Uno llega a una edad después de la caótica era post hormonal donde crees que finalmente encuentras un poco de calma, un poco de esa anhelada quietud después de esos turbulentos años de la adolescencia.
Estaba en el culmen, una buena carrera, un buen trabajo, un esposo del que no tenía queja y una estabilidad económica mayor a la que soñaba.
Habíamos decidido alejarnos un poco de la ciudad, no demasiado. Queríamos un poco más de silencio, un poco más de privacidad pero sin convertirnos en unos ermitaños, buscábamos tener paz y silencio porque la ciudad se acostumbró a vivir entre ruido y afán de rumba constante.
Encontramos un proyecto que nos llamó la atención. Una "unidad residencial" campestre con casas independientes y varias decenas de metros de distancia entre una y otra casa. Lo vendían como algo super modernista pero en realidad era como una comunidad de fincas que se veían casi igual y compartían los gastos de mantenimiento. Nos encantó el proyecto, el lugar, los vecinos, todo.
Casi año y medio de espera, pero estamos felices viviendo acá, la vida cambió un montón, exactamente lo que buscábamos y soñábamos, que en las noches solo se escuchen los sonidos de la naturaleza.
Nuestro siguiente plan es tener dos o tres hijos, pero solo hasta terminar los estudios que nos propusimos alcanzar. Así que para no darle más espera decidí meterme a hacer una maestría.
¿Quién iba a pensar que esa decisión me iba a cambiar toda la vida?
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