Ryder me tuvo esperando fuera como tres cuartos de hora. Estaba cansada y enfadada. Lo único que quería hacer al llegar a casa era darme una ducha bien caliente y relajarme en el sofá con alguna película que encontrase.
Pero no, el señorito tenía otros planes.
Justo cuando estaba contando hasta diez para irme, lo vi salir de allí cuando contaba ocho. En ese momento deseé haber contado hasta diez varios minutos antes.
—Perdón por la tardanza, Derek no paraba de hablar —se rio suavemente.
Supuse que Derek era su amigo, pero fui al grano.
—¿Qué es lo que quieres?
Le pilló por sorpresa que me pusiera a la defensiva, abrió los ojos, incrédulo, y dejó caer los hombros. Detrás de él, la puerta se abrió y salió Derek.
—Sé que ya te lo he dicho, Rebecca, pero estuviste genial. Me gustaría que te pensaras lo de entrenar con nosotros —me dijo mientras me sonreía—. Buenas noches, vosotros dos.
Y desapareció calle abajo.
Mirando a Ryder, que no me quitaba la vista de encima, resoplé negando con la cabeza.
—Me voy, buenas noches —ni le di tiempo a responder cuando me eché a andar hacia el edificio donde vivía. Estaba agotada y frustrada.
—No, Rebecca, espera —escuché segundos antes de sentir una mano callosa y cálida envolverse alrededor de mi codo, empujándome contra la pared más cercana.
Se me cortó la respiración cuando sentí a Ryder tan cerca. Su aroma me envolvía y su calidez era como el elixir que me sostenía en un trance del que no quería salir.
Cuando volví a abrir los ojos, sin saber en qué momento exacto los cerré, él me miraba fijamente con esa sonrisa de capullo en la cara. Pero no me quejé en ningún momento. Estaba enfadada conmigo misma por caer en sus jueguecitos.
Sin oponer resistencia, le devolví la mirada. El silencio que había no era para nada incómodo, pero estaba cargado de tensión.
—¿Dónde crees que vas, Charmander?
Y ahí estaba otra vez. ¿Por qué los más guapos tienen que ser completos gilipollas?
Intentando escapar de su agarre, me volvió a inmovilizar sujetándome ambas muñecas con una de sus manos. La otra estaba apoyada al lado de mi cabeza, contra la pared.
—Cabrón —dije entre dientes mirando hacia otro lado.
Con la mano que tenía libre me sujetó la barbilla haciendo que lo mirase a los ojos.
Sin verlo venir, presionó sus labios contra los míos, haciéndome suspirar y aprovechó para enredar su lengua con la mía. Sin darme tregua, profundizó el beso y me soltó las muñecas para agarrarme la parte posterior del cuello, forzándome a echar la cabeza hacia atrás. Al tener las muñecas libres, respondí a mis instintos envolviendo mis brazos en su cuello, tirando de él hacia mí.
Ninguno parecía querer parar, pero la falta de aire nos obligó. Separándome yo primero, le sonreí y di un paso atrás más que dispuesta a marcharme antes de que las cosas se salieran de control y no hubiera marcha atrás.
—Buenas noches, Ryder.
Y caminando sin mirar atrás, no podía quitarme la sonrisa de los labios. Sabía que él seguía allí, lo que me hizo darme cuenta de cuánto poder tuve sobre él en esos momentos.
Cuando estaba a punto de subirme al ascensor, esperando que las puertas se terminaran de abrir, me giré y vi a Ryder entrar al edificio mientras se pasaba la mano por el pelo. No se había dado cuenta de que estaba allí, tal vez pensando que ya estaba en mi apartamento, hasta que levantó la vista. Me sonrió y acercándose lentamente, se inclinó hacia mí dándome un casto beso en la comisura de los labios.
—Buenas noches, Rebecca —me repitió lo mismo que le había dicho justo antes de dirigirse hacia las escaleras y subir por ahí.
Suspirando, presioné el botón de mi piso para después soltar mi bolsa del gimnasio en el suelo y dejar caer la cabeza contra la pared detrás de mí.
Había sido un día bastante movidito.
Me cubrí con la cortina lo más rápido que pude e inconscientemente lo asesiné con la mirada. Era obvio que no había sido ninguna clase de accidente, su risa macabra y burlona lo decía todo. Reprimí el deseo de gritar como una loca y asestarle golpes en la cabeza cual salvaje.
—¿Te has dado cuenta de que trato de tomar una ducha? ¿Y de que no respetaste mi privacidad y casi me ves... desnuda?
Ryder rio otra vez y se pellizcó el puente de la nariz.
—Lamento ser el que destruya tus sueños, pero no llegué a verte completamente desnuda. Y sí, sé que estas tomando un baño, bajo la ducha que normalmente uso...la cual está en el vestuario de los chicos. ¿O no te has dado cuenta?
Noté como se me tensaba la mandíbula y mis mejillas se ponían rojas. No sé qué le habría hecho a este tío para que me estuviera tratando así. Me había levantado tarde y seguía con sueño, además que un despiste lo podía tener cualquiera. ¿Quién se creía él?
—Oye, si no te vas... —dije lo primero que me vino a la cabeza— gritaré.
—No, no lo harás. Tu amiguita está por aquí cerca y hablé hace un rato con ella, es simpática... bastante. Yo en su lugar malinterpretaría las cosas.
—Pero si ni siquiera te conozco y ella sabe que no soy así... —era cierto, Lauren sabía que yo no era así.
Él arqueó una ceja, me dejó con la oración en el aire y retrocedió unos pasos hacia la puerta, quiera Dios que para largarse.
—Ya —rodó los ojos—. Sólo vine a decirte que hicieras lo que hicieras, no abrieras el grifo de agua caliente. Los conductos todavía no se han orientado y esa vía bombea el agua sin purificar directo de las alcantarillas.
Me costó un segundo asimilar el peso y significado de sus palabras. No por idiota, ni por descerebrada, menos por despistada. Era por el simple hecho de que Ryder lo había dicho en un tono tan bromista y despreocupado que despistó por completo mi centro de atención. Pero cuando hube captado lo que sus palabras significaban, hice un esfuerzo sobrehumano por no desmayarme en ese mismo instante.
—Quiero morir, quiero morir, quiero morir —repetía una y otra vez mientras pensaba en alguna solución. ¿Por qué no había sido informada de esto antes?
Respiré lenta y pausadamente, organizando mis pensamientos y tratando de mantener el autocontrol. Quería gritar y golpear a alguien. Quería que me tragara la tierra. Quería irme a casa. Ahora no sabía qué era peor, que Ryder me viera desnuda —que según él no vio nada, pero no le creo—, o que nunca lo hubiese hecho y siguiese bañándome con agua llena de mierda y gérmenes.
Al parecer Ryder se dio cuenta de mi expresión y decidió irse, no sin antes decirme:
—Y acaba pronto, que Derek está a punto de venir.
Alcantarillas, Derek, hogar, alcantarillas, Ryder...
Me mordí el labio para no gritar y tensé las piernas para no saltar y patalear como una niña malcriada. ¿Mierda? ¿En serio? ¡¿Qué le pasaba en la cabeza?!
¿Por qué Megan no lo mencionó antes?
Apunté el control del grifo hacia la izquierda y una lluvia de agua fría cayó sobre mi cuerpo. Me restregué los brazos y las piernas con asco y luego volví a lavarme la cabeza, ahora dos veces.
Cuando terminé casi me eché todo el frasco de loción encima y me aseguré de estar verdaderamente limpia. Me vestí con una sudadera y los pantalones de deporte. Cogiendo los guantes, los guardé y salí.
Justo cuando salí del vestuario, vi a Ryder y a Derek hablando muy serios. Este último pareciendo enfadado.
Tuve que hacer algún tipo de ruido porque interrumpí su discusión tan acalorada y se giraron a mirarme: Derek con cara de asco y Ryder con una sonrisa un tanto burlona.
No entendía hasta que quedándome rígida en el sitio pensé en lo sucedido antes.
No habría sido capaz, ¿o sí?
Moviéndome ligeramente para olerme, me di cuenta de que sí, sí había sido capaz.
¡Ese hijo de puta!
Levanté la mirada hacia él y vi que se reía ahora a carcajada limpia mientras Derek parecía no entender nada. Seguro que se lo contaría en cuanto me fuese.
Dándome la vuelta temblando, aguantándome las ganas de darle un puñetazo y dejarlo noqueado en el suelo, volví a entrar en el vestuario, dispuesta a ducharme de nuevo.218Please respect copyright.PENANAgzlriO4p2c