Como cada mañana temprano, me dirigía hacia el gimnasio. Con la pequeña variante de que esa mañana me encontré con una muy enfadada Lauren en la puerta esperándome.
—¿Tienes fiebre? Es la primera vez en años que te veo madrugar tanto —no pude resistirme a burlarme de ella en cuanto la vi.
—Ja, ja. Muy graciosa. Pero que sepas que estás desaprovechando una muy buena oportunidad, Rebecca —aclaró ella mientras me acompañaba al bajar las escaleras. Sabía que no me iba a deshacer de ella, pero no perdía nada por intentarlo—. Además, atrévete a decirme que no te atrae siquiera un poquito —me dijo ella, señalándome entre sus dedos índice y pulgar una distancia minúscula.
—Ni siquiera eso, Lauren. Deja el tema ya y ayúdame a encontrar un buen entrenador. Las clasificaciones para la liga empiezan a final de año y llevo mucho tiempo sin entrenar. A pesar de estar haciendo la mitad del entrenamiento yo sola, hay cosas para las que necesito ayuda —le comenté. Ella sabía que estaba hablando en serio y que no podía perder más el tiempo.
—Está bien, está bien —se resignó—. Pero llévame a desayunar antes, por favor. Hace años que no me levanto tan temprano y tanta luz a estas horas me está matando.
Me sentí mucho más tranquila cuando pareció entenderlo. Y no pude evitar echarme a reír por su última declaración, esta chica no tenía remedio.
—Rebecca.
La miré de soslayo, sabiendo que me iba a pedir algo.
—Qué.
—Prométeme que te lo pensarás.
Suspirando cansada por el tema, resoplé.
—Me lo pensaré.
Cuando estábamos esperando por nuestros pedidos, Lauren me dio un codazo no muy discreto en las costillas.
—Mira quién va por ahí.
Intentando no matarla ahí mismo, le hice caso dándome la vuelta, arrepintiéndome en el momento. Era Ryder, con una chica no mucho mayor que Lauren y yo.
—¿Esa es su novia? Es fea de cojones —dijo Lauren, como si me leyera el pensamiento. Pero eso no era algo que fuese a admitir fácilmente. Nunca.
Bufé.
—Como si es su... lo que quiera que sea, me da igual —me di la vuelta para contenerme de mirar, pero Lauren seguía mirando descaradamente—. Tía, date la vuelta ya, ¿no? —le dije sonando enfadada. Más enfadada y molesta de lo que pretendía. Y no le pasó por desapercibido.
—Vaya, reina de hielo, al fin muestras algo humano —¿De qué narices estaba hablando? —Fruncí el ceño mirándola, como si fuera lo más estúpido que ha dicho en su vida.
—Venga, ¿quién no estaría celosa de cualquier chica que tuviera la posibilidad de verlo tan de cerca? —Dijo, como si fuese lo más obvio del mundo—. Mira, la chica se ha ido y ni siquiera la ha tocado. ¿Será que al final resulta que no es su novia? —añadió Lauren emocionada.
Me ponía de los nervios. Y entonces como si de una señal se tratase, me trajeron mi café y mi donut. De repente el día parecía mejorar.
Y Lauren al fin se calló cuando vio su donut de chocolate.
—¿Qué te parece éste?
Lo miré por dos segundos.
—No.
Lauren resopló.
—Venga ya, alguno te tiene que gustar. Llevamos así dos horas y lo único que he escuchado son muchos «no» y algún que otro «seguro que encontramos algo mejor».
Suspiré, dejando el móvil encima de la mesa.
—Tienes razón, pero es que no puedo escoger a cualquiera, Lauren. Estos tienen experiencia en ligas masculinas solamente. Y no me vale.
—Te recuerdo que–
—No —le corté antes de que pudiera continuar. Sabía a donde iba esta conversación.
—Ni siquiera sabías qué te iba a decir.
—Lauren, nos conocemos desde pequeñas. Créeme, lo sé —dije levantándome del sofá, sacudiéndome de los pantalones cortos un polvo inexistente.
—Está bien. No lo mencionaré más, pero te acordarás de mí, Rebecca —dijo Lauren levantándose también.
Levanté una ceja, mirándole. —¿Es eso una amenaza?
Ella se rio. —Mejor llamémoslo una promesa.
Mientras ella recogía sus cosas para irse, yo me planteaba lo que me acababa de decir. ¿Qué tenía que ver que no hubiera encontrado ningún entrenador todavía? Eso no significaba que tuviera que ir y suplicarle a Ryder Larken que me ayudara. Bufé. «Como si yo me fuese a arrastrar en la vida por alguien como él».
—Hasta mañana —me sacó de mi ensimismamiento Lauren. Y cuando me quise dar cuenta ya había cerrado la puerta detrás de ella, mientras yo me quedaba allí mirando a la nada mientras pensaba en todo el día de hoy.
A la mañana siguiente seguía en el sofá, no habiendo podido dormir en toda la noche dándole vueltas al asunto.
«En lugar de escapar del dolor, que es la reacción natural en la vida, en el boxeo vas a su encuentro, ¿comprendes? De modo que, una vez que has decidido ser boxeadora, tienes que saber cómo boxear, porque, por muy dura que seas, hija mía, esos tipos te dejarán fuera de combate».
Leía una y otra vez esa dedicatoria que me dejó mi padre en mi libro favorito cuando no era más que una mocosa de diez años. Cuando le dije por primera vez que quería ser boxeadora como él lo fue un día.
Y entonces lo vi claro y lo entendí. Si de verdad quería llegar a ser una buena boxeadora en la vida, tenía que dejar de lado mi orgullo y dedicarme cien por cien a mi sueño. Aunque no me gustara la forma en la que tenía que llegar a él. A pesar de todos los obstáculos.
Y a pesar de que no fuese la mejor elección que hubiera elegido, era la única que podía mantenerme a flote.
Iría a pedirle a Ryder Larken que fuese mi entrenador, aunque eso significara contradecirme a mí misma.
Al final Lauren se saldría con la suya. Pero yo me llevaría toda la victoria al final.240Please respect copyright.PENANArOGI0WlB9P