Ella estaba ahí. El eclipse de todos sus amaneceres. Conocerla fue una casualidad. Algo repentino. Un milagro a medianoche. No era la primera vez que sentía algo así. Era como probar algo que no saboreabas desde pequeño.
Cualquiera que hubiera vivido lo que el vivió ese dia debía de considerarse a si mismo muy afortunado, o maldito. Después de todo, ¿Cuántos médicos podían decir que los habia atacado un perro rabioso, y vivían para contarlo? No era tan extraño llegar a ser victimas de un paciente demente, pero, ¿un maldito perro rabioso?
Alex se llevo las manos a la cabeza y la sostuvo como si temiera que se le cayera. Tuvo un momento de claridad, ¿Qué le estaba pasando? Llevaba tanto tiempo sin pensar así de alguien, y de pronto regresaba sin previo aviso. Tal vez las vendas en torno a su frente le apretaban demasiado el cráneo. Quizá esa era la razón de su regresión psicológica.
No lo sabia. En esos momentos se encontraba detrás de las puertas del cuarto en que habían enviado a la chica pelinegra, y solo podía pensar que unas escaleras mecánicas mentales lo dirigían hacia ella y no podía dar marcha atrás.
Ella estaba en el fondo de la habitación, marginada en un rincón. Observaba la tele con desdén.
Mientras la miraba, se convencía a si mismo de una manera u otra de que no estaba mal lo que hacia. Después de todo, se habia ganado su puesto de enfermero, no estaba demás chequear su salud. Solo hacia su trabajo. De hecho, deberían pagarle mas por esforzarse extra en su labor.
-Em, ¿Alex? –Pregunto una voz femenina.
El novato pego un alarido. Se volteo y se dio contra un extintor.
-¡Dioses, así no vas a mejorarte jamás!. ¿Estas bien...?
-H-hola, Barbara ¿Qué haces por acá? Si querías venir a verme, podrías llamar a mi numero de una vez por todas, ¿eh? O ir a verme a mi casa, en una noche tormentosa.
Ella arqueo una ceja, nada impresionada.
-Estoy aquí porque soy yo quien trae la comida. Realmente te lastimaste feo ese día, ¿no?
-¿Oh, esto? –Pregunto Alex, levantando el brazo derecho. Lo tenia embutido en un yeso del grosor de una corteza de árbol- Fue el animal, suerte que no mordió la mano dominante. Quedaran cicatrices con forma de colmillos.
-No tienes cara de que te moleste.
-Claro que no. A las chicas les gusta, ¿no?
Barbara se encogió de hombros.
-Supongo que les dará tema de conversación en la junta de los alcohólicos anónimos.
Alex puso los ojos en blanco, y ella rió.
-Perdón, perdón. Y no, no hablaba de tu brazo.
Ella señalo su propia frente y dio vueltas en torno a ella con un dedo, como si dibujara un halo de ángel sobre su coronilla.
-Ah, esto. –Alex paso una mano sobre los vendajes en su frente.
-¿Y que rayos haces acá? No pienses que lo olvide.
Alex rió, e hizo en menos la pregunta con un gesto. Una gota de sudor bajo por su sien. Suerte que habia practicado en caso de que lo atraparan.
-Solo chequeaba a la chica.
-¿La chica? ¿Hablas de Emilia Hamilton?
-Ella –Confirmo Alex, y las mejillas se le ensancharon en una sonrisa-. Yo estaba allí cuando todo sucedió, ¿recuerdas? Era nuestro trabajo llevarla a la morgue antes de que todo saliera mal. Me quedo un mal sabor de boca después de eso, ¿sabes?
Barbara lo escudriño con la mirada, y el novato empezó a ponerse nervioso.
-No se que tantos cuidados pueda necesitar. El jefe la encontró caminando después de todo. Estará bien en unos meses, no es... no esta en el tipo de estado que te esperarías de alguien que le paso un autobús encima.
Alex volvió a mirar a Emily, Ella aun no se percataba de su presencia. Se había aburrido de ver la tele y ahora se examinaba las uñas. Alex se pregunto lo desolada que debía sentirse, con la escasa cantidad de actividades disponibles durante su tratamiento.
-Lo se, aunque no lo creas, el golpe no me genero amnesia. –Alex trago saliva. Poner los sucesos en palabras era como volver a vivirlos- Sin embargo, tu sabes que el estado en el que la recogieron de la calle, cuando aun estaba muerta, no le habría permitido caminar. Ni moverse. Ni respirar sin pincharse un pulmón. Y mírala, allí esta. Viva.
Barbara abrió la boca para hablar, pero el la interrumpió. Aun no había terminado.
-Sigue destrozada en todos los sentidos posibles, pero su cuerpo se unió... como un rompecabezas. No lo suficiente para dejarla en un estado normal pero si como para mantenerla con vida.
Esperaba ansioso una respuesta, y no era para menos, pues todo aquello lo había practicado en el espejo. En la ducha. Y en el camino a casa. Y necesitaba al menos una persona que concordara con el.
Ella se mantuvo en silencio. Esa fue su respuesta.
-Supongo –Respondió finalmente, encogiéndose de hombros-, sea lo que se que haya pasado, bien por ella. Tengo que ir a trabajar, Alex.
-Pero, pero, pero... ¡Algo esta pasando aquí!
-Una chica logro salvarse. Es todo lo que importa, bayy –Se despidió Barbara, dándole la espalda y entrando en el cuarto.
Se encontraba a mitad de camino cuando noto el peso de sus palabras. Tal vez seria demasiado cruel dejarlo así, parado en el umbral de la puerta, con los ojos llenos de incertidumbre y confusión. Era como cerrarle la puerta a un perrito en la calle.
Así que vomito una explicación plausible y que pudiera tenerlo contento.
-De seguro solo es el efecto de las vacunas por la rabia, ¿no crees? –Añadió. Y entonces se dispuso a servir la comida-. Estarás bien.
Barbara tenia razón en una cosa. No debía de estar allí. Si, era enfermero, pero no encajaba. No en ese cuarto en particular. Resaltaba como un grano en una mejilla tersa.
-No tenia rabia –Musito Alex entredientes, marchándose con un paso tan lento que casi arrastraba los pies-, me hicieron los exámenes. No estoy contagiado, osea que el perro no tenia rabia.
Y había estado vivo.
Y ahora ella estaba viva.
Y ahora el se estaba volviendo loco.
No podía estar solo en esto, si algo extraño en verdad estaba sucediendo entonces alguien mas debía de notar el patrón. Alguien...Alguien...
Trabajaba con el. Y había estado junto a el cuando sucedió lo de la ambulancia.
Iba a necesitarlo, ese perdedor era lo único que podía probar su sanidad.
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