Creo que ya me han empezado a conocer un poco, ¿cierto? Si aún no lo suponen… si no le tuve miedo de Danger o a Thunder, menos lo iba a tener de un ser imaginario como el diablo que ni pidiéndole que se me apareciera lo hizo.
Ni siquiera de niña le tuve miedo a caminar en la oscuridad, mucho menos le iba a temer a un montón de ancianos con pensamientos retrógrados queriendo decidir la vida de los demás.
Además… cómo puede ser que uno, al ver cambiar su cuerpo, no se interese por verlo desnudo frente a un espejo.
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Era imposible que esa avalancha de hormonas de la adolescencia no te hiciera sentir diferente.
Era imposible vivir en una granja y ver como el toro se le monta a la vaca, el caballo a la yegua, el gallo a su harem de gallinas, la oveja macho a la hembra y a Danger corretear las perras en celo de los vecinos.
Era imposible no empezar a hacerse preguntas y dudar cuando ves que Dios no "castiga" a los animales impuros y que no desaparecen entre las sombras arrastrados al infierno, mientras que a los humanos no les perdona nada.
Era imposible no empezar a frotarse contra los muebles o las cosas sin siquiera darse cuenta. Era imposible no querer salir a cabalgar, empujar de los estribos y descubrir que se siente alivio cuando presionas tu sexo contra el fuste (mal llamado cuerno o cacho).
Era imposible llegar a casa y cuando te cambiabas para ponerte el pijama descubrir que tus pantis estaban húmedos y viscosos.
Era imposible no sentir alivio al pasar tus dedos por encima y descubrir lo conveniente de esos fluidos para poder deslizarte y acariciar tu sexo.
Era imposible no dejarte llevar, descubrir que hay un punto más sensible que todos. Llenar tus dedos de saliva y "sin querer" probar tus fluidos. Era imposible no hacer presión con la yema de tus dedos, moverlos en círculos y sentir que llegabas a la gloria.
Era imposible no llegar a los 18 años conociendo mejor mi cuerpo y sin miedo a descubrir el placer.
Pero lo más imposible de todo… que a pesar de ser tan incrédula, fui tan estúpida de creer que con solo meterme un dedo iba a perder lo que la cultura me enseñó a proteger y conservar como lo más valioso que tiene una mujer: «La virginidad».
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Da hasta vergüenza contar esa parte de mi vida, porque hasta Eva viviendo en el "paraíso" fue más valiente de darle una jugosa mordida a la manzana.
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