Ellas iban sin prisa, no tenían mi orgasmo como un objetivo, solo brindarme placer, atentas a mis reacciones para retroceder en caso de que mi excitación disminuyera o reforzar en caso de que mostrara lo contrario.
Fueron magistrales en hacerme venir, era tan diferente que todo sucedía como en camara lenta, en crescendo y mi sexo en vez de rechazarlas antes pedía regresar a ese fascinante estado de placer orgásmico en el que mi alma abandonara el cuerpo por unos instantes.
Ebria de deseo y placer, termine por tomar a Claudia e invitarla a sentarse encima de mi boca. Otro maldito puto manjar, se derritió en mis labios y sus mieles sirvieron de elixir de mis papilas gustativas.
Nunca olvidare la forma en que se contoneaba sobre mí, ni tampoco de sus agudos y perfectos gemidos de placer. Abrace sus muslos y ella se dejó caer hacia adelante formando un 69, sus lenguas se combinaban en mi sexo, danzaban juntas sobre mi clitoris haciendo que se hinchara una vez más y más y más y más.
Claudia se encargaba de provocarlo de una manera muy diferente, lo lamia como una paleta de forma constante y profunda, luego rodeaba mi clitoris con sus labios y con la punta de su lengua lo castigaba moviéndola frenéticamente.
Marcela se embadurnaba la cara penetrando mi sexo con su lengua, me tomaba de los muslos y me penetraba hasta con su nariz. Ante semejante ataque no pude continuar dándole placer, cerré los ojos y me dejé llevar hasta que me hicieron literalmente explotar de placer.
Claudia relamía todo mi sexo, chupaba y se saboreaba cada gota de mis orgasmos, recuperándolo hasta de mis muslos, su sexo palpitaba y mi boca se lanzó hacia su sexo a tratar de complacerla.
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