El tema estaba complicado y difícil, con lo terca que soy se me había convertido en todo un reto, a este también lo iba a lograr domar. Nada me quedaba grande.
Lo complicado era no poder hablar de esto con nadie o que me diera consejo alguno. No es que me pudiera acercar a mi papá a preguntarle que se podía hacer con un caballo precoz o algo parecido, cuando en la granja lo que menos les interesa es la duración con tal de que deje preñada la hembra.
El internet era prácticamente comunitario, en una sala que se mantenía repleta en la biblioteca y que no gozaba de ni la más mínima privacidad. Así que decidí investigar un poco en libros.
Me estrellé contra una pared porque los puritanos directores de la biblioteca no admitían ni un solo libro referente a sexualidad o temáticas demoniacas parecidas. Lo más cercano posible fue un libro de medicina donde describían escuetamente el órgano reproductor masculino.
No habiendo más me iba a tocas utilizar el conocido método del ensayo y error.
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El pobre John se convirtió en mi juguete de pruebas, lo encerraba en la parte de arriba del granero y lo ponía a hacer lo que yo quisiera. Todos los días a la misma hora nos veíamos en el mismo lugar a "practicar".
Terminé amarrándolo como un becerro de pies y manos para que me dejara tomar el control a ver si aprendía a aguantar más. Lo masturbaba y no duraba ni 5 segundos, menos cuando me antojaba de saborear su leche y se lo mamaba.
Tampoco es que yo fuera muy experta, las primeras veces que se lo chupe no creo que fueran para nada divertidas, se lo chupaba durísimo tanto que le cambiaba de color y le quedaba la cabeza casi morada. Él igual nunca se quejaba.
Lo único bueno es que, aunque se viniera su miembro permanecía tieso y duro, no paraba de hacerlo hasta que notaba que ya hasta le dolía en su mirada. Aunque con tal de que yo siguiera con él ni lo decía.
Era un ritual, ordeñar las vacas en la mañana y a John en la tarde, solo que nada funcionaba y me empecé a frustrar.
Terminé aprovechando la hora en que todo se encontraban en la iglesia los domingos para escurrirme en el último computador de la biblioteca y hacer algunas búsquedas rápidas y encontré algunos métodos un tanto dudosos: apretarle las bolas desde la base y jalarlas hacia abajo, retorcerle las tetillas, pellizcar su escroto y jalarlo, pegarle papirotazos en el glande, meterle un dedo por detrás y aprisionar su próstata y un montón de cosas más que ya iban pareciendo instrumentos de tortura.
Probé las primeras posibilidades y la verdad es que no mejoró demasiado, igual yo había empezado a disfrutar eso de no dejar desperdiciar sus orgasmos y tragármelos enteritos.
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Un día se atrevió a pedirme que le hiciera una rusa y se lo concedí. Por primera vez fui consciente del gran tamaño de mis senos y del tamaño del suyo porque su glande era capaz de atravesarlos, iba muy bien, aguantando como un campeón y me llegué a ilusionar.
Empujaba su pelvis y su glande se metía a mi boca, el pobre se vino casí de inmediato al sentir mi lengua, el pobre hombre se vino casi de inmediato y hasta ahí llegaron mis ilusiones.
Era tan abundante que se me escapaba de la boca, su semen rodaba entre mis senos y goteaba por debajo, igual no me detuve lo iba a ordeñar hasta dejarlo sin una gota.
- Candy espera esperaaaa, Candy por favor, por favor
Sus súplicas me hacían enojar más y más, recordé una de las técnicas, acaricié sus bolas con su semen y con los dedos viscosos decidí meterme hacia atrás tocando su trasero.
- ¡Candy, no!
Me dijo con decisión levantando la voz. Nunca en la vida había hecho algo así, levante mi mirada juntando las cejas.
- Lo siento, lo siento –trató de disculparse– quise decir que...
- ¿Quién dijo que podías decir que puedo hacer y qué no?
- Nadie Candy, nadie --contestó asustado--
Le di un par de giros a mi dedo posado en su trasero, él trago profundo, temeroso de refutarme de nuevo. Me incliné hacia adelante, me metí su miembro en la boca y empecé a mordisquear su glande clavándole los dientes.
- ¡Ohhh Fuccckkk...!
Levanté mi rostro y lo miré con una ceja levantada sin soltar su glande. Se mordió la boca para no volver a quejarse y como recompensa me trague su miembro al mismo tiempo que mi dedo entraba en su trasero usando su propio semen como lubricante.
- ¡Aghhhh!
Se quejó un poco, pero se aguantó el dolor. Llevaba casi 20 minutos gimiendo y disfrutando de la mamada más larga que le había dado, mientras que mi dedo jugueteaba en su trasero.
Al fin un avance, hasta que justo cuando le saqué el dedo del trasero cerró los ojos, no se aguantó más y me volvió a llenar la boca. Se me escapaba una sonrisa mientras me encargaba de limpiar con la lengua el semen que se me había escapado y pude notar que mi sexo estaba empapado y tal vez ni me había dado cuenta de que me había venido.
Él se quedó recostado, cubriéndose la cara con las manos, estaba apenado por lo que acabábamos de hacer. Me vestí, sin que se me borrara la risa de la cara.
- Nada mal Johny boy, nada mal
Se quedó callado y ni si quiera respondió. Me le monté encima a horcajadas, le quité las manos de encima y las sostuve con fuerza apretando sus muñecas encima de su cara.
- ¿Qué pasa?75Please respect copyright.PENANAq46ZKp4lnP
- Candy... yo no...75Please respect copyright.PENANA0wpxbQr0L9
- ¿Te gusto?75Please respect copyright.PENANAjflJbs31tr
- Yo no sé75Please respect copyright.PENANAdIeh7by0s0
- ¿Si o no?75Please respect copyright.PENANAMZVMCVGQLO
- Fue raro pero...75Please respect copyright.PENANAvRhWZ451xb
- Pero aguantaste mas75Please respect copyright.PENANAL9wzWtQCol
- Si, si75Please respect copyright.PENANAPXlTEZalNS
- Asi que fue algo bueno75Please respect copyright.PENANAJfzid1G45k
- ¿Esto puede quedar entre nostros?
Ni de coña pensaría contarle a alguien cualquiera de las cosas que venimos haciendo, no me interesa para nada que me relacionaran con él.
- Claro que sí, corazón de melón
Le di un gran beso con una sonrisa en la boca, era la primera vez que el así fuera a traves de mi probaba el sabor de su semen.
- Te a....
Le tapé la boca, frunciendo las cejas y moviendo mi cabeza de lado a lado negando.
- Ni se te ocurra decirlo, eso no es verdad
Me levanté a toda prisa, quité los fardos que resguardaban nuestro lugar secreto y me perdí rápido antes de que le diera la buena idea de repetir o insistir con esa necedad.
Obviamente, no estaba enamorado, tal vez encoñado y ni siquiera creo que sea eso, pero no podía dejar empezara con estupideces antes de que lográramos al menos llegar a tener un tiempo decente con el que yo también pudiera disfrutar.
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