Me tomó de la mano, me llevó a uno de los corredores y caminamos en la oscuridad hasta el fondo, se veían entre la penumbra nuestras siluetas, ella detrás de mí, metiendo sus manos en mis pectorales.
Se hizo frente a mí, dejó caer su vestido corriendo las tiras por fuera de sus hombros, sus senos eran pequeños, pero espectaculares con unos pezones prominentes que no pude evitar acariciar. En su espalda llevaba tatuada con estilo vikingo una especie de serpiente en forma de ocho que mordía su propia cola.
Me abrió el pantalón y metió su mano por debajo del boxer empuñando mi miembro, dándole unas cuantas sacudidas hasta completar mi erección. Me besó por el cuello, se detuvo por unos segundos en mi tetilla izquierda, me miró a los ojos y me dio un gran mordisco placentero pero doloroso.
Siguió su camino por mi abdomen, bajó los boxer y cuando tuvo mi miembro de frente, le dio un pico tierno en el glande, me miro levantando su mirada y sonrió abriendo su boca.
- Igual de perfecto al dueño
Sentí como se deslizaba dentro de su calidez, su lengua lo sostenía tímidamente, apretó sus labios, cerro los ojos y se saboreó llena de placer.
- ¡Ay dios mio!
Cerré los ojos y cuando los abrí ya se habían acostumbrado un poco mejor a la oscuridad.
Nos vi en el reflejo del espejo, esa hermosa mujer en cuclillas, su trasero amplio con la figura de un corazón y su cintura marcada que se movía lenta y sensualmente. No se sí era por el licor, por la lujuria del momento, pero me vi diferente, guapo, atractivo y sensual. Me empezaba a creer el cuento.
Ella llevó mis manos detrás de su cabeza y me pedía que guiara su boca para darme placer. Cerré los ojos y me dejé llevar, moviendo mi pelvis de adelante hacia atrás disfrutando de la mejor mamada que me habían dado en la vida.
La presión de sus labios, la forma en que respiraba y se saboreaba, como movía su lengua en olas y la enrollaba jugando por el contorno de mi glande, la forma en que me miraba y sonreía.
- Oh Ingrid, espera, espera...
Traté de separarla, pero ella se agarró de mis nalgas y aún más profundo se lo metió en la boca, moviéndose más y más rápido. Abrí los ojos y me vi al espejo mientras llenaba su boca con mi orgasmo.
Ella no paraba de chupar, sin importarle que todo mi cuerpo temblaba, como si no fuera suficiente, como si quisiera ordeñar hasta la última gota. Muerta de risa se levantó frente a mí con los cachetes un poco inflados.
Me tomó detrás del cuello y mesclamos nuestras lenguas jugando con el viscoso sabor de mi propio semen, algo que no imaginaba hacer nunca y que hasta me parecía asqueroso, pero con ella se había sentido demasiado bien.
- Cada vez te pones mejor --se chupo cada punta de sus dedos-- me encantas Camilo
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