La primera copa de la noche y no podía sentirme mejor. Esta era una de las raras ocasiones en las que salía de fiesta con mis amigos y no me arrepentía de ello. No era una ratilla pero prefería veinte veces una buena noche de sueño que largas horas de pie en mitad de una sala abarrotada de gente.
Aunque, a veces, salía la fierecilla que llevaba dentro pidiéndome una buena borrachera de esas que no se olvidan en mucho tiempo, aunque no te acuerdes de lo que hiciste esa noche.
Volviendo a aquel momento en el que ya me estaban ofreciendo la segunda copa, negué con la cabeza mientras me tragaba el alcohol que tenía en la boca y suspiré, echando un vistazo rápido a lo desfasados que ya estaban algunos de mis amigos.
Kate, que estaba a mi lado, me sonreía.
—Presiento que esta va a ser la mejor noche de nuestras vidas —me dijo tan casual. Yo me reí de lo que dijo, negando con la cabeza como intentando sacarme esa idea de la cabeza.
—Yo con sobrevivir a esto me conformo —le contesté. Y era cierto.
Di un vistazo rápido a todo el local lleno de gente. Las luces tenues e intermitentes apenas me dejaban ver los rostros con nitidez, pero me daba igual. No tenía intenciones de conocer a nadie, aunque tampoco diría que no a nada.
Kate me empezó a dar codazos desde atrás y cuando presté atención, ambas chillamos porque era nuestra canción favorita. Sin vergüenza alguna nos pusimos a cantar gritando y bailando como si se nos fuera la vida en ello. El alcohol, a pesar de haber sido solo una copa, era bastante fuerte y notaba cómo me estaba afectando ya. A partir de aquí todo era muchísimo más fácil.
Acepté otra copa de una mano amiga y me lo bebí del tirón sin siquiera preguntar qué era. Ya nada importaba.
A partir de ahí sentía cómo levitaba. Mi cuerpo era cada vez menos pesado y las voces más atenuadas, pero yo estaba feliz. Me reía, cantaba, bailaba.
Pocas veces me soltaba y me dejaba llevar como en esa ocasión.
En uno de los momentos que me tranquilicé porque ya no podía aguantar las ganas de ir al baño, le pedí a Kate que me acompañara, aunque sabía que no estaba muy lejos.
Mientras esperábamos nos calmamos un poco y estuvimos hablando ya más tranquilas, aunque apenas teníamos voz de tanto gritar y cantar. Pero se sentía bien.
Entró Kate antes que yo, y mientras me quedé en la puerta esperando, apoyada en la pared de enfrente.
Algo llamó mi atención por el rabillo del ojo y pude ver a un grupo de chicos hablando bastante animados y haciendo bailes raros, pero se les veía divertidos.
No pude evitar reírme, pero cuando me di cuenta de que uno se había dado cuenta de que les estaba mirando aparté la mirada rápidamente y contaba los segundos para que Kate saliera de aquel cuarto de baño. Me había puesto nerviosa y sabía por qué.
Yo no era tan lanzada como la mayoría de chicas que había aquí y si ese tío había malinterpretado mi mirada, sabría que en cualquier momento se acercaría. Aunque sabía que le diría que no, algo en mi interior me decía que me dejara llevar por una noche, que me liberara un poco de mis propias cuerdas y límites.
Volví a mirar porque la curiosidad me estaba matando, y vi que el chico me miraba divertido. Por lo que fruncí el ceño. ¿Qué le hacía tanta gracia? Me sentía más que dispuesta a ir hasta allí y soltar un par de cosas. A pesar de que lo más seguro es que fuera el alcohol hablando por mí.
Esta vez cuando se me quedó mirando no aparté la vista. En cambio, le miré más fijamente, apartándome el pelo de la cara. Eso pareció gustarle o hacerle más gracia aún, porque me guiñó un ojo. Ahí ya no pude evitar el sonrojo en mis mejillas, me ardía la cara y ya no pude mantener el cruce de miradas.
Menos mal que en ese entonces salió Kate y ya pude entrar yo.
Lo primero que hice fue dejar caer mi peso apoyando mis dos manos en el lavabo y mirarme al espejo. Me sentía genial. Tenía las mejillas ruborizadas, pero a pesar de ello me sentí como si estuviera haciendo alguna travesura. O algo así. Me brillaban los ojos y sabía que en parte la culpa era del alcohol.
Como ya no podía aguantarme las ganas de orinar, no tardé mucho y enseguida me estaba lavando las manos. El agua fría me relajó aún más y agradecí esos minutos de descanso que tuve allí dentro. Aislaban el ruido y en parte lo aprecié.
Cuando salí, me había olvidado por completo de aquel chico de miradas furtivas. Me encontré con Kate que no tardó en reprocharme lo mucho que había tardado allí dentro y que tenía ganas de seguir con la fiesta. A lo que le respondí con una carcajada.
Volvimos a donde estaban todos nuestros amigos, que ni se habían dado cuenta de nuestra ausencia, y continuamos con lo que habíamos empezado.
Lo que más me gustaba era que no se me había pasado el efecto de las dos copas de antes y podía retomarlo donde lo había dejado.
Kate me pasó una copa que tenía un nombre bastante raro, pero que sabía a gloria pura y casi me lo bebí de un tirón.
—Tómatelo con calma, Elsa —se rió Kate de mí—. No queremos comas etílicos esta noche.
Ambas sabíamos que esa advertencia no era para mí, porque casi siempre era yo la que menos bebía de todos. A pesar de ser todos muy amigos, Kate y yo éramos inseparables. Siempre íbamos juntas a todos lados. Ella era la extrovertida de las dos y, a pesar de que la gente nos decía que éramos demasiado distintas como para ser amigas, nosotras dos teníamos una conexión especial que no la podías encontrar en cualquier sitio.
Nos tiramos un buen rato bailando y cantando, hasta que vi que miraba detrás de mí a algún punto y cuando estuve a punto de girar la cabeza para ver qué era, me detuvo.
—No te des la vuelta ni seas descarada, pero detrás de ti hay un bombón que te está comiendo con los ojos —me dijo con una sonrisa traviesa y levantando las cejas unas cuantas de veces.
Rodé los ojos.
—Ya sabes que por mucho que quiera, no soy de las chicas que se acuestan con un chico que no conozco —le dije, poniendo cara de cachorrito. Lo había intentado más de una vez y ella lo sabía mejor que nadie.
—Venga, Elsa, a ese bomboncito no te vas a poder resistir, ya verás —me afirmó con bastante seguridad.
Negué con la cabeza para dejarle claro que el tema se acababa ahí. Y ella, resignada, aceptó.
Después de eso, estuvimos otro buen rato en el que continuamos cantando, bailando y gritando. Estaba ya casi borracha, pero aún era más que consciente de lo que hacía y decía. Y todavía podía controlarme. O eso esperaba.
Me di la vuelta y, sin esperarlo, hice contacto visual con el mismo chico que había estado mirando mientras Kate estaba en el baño.
¿Sería él el chico del que Kate me había estado hablando antes? La verdad es que no estaba nada segura. Podía haber sido otro, o simplemente un chico que por mirar más de la cuenta había sido pillado in fraganti.
Ladeé la cabeza interrogante cuando me di cuenta de que hacía señas con su dedo índice hacia él. ¿Me estaba diciendo que fuera hasta él?
No estaba segura de nada en esos momentos, pero sentí un retazo de adrenalina cuando me di cuenta de que un chico guapo se había fijado en mí. Normalmente se fijaban en mí si Kate les decía que no o si ella me presentaba. Casi nunca hablaba. Me decían que era demasiado seria. Y Kate siempre les respondía por mí que eso era porque no me conocían.
Sin poder controlarme, ya iba en su dirección, aunque un tanto cautelosa. Cuando me quise dar cuenta ya lo tenía enfrente, sonriéndome.
—Si he podido hacer que vinieras con un dedo, imagínate con dos.
Con esas simples y vacías palabras, aunque llenas de promesas, me sacó de la burbuja en la que estaba. Era otro cerdo más que quería tener sexo aquella noche.
Me daba pena, porque estaba segura de que no le haría falta ser así para llegar a conocer a alguien, pero, una vez más, seguro que sólo era lo que le interesaba.
Rodé los ojos y suspiré, lista para darme la vuelta y volver por donde había venido. Seguro que Kate se estaba preguntando dónde estaba.
—Vamos preciosa, no te enfades —me rodeó la muñeca con su mano y tiró de mí, haciéndome tropezar con mis propios pies y chocar con su pecho. Su... fornido pecho, para ser sincera.
Lo sentí apartarme el pelo de la cara, cada vez nuestras narices estaban cada vez más juntas a pesar de la diferencia de altura y yo no pude evitar balbucear como un besugo fuera del agua.
Me sentí estúpida en el mismo momento en el que se empezó a reír contra mis labios. Y ahí con mis manos en sus hombros, le empujé a la vez que volvía la cara y sus labios se estrellaron con mi mejilla.
Lo último que recordaba era darme la vuelta y hablar con Kate sobre lo cerdo que había sido.
Entonces, ¿cómo había amanecido en una cama que no reconocía con ese mismo chico a mi lado y desnudo?326Please respect copyright.PENANAIckak0qGvu