-¡¿Dónde está?! –Gritaba Scarlett, frenetica.
-¡No lo sé! –Sollozó Camila, ocultándose el rostro con las manos. Estaba tirada en el piso con la palma de Scarlett cicatrizada en una mejilla roja.
-No puede haber ido muy lejos, es una humana normal.
Eso tenía sentido en su cabeza. No habían llegado hasta esa dimensión para interferir con humanos comunes, y no les tenían en estima muy alta. Para ellas, un niño o un adulto es lo mismo que una cucaracha o un perro. Algunos hacen más ruido mientras se desangran, pero palidecen por igual.
Así que no podía ir muy lejos. Aunque las de la raza de Scarlett, Camila y Jessica pudieran tener problemas de vez en cuando para diferenciar rostros humanos, la encontrarían. Porque Emily podía mezclarse con la multitud de un concierto, y aun así habría solo 1 persona en el mundo con el poder que tenía en las manos.
Camila y Scarlett se movieron por las calles, los ojos de la primera aun no iniciaban a recuperarse, y ella buscaba tropezándose y extendiendo los brazos a los lados. La última ya había regresado a su forma humana, y pensaba en qué dirección pudo haber escapado una adolescente herida y confundida.
Era sorprendente y decepcionante (para Jessica al menos) la cantidad de debilidades de los humanos. Solo piel blanda y huesos. Tras la pelea con Lizbeth Costello, descubrieron que ellos eran débiles a ser golpeados con un ladrillo de un tercer piso.
Arrastraron a Lizbeth Costello hasta un claro del bosque y la interrogaron allí. Era fuerte, de eso no cabía duda, les ardieron los dedos con tan solo tocar su piel, pero estaba muy lejos de ser suficiente.
Hasta entonces todo iba perfecto. Ese había sido el problema. Todo había estado yendo demasiado perfecto. La chica Hills apareció y de allí en adelante todo se fue cuesta abajo, lo cual era irónico porque las cosas se les habían facilitado desde que la conocieron. Habían estado cerca, ¡Lucifer! ¡Habían estado tan jodidamente cerca!
Incluso si Camila hubiera asesinado a Emily a tiempo, Lizbeth Costello utilizo un ataque de clase prohibida y se convirtió en un cohete humano. El equivalente espiritual de un arma nuclear.
Ahora Jessica estaba pagando las consecuencias, y no tenían la menor idea de cuánto tardaría en regenerarse. Si es que lo hacía del todo. Estaba fuera del juego. Ahora la misión trataría tan solo de ellas dos, y con una Costello muerta, esa estúpida familia cristiana tardaría tan solo días en darse cuenta y culparlos.
Un par de días. No había que exagerar. Encontrarían a Emily en cualquier momento.
Cualquier momento.
-¿Ves algo? –Le grito a Camila, del otro lado de la calle.
Aun le corrían lágrimas de sangre por los costados de los ojos, y tenía los parpados y pestañas ensangrentadas como si hubiera utilizado labial como rímel.
-Algo así –Replicó. Su vista humana estaba dañada de forma permanente, pero no era a lo que Scarlett se refería.
Cualquier otra persona que pasara por la calle pensaría que Camila está viendo a Scarlett fijamente, pero claro, cualquier persona normal también pensaría que esas dos eran humanas. Lo que pasaba era muy distinto. Camila estaba recorriendo toda la ciudad, a pesar de estar allí de pie.
Estaba allí físicamente, pero su cabeza quien sabe dónde.
Pudo sentarse a esperar que hiciera lo suyo, pero no lo hizo. No tenia porque. Scarlett saco un mechero del bolsillo, y acciono el pulsador con el pulgar. Ella se evaporo en una nube roja.
Analizo las calles desde el cielo, de vez en cuando sentía algún tipo de fuerza invisible viajando junto a ella, como una rápida brisa. Era Camila. Tan solo le importaba que nadie cruzara por la calle y pensara que la chica ciega e inmóvil era una maníaca adolescente, escapada de un manicomio.
Emily estaba allí. Podía jurarlo. Podía apostar su alma a que la chica Hills estaba a menos de un kilómetro de distancia, no porque no la creía capaz de correr tanto en poco tiempo, sino porque lo sabía. Lo sabía. Lo sentía.
Pero no podía verla. Las calles estaban embadurnadas de autos, a cada lado de la acera se deslizaban hileras de personas, vistas filas de hormigas desde arriba. Cada 10 humanos, había uno en bicicleta.
Se suponía que la sangre era su especialidad, aquello a lo que había dedicado su vida, y aun así tan solo identificaba cortes con tiritas o una que otra menstruación de aquí por allá. Ningún orificio en un costado del abdomen o rozaduras que nacen en los hombros y terminan en las rodillas. Emily debía de estar como un queso luego de deslizarlo repetidas veces bajo un rallador, y no estaba por ningún lado.
-¿Scarlett? –Inquirió Camila en su cabeza.
La nube se sobresalto, se volvió solida y provoco que un ciclista chocara de cara contra ella como una muralla. Scarlett escapo disolviéndose por una alcantarilla.
-¡Estúpida! –Le habló, lejos de la multitud- ¡¿Qué te hemos dicho de hacer tus truquitos con nosotras?! ¡¿Cuándo lo hiciste?! ¿Fue antes de que me fuera?
-No tenía otra opción, Scarlett. Sabía que te alejarías demasiado.
-Quita tus parásitos. Me hacen sentir sucia.
-Vale, vale, pero aun no. Tienes que venir aquí. Creo que tengo algo, pero no estoy muy segura.
-¿Qué cosa? ¿Encontraste a Emily?
-Algo así.
-¿Cómo que algo así? –Ahora buscaba el camino de regreso.
-No estoy segura si esto es para mejor o no.
Scarlett salió de las alcantarillas y subió varias millas hacia el cielo. Le echo un último vistazo a Sobertown, al menos, al espacio que alcanzaba a ver sin tener que alcanzar las nubes. Algo le preocupaba mucho más que no sentir a Emily. Y Camila acertó al instante al decir:
-Tiene que ver con el Tratado.
-Pues más vale que así sea, porque no está por ningún lado. ¿Emily ya lo soltó?
-Oh, eso. Pues no la tengo a ella.
-¡¿Y qué carajos tienes?!
-Un trozo de su pelo.
-¿Un que...?
A medida que Scarlett regresaba a la escuela, las cosas empezaban a tener sentido; la falta de presencia, la falta del Tratado.
Camila también empezaba a comprender lo que había sucedido. El mundo frente sus ojos se había reducido a masas informes y columnas borrosas, pero no los utilizaba para ver. Camila recorría la ciudad, y no podía divisarla por ninguna parte. Debió de haber puesto una de sus neuronas cuando la tenia, pero no tenía razones para eso, porque había tenido la certeza de que podría matarla. Un piercing. Por un tonto piercing, había perdido la oportunidad. Ahora era muy tarde para todas ellas.
Camila jamás había tenido nada que ver con ningún tratado, de hecho, aquel collar era recién el primer amuleto que veía en su corta vida. Y eso había bastado para darse cuenta que algo vivía allí dentro. Mirar fijamente aquel trozo de bisutería barata era como echarle un vistazo al agujero en una manzana podrida, y simplemente saber que un gusano se retorcía allí dentro.
Había algo. ¿Qué era? ¿Cómo podía acercarse tanto a Emily pero sin serlo exactamente?
Le recordaba a algo. Le recordaba a cuando borraba en una hoja de papel, y a pesar de eliminar la tinta, dejaba trocitos diminutos de goma.
Lo que sentía eran trocitos. Restos.
Se había borrado del mundo.
No sentía su alma.
Oh.
Oh, Lucifer. No podía sentir su alma.
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