos que más me han encantado.
Lucy pintaba unas montañas con muchos árboles alrededor de un lago, mientras que mi hermana hacía un dragón muy al estilo del Señor de los Anillos. Jamás había visto a una persona tan obsesionada con algo como lo es Liz con esos libros.
Después de 3 horas pintando ya teníamos nuestras obras acabadas, y empezamos hablar sobre el baile de la escuela que se acercaba a fin del ciclo. Las 3 no teníamos pareja para asistir al baile, pero hablábamos sobre a quién llevarías si pudiéramos. En mi carrera no había nadie fuera de lo común, estaba Leonard, un chico bajito, piel morena y siempre usaba sudaderas grises, pero él no me era tan atractivo para bailar esa noche. También estaba Watterson, el chico distraído con quién haré el trabajo final de Literatura, el único obstáculo y más importante; su novia.
Conozco a mi hermana, elegiría al chico de lentes de la casa de enfrente. Desde que teníamos 9 años ella lo ve como su futuro esposo. El chico de tez blanca, alto y gracioso de la manzana. Según, la última vez que hablé con él, estudia arquitectura. Buen partido, Liz.
Lucy, me pasaba horas hablando sobre el chico Erick, el mejor pintor de su clase. Eso es mentira, ambas sabemos que ella pinta como una artista excelente, y tiene un mejor control de ideas, pero el amor ciega a todos. Lastima que según rumores, él ya tiene pareja.
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–Lucy, escuché que te gusta un chico llamado Erick, cuéntame de él –menciona Liz.
–Oh, bueno. Él estudia en la misma carrera que yo, ¡es super guapo! De verdad. –contesta Lucy, sus ojos se nublaban, luego volvían a la normalidad, pero sus pupilas se empezaban a dilatar al poco rato. El amor en su máximo esplendor. –Solo que él nunca tendrá ojos para mí.
–Lucy querida, si no te acercas más a él jamás te notará. Además los hombres son idiotas. Nunca saben lo que nosotras queremos. –responde mi hermana mientras toma un pedazo de galleta. –Solo digo que si en verdad te gusta, deberías intentar acércate a él, al menos serías su amiga.
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Amistad, esa palabra retumba en mi cabeza.
Desde siempre se representa la amistad entre un hombre y una mujer como algo extraño, se les mira mal, como si en realidad alguna parte de ellos no quisieran solo eso, una amistad. Como lo que sucedió con mis abuelos, bueno, ellos sí llegaron a ser esposos, pero la gente veía a mi abuela como una interesada, prueba irrefutable de lo que se dice de la gente puede ser falso.
Recordando a ellos, me hizo pensar en una ocasión que la Abuela Geraldine mencionó que ella tuvo diferentes amigos, quienes su único objetivo era acostarse con ella, eso antes de conocer a nuestro difunto abuelo. Él le hizo ver el mundo de manera tan hermosa, renació junto a él.
Antes de dar su primer paso a ser novios, ella le dedicó su primer libro, y él le obsequió una rosa plantada en tierra pintada en lienzo con una nota.
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Una noche como esta fue cuando comenzamos como amigos, hoy bajo la luna y sus estrellas quiero que vean como la mujer de mis sueños recibe una rosa única en este mundo, pues representa no solo una propuesta de noviazgo sino como nuestra amistad sembró esa linda flor.
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Si eso no es amor sincero, no quiero nada. Aunque solo he tenido 2 parejas y una de ellas fue un imbécil, quiero sentir el verdadero amor.
Sentirme tan enamorada como Lucy, que mi pareja sea igual de romántica y sincera que mi abuelo. Lo sé, es mucho que pedir.
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–¿Y tú, Scarly? ¿A quien quisieras que te llevará al baile? –preguntó Lucy con una mano apoyada en su rodilla y sosteniendo su cabeza.
–No lo he estado pensando, se me hacía una completa estupidez tener que llevar una pareja, puedo bailar sola. –contesté de mala gana.
–¡Vamos, hermanita! Debe haber un hombre en tu vida. –dice Liz mientras me da un empujoncito. –O una mujer…
–Bueno, podría escoger a Watterson. –dije.
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De verdad acabo de decir eso. ¿Por qué lo dije? No han contestado algo, probablemente solo lo pensé.
Mierda, mi hermana me está viendo raro.
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–¿Watterson? ¿El hijo de la Doctora Arileth Watterson? –pregunta Liz con una mano en su cachete mientras se apoya en la silla. –Solo lo había visto un par de veces durante las sesiones, ayudaba mucho a su madre. Habría deseado que hubiera existido algo más allá de la poca conversación que teníamos…
–Si, ese mismo. Está conmigo en la carrera. –mencioné a la par que me puse de pie. –Solo que esto es todo hipotético, ¿No es así?
–Claro, solo que se nos hizo extraño que lo eligieras a él. –contestó Lucy.
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Después de otra incómoda charla sobre que le veía a Dan, nos quedamos dormidas.
No acostumbro a soñar mucho, pero cuando lo hago sé lo que estoy haciendo. Es extraño.
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Estaba en la escuela, la profesora Danvers no aparecía, a mi alrededor se encontraba Luisa y Dan, luego una sombra entró al salón. La reconocí a los pocos segundos, era la Doctora Watterson.
–Muchachos se suspende la clase, su maestra tuvo un accidente. –indica a la par que nos hace señales para que salgamos al patio.
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Puedo ver caminar a Dan delante mío, quiero hablar con él, pero ¿Por qué? En tan solo segundos estoy frente a él.
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–Hola, Dan. Supe que serás candidato a escritor del año. –menciono mientras toco sus manos, están calientes.
–Hola, cariño. Sí, eso dicen los profesores, pero ya ves, nadie es mejor escritora que tú. –contesta Dan.
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¿Por qué me dijo cariño? Y ¿Por qué aún no suelto sus manos? Me siento bien, tranquila, pero es extraño.
¿Él y yo juntos?
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Un ruido nos interrumpe.
Son las 7:45 a.m. del domingo. Era solo un sueño.
Me cambio de ropa, un abrigo café con una blusa gris y jeans azules, para ir a verlo en la biblioteca. Sin antes desayunar con mi familia e ir hasta la casa de Lucy para dejarla ahí y saludar a sus papás.
No puedo olvidar que debo estar en casa antes de las 4 p.m. para ver un nuevo capítulo de la novela que está viendo Liz.
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