Nadie esperaba que el conejillo de indias más peculiar de la ciudad despertara esa misma tarde.
Matt lo supo antes que nadie. Incluso antes que los otros dos que estaban con él cuando sus vidas cambiaron para siempre. En esos momentos él se encontraba en la cafetería, con dos enfermeros sentados a su lado, que llamaba sus amigos de trabajo.
-Eres así todo el tiempo, primero fue por Lea. Después pasa que te duele la cabeza. ¿Ahora pasa que se te revuelve el estomago viendo un poco de sangre?
-Para estas cosas necesitas tener piel más gruesa. Eso es lo que quiere decir –Convino el otro.
-Ustedes no entienden.
Matt siguió viendo su ensalada con pollo, y la taza de café caliente que aun chorreaba vaho. Las ensaladas desparramadas sobre un plato no eran llamativas ni despertaban apetito, por eso el pagaba extra por llevarse unas rebanadas de pan y hacerse un sándwich. Todo esto lo compraba en el Fuel-load a unas calles de distancia para el almuerzo, y se lo servía en la cafetería del hospital. En todos los años que llevaba trabajando allí tan solo había probado la comida del hospital un par de veces, en sus primeras semanas. También fueron las últimas, por buenas razones. Aun no comprendía como los dos a su lado, Scott y Seth, gozaban de esa comida tan libremente. Según ellos, era un gusto adquirido, porque no podían darse el lujo de Matt de comprar en otro lado.
Excepto que si podían, porque si la memoria no le fallaba, ese sabor y consistencia podría arriesgar seriamente la salud. Así de terrible era.
Gastaba extra para poder comer de manera más decente y nutritiva, y seguía sin poder llevárselo a la boca. Estaba despilfarrando dinero como si le sobrara. A pesar de que en un principio, cuando empezó todo, fue capaz de obligarse a comer por más que quisiera vomitar, ese día no podía. Simplemente no podía. El pan pesaba lo mismo que una camioneta llena de ladrillos y elefantes.
-No estaban allí.
-No eres ningún novato, Matthews –Scott ilustraba sus palabras con una mano-, has visto mucha gente muerta. Algunas hasta se fueron mientras tú les administrabas suero. Esto es solo un tropiezo en tu vida. Adelante, come.
-Debes dejarla ir, así son ellas –Seth seguía el hilo de las palabras de Scott ágilmente-, Lea y tu, pienso que es hora de terminar todo. Te esta lastimando. ¿Cómo decía la canción?
Scott chasqueo los dedos.
-Babeee, -Canto, con la misma afinación de un delfín sordo. Matt pudo ver masas de comida en su lengua- I'm gonna leave youuuu.
-Es fácil decirlo para ustedes. Tu, Scott, no has salido con nadie desde la primaria, y aun así solo estuvieron juntos 2 meses y no recuerdas su nombre. Y tú, Seth, llevas saliendo con la misma chica por más de 8 años, y en 4 de esos se ha estado empolvando tu anillo de compromiso. ¿Donde era que lo escondías? ¿Bajo la almohada como si lo fuera a buscar el raton Perez?
Seth bajo la mirada, avergonzado.
-N-no es fácil pedir matrimonio, hombre. No me apures.
-Exacto. Yo conozco a Lea como me conozco a mí mismo. Que me pidan que deje todo atrás es como que me pidan que me borre un tatuaje. Y además, ¿Qué rayos haremos con nuestro hamster si nos separamos?
Scott se encogió de hombros.
-La decisión que vayas a tomar, hazla con el estomago lleno. Estas pálido y esas ojeras te hacen pasar por un paciente más que por un médico.
-Pareciera que volviste a cómo te veías en tu penúltimo año de carrera -Sugirió Seth.
-Escucharlos hablar a ustedes dos es como un eco, ¿sabían?
-Ahí viene el avioncitooo –Cantó Scott, acercando el plato.
-¡Okay, okay! Pero aunque no pasara nada con Lea, aun está pasando lo de la paciente.
Scott y Seth intercambiaron miradas. El sentido del humor se les escapo como el aire de un neumático pinchado.
-¿Hablas de la chica nueva? –Inquirió Scott- ¿La del ultimo box? Porque también hay una nueva mujer en...
-Sí, la chica nueva. La muerta. Para ustedes no tendrá sentido..., pero ella esta allí. La veo cada vez que me propongo comer algo. Hoy esta mas presente que nunca.
-Amm, Matt. Pasamos la misma cantidad de años estudiando. Sabes que la paranoia es normal después de sufrir un ataque.
-Bueno, pues han pasado mas de 3 años desde mi ultimo ataque. Este tipo de cosas no vuelven de la nada y "porque si".
-Exacto, no vuelven porque si. Uno de los factores que pueden darte una convulsión seria, por ejemplo, que te ataque un perro rabioso.
-¡No era solo un...! –Matt gruñó. Era como conversar con una pared.
-¿Era un perro zombie? -Inquirió Seth- ¿Cómo dijo tu amigo?
-Si, y no es mi amigo.
-¿El mismo compañero que se dio contra el vidrio a unos 80 kilómetros por hora? –Siguió Seth.
Suspiró. Eran buenos. Si no estuviera completamente convencido de lo que sucedió, hasta les creería.
Pero eso no sucedería.
-Venga, Matt. Solo ven a beber con nosotros. -Insistió Scott, tan persistente como un chicle en el zapato- Se ve que te hace falta.
-¿Qué hay de Cooper? –Preguntó Matt- El fue quien la encontró caminando.
Les sonrió. No era un gesto de alegría ni satisfacción, solo una forma de cerrar la conversación. Así que si no creían en el, al menos tenia la suerte de que le habia acompañado el único hombre del que jamas dudarían. Recién entonces sintió alivio porque el haya estado con ellos cuando todo sucedió.
No era ningún loco. Pero a la vez resultaba alarmante. Se esforzaba tan vivamente para creer en lo que el recordaba en lugar de lo que ellos le decían, cuando lo que mas le convenía era que ellos tuvieran razón. Porque el peor de los escenarios, aquel en el que pierde totalmente la cabeza, es en el cual gana esa conversación.
Se olvido de querer comer. Se cubrió el rostro y dejo salir todo en un largo y poco placentero suspiro. Extrañaba la calma, ¿en que momento habia iniciado esa nueva vida hastiante?
-Entonces, ¿estas listo para...? –Habló Scott, dándole palmaditas en la espalda, y al instante se detuvo.
Matt seguía viendo la comida en silencio, con consciencia ausente. Scott descanso el brazo sobre sus omóplatos, y dejo que su peso le aplastara la espalda lentamente. Matt no sabia que pretendía.
Scott tenia la expresión inmóvil, en un gesto de horror. Como si observara algo que nadie mas pudiera ver.
-¿Scott...? –Preguntó Matt.
El enfermero reacciono al instante, como si alguien hubiera presionado un botón en su cerebro. Scott se llevo las manos al cuello y tosió con ferocidad. Matt se echo hacia atrás arrastrando la silla. Proyectiles de saliva salpicaron la mesa y el suelo. Scott abría la boca y daba espasmos hacia adelante, golpeando las rodillas contra la mesa. Lo único que salía de su boca era una lengua teñida de rojo.
-Oye, oye –Decía Seth. La sonrisa se le desinflaba, y dejaba su bebida a un lado.
Scott fue irguiéndose, echando la mesa hacia adelante con la barriga. Había pasado de apretarse el cuello a darse potentes golpes en el pecho, secos y violentos. Su rostro, normalmente bronceado y con marcas de quemadura solar, se habia enfriado hasta llegar a un color gris. Las pecas en sus mejillas eran rojas como heridas de aguja.
La bebida de Seth se derramo. El se adelanto y se poso detrás de Scott. Hizo un esfuerzo por rodear su abdomen con los brazos, pero era el equivalente de un corset intentando cerrarse en torno a un mamut.
-¡Tu puedes! –Le bramó. Los demás médicos en el lugar dejaban sus almuerzos y se giraban. Esperaban el momento en el que el gordo Scott vomitara el trozo de pan con el que se atraganto, como siempre sucedía. A algunos, hasta se les paso por la cabeza apostar cuando tardaría. La cara de Scott habia tomado un color morado- ¡Matt, ayúdame!
Matthew tardo unos momentos en reaccionar. En lo único en que podía pensar era que jamás habia visto a nadie ahogarse de esa manera. Contorsionándose y ahora colocando los ojos en blanco. Había un instinto que lo retenía de moverse y ayudarlo, como lianas invisibles en sus zapatos. Seth sostuvo su espalda y Matt emprendió unas fuertes compresiones.
Logro dar tan solo un par, antes de que su cuerpo se revolviera de dolor y punzadas. Las resistió por un momento, y entonces sucumbió. Matt cayo de rodillas, sudando, con ardor horripilante e inexplicable en el cuerpo. Se levanto una manga de la camisa, y vio que las heridas que habia sufrido al caer de la ambulancia se abrían lentamente.
Fue entonces cuando Scott emitió un alarido desgarrado y pastoso, y dejo salir una masa desagradable.
Matt se hizo a un lado y la esquivo antes de que pudiera pegársele en la cara. Scott se estremeció y cayo hacia atrás, aplastando a Seth. Un hilo de saliva le colgaba de la boca como una úvula.
-¿Qué demonios te paso? –Pregunto Seth, arrastrándose fuera de la enorme espalda de Scott. El enfermero respiraba con dificultad, como si los pulmones se le hubieran encogido hasta tener el tamaño de nueces.
Trato de hablar, y soltó ruidos ásperos y ahogados. Tosió sangre.
Matt se acerco hasta el trozo de carne que habia volado del interior de Scott. El dolor remitía en su cuerpo, las heridas no se cerraban de vuelta a como habían estado en la mañana, pero si habían dejado de extenderse. Manchitas ensangrentadas se pegaban a su camisa y la hacían ver como si tuviera un diseño de puntos rojos. No era demasiado. Matt hacia caso omiso de todo esto.
El trozo de carne seguía moviéndose. Lo hacia con dificultad, y no era mas veloz que un caracol encadenado a una bola de metal. Pero se arrastraba. Sin piernas ni brazos como una babosa. Una babosa del tamaño de un perro recién nacido.
No era ninguna sorpresa que Scott se hubiera puesto así, y tenían suerte de que habia sucedido justo en un hospital. Si eso habia salido desde dentro entonces se habia abierto paso rasgando y dilatando el esófago y la laringe. Scott requería atención medica.
-Hey, ¿estas bien? –Preguntó a Matt uno de los enfermeros ajenos a la situación, que ya ayudaban a Scott a incorporarse- Tus heridas...
Matt señaló al trozo de carne con el dedo. No le importaba el hecho de que sus heridas misteriosamente se hubieran abierto. Tan solo podía pensar en esa cosa que habia estado en la comida de Scott. Preguntándose... que hubiera pasado si ese día hubiera sido el quien decidía comer esa hamburguesa.
El trozo de carne dejo de moverse, el otro enfermero no tuvo tiempo de presenciarlo.
Debió de pensar que tan solo seguía la moción al salir de la garganta de Scott a gran velocidad, porque en lugar de resultar consternado dijo:
-Matt, se que no nos incumbe, pero debería decirte algo.
-¿Qué es? –Inquirió Matt. Los ojos los tenia fríos y apagados, en el mismo estado que el pedazo de hamburguesa en el suelo.
-Es la chica Hamilton. Creo que ese era su nombre. Ha despertado.
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