Narra Iza
Enfermedad terminal, dos palabras que pueden significar mucho, dos palabras que destrozan y construyen.
Lo malo de padecer una enfermedad imperceptible durante los primeros años es que al principio muchas personas piensan, incluyéndome, que todo lo que sientes esta en tu cabeza y que de algún cierto modo causas todo imaginando lo.
La muerte no es sino aquello que le da un punto final a tu vida...
Estábamos en el mismo caminó y así juntos nos enamoramos de la muerte, tan tétrica pero generosa.
Aunque el momento no fue el que esperaba, me alegré de haber vivido con el esas pocas cosas que me hicieron tan feliz en este último mes. Él era lo que necesitaba tal como dijo el doctor Han.
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Recuerdo el día que hable con ese viejo del doctor Han, era mi última revisión. La que confirmaría el aproximado de tiempo que me quedaba. Por casualidad vi salir a Dan del consultorio del doctor Han.
– ¿Por qué él estaba acá? –siempre he sido metida.
– ¿Te interesa? –su pregunta no era eso necesariamente, nos conocíamos desde hace mucho.
–Solo curiosidad –aun así respondí.
–Te quedan 38 días a lo mucho –dijo después de chequear el estado de mi Esclerosis Múltiple.
–Oh –no sabía que decirle.
– ¿Quieres vivir feliz los últimos días? –quien diría que no.
–No –me negué. Claro esa iba a ser mi respuesta. Preferiría resignarme a una muerte infeliz.
–Sé que no es así Iza. El chico que salió hace unas horas del consultorio le queda un mes y medio sino es que menos.
– ¿Y? –la realidad era que si quería saber según sabía era un tipo sano, lo vi una que otra vez llegar a casa con mi hermano pero nunca nos presentó.
–Te daré sus datos. Ambos necesitan felicidad –qué sabía este viejito páscuelo: hablé interiormente.
–Su nombre es Daniel, muy buen muchacho aunque necesita a una atravesada como tú. Su chica ideal es una fotógrafa ¿Curioso?
–Yo ni se usar una cámara –y era la verdad, lo que más me gustaba era escribir y cantar.
–Solo llégale inesperadamente –rodé los ojos.
–No lo haré, no te creas mi padre.
–Y no lo hago, tu padre siempre será Magnus el mejor padre y amigo.
–Está muerto ¿No sientes lástima de que hablar de él, me pone mal?
–Deja de mentir. No te pone mal, mejor dicho te alegra que estén muertos seamos directos.
–Si me alegra ¿Y?
–La consulta ha terminado.
Le hice caso debo admitir, compre una cámara y le insistí al joven que me explicara cómo usarla de la mejor manera.
Me encanto, me enamoré de esa cajita metálica.
Me obsesione con la fotografía y por pura casualidad me topé con él.
Dios me la pones difícil, quizá no quiere que cometa más pecados me dije.
No reaccione de la mejor manera al enterarme que tenía una enfermedad que me jodería hasta los huesos.
No comí por una semana lo cual empeoró todo, ya había perdido a mi familia, asimilar que no podría hacer una familia o hacer algo mejor con mi vida me dejó destrozada pero recapacite.
No sería la primera ni la única a la que le sucedía algo por el estilo.
La muerte no es la culpable, Dios no es el que dice “el morirá porque tiene muchos pecados” o eso supongo.
Las enfermedades son como una planta que cultivamos mejor que una flor.
La muerte me quitaría el dolor, me repetí. Cuando la muerte me puso en el camino a Dan. Si la muerte no hubiera pasado por mi vida no me hubiese encontrado con Dan ese día. Dan la persona que me haría volver a sacar la sonrisa que llegaría de extremo a extremo.
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