No volví a ver a Lauren tras aquella mañana en la que me dijo que me ayudaría a encontrar un entrenador. La verdad, entre lo ocupadas que estábamos: ella con su trabajo y yo con el gimnasio, no habíamos tenido ocasión de quedar un día y ponernos a buscar.
Suponía que tendría que ser dentro de los límites de la ciudad, ya que no quería perder el tiempo trasladándome, además de que no pensaba abandonar el gimnasio. Quería entrenarme en él.
Decidí llamar a Megan, dándole gracias al cielo cuando contestó al teléfono, sabiendo que podría haberse cambiado de número. Tras acordar en que vendría esa misma tarde, por una vez me sentí tranquila tras unas semanas ajetreadas.
Me senté en el suelo del gimnasio y miré todo el trabajo que había hecho. Los sacos nunca habían estado tan limpios ni mi mente había estado tan serena desde que le diagnosticaron la enfermedad a mi padre.
Y de repente lo comprendí: estaba totalmente sola en esto.
Decidí levantarme y ducharme en el gimnasio, ya que había limpiado.
Una vez que acabé, me vestí, sintiéndome mucho más tranquila. Últimamente tenía los nervios a flor de piel.
Cogí mi bolsa colgándomela al hombro y tras apagar las luces, salí del local. Cerrando las puertas del gimnasio me di cuenta de lo mucho que había cambiado. Antes tomaba cualquier oportunidad que tuviese para salir con Lauren, sonreía más a menudo y no me pensaba tanto las cosas como lo hacía ahora.
Suspirando, eché un último vistazo a mi reflejo en el cristal de la puerta y me dirigí hacia el edificio donde vivía, pensando que esta rutina no parecía una tan monótona cuando estaba mi padre.
No supe cuánto rato tardé, pero cuando estaba a unos cuantos metros, una figura femenina y bastante familiar estaba en la puerta de mi edificio.
Megan.
—No sabes cuánto te agradezco que hayas venido, Megan —le dije genuinamente cuando le abrí la puerta del edificio dejándola pasar primero.
Ella se dio la vuelta, y me sonrió cuando me reconoció.
Estábamos esperando al ascensor, cuando empezó a hablar.
—Comprendí que si me llamaste era porque me necesitabas —contestó dándome una sonrisa. Pero esa sonrisa decayó—. Me recuerdas tanto a tu padre —empezó—. Desbordaba energía, incluso en los peores días. Por eso trabajé con él durante todos esos años —me limpió las lágrimas de la mejilla con su dedo pulgar, mientras me sonreía—. Y aún recuerdo el día que te llevó al gimnasio por primera vez, con ese vestido tan mono y dos coletitas mal hechas. Recuerdo cómo te miraba orgulloso, y también recuerdo el día de tu décimo octavo cumpleaños. Se sentía tan orgulloso de que quisieras participar en la liga.
A pesar de que estaba sonriéndole, tenía los ojos llenos de lágrimas que emborronaban mi vista y sentía las mejillas muy húmedas.
—Pero ya está bien, ahora toca empezar de cero —sentenció Megan.
Esta mujer era un encanto.
Entonces las puertas del ascensor se abrieron y Ryder, que iba a salir, frenó en seco al vernos a Megan y a mí. Tal vez preguntándose porqué estaba llorando o simplemente quién era esa mujer, o tal vez deseando no haberse cruzado de nuevo conmigo. Jamás lo sabría.
—Buenas noches —dijo él antes de salir. No sin antes darnos una última mirada a mí y a Megan, que alternaba la mirada entre él y yo, sacando sus propias conclusiones.
¿Adónde iría tan tarde?
Desechando esa duda, porque no era de mi incumbencia, me enfoqué en Megan. Sin decir nada, le indiqué con el brazo que pasara al ascensor, siguiéndola.
La subida por las cuatro plantas antes de llegar a la mía se hizo eterna por el silencio que nos inundó.
Cuando iba a abrir la puerta de mi casa, Lauren salió de la suya con prisas, como si hubiera estado esperándome.
—Rebecca no te vas a creer lo que– —se quedó a mitad de frase, frenando cuando vio a Megan. Y ésta parecía muy divertida.
—Sigues siendo igual de charlatana, Lauren. Veo que no has cambiado mucho —le dijo ella sonriente.
Lauren parecía contentísima. —¡Dios mío, Megan! Rebecca nunca me dijo que volverías, porque vuelves para quedarte como en los viejos tiempos, ¿verdad?
—Y tanto —Megan le devolvió el abrazo a Lauren y yo no pude evitar sonreír. Pero tenía curiosidad por lo que estaba a punto de decir Lauren.
—¿Qué era eso que no me podía creer? —pregunté una vez que se separaron de su abrazo.
Lauren volvió la cabeza hacia mí y me pregunté cómo no se había partido el cuello ella sola. Pareció recordar lo que le había llevado a salir de su casa de esa manera.
—Es Ryder Larken.
Me tensé al escuchar su nombre. —¿Qué pasa?
—¿Por qué no le pides ayuda a él? Es entrenador personal.
—¿Qué?
—Lo que oyes. Sé que me dijiste que era un maleducado y tal, pero, en serio, no creo que sea igual profesionalmente hablando. Por lo que me han contado tiene muy buena reputación y experiencia —movió sus cejas y a mí me dieron ganas de vomitar.
—Ni lo sueñes, Lauren.
—Vamos, no puede ser tan–
Unas pisadas en las escaleras nos hicieron quedar en silencio, expectantes por quién pudiera ser. Nadie subía las escaleras.
Y entonces lo vimos. Era Ryder.
Y por la cara de pocos amigos que tenía, supuse que había escuchado la conversación ya que Lauren no era conocida precisamente por hablar en un tono normal.
Suspirando y evitando mirarle el trasero a Ryder Larken, me giré, abriendo la puerta de mi casa.
—Olvídalo, Lauren —y cerrando la puerta después de que Megan entrara, dejé a Lauren en mitad del pasillo con la palabra en la boca.
Ese era un tema zanjado para mí. Y para ella, le gustase o no, también.
Megan me miraba interrogante, como pidiéndome una explicación, sin decir ni una sola palabra.
Soltando mis cosas en su sitio, intenté ignorar lo que acababa de pasar ahí fuera. Pero fallando en el intento, puesto que Megan no parecía darse por vencida.
—¿Qué es lo que pasa entre tú y ese muchacho? —Megan parecía divertirse con este asunto—. Pensé que me estaba imaginando cosas cuando nos encontramos con él en el ascensor, pero lo que acaba de pasar no hace más que confirmar mis sospechas. ¿Mal de amores?
—¿Amores? Megan, entre ese hombre y yo no hay nada de amor. Lo conocí ayer y es un egocéntrico, aparte de un maleducado, que con eso ya se lleva el premio.
—Entiendo —me respondió con una sonrisa que no se nos escapaba a ninguna de las dos. 242Please respect copyright.PENANA5Y2Vwl8hss