¿Cómo supo donde vivo? Mark le conto todo, no, no saques conclusiones Dan. Me repetía.
Estar a su lado era algo efímero y es que si lo piensas toda ella lo era. Porque estuvo entonces pero ahora... las cosas fueron fugaces.
Ambos nos encontrábamos en una posición que cualquier persona que la vea podría pensar mal. La mano de Mark se sostenía en mi pecho mientras que la izquierda me cruzaba por el dorso, mis manos se aferraban a sus musculosos brazos y su rostro a unos centímetros del mío.
-Todo heterosexual, nada homo –decía Iza entre risas-. Supuse que se gustaban pero me era difícil de creer.
-¿Qué haces aquí? –Mark se repone antes que yo-. ¿Ya has venido a su casa? –me ve como si quisiera matarme, me corrijo en efecto quería hacerlo.
Tuvieron una larga charla en mi sala, lo bueno de todo es que la podía observar en un hábitat diferente al nuestro en “la convivencia familiar” fue genial, como cambiaba de expresión al hablar con Mark me encantaba, no solía hacer muchos cambios conmigo pero con su hermano la vi pasar de sonriente a sonrojada, tímida a molesta, de enfadada a sorpresa simplemente era perfecta.
La presencia de ella cambio todo, pero el aire era incomodo dejando de lado la presencia de Mark las cosas transcurrieron de maravilla, el viaje era cosa segura con la excepción de que Mark y la amiga de ella nos acompañarían. Que molesto.
Viajamos a Norilsk aunque el papeleo que tuvimos que hacer fue tedioso el resultado fue bueno. La ciudad perfecta si lo que quieres es sentir lo que es el frío penetrando tus huesos y más si pronto tendrás el honor de morir sin poder volver a sentir lo que es el frío.
–Tus gustos están por encima de los míos –dijo ella mordiendo su labio al tiempo que temblaba.
– ¿No te gusta el frío? –ahora pienso que debí haber preguntado a dónde quería ir ella. No me detuve a pensar si le parecía
–Me encanta solo que no pensé que vendríamos aquí –me dio una sonrisa.
–Lo lamento –realmente lo sentía.
–Descuida. A decir verdad siempre me dio curiosidad por este lugar –veía todo a su alrededor con mucha admiración.
–Al igual yo, pero nunca me anime a venir –por favor Dios, solo esta vez déjame ser feliz.
–Sera grandioso –me agarró por el brazo y caminamos sin un rumbo fijo hasta que el frío empezó a perforar nuestras extremidades. Mark por otro lado era todo un caballero al lado de Verónica (mejor amiga de Iza) eso sí, sin dejar de darme malas caras y mostrarme una que otra obscenidad.
Nos hospedamos en Pavlova Street 18, ambos por separado, las mujeres juntas los hombres en otro cuarto. Me hubiera encantado estar con ella.
-No conocía esta faceta tuya –Mark actuaba como si no hubiera sucedido nada grave entre nosotros, no soy de dejar ir las cosas tan fácilmente.
-¿Te gusta la amiga de tu hermana? –di varias carcajadas sarcásticas para fastidiarlo, pues me desagradaba tener que compartir el mismo aire con él.
-Si me gusta, no hay nada por lo que negarlo.
-Claro.
Al llegarse las ocho nos reunimos afuera dispuestos a buscar un lugar en el que pudiéramos comer una enorme ración de carne. Encontramos el Beerloga alrededor de las ocho y media ya con el frío calándose en los huesos. Nos recibió una brisa caliente, un bullicio que provenía de cada una de las mesas.
Las luces eran tenues junto a las paredes café le daban una vibra de taberna de caza. Nos sentamos en una mesa al rincón, todo ahí se encontraba lleno, al parecer era un restaurante muy concurrido.
-A deleitar el paladar –hablo Iza entusiasmada, la amiga le decía si a todo lo que ella decía, le susurraba cosas al oído y eso me intrigaba, la idea de que hablaban de mí ya me hacía demasiado engreído que así fuera ya sería la muerte en vida.
Estaba impresionado por la forma en que comía todo lo que había en su plato, me preguntaba cómo era que en un cuerpo tan pequeño cabía tanto y si así era como comía siempre ¿Cómo carajos no engorda? En serio no se me ocurrió una mejor razón.
– ¿Adónde podríamos ir? –pregunto Iza
– ¿Qué tal el lago Dolgoye? –propuso Verónica. Mark se le acerco y la encamino unos pasos retirados de nosotros.
–Y nos sumergimos en el lago Dolgoye –tarareo Iza acercándose a mí.
–Sin ropa –sugerí. En automático recibí un golpe en el hombro de parte de ella. Emprendimos la caminata en busca del lago. Verónica y Mark llevaban la delantera.
El camino la pasamos bromeando, feliz de que ambos socios estaban en su asunto.
– ¿Lo harías sin ropa? –me dio la leve impresión de que estaba dispuesta hacerlo.
–Quizá –dije con coquetería.
–Entonces lo hacemos –en realidad ninguno de los cuatro lo pudo hacer al final de esa noche. Esta historia no es una trágica, esta es una historia simplemente real.
Al quedar en bóxer con todo mi cuerpo temblando y ver por primera vez a Iza en ropa interior ocasionaron miles de sanciones en un instante que lo recordaré hasta que dé mi último aliento o fue mayormente el frío quien causó todo, en realidad no estoy seguro.
–Dan ¿Estas bien? –no es una historia trágica como dije o quizá sí pero solo un poco. Cuando ambos estábamos por entrar al agua mi cuerpo me hizo una mala jugada. Sudaba y mí calor corporal aumentaba, mi nariz comenzó a sangrar y con ello mi nitidez estaba cayendo en picada.
Lo más que recuerdo de esa noche es Iza gritando por ayuda desesperadamente mientras que sus manos temblaba y sus ojos no me veían.
Al despertar la escuche a ella –Me has dando un susto –estábamos acostados en la misma cama. Ella tenía su brazo alrededor de mi estómago.
–La emoción de haberte visto en ropa interior ocasionaron todo –comente bromeando.
– ¡Oye! Aunque era lo mejor que hayas visto puedo suponer –por supuesto joder.
–Me hubiera gustado más si hubiéramos entrado al lago –dije con la sonrisa aún más ensanchada.
–Hubieran pasado tantas cosas –suspiro sonoramente-. –. ¿Quieres que lea algo que escribí anoche? –respondí con un movimiento de cabeza.
»Un Blues Para Recordar
Nos encontrábamos bajo la lluvia, una noche de esas frías pero encantadoras. Corrimos, sonreímos, fuimos, un nosotros, un ellos.
Te amo –gritaste bajo la voz de la tormenta.
Te amo –dije y quizá no era necesario pero el impulsó del momento me atrapó.
Me tomaste entre tus brazos y me levantaste hasta que enrolle mis piernas a tu alrededor. Nos besamos.
Era grandiosa la travesía de sentimientos que causabas en mí incluso después de que un auto saliera del carril golpeando nos a su paso y por más sacudidas que dimos sobre el asfalto al rodar tú te aferraste a jamás soltarme.
Y recordaré ese día, ese instante donde por primera vez nos dijimos te amo.”
-Creo que te amo –lo dije, se lo dije.
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