Desperté a medianoche por los ladridos. Esta vez eran secos y ásperos. Me revolví en las sabanas. Se tornaba más potente. Creí que se calmaría pero no ha hecho más que aumentar. Me aferraba a las sabanas con ambas manos como si temiera que el suelo se abriera y me tragara.
No apartaba la atención del cuadro. Sentía que se movería si dejaba que lo hiciera, que mis ojos lo encadenarían a esa fotografía.
Ya no era solo el cuadro del perro. Lo note hoy en la tarde. A unos metros frente mi cama hay algo tirado en el suelo. Me cuesta trabajo identificar que es con exactitud, pero es alargado y está apoyado en una pared. Proviene de un resquicio, una grieta, diminuta, pero agresiva y corrosiva como una gangrena. Daba la impresión de crecer en cualquier momento.
Yo lo había causado. No sabía cómo, pero yo lo había hecho. Siempre había estado allí. Tanto el cuadro del perro como el objeto rojizo en una esquina, solo que yo les había dado vida. Había iniciado algo que ya no podía apagar. Antes no podía verlos y ahora no podía dejar de hacerlo.
Y eso tan solo porque creí que sería divertido forzar la mirada. ¿Tan cerca estaba de... causar algo tan solo con mis ojos?
Spectrum. No mas poder de Matilda. Así lo había llamado Yorke Costello. Voy a jurar jamás volver a usar ese Spectrum en nadie.
Porque si un par de veces ya había causado eso, ¿Qué me esperaba luego?
Había más. Mucho más. Y no quería averiguar que era, menos aun donde guiaba esa grieta en la pared.
Y también sabía otra cosa: Estaba sola en esto. Yorke podía verlos, y yo también, pero nadie más. Porque todos estaban despiertos, pero ese perro no dejaba de gruñir. Sonaba furioso. Sonaba hambriento.
Era mejor andar con cuidado.
Ojala pudiera volver atrás, a los primeros días luego de despertar, cuando aun podía permitirme dudar de mi cordura y creer que solo eran alucinaciones. Estaba empapada de sudor y temblando. Realmente tenía la certeza de que podía morir, y esta vez era en serio.
No pude dormir demasiado durante la noche, y si lo logre, fue tan solo unos pocos minutos antes de que la enfermera llegara con el desayuno. Cuando me miro se le borro la sonrisa blanca.
Un poco más y se habría frenado junto con el carrito, llamando la atención de los pacientes. Trato de recuperar el gesto alegre, y termino haciendo una mueca. El rincón en el que estaba encajada mi camilla era como un pedazo de galaxia. La enfermera le echo un vistazo a las cortinas, buscando algún daño en la tela, en tal caso debían de cambiarlas lo antes posible, porque era posible que no entrara suficiente luz. No había nada. En torno a mi, se había formado una densa capa de sombras. Un funeral en mitad de la habitacion. Luto sobre mis caderas.
Quizá exageraba con su reacción, pero ver a esa pelinegra, envuelta en sabanas y vendas, rodeada por capas y capas de oscuridad, hacia estallar su sentido de peligro. Le decía que corriera. Al cuerno con el trabajo.
Eventualmente Bárbara llego hasta mí, y me sirvió la comida sin decir nada.
Yo estaba tan ausente y distante como siempre. Ella podía ver en mi rostro que no estaba durmiendo bien. El contorno de mis ojos era como noches cicatrizadas en la piel, algún tipo de delineado permanente. Eran ojeras, que daban la impresión de ser heridas igual que el resto de mi cuerpo.
Esas marcas habían estado allí desde que Bárbara me había conocido, pero ese día en particular, eran más profundas.
Se le revolvió el estomago. Era una figura de porcelana echa persona y no daba ninguna impresión de estar mejorando.
-¿Crees que estoy loca?
-No. Solo estas en recuperación –Razono Bárbara, derramando el arroz sobre la bandeja-, no has pronunciado las cosas más locas que he escuchado.
Mentía. A la vez no, porque todas las desquiciadas cosas que le contaba concordaban con relatos que ya había escuchado antes de otros pacientes, y eso era lo que mas le aterraba.
-Pero aun así no puedes verlos.
-¿De qué hablas?
Ladee la cabeza, pensativa. Bárbara observo como mi cuello tenia mejor flexibilidad, algo por lo que no me daba crédito.
-El cuadro del perro –Dije llanamente, consciente del riesgo.
-¿Qué tipo de perro era? -Continuo, siguiéndome el juego.
-Un caniche toy –Respondí de mala gana, ya no tenía caso, la enfermera no me creía. Era evidente en su cambio de actitud-. Blanco. Sus ojos son como aceitunas.
-¿Un...? Espera un segundo.
La enfermera ordeno sus pensamientos. No era la respuesta que esperaba. Un caniche toy, blanco. Eso despertaba un recuerdo en ella, pero no tenía idea de que era.
Algo, algo que había sucedido hace mucho tiempo. Dios, lo tenía en la punta de la lengua.
Chasqueo los dedos varias veces, buscando una manera de recordar. Algo, algo...
-¿Había algo mas en el cuadro? –Pregunto, realmente le estaba costando trabajo mantener su actitud positiva. La mujer se sentó junto a mi, ignorando el mundo de negrura que me abrazaba.
-Un fondo rojo. Los dientes algo humanos. Ehhh..., pues tiene una protuberancia extraña en el cuello.
Bárbara se incorporo de golpe, la silla en la que estaba sentada se desmayo.
-¿Qué? ¿Paso algo?
-No. No, nada –Negó con la cabeza, y se aseguro de no haber llamado la atención de mas pacientes-. Come bien, Emily.
La enfermera tomo el carrito y se marcho a toda prisa de la habitación, sus pasos sonaron cada vez más lejanos hasta desaparecer. Deje salir un suspiro, ¿Qué había sido todo eso? ¿Primero me mentía y después se interesaba y después se iba?
¿Era posible que supiera algo?
No conozco el origen de ese cuadro, pero quizá esta allí por una razón, y de seguro aquellos que llevan más tiempo aquí lo sabe. ¿Qué podría significar ese perro? ¿Acaso alguien mas puede verlo?
Tome el tenedor y lo hundí en la comida. El arroz hizo un sonido húmedo y desagradable. Así era como debía de sentirse echarse una masa de barro a la boca.
Comí con la mirada perdida. La mandíbula me había dejado de crujir al comer, como había sucedido durante los primeros días. Eso podía notarlo y hacia las cosas más fáciles, porque era molesto e irritante.
No tan molesto como mi padrastro, eso de seguro, si es que se le podía llamar así. Después de todo, mama los rehusaba como camisas nuevas, y él era tan solo el que había durado más tiempo. El comía con la boca abierta y hacia ruidos al hacerlo, eso jamás se lo perdonaría. Jamás.
Estuve muy cerca de reírme. Hubo un tiempo en que me jure que lo odiaría a él y mama hasta que me muriera. Y quien lo diría, lo hice.
Y entonces algo me escalo por la garganta.
Me lleve las manos al cuello. Una presión invisible me apretó las sienes, y toda la sangre me bajo hasta los pies. Tenía algo en el esófago. Y se movía.
"¡¿Qu-que es esto?!" Pensé, incapaz de hablar, soltando arcadas. Me di fuertes golpes en el pecho, intentando expulsar el arroz. Aquello no tenía la consistencia suave del arroz, especial para viajar por mis órganos lastimados. Era duro, áspero, seco, firme, y también era enorme.
Creció aun más, y la visión se me nublo.
Moví los brazos frenéticamente y bote la bandeja de un codazo. Trate de llamar la atención de alguien, haciendo ruidos incomprensibles. Pero tras mi recuadro de oscuridad nadie me veía.
Nadie me veía.
Nadie.
¡¿Qué estaba pasando?!
Lo que descendía por mi garganta se arrastraba hasta mi clavícula.
Junte ambos brazos, y me di el golpe más fuerte que pude en el pecho.
Tan solo logre hacer que viera puntitos azules en mi campo visual.
Volví a intentarlo.
Nada.
Cerré los ojos.
La piel me secretaba sudor como laminas pegajosas.
La sensación de ahogarme me derretía.
Estaba cerca.
Iba a pasar otra vez.
Iba a morir.
Iba a morir sin ver a papa.
Todo mi cuerpo se retorció ante ese pensamiento, y supe que estaba dispuesta a cualquier cosa.
Descargue el Spectrum en mi misma, imaginando que era capaz de verme en un espejo.
Aquello que bajaba por mi garganta se detuvo, como si hubiera dado un respingo de sorpresa.
Aproveche la oportunidad y me di un golpe en el cuello.
La masa subió torpemente.
Abrí la boca, y algo trepo forzosamente por la úvula.
Antes de que pudiera bajar nuevamente, logre atraparlo y lo jale con fuerza.
Sentí que expulsaba los intestinos como una soga, y mientras la criatura salía de mi boca, supe que sería una experiencia que jamás olvidaría en mi vida.
Logre sacarla de un tirón.
La criatura salió disparada varios metros hasta estrellarse en una pared.
Mi primer instinto fue toser y sostenerme la tiroides. El dolor lo tornaba todo de rojo. Quería retorcerme y hundirme en mi camilla, pero no podía permitírmelo.
La criatura que había salido de mi boca era una araña. Tenía el tamaño de un gato adulto. Su abdomen era gordo como un saco, y las patas largas y peludas como trigos.
Solté un carraspeo y gotas de saliva mezcladas con sangre me gotearon por el mentón, era difícil de creer que esa criatura había estado en mi faringe.
Intente respirar con calma, pero fue imposible.
"Yorke" Pensé, sintiendo que todo mi mundo se había vuelto una total locura. Acababa de romper mi promesa en menos de 24 horas. El Spectrum "Y-yorke, necesito tu ayuda"
"Volviste a hacerlo" Se quejo la voz "Sigues empeorando las cosas"
-¡No podía hacer nada más! –Grite- ¡Era eso o morir!
"Te advertí de la comida" "Y estás hablando en voz alta"
-No me dijiste NADA.
"Los nombres son poderosos. Habría sido lo mismo que usaras el Spectrum. Estaría llamándolos"
La araña se tambaleo y avanzo crepitando hacia mí. Me prepare para lo inminente. Ya había comprobado lo que era capaz de hacer, y ahora tan solo era cuestión de tiempo volver a vivirlo.
Y considerando que empeoraba las cosas mientras más usaba el Spectrum, lo mejor era encargarme con mis propias manos.
No hice nada. Trepaba por la cama.
Acelero el paso y abrió las tenazas que salían de su boca. Venia a por un beso francés.
Entonces se recogió doblando las patas y salto hacia mi rostro.
Justo cuando estaba por aterrizar en mis labios, me cubrí la boca con el antebrazo derecho.
Las tenazas se enterraron en la densa capa de vendas.
La criatura intento retirarse, pero estaba atascado.
Yo era muy consciente de que no tenía nada como para matarlo, y aunque podía lanzarlo lejos, siempre regresaría a atacarme.
Y el viejo de Yorke me debía una por dejarme a morir de esa forma, por más "peligrosa" que yo fuera.
Así que lo agarre del abdomen con la mano izquierda y lo arranque.
Lo arroje con toda mi fuerza hacia Yorke.
La araña dio vueltas en el aire, emitiendo ruidos desagradables y húmedos.
E hizo contacto con el rostro del anciano. Mi mejor tiro.
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