No podía creerme que me llegaría a encontrar en una situación así alguna vez.
Yo.
Esto era de locos.
No sabía cómo explicar todo esto si algún día Kate se enteraba, porque a pesar de que era mi mejor amiga no estaba segura de si era buena idea contárselo. Conocía a Kate y podría hacerse una idea equivocada de esto.
Así que, intentando fingir que todo estaba igual que siempre, me levanté con cuidado de la cama y empecé a recoger mi ropa y vestirme. Cada paso que daba un flashback me venía a la cabeza y el sonrojo en mi cara era cada vez mayor.
Tenía que salir de aquí lo antes posible.
Iba todo perfecto hasta que me di en el dedo pequeño del pie con la pata de la cama y siseé con tal de no gritar. Me mordí el puño mientras que con la otra apretaba el agarre en la camiseta que acababa de coger de la silla de escritorio. Se me habían saltado las lágrimas del dolor incluso.
Cuando ya el dolor fue a menos, me puse la camiseta e intenté ponerme lo más presentable posible, a pesar de que las circunstancias no me eran favorables.
No quería ni mirarme en el espejo, porque sabía que de todas formas no iba a poder hacer nada.
Entonces allí en medio de aquella habitación desconocida, me acordé de mi móvil. Intuía que Kate me habría llamado un montón de veces y eso en parte me creó ansiedad. No sabía qué era lo que había pasado la noche anterior y no estaba segura de si ella me vio con él o si conocía perfectamente las circunstancias y había sido ella la maquinadora del plan.
Sólo de pensarlo me dio dolor de cabeza.
De puntillas y con mis zapatos en la mano, miré en todas direcciones en busca de mi móvil. ¿Dónde podría haber ido a parar? Tenía que estar por aquí. A no ser que lo hubiera perdido. No quería ni pensar en esa opción.
Como no lo vi por ningún mueble pensé en la posibilidad de que se hubiera caído al suelo. Así que, agachándome y arrastrándome miré debajo de la cama. Y bingo. Ahí estaba.
Cuando estaba casi a punto de cogerlo vi que se encendió la pantalla y empezó a sonar esa horrible melodía que tenía por defecto. Maldiciendo el maldito momento, lo agarré todo lo rápido que pude y lo silencié, a pesar de que la pantalla seguía indicándome que Kate estaba llamando.
Por si no podía ser peor, noté movimiento en la cama mientras me levantaba y cuando fui a comprobar que no se había despertado vi un par de ojos marrones mirándome fijamente y un tanto divertidos.
—Buenos días, preciosa —me saludó con una voz profunda y ronca, señal de que no llevaba mucho rato despierto. Se me secó la boca en cuanto lo escuché, este era precisamente el encuentro que quería evitar a toda costa. Y ahora no tenía escapatoria.
Miré a todos lados intentando distraer su atención de mí, pero no funcionó. En cambio, estaba cada vez acercándose más a mí. Y lo peor es que seguía desnudo y esa maldita sábana cada vez estaba más baja. Y yo no podía dejar de alternar la mirada entre sus ojos y la sábana escurridiza.
—Haz una foto, te durará más —me sorprendió. No esperaba que se diera cuenta, aunque tal vez yo no había sido precisamente de lo más disimulada. A pesar de que era de esperar. Era la primera vez que me veía envuelta en una situación así.
Mis mejillas tenían que estar en esos momentos del color de los tomates porque cada vez tenía más calor y más ganas de huir de allí. Esto era demasiado para mí.
—¿Ahora te ha comido la lengua el gato? —volvió a intentar entablar conversación conmigo—. ¿O es que no puedes hablar? —preguntó—. Pero no me sorprendería —esta vez bajó el tono de voz y se quedó como un susurro entre nosotros— anoche gritaste como una posesa.
Si no estaba roja de vergüenza, estaba cien por cien segura de que ahora lo estaba. ¿Sería verdad o se estaba riendo de mí? Esperaba que fuera la segunda opción, pero algo en mí me decía que entonces el hecho de que nos hubiéramos despertado desnudos no tenía ningún sentido.
Ese fue mi momento de huir y me levanté del suelo todo lo deprisa que pude y salí de aquella habitación. No había pasado tanta humillación en mi vida y estaba más que segura de que no quería volver a repetir aquella experiencia.
No había abierto la boca en todo el rato, pero eso era lo de menos. Tenía que salir de allí.
Aún no le había respondido ninguna de las llamadas a Kate y daba gracias a que mi madre pensara que estaba con ella, porque lo último que necesitaba era otra persona presionándome.
No conocía el vecindario donde aquel chico vivía, pero gracias a que la ciudad no era muy grande pude guiarme por varias calles y volver a casa.
Cuando entré, me di cuenta de que el silencio era señal de que mi madre se había ido a trabajar ya, y por ese lado me calmé. Ahora solo me faltaba llamar a Kate y responderle los mensajes que, histérica, me había mandado.
Empecé leyéndolos, y no pude evitar reírme con unos y llevarme las manos a la cabeza con otros. Realmente esta vez me había pasado de la raya y había perdido los papeles por completo.
En uno me decía que había conocido a un chico guapísimo y que se iba a casa con él. Otro era una nota de voz que no llegué a escuchar, pero suponía que era ella borracha diciendo cosas sin sentido. Luego otros más seguidos en los que me comentaba lo guapo que era el chico con el que me había ido y que ya era hora de que hiciera algo así.
Quería parar de leer pero no podía.
Continué revisando más mensajes. Hubo uno en especial que me hizo ruborizar y soltar una risa un tanto nerviosa.
Espero que lo hayas dejado seco o no te lo perdono, decía textualmente.
Dejé caer el móvil en la cama y di gracias al cielo porque Kate no hubiera seguido insistiendo con las llamadas. Así que me tomé esa tregua como una señal para darme una ducha.
La verdad es que no notaba nada en mí. Es decir, nada había cambiado. Ni me notaba diferente ni... nada. Cero.
Decidí aprovechar y lavarme el pelo también. Empezaba a notar el cansancio haciendo mella y prefería dormir limpia y fresca. Y sólo iba a tardar cinco minutos más.
Una vez que salí envuelta en una toalla, me quedé mirando el móvil y, a pesar de que no quería, llamé a Kate. Mejor ahora que después.
—¡Al fin! —fue lo primero que dijo cuando descolgó—. Llevo llamándote toda la mañana. ¿Dónde estabas? Espera, no me lo digas; con el guapetón de anoche, espero —hablaba tan rápido que no me daba tiempo ni a contestarle.
—N-no sé qué pasó, Kate —me sinceré. La escuché reírse al otro lado de la línea y sabía que no me creía, lo que me hacía todo mucho más difícil.
—¡Venga ya! Una noche con un bombón como ese, ¿y no te acuerdas? Creo que no me quieres contar lo que hicisteis, pillina —me respondió ella. Ojalá, pensé yo. Pero inmediatamente retiré esos pensamientos de mi cabeza. Lo que pasó anoche era mejor que se quedara en eso, y vi como algo positivo el hecho de que no me acordara de nada. Tal vez era mi cerebro protegiéndome de lo peor.
—Oh, vamos, Elsa. No seas así, sabes que puedes confiar en mí. Siempre nos lo contamos todo, ¿recuerdas? —seguía insistiendo ella.
—Lo digo en serio. No recuerdo absolutamente nada —seguía intentando convencerla de que no estaba mintiendo—. Ni siquiera esperaba encontrarme a ese chico allí... desnudo —bajé el tono, deseando que no escuchara eso último.
—¡¿Qué?! —chilló ella al otro lado. Había escuchado perfectamente—. ¿Desnudo? Joder, Elsa, dime por favor que se despidió de ti con un orgasmo mañanero.
—¡No! ¿Qué dices? —me escandalicé sin querer. Sabía que era algo normal y que no era nada del otro mundo, pero el hecho de que me insinuara eso a mí... No. Ella sabía perfectamente que eso no iba conmigo.
—Eres una aguafiestas —me dijo—. Entonces, ¿qué hicisteis cuando os despertasteis? ¿Hablasteis del tiempo? —se rió.
—No... yo... verás Kate, um —empecé a tartamudear, no sabía cómo explicarle lo que había pasado realmente, así que fui al grano—. Huí.
—¿Que tú qué? —preguntó incrédula—. Madre mía, Elsa. O sea, pasas la noche con un chico guapo y ¿no se te ocurre hacer otra cosa que salir corriendo de allí? Dime que estás de broma.
Ojalá, Kate.
—No es ninguna broma.
Se quedó en silencio por tanto rato que pensé que se había cortado la línea o que ella me había colgado. Pero cuando eché un vistazo a la pantalla la llamada seguía.
—¿Kate? —pregunté por si acaso.
—Sí, sí. Estoy aquí —me contestó de inmediato—. Estaba pensando... ¿Tienes algo que hacer hoy?
Fruncí el ceño ante tal cambio de tema.
—No, que yo sepa —le respondí. No sabía qué estaba pensando, pero esperaba que tuviese claro que quería dormir unas cuantas horas antes de volver a salir.
—¿Te apetece ir a una fiesta en la piscina?
Era la última de las cosas que me esperaba que me dijera, pero a la vez estaba aliviada porque habíamos dejado el tema del "chico guapo" para otro momento. Tal vez nunca.
Esperaba que esa nueva oportunidad fuera para borrar las últimas doce horas de mi cabeza y de mi vida.342Please respect copyright.PENANA8gWi5FADqy