Ni con los ojos entornados lograba distinguir las letras en la pizarra. Apretaba mi cerebro con un par de manazas invisibles, y aun así solo conseguía tensar el cuello y apretar los dientes. Era como exprimir un envase de kétchup, y tan solo lograr expulsar esas gruesas coagulaciones que se forman cuando ya esta vacío.
Vi puntitos blancos y negros y entonces me detuve, oculte mi cara con las manos y cerré los ojos.
-Ya fue suficiente -Ordeno Jessica, quien se había sentado a mi lado, luego de que Brock se ausentara para las siguientes clases del día-, yo te enviare la materia luego.
-Gracias.
-Esa chica lo va a pagar.
-¿Quién?
-La rubia. La que quemo a Brock.
Fruncí el ceño.
-¿Cómo sabes lo que paso...? Ni yo pude ver bien que ocurrió.
-Es obvio, ¿Qué otra cosa pudo haber pasado? Llevaba su bolso encima, de seguro que dentro tenía un encendedor y un desodorante.
Toda la situación era demasiado vaga como para sacar conclusiones, pero también demasiado extraña como para dejarla pasar como si jamás hubiera sucedido. Mentiría si no consideraba cualquier cosa como posible en esos momentos. Después de todo, ¿Qué pudo haber sido ese resplandor?
-Un perfume -Me estremecí.
-¿Qué? -Pregunto Jessica.
-¿Pudo haber sido un perfume en lugar de un desodorante?
Ella mordió el lápiz y miro el techo, pensativa.
-Supongo.
"No llevaba ningún encendedor" Pensé, y esas palabras dieron vuelta en mi cabeza por el resto de las clases. "Yo tome su bolso y metí las cosas dentro. Allí solo estaba un espejo y un labial".
"¿Cómo empezó el fuego?"
"¿Cómo empezó el maldito fuego...?"
Ni siquiera llegue a preguntarme como Jessica sabia tan a detalle la situación. La única respuesta era que hubiera visto como todo sucedía. Quizá se me paso por la cabeza, pero todo sería muy distinto si en esos momentos me hubiera preguntado una cosa, una sola cosa en particular. Si Jes había visto igual que yo, ¿Cómo podían sus ojos estar en perfecto estado?
Para el fin de clases ya empezaba a aceptar los hechos, y el dolor había bajado al menos un poco. Lo suficiente como para permitirme distinguir los tablones de las escalera con el suelo. Eso evito que me quebrara el cuello un par de veces.
-¿Aun nos juntaremos? -Le pregunte a Jessica, unos momentos antes de que terminara la última clase- Te veo un poco distraída.
-Sí, -Afirmo ella- tan solo necesito hacer algo a la salida, ¿podrías esperarme en el paradero?
Ladee la cabeza.
-¿Qué tienes que hacer?
-¿Puedes solo esperar un rato?
-Bien -Gruñí-, solo no tardes demasiado. No sé cuanto podre aguantar bajo el sol.
Toco la campana, y ordene mis cosas para irme. Sin darme cuenta, Jessica desapareció de mi lado. La busque con la mirada, pero ya se había llevado su mochila y sus cuadernos. Vaya que debía tener prisa.
Salí de la escuela con la cabeza gacha, la cabeza me pesaba como si arrastrara un auto con una cadena ceñida al cuello. Imaginaba que los planes para la tarde seria ver películas con Jessica, pero solo podía pensar en descansar y dormir, y rezar para que aquel ardor se desvaneciera al despertar.
El director despedía a los estudiantes con la mano, en una pose de presidente, me miro fijamente y me sonrió sardónicamente. Tenía muchísimas ganas de darle un guiño sarcástico, pero solo pude verlo con ojos cansados y cara de muerta viviente.
Le saque la lengua y me largue. Era divertido pensar en eso. De haber sabido que era el último gesto que le haría, ciertamente habría hecho algo más prolijo.
Me quede un rato en el paradero cruzada de brazos, viendo los autos pasar. Con el tiempo quede sola allí. Hasta los profesores fueron marchándose antes que yo, a excepción de la camioneta del director, que seguía allí estacionada.
"Me canse de esto" Pensé, y avance por la calle. Tan pronto lo hice, una poderosa bocina me hizo pegar un brinco. A un lado de mi venia un autobús acelerando.
Al tan solo estar a unos pasos de la acera, tuve tiempo de retroceder y el vehículo paso silbando frente mi, hondeando mi pelo y mi falda como banderas.
Me quede viendo las ruedas traseras del vehículo alejarse. Los latidos se me habían alterado, y ahora se calmaban. A veces olvidaba lo torcida que era la calle que cruzaba tras la escuela. He escuchado al menos 3 veces de chicos que han tenido que pasar el resto del año en muletas por un conductor descuidado, o quizá no descuidado, solo incapaz de reaccionar gracias a la extraña curva que seguía la calle.
Chequee izquierda y derecha y avance caminando, el miedo brusco me había quitado el enojo que crecía en mi interior. Me hacia pensar en que las cosas no eran tan malas como podían ser. Jessica sabía bien como me sentía con respecto a esperar por largo rato. Ella lo había descubierto después de algunas discusiones en el centro comercial.
-¡Jessica! -Grite, con las manos alrededor de la boca como un megáfono. Camine por la zona verde que bordeaba la escuela, con los árboles y plantas a mis pies, me veía como un fantasma de intensa melena oscura que merodeaba con curiosidad. Una mancha negra en un paisaje llano.
En algún lugar escuchaba cuchicheos (como risotadas, o golpes). Fui acercándome a ellos, apartando las hojas con las manos. No recordaba jamás haber entrado a ese lugar fuera de la escuela.
Aparte una gran hoja, que bien podría haber servido para refugiar una colonia de enanos, y me tope con un grupo de chicas.
Jessica, Scarlett y Camila aherrojaban a la chica rubia contra un árbol.
-¿Qué está pasando aquí? -Pregunte, y las tres se detuvieron.
Scarlett y Camila miraron a Jessica, nerviosas. Las chicas se encontraban formando un círculo en torno a la muchacha rubia, las dos sostenían sus brazos y piernas, y Jessica se posaba de pie frente ella, con una cinta en los nudillos como protección.
No intentaron disimular la situación, ya era muy tarde para eso. Las había atrapado en el acto.
La rubia de la calculadora tenía un tercio del rostro amoratado como una uva.
Jessica abrió la boca para hablar, y la cerró al instante. Titubeo.
-Te dije que esperaras en el paradero -Anunció finalmente, con los brazos en jarra.
-¡¿Qué es esto?! ¡Miren como esta!
-¡Oh, por favor, Emily! -Exclamo Jessica- ¡Has hecho cosas mucho peores!
Apreté los puños, hundiéndome las uñas. La mirada de Jessica se disparo contra mí, filosa como puntas de flecha. Supe que esos ojos me conocían muy bien, ¿Cómo sería capaz de desafiarla?
-No. No. Siempre que querías saciar tus deseos me buscaba a alguien que se lo mereciera. Jamás...
-Eso no te hace nada mejor. ¡¿Quién rayos es inocente, Emily?! Desde el momento en que naces ya eres un parasito alimentándose de las ubres de tu madre. ¿Quieres seguir en el grupo? Entonces ven aquí y ayúdame.
-¡No soy tu juguete! -Le grite, los latidos se me habían vuelto a acelerar- ¡¿Piensas que haré lo que sea solo para tenerte como amiga?!
Estábamos a unos 5 metros de distancia, pero la forma en que la sonrisa de Jes se ensancho fue tan dolorosa como un disparo de rifle. Me abrió de dentro hacia afuera, me sentí expuesta como una herida al viento. Era imposible. Y sus palabras lo fueron aun más:
-Eso ya lo hiciste.
-¡Jessica! -Grito Scarlett, sujetando a la rubia con fuerza- ¡¿Lo hacemos ahora?!
-Sí. Ya no tenemos tiempo que perder.
Jessica me dio la espalda, y se dirigió a la rubia como si yo no existiera.
-Descendiente de los Costello. Entréganos el maldito Tratado De Diógenes.
-N-no soy ninguna Costello -Tartamudeo la chica-. No sé nada del Tratado.
-¿Oh, de verdad? -Preguntó Scarlett, acercando la boca a su oreja y haciendo un ruido con la lengua.
Camila sujeto las piernas de la rubia con fuerza. Scarlett movió las manos hasta su cuello y aplasto las uñas en su piel.
-¡HEY, HEY! -Grité- ¡Están yendo demasiado lejos! ¡¿Qué demonios siquiera les hizo ella?!
-¿No puedes sentirlo, rata Costello? -Pregunto Jessica, cruzada de brazos- ¿Sientes la especialidad de los Soprano?
Scarlett enterró las uñas aun más profundo, el rostro de la rubia se había congelado en una expresión de horror ahogado. Las venas en el cuello de la joven se habían ensanchado, y se marcaban como cables de alta tensión. La punta de las uñas daba directamente con ellas, con puntería exacta.
-Si no eres una Costello, entonces te quedan 54 segundos antes de que te vaciemos por dentro.
Ambas se miraron a los ojos, los de Jessica embriagados de seguridad, los de ella plagados de miedo y espanto. La peli castaña acerco una mano hacia su rostro, como una garra.
-¿Y bie...?
Me abalancé sobre Jessica y la hice a un lado de una embestida, ella se tambaleo y cayó sobre un arbusto. Hacerlo arrojo una piedra sobre mi corazón de cristal.
-¡Fue demasiado lejos! -Mire a Camila- ¡Tú no eres como ellas, ayúdame a...!
Un estruendo, similar a un trueno. Camila levanto la mirada, a medida que una luz crecía en el claro del bosque. La reconocí al instante, ¿como no hacerlo? casi me dejaba ciega en mitad del pasillo.
Me cubrí los oídos y cerré los ojos, justo a tiempo. Hubo un impacto a mí alrededor, como el de una mina de tierra estallando bajo mis pies.
De pronto ya no estaba haciendo contacto con el suelo. De un momento a otro estaba en mitad del aire, expulsada como una hormiga parada en la turbina de un avión.
Mi cuerpo dio contra un árbol y caí sobre unas flores.
La cabeza me daba vueltas y redes de dolor invadían todo mi cuerpo, como pequeñas y diminutas cadenas que me apresaban la piel. Trague aire y lo que conseguí fue generar un ataque de tos. Lo que entro en mis pulmones fue una masa de humo negro y cenizas.
Logre revolcarme y rodar, me sujete el cuello y tosí hasta sentir que el cerebro me goteaba por las orejas. Tuve suerte. Había tenido tiempo suficiente para no presenciar el estallido de luz.
Mire hacia atrás. Toda mi región torácica estallaba en gritos de dolor, y me hicieron caer de cara contra la tierra una vez más.
En el lugar donde había estado la rubia, había pasto quemado y corteza flameante. Scarlett estaba tirada a unos metros de distancia, como un muñeco sin vida.
-¡Sca-scarlett! -Me alarme, intentando ponerme en pie. La chica rubia estaba de pie a unos metros de mí, con el cabello de oro hondeándose al aire. Su piel clara daba la ilusión de ser vidrio puro.
Se me enredo la respiración en la garganta, y emití sollozos entrecortados. Me arrastre hacia atrás, con la vista nublada.
-¿Q-que demonios eres t-tu? -Pregunte, sintiendo que me hundía en un profundo abismo.
-¡LO SABIA! -Grito Jessica, levantándose del arbusto- ¡SUCIA RATA COSTELLO!
-¿Q-que está pasando?
-¡Son demonios, Emily! -Grito Jessica, señalando a la rubia con el dedo- ¡Debes ayudarnos a eliminarlos!
-No les creas, -Negó la rubia, su voz resonaba como un suspiro a través de un túnel muy distante- ellas tres pertenecen a una familia vampírica. Te están usando.
Justo detrás de la rubia, a unos metros de distancia, una masa oscura se formo en torno a Scarlett, como pilares de nubes. La chica fue convirtiéndose en humo.
-Debería haberlo notado antes, -Admitió Jessica-, solo una Costello podría ser tan insoportable de ver.
La rubia apretó los dientes.
-¡Están quebrando el tratado! -Exclamó- ¡Le haré saber de esto a la familia! ¡Cabezas de sardinas!
Jessica frunció el ceño, se volteo a ver a Camila. La chica estaba de pie a unos metros de distancia, tal y como me esperaba, había presenciado la explosión directamente. Entonces las cosas tomaron aun menos sentido: Tenía los ojos en blanco como si se le hubieran formado cataratas, y le goteaban lágrimas con un leve tono rojizo. Y ella actuaba con total naturalidad.
Jessica y Camila se echaron a reír a carcajadas.
-Sí, era lo que me esperaba de una Costello -Concordó Camila.
Scarlett ya no era Scarlett como tal, sino un circulo rojizo y deforme, que de pronto se movía hasta la rubia por la espalda.
-¡Detrás de ti! -Grite, guiada por un impulso. La chica se volteo, en el preciso momento en que la sombra se cernía sobre ella.
La esquivo agachandose y la figura término dando con un árbol. La rubia se alejo dando brincos hacia atrás. Se sujetaba un brazo; parte de la nube había rozado su piel, cerca de la zona del codo, y ahora un anillo oscuro del mismo material de Scarlett daba vueltas en la herida.
Jessica apretó los dientes.
-¡Demonios, Scarlett! ¡Ya la teníamos!
-¡No fue mi culpa! -Bramo una voz dentro de la sombra, y se moldeo en forma de una enorme mano. La punta del dedo me señalo a mí.
-Da igual -Decidió Jessica-. Ya la tenemos, no hay nada que pueda hacer contra tus Termitas. -Fue acercándose a la rubia a paso sereno. Le hizo un ademan distraído a Camila- Me harte de que se interponga, encárgate de ella.
Camila giro su cabeza en dirección mía, los huesos le tronaron como burbujas. Las otras dos chicas se dirigieron hacia la rubia.
-Cam-Camila -Tartamudee, alejándome, arrastrando las manos por el pasto-, n-no, tú no eres así. Nunca fuiste como ellas dos.
-Perdón, Emily, -Replico ella, y extendió sus manos hasta mi. El último falange de cada dedo vibro como colas de una serpiente cascabel- pero no sabes quienes somos.
Antes de poder escapar del claro, mi cuerpo se freno en seco. Algo apretó el interior de mi estomago, como un lazo invisible. Luche por seguir avanzando, pero una fuerza invisible me jalo hacia atrás hasta llegar a Camila. Ella abrió la mano y saco una navaja.
A medida que la distancia entre ambas se encogía, fui aceptando una cosa, luego de que el corazón y la respiración se me quedaran atrás. La punta de esa arma blanca resplandecía. El brillo del sol se reflejaba en una luna de fulgor plateado. Todo eso era real. Era muy real y se volvía más real con cada centímetro.
Así que empecé a gritar. Casi me encontraba encima de Camila y me golpeaba cada caricia del viento en la piel, la presión en el pecho, el aire estancado en mi garganta. Ella llevo el brazo hacia atrás y presentí vívidamente como el cuchillo se me escabulliría por un costado de las caderas. Y allí llegaría todo. Me iría dolorosamente sin siquiera saber que estaba sucediendo.
Me forcé a cerrar los ojos, y entonces hubo una explosión de dolor. Tan intensa y extensa que sentí que mi propia sangre se hervía como ácido y me derretía por dentro, y un alarido instintivo me ahorco.
Abrí los ojos como monedas y note que aun Camila se encontraba a 1 metro de distancia, y la cuchilla aun se mantenía sin tocar mi cuerpo.
Estaba confundida. Algo entre yo y ella volaba. Entonces comprendí que los estallidos de dolor que sentía no provenían de ningún apuñalamiento.
Uno de mis piercings, aquel que tenía forma de cruz, se desprendió de mi oreja y se disparo hacia ella, dando contra su rostro. Hubo un breve sonido húmedo, como de una cuchara tomando una porción de arroz, y la fuerza que me atraía hacia ella se detuvo. Me frene justo cuando mi ombligo rozaba la punta del cuchillo.
El impacto mando a Camila hacia atrás, haciéndola dar pasos confundidos. Por mi parte, caí contra el suelo, aun sin saber si seguía con o sin vida.
Me lleve una mano a la oreja izquierda, y encontré el origen del dolor. El piercing había sido disparado como una bala, lacerándome la piel. Camila se cubrió el rostro con las manos, retorciéndose. Hilitos de sangre le corrían de entre los dedos.
Retrocedí y me aleje corriendo. Entendía que ella me había atraído como un imán y eso había causado que uno de mis piercings la apuñalara por accidente en la ceja.
-¡¡NO!! -Escuche gritar a la muchacha rubia, raspando su garganta como si rasgara un papel.
Instintivamente mire hacia atrás, a unos metros de salir del claro e internarme entre las hojas y troncos. Me había perdido la pelea.
La rubia tenía a Scarlett detrás de ella, apresándola. Enormes grietas se habían formado en su piel, y de ellas goteaba un denso humo rojo. Jessica estaba de pie frente ella, cruzada de brazos.
-Es tu última oportunidad, o te unirás a los nuestros -Le tendió la mano, esperando pacientemente-, quiero el Tratado de Diógenes.
Los labios de la chica temblaron. Seguía resplandeciendo, pero de manera más débil, como una luciérnaga moribunda en mitad de la noche. Estaba llorando.
-N-no...
Jessica apretó los puños.
-¡¿Qué tanto te importa tu estúpida familia como para valorarlos más que tu propia vida?!
Las grietas crecieron, y ella pego un alarido de dolor. Scarlett la soltó, comprendió que ya no hacía falta retenerla; no había manera en que pudiera moverse. La chica se desplomo en el césped.
Jessica suspiró.
-¿No la mataste, verdad?
-No. Pensé que sabias lo de las flores.
-Sí, pero conozco tus termitas por lo mucho que tardan en carcomer la carne.
Jessica se agacho, y levanto la cabeza de la rubia tirándola del cabello.
-Bien, si no nos dejas otra...
Tenía un mal presentimiento. Los pájaros en las copas de los arboles, que habían permanecido ajenos al asunto entre las chicas, escaparon a bandadas desesperadas. A quien sabe cuántos tramos de distancia, escuche perros ladrar y gatos maullar enojados. Hasta las flores a mis pies dieron la impresión de marchitarse de un segundo a otro. Algo había sucedido.
Jessica había arrancado algo del cuello de la rubia; algo que parecía un collar.
-¡LO TENGO! -Grito, y escapo dando un brinco hacia atrás.
-¡¡NO!! -Grito la rubia, y Scarlett la mando hacia atrás de una patada.
Las tres chicas se reunieron en el centro del claro, Scarlett y Camila luchando por tener un vistazo del objeto.
Mi mirada dio con la chica rubia, y note que ella me observaba fijamente. Supe que tenía un peso sobre mis hombros, de alguna manera. Algo estaba sucediendo, y era muy tarde para que ella pudiera hacer algo para evitarlo. Estaba demasiado herida para poder hablar, pero sus ojos atravesaban la distancia y me perforaban el centro del pecho.
"Haz algo", me rogaba, "No dejes que pase".
Las 3 chicas se hablaban a cuchicheos, el collar pasaba de mano en mano, casi peleándose por tener posesión de él. Lo que sea que estuviera por suceder, iba a ser importante. Un momento divisorio, quizá no solo en mi vida, sino en la de docenas de personas, todo dependiendo de alguien; la muchacha rubia. Y ella necesitaba un relevo de último minuto.
Una enorme fuerza se arrastro por todo el bosque, tan potente que me hizo tambalear y caer. Algo se estaba formando en torno a Jessica. El collar estaba en sus manos. El cielo se ennegrecía y las nubes se agrupaban como gangrena del testamento. Trague aire. Los pies de Jessica se elevaron levemente del nivel del suelo, y su cuerpo se tornaba de un color transparente. Como una hoja de papel bajo una linterna.
Lo siguiente que hice fue darme la vuelta y echar a correr.
Lo último que vi antes de escapar por entre los árboles y saltar sobre las piedras, fue la súbita expresión de horror de la rubia. No hubo odio, no le dio tiempo. Solo energías para hundir su corazón en un profundo abismo, y congelar su rostro en una petrificada mueca de temor y desesperación.
Así que huí.
Y seguí viéndola. Como cuando apartas la mirada luego de observar una luz por mucho tiempo, y esta sigue ardiendo frente ti. Incluso con los ojos cerrados. Un aplastante peso invisible me recayó en los hombros, pero sé que no había nada sobre mí. Pero si hubiera algo sobre mi alma. Y se sentía como un autobús completo haciendo crujir mi espíritu.
La fuerza se intensifico, y arrancaron lágrimas de mis ojos. Me jalo hacia atrás y me di contra un árbol. El candado en mi laringe se soltó y pude exhalar un grito de dolor. Eso casi me hizo feliz. Ahora tenía voz, y sin preguntarme, mi cuerpo la uso en sollozar alaridos quebrados.
Aun estaba a mitad de camino, y debía seguir adelante. Sin embargo, volví a sentir un presentimiento. Era distinto.
Del prado emergió una enorme luz. Era totalmente opuesta al torrente de oscuridad que se arrastraba por entre los árboles y se dirigía para alimentar a Jessica. El cielo se aclaro momentáneamente, y aquel fuego negro se disipo, casi como si estuviera aterrado. No entendía que carajos estaba pasando desde la mañana, pero supe que era algo bueno. Hasta el color de los arboles se volvió más verde. Sonreí y borre la sonrisa al instante; me dolía toda la cara.
Era luz pura. Había entregado su cuerpo y su alma en una última explosión. Y mientras más crecía aquel sol en la tierra, mas se incrementaba un vacío. Estaba viva, quizá más viva que nunca. ¿Qué pasaría cuando ya no lo estuviera?
Empezaba a sentir que Jessica flaqueaba, y entonces vi algo volando por el cielo. Entorne los ojos, el trueno me dejaría ciega en cualquier momento, pero creí que era importante. Los pájaros ya habían escapado (a este paso, ya debían de estar llegando a Greenville), pero algo refulgía en el cielo. Era pequeño, como una pelota de golf, y acababa de rozar las nubes. Se ralentizo, y entonces emprendió su caída.
Algo hizo "click" en mi cabeza, y distinguí de qué se trataba aquello que surcaba el cielo. Me lleve las manos al cuello, acababa de perder la capacidad de hablar otra vez.
"No lo hagas" Pensé, mientras esa horrible energía que momentos atrás se cernía sobre la ciudad y quizá el mundo, se iba contra mí. "No lo hagas. Ni siquiera lo pienses"
El collar se acercaba como un cohete, más y más cerca. Apuntaba hacia mí como un dardo, y paso de ser un punto en la distancia a ser un misil contra mi cuerpo.
Me había propuesto esquivarlo, pero actué por instinto, como cuando alguien acerca un puño frente ti y tu primer instinto es cerrar los ojos y retroceder, pero en un opuesto total.
Cuando el collar estaba frente mi, estire los brazos y lo atrape como una pelota. Acto seguido, fui disparada hacia atrás como si pesara lo mismo que una pluma.
Todo el aire en los pulmones salió expulsado de mí en un gemido cortado, traze arcos con el cuerpo por varios metros, y me detuve con la vista en el cielo.
El dolor parpadeaba. Hasta este punto se había convertido en una voz en mi cabeza. Sirenas de ambulancia sonaban dentro de mi cráneo, desde ambos oídos, y tenía la certeza de que el sudor frío se había mezclado con sangre de distintas partes de mi cuerpo y rostro.
"¿Por qué lo hiciste?" Me dijo mi cabeza, tan fuerte que bien pude haber sido yo misma en voz alta. "¿Por qué demonios tenias que atraparlo?"
De algún modo que no pude explicar, encontré la voluntad de incorporarme. Aun sentía dolor, pero se había convertido en otra estrella en una noche de emociones en mi cabeza, y con suerte podía prestarle atención. Solo podía prestarle atención al trozo de joyería que tenía en mis manos, lo ligero que era y como sentía que pesaba hasta arrastrarme al fondo del infierno.
Ninguna nube maligna me persiguió. El fuego de la rubia empezaba a perderse y decaer, aunque la felicidad en el bosque ardía vivamente. Pero me esquivaba como el agua evita el aceite. Me veía tan gris como una luna a medianoche. A pesar de que casi pudiera ser el bosque común que siempre había sido, no era lo mismo, yo estaba fuera de lugar. Yo y lo que tenía en las manos no encajaba con el paisaje.
Retrocedí. Pronto me encontré corriendo. Cada vez más rápido.
Después de todo lo que paso en el día, ¿era muy loco pensar que los arboles me miraban con recelo? ¿Era muy loco tener la sensación de que las flores se torcían para enroscarse en mis tobillos?
¿Era muy loco pensar que la nube negra que quedaba en el cielo, me perseguía?
Salí del bosque. Las rodillas me temblaban con histeria, chocando entre ellas como canicas. La ropa se me había pegado al cuerpo con sudor, me apretaba como elásticos, y la falda me ondulaba de izquierda a derecha como una cortina sucia.
No tenía la menor idea de por donde caminaba, solo sabía que el verde endeble bajo mis pies se volvió gris y firme, y que sostenía el collar contra mi pecho. La vista se me ajustaba.
Alejándome del bosque y caminando por fuera de la escuela, me di cuenta que el último fulgor de la rubia, cuyo nombre no llegue a descubrir, estaba por apagarse. Era una vela a la merced del suspiro más tenue.
Ese señor que jamás volvió. Era en quien más pensaba en esos momentos. Tenía la sensación de que mi vida cambiaria en cualquier momento, un momento divisorio. Y tenía el impulso incontrolable de encontrar a ese hombre y molerlo a patadas.
Por alguna razón, tenía la certeza de que jamás sucedería luego de que pasara. "¿Qué iba a pasar?" Pues no lo sé.
Sé que debo ir a casa. Sé que mama está asustada.
Y sé que..., demonios. Necesito un hospital.
Me alegró estar lo suficientemente cuerda para saberlo.
El director se quedaba hasta tarde en la escuela. Ese señor.
Un timbre.
Me moví arrastrando los pies. Los huesos, los sentía filosos. Cortando mi cuerpo por dentro.
La respiración, aire hirviendo en mis pulmones, incendiándome por dentro.
La cabeza, una bola de boliche pendiendo sobre un cuello como una bombilla frágil, pesada y confundida.
La lengua, una serpiente húmeda y gelatinosa, perdida en algún punto de mi paladar.
Cuando estuve frente las puertas de la escuela, me tambalee, y me acerque, estirando un brazo. El timbre estaba en un pilar, que sostenía un pequeño techo en la entrada, que simulaba algún tipo de porche.
-¡Emily! -Me grito una voz, cuando estaba a un paso de distancia. Tarde unos momentos en reconocer la voz, pero una vez hizo "click", me voltee al instante, ignorando los alaridos de dolor en las caderas que me sostenían.
Mi padre no estaba por ninguna parte.
Y me quede ahí parada, inmóvil.
Lo siguiente que escuche fue un aullido, y aunque creí que se trataba de un perro torturado, o un niño chillando, me di cuenta que se trataba de una bocina.
Lo único que vi del autobús que me paso por encima fue el parachoques y la patente. "EV-HL-J14"
Una patente peculiar.
Pensé en eso mientras giraba entre los neumáticos, a unas calles de distancia deje de pensar.
Aunque se me paso por la cabeza que el collar seguía en mis manos.
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