John al igual que yo era hijo menor de la casa. Un chico curioso, pero miedoso hasta el tuétano. Todo lo contrario a mí. Siempre que proponía una locura, él se echaba para atrás y me dejaba a mi encarar la situación tomando distancia.
Treparse a un árbol, pasar colgado de una cuerda al otro lado del río, pararse sobre la silla del caballo mientras galopaba, tomar "prestadas" herramientas, robar frutas en los sembrados vecinos o hasta pedir permiso para salir de su granja.
Fuera lo que fuera, él se ponía del lado "correcto" pero no porque lo fuera, sino por el miedo que le producía enfrentar cualquier adversidad.
De lo poco bueno de esa situación cuando éramos niños es que, si algo salía mal, volaba como el viento a buscar ayuda y la verdad es que si mis padres no hubieran llegado a tiempo a rescatarme una vez que me caí de un árbol de espaldas y me quedé sin poder respirar gracias a él, esta historia sería diferente.
Así que se podría decir en parte, que le debo mi vida a John.
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Desde muy pequeños se le notaba que vivía enamorado de sus únicas amigas: Belinda y Candance. Aunque era obvio, nunca se atrevió a decirnos nada por miedo al rechazo y porque no se fuera a "dañar" la amistad.
No suelo compadecerme de nadie, ni de nada, si toca sacrificar uno de los animales de la granja ahí estoy para hacerlo sin que me brote una lágrima. Sin embargo, cuando él cumplió 15 años, algo raro me pasó.
En medio de los juegos se le cayó un papel, con marcas de sudor de sus manos, marcada con mi nombre. La agarré, salí corriendo y él detrás pidiendo que se la devolviera.
Llegamos detrás de uno de los establos y tuve que parar porque me había quedado sin aire y a la larga con su hiper velocidad me iba a alcanzar.
- Candance, devuélvemela
- Tiene mi nombre
- Si, pero no te la iba a entregar
- La voy a leer
- ¡No! ¡no lo hagas, por favor!
Se abalanzó a arrebatarle y lo mantuve alejado con mi brazo y estirando un pie.
- ¿Quieres ser mi novia? --decía--
Se puso pálido, casi transparente y por poco se pone a llorar.
- Ven acá, lo abracé
El pobre John, temblaba del susto, creo que la única respuesta que esperaba en su cabeza era un rotundo no.
- No puedo ser tu novia, porque somos amigos... ¿pero sabes qué? por ser tu cumpleaños te voy a dar algo
Me había parecido bonito el gesto de que me eligiera a mí por encima de Belinda así que decidí darle como regalo un pico en la boca, no más juntamos los labios una milésima de segundo.
Bueno no es que el regalo fuera solo para él, la verdad es que yo también quería experimentar qué se sentía... y bueno, como ya saben, no fue la gran cosa, al menos para mí.
Salí corriendo y el detrás para volver a estar con las demás personas en la fiesta. Nunca lo vi tan feliz como ese día.
Desde ese momento, todo su amor y obsesión se concentraron en mí, se empeñó en complacerme con lo que fuera a ver si así lograba hacer que cambiara de opinión o al menos que se repitiera lo del beso, obviamente causando todo lo contrario porque odio ese comportamiento de rebaño de oveja.
Fue persistente por varios años, pero entendió que eso no iba a suceder y aparte ya era demasiado tarde para arrepentirse y cambiar su decisión. Belinda era aún más inalcanzable, ahora que se había convertido oficialmente en la novia del capitán del equipo.
Ninguna otra mujer se iba a fijar en un perdedor como él, para no hacerse daño, trató de enterrar ese sentimiento en lo más profundo de su corazón.
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Ahora retomemos el hilo y regresemos a ese inocente momento en que apareció de la nada como una luz de esperanza.
Él tal vez, en su inocencia, solo estaba pensando en invitar a su amiga a comer un helado, pero ni en sus sueños más alocados se hubiera imaginaba todo lo que mi cabeza estaba maquinando hacerle.
Estando en la heladería, trataba de coquetear con miradas y ser un poco evidente a ver si tomaba el riesgo.
Pues no, él se reía y miraba para todos lados como si nada estuviera pasando. Tal vez esto iba a ser más difícil de lo que me esperaba, su timidez extrema no iba a ayudar.
Segunda fase, traté de ser más directa chupando el helado de forma sugestiva y me saboreaba cerrando los ojos.
- mmmm que rico, mmm
Lo miraba, me pasaba la lengua por los labios y los limpiaba.
- Si, esta delicioso, apenas para este calor
«¿En serio? ¿acaso me va tocar mandar a hacer un cartel luminoso?» A ver si así...
- Que rápido se derrite
Chupaba el helado desde la punta, me lo metía en la boca mamando el helado, dejaba que se me regara por los labios y el mentón.
Él en vez de ofrecerse a limpiarlos pasándome su lengua, se levantaba como todo un caballero por servilletas al mostrador y me pasaba unas cuantas para que me limpiara.
Hasta el vendedor detrás del mostrador lo miró preguntándose si es qué era ciego o demasiado estúpido. Eso precisamente era lo que me temía de escogerlo a él como última opción, me iba a tocar tomar la iniciativa o las cosas nunca iban a suceder. 193Please respect copyright.PENANAu7waouLpbi
Me desmotivaba un poco porque no iba a representar ningún reto, no al menos un reto salvaje tipo Thunder o Danger. El reto acá iba a ser despertarlo de su letargo.
"La esperanza es lo último que se pierde", decía mi madre. Algo tenía que funcionar.
Me aseguré esta vez de embadurnarme las manos para no poderlas usar. Me volví a llenar la boca de helado, procurando untarme la mejilla.
- ¿Me ensucié otra vez? ¿cierto?
- Si jajaja que torpe eres Candy
Al ver mis manos empegotadas, se acercó a limpiarme con la servilleta. Siendo demasiado obvia, ladeé mi helado para que cayeran unas gotas sobre mis senos.
- Upssss
Él sin pensarlo volteó a mirar mi escoté y se puso tan rojo como la cereza que llevaba la punta de su helado. Enderecé mi espalda para hacer más prominentes mis pechos y levanté mis manos mostrándole que estaba sucias.
- ¿Me limpias?
El muy cobarde hasta le temblaban las manos y decidió que su mejor opción era sostener mi helado y pasarme las servilletas a mí. Hasta se dio la vuelta para no ver, mostrando respeto.
El vendedor que todavía era un crío soltó una carcajada, la cual por supuesto trato de acallar después de que le lanzara una de mis miradas de fuego. Respiré profundo porque si este remedo de hombre seguía así, iba a ser todo un fracaso. Hasta ahí llegaron mis intentos.
Se levantó a pagar la cuenta y le pedí que se adelantara a por los caballos. Apenas pasó la puerta, me acerqué al mostrador y el crío de inmediato bajó la mirada.
- Si llegas a contar una sola palabra de lo que acabas de ver --apoyé mi mano en el mango del cuchillo– yo misma me encargó de que no puedas volver a hablar
- Si, señorita
- ¿Fui lo suficientemente clara?
- Sí señorita, claro que sí --moviendo su mano como cerrando una cremallera-- ni una palabra
No alcancé a ver, pero con lo pálido que se puso el pobre crio creo que hasta se orino en los pantalones.
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Cabalgando de regreso a casa y con lo terca que soy, decidí volverlo a intentar.
Hacia trotar a Crazy a su lado para que me revotaran los senos, la hacía caminar hacia atrás y lo miraba provocativamente coqueteándole con sonrisas y nada de nada, este idiota en vez de proponer algo se intimidaba.
Me dio tanta rabia que la unica opción fue despedirme, cabalgar presionando mi sexo contra el fuste. Meterme a bañar y frotarme en la forma que ya había aprendido para venirme rápido y no levantar sospechas por estar tanto tiempo en el baño.
John es un chico apuesto, si lo ves solo como un hombre y desechas toda esa nefasta personalidad. Imaginarlo tomar la iniciativa y arrancarme la ropa me ayudaba los suficiente para poderme acariciar mi sexo y soltar algo de esa frustración.
Pero cada noche, necesitaba un poco más, hasta que se hizo más difícil llegar al orgasmo. Lo intentaba tanto que sentía como si fuera a quemarse el músculo braquiorradial, ese que está en la parte externa del antebrazo cerca del codo. Ese que arde y hace que se te acalambre la mano cuando ya no puedes más.
El mal genio me atacaba, toda esa energía acumulada no era buena idea y los que la estaban pagando eran mis hermanos con los que me desquitaba gritándoles por cualquier cosa.
Algo tenía que hacer y no daba espera a más.
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«Ay Dios ¿acaso será cierto eso de que le das las peores batallas a tus mejores guerreros?» porque si es así, te pasaste.
Lléname de paciencia... por favor.
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