Aquella mañana no esperaba visita, y mucho menos la del abogado que Lauren había contratado para mí. Me asusté en cuanto lo vi. Me temía lo peor.
—Buenos días, Rebecca —dijo nada más abrí la puerta.
Todo el sueño que tenía se esfumó. Esperaba que trajese buenas noticias, aunque con la cara de póquer que tenía siempre este hombre no sabía qué esperar. No podía leerle nada.
—Buenos días, ¿se sabe algo ya? —le respondí, intentando no arrepentirme de haberme levantado esa mañana.
Entró en la habitación confiado, aunque pude verle inspeccionar el reducido espacio. Luego, se sentó en mi sillón y colocó su maletín encima de la mesa.
Se giró hacia mí, que estaba todavía en la puerta de pie reprimiéndome las ganas de morderme las uñas.
—No es nada malo, Rebecca.
En ese momento, unos golpetazos en la puerta me distrajeron.
La verdad, no esperaba a nadie más. Ni siquiera estaba esperando al abogado esta mañana.
Cuando abrí la puerta —de nuevo— me encontré con un Ryder cabreado y una Lauren muy nerviosa.
—Te dije que odiaba la impuntualidad, ¿qué es lo que no entiendes? —se adelantó Ryder, que se quedó petrificado al ver al abogado sentado en mi sofá—. ¿Y por qué necesitas un abogado?
No me dio tiempo ni a abrir la boca cuando ya estaba Lauren pegando empujones para poder pasar.
—¡He venido en cuanto he visto al abogado llamar a tu puerta! ¿Hemos ganado?
—¿Ganado qué? —Ryder seguía insistiendo.
Yo sólo quería que la tierra me tragase.
—Creo que es mejor que nos sentemos y nos tranquilicemos —sugirió el abogado.
Yo con tanta voz me estaba poniendo nerviosa.
—¿Me va a decir alguien qué es lo que está pasando aquí? —seguía insistiendo Ryder, que parecía sin seguir enterándose del panorama.
Pero Lauren sólo empeoró la situación abriendo la boca.
—¡Pues que uno de tus amiguitos vino a darle problemas a Becca y tuvimos que ir a juicio! —le gritaba exasperada mientras le clavaba el dedo índice una y otra vez en el pecho.
A Ryder se le hinchaba la vena del cuello por momentos.
—¿Qué amigo? ¿Qué estás diciendo? —frunció el ceño, y por un momento le creí inocente. Pero Lauren se me adelantó.
—¡Deja de fingir! Seguro que tú tienes algo que ver, si no, ¿por qué iba a salir ese tío de la nada? Nunca lo habíamos visto por aquí —le explicó Lauren a gritos.
Entonces decidí meterme en medio de aquellos dos. Estaban a punto de llegar a las manos. Y no en el buen sentido.
—Estoy de acuerdo contigo, Lauren, pero dime, ¿hace falta que se entere todo el bloque de pisos? —dije más calmada. Había empezado la mañana bastante tranquila y ya no me quedaba nada de esa paz.
El abogado nos miraba, y no pude evitar fijarme en todos los papeles que había encima de la mesa.
Dicen que la delgada línea que separa la valentía de la imprudencia se llama esperanza. Creo que también hay una línea, no sé si de esperanza o algo más, que nos separa a los estúpidos de los realistas. El futuro no es mejor. Solo es el presente que nos aguarda más adelante, a veces incluso peor que el que vivimos ahora.
—No es el fin del mundo, Rebecca. Sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras y-
—Ya está bien, Lauren. Estoy cansada, llevo días sin dormir y lo último que necesito es un recordatorio de lo fracasada que soy por no saber sostener un negocio sin que se me caiga encima. Déjame sola, por favor —le dije con toda la simpatía que pude. Y como no tenía ni fuerzas para fingir que todo estaba bien, sonó mucho más seco de lo que pretendía. Parecía hasta ofendida. Y no la culpaba.
—Lo siento —y se fue.
Suspirando, me senté.
¿Había ganado el juicio? Sí, pero a un coste muy alto. Todo el dinero que mi padre había guardado para poder inscribirme en la liga femenina y todo el dinero que tenía para poder vivir eran gastos.
Y ahora mismo estaba sin un puto duro y no sabía qué hacer. Apenas había gente apuntada al gimnasio.
Tenía que encontrar algo rápido. 239Please respect copyright.PENANAHTb9hJr2IH