A más de uno nos hicieron leer "La metamorfosis" de Frank Kafka en el colegio, un libro que la verdad no llegué a entender del todo. Lo único presente en esta etapa de mi vida era el título.
Buscando como llamar la atención del man e inspirada en las pintas de la película "Jovenes Brujas", aproveché para darle un carácter más mistico a mi personalidad.
Nunca fui una de las más bonitas, pero eso si tenía el trasero más admirado y envidiado de todo el combo. Hasta las más fresas serían capaces de ofrecer un pacto con el diablo por tener el tamaño, redondez y dureza de mi gran trasero.
Blanca, con ojos verdes con pintas mostaza, cabello rizado debidamente tinturado negro azabache, maquillaje fuerte y oscuro. Cambie radicalmente de la noche a la mañana de vestirme relajada con tenis, jeans y camisetas, a usar botas con tacón alto, medias de mallas, camisetas de bandas de metal, chaqueta de cuero y un montón de accesorios en las muñecas y cuellos con alusión a la muerte y las calaveras.
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Pero... entre más me esforzaba y me le pavoneaba por el frente a ese delicioso hombre para llamar su atención menos me notaba. Ya ni siquiera otros manes se fijaban en mí y hasta me estaba hasta arrepintiendo de hacer todo ese esfuerzo.
Hasta que un día que iba corriendo para la tienda para cambiar un billete me choqué con él de frente, me agarró de los brazos para que no me fuera a caer.
- Qué pena, discúlpame no me fije --dije avergonzada--
- No hay problema --contestó con un vozarrón ronco que resonaba desde su pecho--
Oh rayos, hasta las piernas se me aflojaron al escuchar su voz por primera vez y estoy segura que hasta notó mi cara de idiota enamorada. Cerré los ojos un poco mareada y él me volvió a tomar de los brazos.
- ¿Estas bien?
- Si, si --respondí con timidez-- todo bien
- ¿Segura? ¿te suelto entonces?
«¡NOOOO! ¡No me suelte, abráceme!» es lo que quería gritarle «¡Agárreme más duro papacito, estrípeme todita contra usted cosita rica!»
- Si, si --me sonroje un poco--
Me sostuvo desde el hombro y me miro directo a los ojos, como asegurándose que de verdad estuviera bien.
- Te creo, no tenes esos ojazos tan bonitos dilatados
Ahi va esa sensación de calor cuando sabes que se te suben todos los colores a la cara y entre más fuerza haces para tratarlo de evitar, más roja te pones.
Lo único que pude hacer fue bajar la mirada, correrme el cabello por detrás de la oreja y reírme. Él me levantó con su dedo índice del mentón con mucha delicadeza y cual novela mexicana ya me imaginaba que me iba a mirar a los ojos fijamente y dar un beso de esos que hacen que el alma se te salga del cuerpo... pero no, solo estaba interesado en ver una piedra que llevaba colgada en mi cuello con un pedazo grueso de cuero.
- ¿Te gustan las runas?
- Si, me encantan
Hizo una mueca casi un atisbo de sonrisa. Se hizo a un lado para darme permiso y abrir su mano con gesto amable cediéndome el paso.
- Que tenga buen día --una pausa-- señorita --usando un tono amable casi erótico--
- Gra... gracias, lo mismo
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Si, si, no se los voy a negar, ese día prácticamente me provoqué una tendinitis de tanto masturbarme recordando esa cara, esa voz, esas manos... uf material perfecto y delicioso para sacar hasta los espíritus del cuerpo a punta de dedo.
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Él man desapareció y por semanas nunca más lo volví a ver. Los fines de semana siempre estaba pendiente a ver si lo volvía a ver. Me quedaba en el balcón horas, supuestamente leyendo, haciendo guardia al bloque al que iba.
Una enorme sonrisa se me dibujó cuando lo vi entrar por la portería. Cada viernes llegaba a las 6 PM en punto y a eso de las 9:50 PM volvía a salir. Si, si yo sé lo que están pensando, pero sí, era una maldita stalker loca y desquiciada que hasta sus horarios se conocía.
Al encontrar un patron, corría a arreglarme lo más sexy posible y estar ahí justo en su camino de salida. ¿Adivinen quién me miraba y únicamente levantaba su cabeza dando una especie de insípido saludo? ¿Adivinen?
Si, obviamente a la maldita loca demente que no paraba de mirarlo como una enferma. Si, a esa misma, que con su actitud de intensa seguro asustaba.
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Definitivamente yo no era algo que le llamara la atención, poco a poco me fui desencantando de él, hasta rabia le alcancé a tomar llamándolo creído delante de mis otras amigas, que se reían de mi porque sabían que por dentro me moría por él.
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