Todo pasó, como las mejores cosas de la vida, sin planear. En la fiesta de grados de la secundaria y ni siquiera es que ya hubiera sido novia o el parche de alguno de ellos.
Como cosa rara, ella andaba buscando donde esconderse para fumar un poco de hierba. Ellos, viejos conocidos de vicio, la invitaron a meterse en el teatro detrás de la cortina del escenario. Estaban callados, relajados fumando cuando de la nada empezaron a discutir porque por culpa de uno de ellos habían decidido cambiar de fila cuando estaban en el sorteo del servicio militar. En la fila en la que estaban antes, se salvaron los últimos que estaban y en cambio, en esa otra fila les había tocado en un pueblo alejado y peligroso.
Se gritaban, empujaban y hasta daban puños en el cuerpo. Si seguían así iban a terminar llamando la atención de algún profesor o de los vigilantes. No era buena idea que los expulsaran justo antes de los grados.
- HP vida Mario ¿sabes cuándo vamos a volver a ver a una mujer? ¿sabes cuándo? en un HP año, UN HP AÑO y ni siquiera tengo novia para despedirme
- Eso no fue mi culpa David, los dos decidimos cambiar de lugar, no es solo mi culpa. Además, vos crees que sos el único, acaso no viste a Diana bailando con Felipe, me termino por ese bobo
- Eyyy ya ya shhhh no griten más que nos van a pillar
Ana se interpuso en medio de los dos tratando de separarlos sin poder hacer demasiado. Porque si ahora todavía es una flaca, para esa época era casi un palillo que se llevaba el viento.
- ¡No me importa! --grito David--
- ¡Que te calles!
Insistió Ana cogiéndolo de la camisa y acercándose a darle un beso. Al fin se quedaron callados, pero por la sorpresa del acto, se quedaron pasamanos. Ella que ya había tomado la iniciativa, sabía que sus instintos le pedían a gritos vivir esa experiencia. Se dio la vuelta y también besó a su amigo.
- ¿Quieren seguir llamando la atención de todo el HP mundo? ¿O se van a quedar callados y aprovechar para despedirse como es debido?
Ellos la miraron un poco contrariados, pero después de que uno de ellos se abalanzó sobre ella metiendo su lengua en su boca. Ella acercó al otro jalándolo de la camisa para que se les uniera, se acercó por su espalda besándole el cuello, agarrándola de las nalgas por debajo del vestido, restregando su miembro.
Ana no podía creer la locura que acaba de desatar, pero tampoco quería darle marcha atrás, ya era demasiado tarde y no porque estuviera arrepentida, sino porque su sexo húmedo y tibio, esperaba a gritos ser satisfecho sin esperar a que un solo amante se recupera para poder continuar buscando placer.
Se daba la vuelta para disfrutar de uno y otro, meterles mano y sentir sus miembros duros listos para la acción. Ellos tampoco desaprovecharon para tocarla por todos lados, entre las cuatro manos su ropa interior desapareció y la humedad le dio la bienvenida a los dedos de sus compañeros que no tenían cuidado en turnarse, sino que ambos competían por quien lo tenía más adentro.
Le abrió el pantalón a uno, masturbando con fuerza hasta que su ropa cayó al suelo, se dio la vuelta para hacer lo mismo con el otro, mientras que su amigo se terminaba de desvestir. Al tenerlos desnudos se hizo en medio, masturbando a cada uno, reclamando sus miembros para ella. Reía, mirándolos a la cara, exhibiendo una risa enorme de felicidad, mientras que ellos se miraban a los ojos algo incómodos y contrariados.
Se hizo de rodillas, pasándose la lengua por los labios, lamió uno de ellos desde la base hasta la cabeza y luego hizo lo mismo con el otro. Luego empezó a probar chupando sus glandes, pero como estaban tan separados se le dificulta devorarlos con la velocidad que quería. Los jalo para que se hicieran más cerca, ella con sus miembros casi unidos, chupaba aquí y allá, se daba gusto haciendo que sonaran al sacarlo, pero no contenta con lo mucho que tenía que estirar su cuello los jalo hasta poder metérselos a la boca juntos.
Levantó la mirada, ellos se miraban fijamente, a ella ni siquiera le prestaban atención alguna, al parecer a ninguno de ellos le daba morbo ver la forma tan deliciosa y hambrienta de mamar que ella mostraba o tal vez les daba vergüenza mirar y aceptar que les gustaba.
Escupía sus miembros, los llenaba de saliva y disimuladamente entre cambiar uno por otro hacía que se tocaran, que se rozaran, hasta terminar jugando con sus glandes y chocando sus miembros como una pelea de esgrima. Al levantar sus ojos y ver la cara de placer de ambos, su sexo se mojó tanto que sentía gotas de sus fluidos rodar por sus muslos. Decidió quitar sus manos, dejarlos libres mientras sus dedos atendían su clítoris hinchado y duro. Ellos batallaban chocando sus miembros a voluntad, luchando por cuál de los dos se lo refregaba a ella en la cara o lograba meterlo a la boca. Su primer orgasmo llegó de la nada, sin que siquiera se lo hubieran metido.
Ella en realidad no se esperaba que esa tensión sexual entre ellos, pero la verdad no le molestaba, inclusive le llamaba la atención ser la catalizadora que hiciera detonar esa mezcla. Tomó sus miembros, los colocó uno frente al otro, los empezó a masturbar sin separarlos, para que el placer no solo viniera de sus manos sino también del roce entre ellos. Se hizo encima, mirando hacia abajo, pasando su lengua formando ochos en sus glandes.
Es imposible estar en esa situación y no hacer comparaciones, medirlos, decidir empezar con el que lo tuviera más grande, pero la verdad es que no había diferencia significativa en lo largo, más bien en el grosor y tamaño de las bolas. Precisamente esas bolas era las que quería sentir golpeando contra su sexo cuando estuviera en cuatro.
Mientras ella se ocupaba de esa decisión, ellos ya habían decidido ir más allá. Justo cuando levantó su mirada vio como uno de ellos se fueron acercando lentamente hasta besar al otro. Eran tímidos y prevenidos. Necesitaba enloquecerlos, así que aprovecho a meter el miembro de uno de ellos a la boca, chupándola con fuerza y no aguantaron más. David tomó a su compañero del cuello y lo besó de forma apasionada, comiéndose su boca, llenándolo de besos en el rostro.
- No digas nada, porque si me dices que pare, ya no voy a poder
Mario se entregó finalmente a sus besos y Ana se dio cuenta que esta experiencia iba a ser inolvidable, invadiendo un calor extraño y nuevo en todo su cuerpo, una fiebre de perversión y voyerismo que la consumía.
Sin querer romper la nueva experiencia entre ellos se levantó con cuidado en medio, empinó un poco sus nalgas y se pasó la mano por debajo agarrando sus enormes bolas causando una sonrisa al imaginar el placer que le darían, agarro su miembro y lo guio hacia su húmedo y resbaladizo sexo.
- Ahhh que grade, me gusta
Volteó a mirar a Mario, besándolo mientras sostenía su miembro, lo masturbaba y lo miraba con deseo arrugando su nariz.
- Umm grande y grueso, también me gusta
Se fritaba la raja con su glande y lo empujaba contra su clítoris moviéndolo en círculos. Ella iba de una boca a otra y luego se quedaba mirándolo esperando a ver así de cerca como ellos se besaban con tanta pasión.
Empujó de los hombros a Mario, colocando su muslo sobre su hombro, empujando su cabeza desde atrás para meterlo en su sexo y le diera placer oral, aunque en realidad esperaba que se animara a ir un poco más allá, sacar el miembro de David y darle una buena chupada, pero no. No solo se paralizó al tenerlo tan cerca, sino que lastimosamente no estaba haciendo muy bien que díganos su labor de darle placer oral.
Lo empujó de los hombros para que se acostara en las tablas del teatro, abriendo las piernas bajo como una gimnasta la parte superior de su torso para atragantarse con el miembro de Mario, mientras que miraba por hacía atrás como David se la follaba. Se cansó de estar en esa posición, se hizo de rodillas lentamente procurando que David no se lo fuera a sacar mientras que ella continuaba saboreando el delicioso y erecto miembro que tenía en su boca.
El placer celestial, así lo describe Ana, chupando una buena verga, mientras te meten otra una otra y otra y otra vez, poco a poco te van desnudando acariciando todo el cuerpo, besando la espalda, escuchas los gemidos en tu oído y el aliento tibio en tu cuello.
David, se inclinó hacia adelante, corriéndole el cabello para poder ver como se lo chupaba a su amigo. Ana encantada se hacía de lado para brindarle un buen espectáculo. No se percató hasta un poco después que tal vez él sí era más atrevido, ya lo había demostrado antes. Se lo sacó de la boca, se lo ofreció con su mano, pero la duda seguía en sus ojos. Así que ella le dio un lametazo y le sonrió, él hizo lo mismo, luego le dio un pico colocando sus labios, él lo hizo con un poco de duda, ella se lo metió a la boca atragantándose y él ni siquiera espero que lo sacar para acercarse y recibirlo dándole una deliciosa mamada que hacía que Mario se tuviera que tapar la boca.
Él lo disfrutaba tanto o aún más que ella, tanto que le tocaba esperar por más tiempo su turno o inclusive reclamarlo batallando por él. Se hicieron lado a lado compartiendo, juntando sus lenguas de arriba a abajo, besándose, chupando lado a lado su glande para torturarlo, para llevarlo casi al punto del orgasmo.
¿Placer celestial había dicho? No, eso era placer de dioses. Ya ni siquiera sabía cuántas veces había venido mientras se lo metían y compartía una buena mamada. Él volvió a apoderarse del miembro de su amigo sin dejarla disfrutar, así que como castigo de un solo brinco se montó encima de Mario, agarrando su miembro y metiéndolo para cabalgar.
David no tardó en llegar a su espalda, agarrándole los senos, besándole el cuello, cuando un miembro salía y otro entraba de su sexo. Él más atrevido, aprovechaba para frotar su miembro contra las bolas de Mario cuando lo tenía afuera y cuando era su turno, rozaba su glande contra su miembro llenó de sus fluidos hasta volverla a penetrar.
David extrañaba meterlo en su boca, bajo por besando la espalda de Ana, metiendo su lengua entre las nalgas, jugueteando su asterisco. Ana le daba gusto, era la primera vez que tenía una buena verga en la boca y ella sabía lo adictivo que eso podía llegar a ser, así que se levantaba un poco, él se atragantaba con su miembro, lo llenaba de saliva y luego cuando ella se lo volvía a meter regresaba a darle placer en su asterisco.
- Oh chicos que rico es esto
Así lo hizo un par de veces, un delicioso orgasmo venía en camino, no lo quería volver a sacar hasta venirse. David trataba de levantarla empujando sus muslos, pero ella dejaba caer todo su peso, cabalgando con más y más resistencia. David un poco frustrado, le separó las nalgas y empezó a penetrarla con su lengua, ella colocó una mano atrás de su cabeza y lo empujaba para que no fuera a detener lo que estaba haciendo. Cerraba los ojos y lo que más le excitaba era pensar, que en realidad él estaba pensando en hacer lo mismo, pero con su amigo.
Ella cabalgaba, se frotaba el clítoris y se tapaba la boca para no gritar por error y los descubrieran. Volteó a mirarlo y lo llamó con su dedo índice. Él se hizo a su espalda, besándola con pasión.
- Metemelo, metemelo, metemelo por favor
- ¿Por acá? --metiendo la primera falange de su índice por detrás--
- Ahhh si si exactamente por ahi es que quiero que me lo metas
Ella misma agarró su miembro con la mano y se lo colocó detrás y David con mucha paciencia y cuidado la penetró lentamente hasta metérselo por completo, sintiendo a la vez como el miembro de Mario entraba y salía por su otra cavidad, empujando el suyo.
Para mayor sorpresa de nosotras, no era la primera vez que Ana disfrutaba de placeres sodomitas, no confesó que fue bastante precoz para el sexo y que inclusive su primera vez fue por detrás para "no perder la virginidad", pero por más precoz y avanzada, nada te prepara para una primera doble penetración. Dolia un poco más de lo que esperaba a comparación de sus exploraciones anales anteriores, porque esta vez no contaba con que David estaba viviendo una transferencia de su deseo por Mario a traves de su cuerpo y aunque al inicio fue cordial y delicado, ahora la penetraba con rudeza y fuerza, la apretaba de los brazos y la empujaba contra él de las caderas.
Ella empezó a gemir muy duro y Mario tuvo que taparle la boca para que no los fueran a descubrir, la asfixió un poco sin querer, era la primera vez que alguien se lo hacía en pleno acto y la enloqueció mucho más. Cabalgaba sus amantes con fuerza, moviendo frenéticamente su cuerpo. Esa locura al parecer frustraba más a David, la trataba con desparpajo y rudeza, la penetraba sin cuidado y le daba nalgadas, le decía palabras sucias al oído, le confesaba en secreto que se quería comer a Mario, le jalaba el cabello y la obligaba a verlo a los ojos provocando llevarla al límite.
Ana, se inclinó hacia adelante, al oído de Mario, pidiéndole que la ahorcara, que la hiciera terminar para quitarse de en medio y dejarlos a ellos hacer lo que quisieran. Mario la tomó de inmediato del cuello, estiró sus manos y apretó sus dedos hasta ver que su cara cambiaba de color. David, la jalaba de su coleta, le daba nalgadas y se lo metía sin compasión alguna.
¿placer de dioses había dicho? No, eso era placer infinito. Cerro los ojos porque ya no sabía si siquiera si aún estaba viva. No sabía qué demonios habían tocado en su cuerpo, era como si cada centímetro de piel estuviera encalambrado. Se dejó caer si fuerzas y ellos la usaban como una muñequita de juguete, sabía que no se iba a poder venir más y aunque seguía disfrutando estar en el medio era imposible no notar como ellos se besaban de forma posesiva esperando eliminar la molesta barrera.
Se salió como pudo y ellos quedaron de frente, se quedaron mirando asustados sin saber que hacer, como dos perros rabiosos que se ladran a centímetros como si se fueran a matar, pero que cuando los juntas no saben que hacer.
Mario que ya no podía seguir luchando contra lo que sentía, se dio la vuelta quedando en cuatro. David se metió en su trasero llenándolo de abundante saliva, luego lo cogió de las caderas, pero se quedó petrificado sin poder decidir, no sabía si pasar ese punto de no retorno, ese punto en el que ninguno de los dos podría negar haber tenido una experiencia gay.
Ana tomó su miembro lo coloco en su agujero y lo empujó de las nalgas, la cara de dolor y placer de Mario eran únicas y cuando se acostumbró el mismo empujó hacía atrás para hacerse en cuatro y poder que los dos estuvieran más cómodos.
Ella nunca pensó que fuera a ser tan excitante ver a un hombre en esa posición, con su miembro erecto rebotando al ritmo de las penetraciones que le daba su amigo. No aguantó robar para ella un poco de ese amor fraternal. Se hizo de frente y de beso en beso hizo levantar su torso apoyado de rodillas, llevando sus manos hacía atrás para que David las colocara a su espalda.
- Me lo voy a tragar enterito
Le dijo al oído, mirando con lujuria a los ojos de David, robándole un delicioso beso y una mirada complaciente. Ella bajó a mamar ese duro y erecto miembro, su amigo lo empezó a penetrar más y más duro. Mario trataba de contener los gemidos, nadie tenía como taparle la boca. Lo chupaba y masturbaba, empujaba con su lengua de abajo a arriba, no se iba a ir sin llevarse mi un poco de ese placer, de ese impulso natural.
- Hazlo --gritaba Mario entre gemidos– hazlo de una vez
David le pasó las manos abrazando su torso y mientras se besaban descargo su orgasmo en su trasero. El miembro de Mario se endureció y palpitó un par de veces, Ana esperaba impaciente chupando con fuerza hasta que al fin logró lo que tanto esperaba. Su boca se llenó con un abundante liquido caliente y espeso, imposible de tragar por completo cayendo por entre sus comisuras y barbilla una buena cantidad al suelo.
Mario se desplomó con David a su espalda y los dos quedaron ahi tendidos contra las tablas del escenario inmóviles. Se dio la vuelta y se quedaron mirándose a los ojos, con un amor secreto que quién sabe cuántos años llevaban guardando.
Ella tratando de no interrumpir recogió su ropa que había quedado tirada por aquí y por allá, se vistió con prisa y se arregló un poco el cabello. Desde la puerta volteó a mirarlos y ellos no paraban de Besarse. Tal vez después de todo no iban a extrañar tanto a las mujeres.
- Adios chicos, suerte en el ejército, espero que se diviertan
Abri la puerta un poco para mirar por la abertura que no estuviera nadie por ahi.
- Ana --dijo Mario con prevención-- podrías --levantó su dedo en señal de secreto–
- Dejemos este recuerdo solo para los tres ¿les parece?
Ambos afirmaron, nos despedimos agitando las manos. Mientras cerraba la puerta no pude evitar quedarme un poco más viendo como Mario ahora era el que seducía a David para darse la vuelta... y aunque se moría de ganas ver esa escena de nuevo, decidió darles la privacidad que se merecían. Igual ella había obtenido más de lo que se imaginaba esa noche.
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