El cuerpo de Matt se había elevado del suelo y flotaba hacia él.
Normalmente, sus reflejos actuaban bastante rápido, pero esta vez se congelo por un sólido segundo; ¿Matt realmente estaba levitando?
Entonces reacciono al instante; primero se hizo a un lado y esquivo al chico, consciente de que su peso sumado al suyo los arrojaría a ambos hacia la calle, y antes de que Matt volara fuera de la ambulancia, sostuvo un asidero con un brazo y con el otro atrapo su muñeca.
-¡Alex! –Grito Cooper, raspándose la voz- ¡Detén la maldita ambulancia!
El novato, que tenia un brazo ensangrentado como si lo hubiera hundido en un envase de ketchup y quien sostenía la camilla con el cuerpo completo levanto la mirada desorientado.
-¡ALEX!
Esta vez lo escucho fuerte y claro. Se estiro hasta los asientos y despego los pies de un salto.
-¡Espera, no...! ¡No dejes que la...!
Alex dejo ir la camilla. Esta rodó sin un ancla y se encamino hacia los médicos como una bala de cañón.
El corazón de Cooper subió tan de prisa que fue capaz de sentirlo en el paladar. Intento jalar a Matt dentro. Fue inútil, los músculos de sus brazos estaban tensos como postes, las venas envueltas en torno a ellos como cables de dinamita a punto de estallar. Matt era un muchacho delgado, pero en esa situación era como si una fuerza invisible se esforzara por lanzarlo fuera.
Matt dejo de convulcionar justo cuando la camilla golpeaba su cuerpo y lo expulsaba de la camilla junto con el cadáver.
Alex estrello el pie contra el freno, en contra de cualquier tipo de ley de transito, que comúnmente indicaban que el curso de acción era dejar ir el acelerador primero. Pero claro, las leyes no habían pensado en pedales que habían cobrado vida propia. La ambulancia se detuvo al instante, quemando las ruedas con un sonido espantoso.
El jefe se aferro al borde, empleando cada ápice de fuerza hasta en la punta de sus uñas. Cuando la ambulancia se detuvo, escucho primero dos impactos, uno en diestra y siniestra, y otro unos metros tras de él.
El primero fue el de los frascos reventándose; las bandejas rebotando como platillos contra las paredes, botiquines esparciendo costoso material médico. Y el segundo fue en el asiento delantero, esponjoso, áspero y directo. Cooper no vio el momento en que Alex se dio contra el vidrio, pero si pudo escucharlo, y al incorporarse lentamente, también supo que no podía ocuparse de dos cosas a la vez.
Realmente, no lo dudo. Dejo la ambulancia y el olor a neumático quemado atrás y corrió por la calle.
Con los pulmones llenos para gritar el nombre de Matthew otra vez, se quedo viendo una figura que caminaba a tumbos en la calle.
-¿Matt?
Cooper se acerco a la figura, todo el sudor en su cuerpo hacia que su ropa medica pesara al menos el triple de lo normal, obligándolo a arrastrar los talones. A los pocos metros, las ropas y el color de piel tomaron sentido.
El jefe bajo el paso antes de llegar.
Las pequeñas rocas en la calle, producto del demente derrape de la ambulancia, temblaban como grillos. Cooper las sentía en los pies, incluso a través de sus gruesas botas. También notaba que se estremecían aun más cerca de esa figura.
-Tu... ¿Quién eres? –Pregunto, convencido de que ya no se trataba de su fiel compañero Matthew. No guardaba ningún interés por transeúntes, pero aquella forma misteriosa era imposible de ignorar.
Las estrellas se acumulaban ante la cortina que era el paradero de autobuses, Cooper supuso que ella intentaba refugiarse de ellas.
En el fondo, era consciente de que había un solo curso de acción. Estiro el brazo y le toco el hombro, indicándole que se volteara. La chica se giro, dejando de prestar atención al paradero frente ella, y le vio fijamente, con un par de ojos finos que resplandecían en la oscuridad.
-P-perdóname. No será mi culpa. Ahora todo va a cambiar.
Y Emily Hills entonces se desplomo en la calle.
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