Yendo al grano, volvamos a mí y al día de mi nacimiento.
No estoy hablando del 6 de julio en el 2006. Estoy hablando de hoy. Tengo dos fechas de cumpleaños.
Abrí los ojos en algún punto del medio día, y el escenario borroso que me recibió fue moldeándose en un techo paliducho con luces cegadoras. Por un momento creí estar viendo la parte trasera de una nave alienígena que me hacia levitar hacia el espacio. Esa sensación de levitar no se debía a que acabara de encajar en mi cuerpo nuevamente. Era un mero efecto del suero.
No podía sentir mi cuerpo del cuello hacia abajo. Inhale y fui inflando los pulmones, prestando atención al echo de que podía escuchar mi respiración, y podía sentirla también. Entonces sentí un latido. Débil, suave, como el crepitar de un renacuajo. Después de eso se me ralentizo hasta por poco desvanecerse.
Lo siguiente que hice fue dejarme llevar.
Libere los gritos mas fuertes que vocifere en mi vida.
Destroce mi voz en alaridos desesperados. Latigazos sin piedad en mis cuerdas vocales. Despedace mi garganta.
Tan solo me detuve cuando me quede sin aire, y entonces me retorcí en la cama en sollozos. Los demás pacientes en la habitación habían llamado a los enfermeros.
Me rodearon y me sostuvieron poco después de empezar a gritar. No sirvió de nada. Varias manos enguantadas lucharon por retenerme, como un montón de niños se disputaban los dulces luego de hacer estallar la piñata. Me sentía de todo menos humana. Un sueño de bloques.
-¡¿Qué le pasa?! –Gritaba uno.
-¡D-debe estar teniendo un ataque!
-No es posible –Descarto uno-, ella...
No hicieron mas que apretarme contra la cama, sin demasiadas opciones y yo sin demasiada escapatoria. Estaba lejos de ser la primera vez en que un paciente despertaba de esa manera. Y para ellos, era simplemente deprimente. No habia ningún suero ni medicina que pudiera curar lo que yo estaba viviendo.
Según ellos, era una chica que experimentaba un caso de psicosis después de un coma. Eso era verdad hasta cierto punto. Pero no era la razón del porque gritaba.
Lo hacia porque ahora podía sentir. El recuerdo de aquella laguna oscura en la que me habia sumergido se alejaba, pero seguía vivo en mi mente. Tan vivo en mi cabeza que hacia sonar aun mas fuerte los colores que me rodeaban.
Sentía demasiado.
Todo lo que habia vivido ya no eran recuerdos lejanos. Ahora los pesados neumáticos los tenia por siempre aplastándome las costillas.
Tarde un rato en entender que estaba viva y que significaba estarlo.
Tenia la boca seca, agria, como si hubiera dormido por un largo rato. Mis ojos hinchados e inyectados en sangre recorrían el lugar con violencia e irresolución. Los enfermeros que me rodeaban pronunciaban palabras que no entendía del todo. Procedimientos médicos incomprensibles de nombre aterrador.
Solo sabia que algo no encajaba. Que eso no podía estar pasando. Un horroroso sueño.
Pero el sueño era justamente lo que se alejaba de mi en esos momentos. Me deslizaba mas y mas hacia la claridad. Y a medida que lo hacia, el dolor punzante me daba la bienvenida en mi bautizo.
El mundo a mi alrededor tenia la misma paleta de colores que el maquillaje de un esqueleto. Nada original. Nada vivo. Todo plateado y gris. Y las luces rectangulares sobre mi eran como barras de cuarzo. Era todo lo que podía ver con 6 cabezas haciendo arreglos en mi cuerpo.
Relaje mi cuerpo. Me deje llevar. No se si fue por merito propio o si alguno de los médicos hizo un "click" en mi que me calmara. De todas maneras, supuse que era momento de hallar la calma.
Estaba segura. O eso creía. No habia ninguna forma de peligro cerca. Por ahora era todo en lo que debía pensar. La tortura psicológica y el desapego emocional venían después.
Ahora necesitaba poner los pies en la tierra.
Llene mis pulmones de aire. Fue como intentar inflar un globo bajo el agua. Logre subsistir a base de inhalaciones cortitas y débiles pese a sentir que mi abdomen se desmoronaría en cualquier momento.
Puse a trabajar mis cuerdas vocales para hablar, y rompí en carraspeos ensangrentados al instante. Me aclare la garganta y sentí que abría una grieta en ella.
-¿Dónde estoy? –Pregunté. Me sentí conforme con mis primeras palabras. Considerando que supe que no podría decir mas en un buen tiempo luego de pronunciarlas.
Una enfermera, aquella que me atendía el suero en la muñeca, levanto la mirada y se aparto el cabello con una mano. Sus ojos claros me escudriñaron con súbita lastima.
-Oh, cariño. Ya has sufrido suficiente.
Quería hacer muchas preguntas mas, pero no tenia la capacidad física para hacerlo. Tuve que quedarme con esas palabras dando vueltas en mi como cuervos.
-Cálmate, ¿Si? No pasa nada. –Me decía un medico, sujetando mis dos hombros- Estas en el hospital Daisy Saint Patience, en Sobertown. ¿Sabes quien eres?
No habia peor pregunta que me pudieran hacer. Estaba en mi cuerpo. Pero algo en mi estaba demás.
No era como si mi cuerpo no me perteneciera, era como si yo le perteneciera a algo mas. O ese algo mas me perteneciera y eso me envenenara.
-¿Podrías decirme quien eres? –Repitió el medico.
-Emil-emil-ia –Fue todo lo que tuvo sentido en mis palabras, porque el resto de mi nombre sonó como un temblor descontrolado y ahogado.
El asintió con la cabeza. Era suficiente para el.
-Bien, lo haces genial –Me felicito la enfermera-, eres tan valiente, Emilia.
-Tuviste un accidente. -Empezó el medico- Un autobús. Justo afuera de la escuela. Estas herida pero sigues con vida. Estamos haciendo todo lo que podemos.
¿Qué era todo eso? ¿Qué era lo que veía? ¿Qué eran todas esas sombras?
Me deje llevar por un instinto ciego. Una extraña corriente que jamás habia sentido en mi vida.
Tal como podía percibir que algo estaba mal en mi, me llamo la atención una muchacha. O tal vez no necesitabas mi percepción sobrenatural para entender que ella estaba demás. Gracias a mi vista desenfocada la veía como una mancha negra. Pero estaba de pie, sin vestir ropa medica, mirando la situación en silencio.
-¿Qu-quien es ella? –Pregunte, y con toda la fuerza que quedaba en mi cuerpo, la señale con el dedo.
Los médicos se giraron, y luego intercambiaron miradas, sin decir nada.
-¿Quién? –Pregunto una enfermera pelirroja.
-Ella –Repetí. Pero tras un par de parpadeos, la chica se esfumo.
Ellos volvieron a voltearse, entonces uno se levanto y salió de la habitación.
-¿Q-que pasa? –Pregunte, dirigiéndome a la enfermera. Ella no me miro a los ojos. Se sostuvo la cabeza con las manos y se refregó los ojos, suspirando- ¿A-acaso no la ven?
El medico volvió a entrar en la habitación. En sus manos traía una bolsa azul con un largo cable. Un enfermero me despejo el brazo y ato una correa con fuerza bajo el hombro. El medico de la bolsa azul humedeció un circulo en mi antebrazo y estiro la piel con cuidado. La aguja brillo como un arpón de pesca.
-¿Qu-que hacen? No-no estoy...
La enfermera pelirroja me sobo una mejilla con el pulgar, la observe con ojos llorosos. La respiración se me acumulo y finalmente se me atasco en la garganta.
-Durara un segundo.
-¿Cuánto? –Preguntó un medico.
-Ritmo moderado de 2 o 3 gotas por segundo –Contesto el de la bolsa. Entonces todo se volvió negro-. Quizá ella este fuera de nuestras manos.
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