La fiesta y el lugar eran un espectáculo total, el ambiente le mejor de verdad que era como si una familia se hubiera reunido en navidad. Algunos de ellos con sus familias, esposas e hijos, era mucha más gente de la que se esperaban.
La gente no cabía, los niños corrían de acá para allá. Mi esposo feliz me hacía saltar de mesa en mesa para presentarme. Terminábamos ahí sentados un rato tomando un traguito aquí otro por allá remembrando historias y removiendo sentimientos.
Todos sus amigos, eran super amables y me recibieron como si también me conocieran de toda la vida. Me contaron unas cuantas historias vergonzosas de mi esposo y hasta las pataletas que hacía cuando niño, una fama de casca rabias y peleonero.
Ya todos andaban bastante tomaditos y como ya me empezaba a sentir mareada, cada que me servían un trago, disimuladamente se lo pasaba a mi esposo y ni se la pensaba, seguro iba a terminar borracho, pero no me importaba al verlo así de feliz.
Como ya se hacía tarde y el ambiente se empezaba a poner pesado para los niños varias de las familias se empezaron a retirar para poder que ellos se quedaran tranquilos a divertirse. Eso fue como una brisa fresca y refrescante, al fin se podía sentir el viento pasar a través y había espacio suficiente para moverse.
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