Después de aquel día, las aguas parecieron volver a su cauce normal. O eso era lo que pensaba.
Nunca le llegué a comentar a Ryder lo que el tal Markus me había dicho. Pero por alguna razón todo me empezaba a dar mala espina. ¿De qué conocía ese hombre a Ryder y por qué me metía a mí en medio? ¿Qué tenía yo que ver en lo que fuera que hubiera ahí entre ellos?
Dejando esos pensamientos de lado ya que realmente no tenía ni idea, salí del apartamento. No iba a ir al gimnasio porque ya era tarde.
Justo cuando salía vi a Lauren, que parecía bastante feliz. Y curiosa, aproveché la ocasión.
—¿Y esa sonrisa? ¿Te ha tocado la lotería? —internamente bufé por lo estúpida que fui por preguntar eso. Como si ella necesitara que le tocase la lotería. La fortuna de sus padres sobrepasaba con creces lo que ganabas en una apuesta.
Ella me devolvió la sonrisa, ajena a mis pensamientos.
—No, pero me ha tocado mucho mejor. ¡Voy a tener una cita después de meses de sequía! —aplaudió emocionada. A veces parecía más ingenua de lo que realmente era.
Rodando los ojos, seguí mi camino.
—Pásatelo bien —le dije antes de subirme en el ascensor.
No llegué a escuchar si me dio una respuesta o no, porque el ruido que hacían las puertas al cerrarse era bastante para opacar cualquier sonido.
Una vez que se abrieron las puertas, salí, sin querer topándome con un Ryder sudado y cabreado, que se dirigía como una moto hacia mí. Por un momento tuve miedo. ¿Qué le pasaba?
—A ti quería yo verte —me dijo con un tono que no supe descifrar. No sabía si era enfado o impaciencia.
—¿Qué pasa? —bien, Rebecca. De todas las respuestas posibles en el mundo escoges esa.
—¿Qué pasa? No te hagas la tonta conmigo, Charmander. No sé qué has ido diciendo por ahí, pero deja de meterte en mis asuntos.
¿Me había llamado como a un puñetero Pokémon? ¡¿De qué cojones iba?!
—No sé de qué me estás hablando y no pienso quedarme a discutir contigo. Tengo cosas mucho más importantes que hacer y fíjate, tú no entras en la lista.
Iba a esquivarlo cuando dando un paso me encerró entre él y el ascensor. No podía irme.
—Mira, no sé a qué juegas, pero no tengo ganas de tonterías. Así que, por favor, déjame ir.
—Antes dime de qué conoces a Markus —me sorprendió diciendo. Así que era todo por eso.
Relajándome, empecé a hablar.
—Sólo me dijo que te diera recuerdos —dije encogiéndome de hombros levemente—. ¿Es un amigo tuyo o algo así?
Lo vi de apretar la mandíbula mientras me miraba con esos ojos verdes y el cuerpo le empezó a temblar. De repente, con el puño que tenía apoyado en la pared sobre mi cabeza, dio un golpe seco en la puerta del ascensor haciendo que abriera los ojos como platos y me quedara mirándolo. Estaba acojonada.
Él parecía ajeno a la situación. Tenía la mirada perdida y aunque sus ojos estaban fijos en mí, sabía que no me veía a mí.
Yo sólo quería salir de ahí como fuese. Sin darme cuenta de que había levantado su mano y había cogido mi barbilla, habló en un tono severo pero calmado.
—Escúchame y entérate bien porque no pienso repetirme. Después de esta no hablaremos más sobre eso. Son mis decisiones y mi vida. No tienes que saber nada y deberías cerrar esa boquita tuya antes de que te meta en problemas —dijo haciendo que abriera los ojos asombrada. Soltó mi barbilla y negó con la cabeza un par de veces en mi dirección antes de sacarse el móvil del bolsillo.
Sin previo aviso y sin darme tiempo a formular una frase coherente, se irguió devolviéndome el espacio personal que había invadido anteriormente y dio un paso atrás. Sin ni siquiera mirarme, empezó a subir las escaleras de dos en dos.
¿Qué había sido eso?
Después de aquello, fingir que aquello había pasado no fue difícil ya que Ryder se comportaba igual que antes de nuestro encontronazo. Ninguno de los dos mencionó nada de aquello y todos seguimos con nuestras vidas tal y como estaban.
Aunque la duda me seguía carcomiendo la cabeza.
¿Qué estaba pasando entre esos dos que no quería que me enterase?
Ni tiempo a pensarlo me dio, porque cuando estaba abriendo las puertas del gimnasio apareció el susodicho con un chico un poco más alto que él, pero de igual anchura.
Enarqué una ceja en su dirección, pidiéndole en silencio una explicación.
—Es un colega. Él tiene experiencia en trabajar con chicas que se han presentado a la liga femenina. ¿Te interesa ahora? —breve y conciso.
Dándole una sonrisa ladeada de autosuficiencia, le respondí.
—Mucho.
Una vez que abrí las puertas y me fui corriendo a cambiarme, me entraron los nervios. ¿Y si no era lo bastante buena?
Resoplando y evitando esos pensamientos salí mientras me recogía el pelo en una coleta alta y me puse los guantes. Chocando ambos, me quedé mirando a Ryder que conversaba con el otro chico. No sabía si acercarme o qué.
Opté por lo primero.
—¿Qué vamos a hacer hoy? —pregunté interesada y curiosa.
Ambos se giraron a mirarme. Hasta que el amigo de Ryder habló.
—Quiero ver en qué nivel estás. Le he sugerido a Ryder que lucharas conmigo, pero dice que es mejor que luches con él para que pueda ver desde fuera cómo te desenvuelves en el ring.
Me quedé mirándolo unos breves segundos, girándome después para mirar a Ryder que estaba con los brazos cruzados sobre el pecho. Me miraba con esa mirada desafiante y burlona, y sabía que se estaba tomando esto como un juego. Me consideraba una cobarde. Lo supe por su sonrisa tan irónica. Esa que me ayudó a decidirme.
—Me parece bien —le contesté sin más.
Sin darle siquiera oportunidad a que dijera nada más, me dirigí hacia el ring que estaba en el centro de la sala.
Pasando por debajo de las cuerdas como todas aquellas veces en todos aquellos años, subí y di unos cuantos saltos para calentarme mientras chocaba nuevamente los puños.
Mirando a aquellos dos que miraban, me animé.
—Ryder, ¿subes o qué?
Él respondió con una carcajada que me calentó todo el cuerpo. Con aquella voz ronca, esa risa sonaba aún mejor.
—Mira, muñequita, no me voy a mover porque no quiero hacerte da- —sin dejarle terminar le aticé un puñetazo en todo el estómago que le cortó la respiración.
Fingiendo ser inocente, le respondí mientras esperaba que reaccionara de alguna manera.
—Perdón, ¿decías?
Levantó la cabeza para mirarme mientras intentaba recuperar la respiración.
—Esa ha sido buena, tío —escuché a su amigo decir desde abajo. Claro que ha sido buena, pensé. Era la mejor en esto y un hombre no iba a determinar lo contrario.
Una vez que parecía estar ya bien, se irguió mirándome fijamente. Me pareció notar su mirada algo más oscurecida. Lo que me animó a seguir.
—No me la esperaba, pero si eso es lo mejor que puedes hacer, mal vas —respondió Ryder.
Sonriéndole sosteniéndole la mirada, avancé. ¿Con que me estaba llamando predecible?
Pasándome la lengua por los dientes, pensé en la manera de hacer el siguiente movimiento.
Cuando lo vi de avanzar hacia mí con movimientos prudentes, no pude evitar sonreír satisfecha hasta que lo vi de levantar la pierna ligeramente.
—¿Qué ha-
No me dio tiempo ni a terminar cuando lo vi de enganchar su pie en mi tobillo y caí de espaldas con un golpe seco en el ring. ¿Desde cuándo valían los golpes bajos como este?
Levantándome cabreada, le grité.
—¿Pero qué haces? ¡Eso no vale!
Él me sonrió con autosuficiencia.
—Todo vale en el amor y en la guerra —dijo para después encogerse de hombros. Como si me acabase de decir que él no puede evitar una tormenta.
Si todo valía, que se preparara. Yo también me sabía un par de trucos de este juego tan mezquino y sucio.
Haciendo el amago de darle un derechazo en plena mandíbula, él reaccionó tal y como esperaba: agarrándome del codo y enganchándome a su espalda cual koala. A lo que respondí envolviéndolo con mis piernas apretando con los talones en sus cuádriceps, que no tardarían en provocarle dolor.
Mientras esperaba debilitarlo de cintura para abajo, envolví mis brazos alrededor de su cuello mientras me asomaba por encima de su hombro para ver si caía o no.
Cuando sentí sus piernas debilitarse bajo mis talones, a lo que él gruñó frustrado, apreté más haciendo que cayéramos los dos al suelo.
Él me soltó los codos para apoyarse en sus manos al caer. Aprovechando esa debilidad le sujeté la cabeza empujándosela hacia el suelo para que no pudiera ver nada. Una vez que lo tuve de la forma en la que lo quería, dejé de caer mi peso en él con mis piernas a ambos lados y le estampé la cabeza con el suelo un par de veces. Tampoco me pasé de fuerte, pero quería que supiera que conmigo no se jugaba.
Lo escuché de gritar contra el suelo y de respirar fuertemente. Estaba cabreado porque le estaba ganando. Lo sabía.
Me levanté de él para darle a entender que le daba tregua cuando, sin esperármelo, se dio la vuelta quedando su espalda en el suelo y tirando de mi pierna me hizo caer a mí esta vez.
Reaccionando rápidamente, puse mis manos en el suelo, quedando de forma que parecía que estaba haciendo flexiones.
Para darle ironía al asunto y algo de gracia, lo miré sonriéndole.
—Esto no es yoga, Ryder.
Y sin darle tiempo a que me contestara, levanté mi rodilla derecha y le di en las costillas. Se retorció cual gusano en el suelo.
Levantándome, estuve unos cuantos segundos esperando que contraatacara. Cuando no lo hizo, lo dejé allí en el suelo y me fui al lado del ring en el que estaba el amigo de Ryder.
Apoyándome en las cuerdas me dirigí hacia él.
—Y, ¿bien? ¿Supero la prueba?
Estaba sin aliento, pero estaba orgullosa de tumbar tan fácilmente a un tío como Ryder. Podía pesar tranquilamente cien kilos con toda aquella masa muscular acumulada. Y me superaba con creces en altura.
—Estoy impresionado, Ryder me dijo que eras buena, pero no te creía capaz de tumbarlo en tan poco tiempo.
Cuando me giré, ya estaba sentado sobándose el área en la que le había dado el rodillazo. Lo vi fruncir el ceño de dolor cuando se apretó, aunque él me sonrió.
Le devolví la sonrisa, pero el capullo se merecía aquello. Me había desahogado como hacía tiempo que no lo hacía.
Me dirigí de nuevo hacia el amigo de Ryder. Él me sonreía.
—Me caes bien y tienes bastante futuro en esto. Creo que seríamos un equipo estupendo —me dijo. Y le creí.
Asintiéndole, me bajé del ring cogiendo mi toalla para secarme. Estaba sudando a chorros y algunos pelos se me habían salido de la coleta.
Vi a Ryder bajarse del ring acercándose hacia mí. Se quitó la camiseta empapada mientras venía. Lo miré hasta que estuvo enfrente de mí, justo cuando decidió quitarme la toalla y pasársela por todo el pecho frente a mis narices. Pero en ningún momento aparté la mirada de la suya.
Dándome una sonrisa ladeada, me la tiró encima.
Cuando me volvió el sentido común y decidí que lo mejor sería irme y no involucrarme con un tipo como él, me agarró el brazo —probablemente viendo mis intenciones de irme— y bajó la cabeza hasta que sus cabellos mojados rozaban mi hombro, para susurrarme muy cerca de mi cuello.
—Espérame fuera, muñeca. Esto no se queda así.260Please respect copyright.PENANAr0l0SeIQ82