-Te ves hermosa -dijo Verónica masajeando mi cabello.
-Mis manos tiemblan.
-Eso no quita que eres hermosa -su forma de hablar me encantaba.
-Ya no puedo caminar.
-¿Sabías que esas son las mujeres más hermosas?
-No soy una niña, no me hables así.
-Bueno si, pero es la verdad.
-Mejor dime ¿Cómo vas con Mark?
-Ni lo menciones.
-Espero uses mi muerte para acercarte a él -quería saber qué pasaría con ellos, pero eso no podría ser.
-No digas eso, me asusta.
-La muerte es mi salida ahora.
-Dan sufrirá mucho.
-Lo sé... Pero me alivia saber que el olvidará -sólo escuchar su nombre era una punzada en el pecho que perdura e inclusive aún más al verlo.
-Cuando Mark y yo nos casemos cantare La Pareja Del Lago Dolgoye, y sino tejes más gruesos nuestros hilos le envío una postal a la muerte para que te envié por unos minutos a tejer -sus palabras me hacen sonreír.
-Está bien acepto siempre y cuando la muerte deje entrar postales.
-Si son mías lo hará. Por cierto ¿Cómo fue que te salió esa canción o historia?
-Nació en el lago esa noche en el que ambos estábamos por morir, supongo.
-Hmm. Iza.
-Sí.
-¿Estas bien?
-Esa pregunta ¿En serio? Pero no, me siento demasiado de la patada.
Después de unos segundos ya había varios doctores y la lucidez se me estaba yendo en picada. Ahora mi mano derecha no la sentía al igual que mis piernas.
-¿Iza? -dijo Dan. Me alegraba haberlo encontrado y agradezco internamente al Doctor Han.
-¿Cantaras nuestra canción? -le pregunté con las pocas fuerzas que me quedaban.
-Y seremos submarinos en el Lago Dolgoye de esos que se quitan la ropa y se sumergen... -un remolino de bellos colores me transportaron a un abismo tan pulcro, bello y tenebroso. -Te amo –dije por último.
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