Era medianoche y no había nadie en las calles. De aquí por allá relucía uno que otro basurero, de un color plateado brillante, cuyo origen no era menos que el fuego pálido de los postes. A pesar de los nubarrones tormentosos en el cielo, había una luna en algún lado. Era lejana, y bajo el lugar correcto desaparecía por completo. Pero estaba allí. Como un aro de hielo y metal en el espacio. El poste que ningún otro podría jamás alcanzar.
No importaba lo densa que fuera la noche, sus siluetas se sostenían como lapidas, tan solo gracias al profundo gris de las nubes. Un poco mas de negrura, y no habría diferencia entre la medianoche de Sober Town y el vació de un agujero negro.
Una silueta serpenteo entre los charcos de luz que lagrimeaban los postes, causando que un gato se espantara y volteara un basurero con su pequeño cuerpo.
Por más prisa que tuviera, se detuvo unos momentos y volvió en sus propios pasos. Para su suerte, el gatito seguía allí, escondido unos metros dentro de un callejón. Luego de acariciar su lomo, siguió con su recorrido por la calle.
Era muy tarde para que un habitante de los departamentos se percatara de su presencia, pero incluso si alguien estuviera de pie a esas horas, jamás habrían podido verla. Los postes se habían quedado atrás hace un buen rato ya, y ella ya se había difuminado con la noche. Sus pasos también se habían vuelto lejanos.
Finalmente, freno ralentizando sus pasos. Apoyo las manos en las rodillas y se quedo jadeando. Pese a las capas de ropa en su cuerpo, aun sentía un frió abrasador morderle los huesos. La mezcla incomoda de temperaturas y sudor se sentía como lenguas pegadas a su piel. Especialmente el cuello y los tobillos, que era donde más descubierto tenía el cuerpo.
Metió la mano en un bolso y de allí saco un aparato rectangular, miro de izquierda a derecha un par de veces, e incluso dio una vuelta completa como un trompo, hasta estar segura de su soledad. Entonces coloco una moneda en la calculadora y presionó unos números en ella.
La apunto hacia adelante y una abrazadora luz, un chispazo violento de brillo estelar se extendió por toda la calle.
Duro tan solo un segundo. Todo volvió a oscurecerse. La chica ya no estaba.
Entonces termino el trabajo, aquello por lo que había ido hasta allí.
Al cabo de un rato, hubo un chispazo similar, como un autobús con luces encendidas que cruza la calle a cien mil kilómetros por hora.
La chica apareció caminando otra vez. Guardo la calculadora en su bolso y se estiro, dejo salir un bostezo bien merecido.
Volvió a pasar por la calle, esta vez a paso más calmado y relajado, avanzaba con las manos en los bolsillos y el cabello derramado en los hombros. Se volvía visible al caminar bajo las fuentes de luces, y desaparecía por completo al hundirse en los tramos de noche.
Cerca del callejón donde había estado el gatito, otra figura más se sumo a ella. Esta era más alta y corpulenta, de un andar desgarbado. A pesar de todo, se movía con cuidado, y hacia su mejor esfuerzo por encajar sus pasos con el ritmo de la chica, fusionando el impacto de ambos en un mismo tronar simultaneo.
Estaba a unos 5 metros de ella.
Pronto acelero sus pasos. Cuando se encontró otra vez bajo la luz, echó un vistazo a un letrero a un lado de las vías. "Calle Treeshoolds".
Trago saliva con un lengüetazo de rana y camino un poco más rápido. Si había calculado bien, podría pisar sus talones en el momento exacto en que ambos se encuentran frente el callejón, el que esta frente la intersección que da con la lavandería y la tienda de ropa.
Ella caminaba con la vista en el cielo de manera distraída cuando una sombra la cubrió, incluso estando en medio de un foco.
Había notado los pasos del gordo casi media hora atrás y su persistencia le hizo fruncir el ceño en admiración. Tan solo espero que no hubiera divisado lo de la calculadora, o no podría dejarlo ir en una pieza.
El tipo salto hacia ella.
Se hizo a un lado y el hombre dejo salir un gruñido, equilibrándose a trompicones sorprendidos. En lugar de atraparla, cerró los brazos y se abrazo a sí mismo.
El corazón se le acelero y se le humedecieron las axilas. La chica estaba de pie justo frente él, quieta.
Recupero la compostura, cerrando la boca antes de dar una explicación, cayendo en la cuenta de que no había nadie más allí que pudiera escuchar algo. No merecía ninguna explicación si aun podía llevársela. Apoyo todo su peso en una pierna y se arrojo hacia adelante, extendió los dedos gordos hacia el rostro de la chica.
Antes de mancharla con sus manos sucias, había recibido un topetazo directo en la nuez, tan fuerte que le dio la impresión de hundírsela hasta la nuca. No tuvo tiempo ni de olvidarse de la victima cuando el siguiente golpe le dio directo en la barriga. El hombre retrocedió, y pudo haber levantado los brazos en posición de defensa, pero aun le parecía demasiado increíble y ridículo adoptar tales medidas contra una colegiala.
Ella estaba frente él, firme, ahora el viento había convertido su cabello rubio en cables cargados de corriente y energía.
Ante el primer indicio de un siguiente movimiento, un golpe que habría sido fácilmente bloqueado por la carne de sus brazos le dio directo en la sien derecha. Esta vez el hombre desgarbado se dejo de juegos, se cubrió y cargo hacia adelante con todo su cuerpo, soltando un grito desesperado y frustrado por el giro de su dominio en la situación.
Noto una última cosa antes de recibir el último golpe, y fue suficiente para helarle aun más el sudor en el cuello. Los nudillos de la chica se encontraban totalmente intactos.
Ella se hizo a un lado y lanzo una patada que se escurrió entre la defensa de sus dos antebrazos, y lo mando a caer de culo. Al bajar el pie, tenia gotitas de sangre en el.
Aun le quedaba un poco de fuerza para no dejarse ir, y conservar su orgullo. Pero sucedió algo que termino por derrumbarlo: El estaba en el suelo y ella de pie, y aun con la oportunidad de darse la vuelta y escapar, incluso caminando si así quisiera, la chica dio unos pasos hacia adelante y se detuvo frente su cuerpo, con una mirada curiosa y juguetona.
-Hey, hey –Tartamudeo, levantando las manos-, Basta, b-basta.
La misma luz estridente de antes recorrió las calles.
Después de que todo volviera a la oscuridad habitual, ella volvió a caminar lejos de allí. El silencio había retornado a las calles, y el resto de la noche acompaño a los grillos, y al temblar de un basurero con un rechoncho e inusual peso en su interior que vencía su capacidad de contención.
Para el final de la noche, las nubes grises que antes evitaban que desaparecieran las montañas de los edificios en penumbra, se habían condensado en una masa cada vez más oscura, casi eléctrica.
Era posible que pronto hubiera una tormenta.
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