Me desperté temprano. Antes que cualquier otro paciente. Me dolía el cuerpo. Fue un ladrido lo que me despertó.
Justamente fue la única noche en que no soñé nada, tan solo un silencio mudo y una negrura profunda. Sumergida en un lago de petróleo con un tanque de oxigeno. Felicidad.
Habiendo dicho esto, entenderás la confusión en mí al sentir aquel ladrido en mi oreja. Fue tan cercano y directo que tuve la ilusión de que me saltaba saliva en el cuello. Abrí los ojos y mire alrededor como pude, aun con el mal sabor matutino en la boca.
No encontré nada.
Las puertas se abrieron y la enfermera entro en la habitación. El carrito de comida, que avanzaba de manera irregular gracias a las ruedas gastadas y deshechas, se acerco.
Espere la comida sin demasiados ánimos. Lo único que podía comer era arroz húmedo con sal, y comida para bebes. Nada más.
-¿Cómo va todo hoy, Emily? –Pregunto la enfermera, arrastrando la mesa con rueditas sobre mi abdomen y ordenando mi plato. Le agradecí en mi cabeza por respetar mi nombre.
-No lo sé –Fui honesta. No estaba del todo segura en qué dirección apuntaban mis emociones. Era una confusión abrumadora-, ¿Aun no tengo visitas?
Ella negó con la cabeza. El cabello pelirrojo le danzo a los lados de la cabeza.
-Aun nada.
-Cuando estaba... dormida –Pregunte. Estaba aterrada, tanto que me temblaron las cuerdas vocales. No quería preguntar ni quería saberlo, pero debía hacerlo-, ¿alguien vino a verme?
La enfermera me sonrió, mi desayuno estaba listo.
-Sí, -Mintió- pero con el tiempo dejo de venir.
-¿Fue...?
-Tú mama –Asintió ella, y me dejo, marchándose con el carrito de comida.
Cuando ella desapareció tras las puertas yo la seguía con la mirada, y entonces di con un cuadro en la pared. Por fin tenía la suficiente flexibilidad en el cuerpo como para emplear esa acción. Aun así, me parecía extraño. Me habían sacado de ese cuarto un par de veces para hacer un chequeo y había tenido oportunidad de recorrer el lugar mientras me arrastraban con la camilla. Ese cuadro no estaba allí antes, al menos eso creía.
No era más grande que la bandeja en el que me servían la comida. El marco era muy rojo. El vidrio era brillante y limpio. Nada muy común en aquel lugar.
La fotografía dentro era de un perro. Estaba muy de cerca, mostrando su cabeza y parte de su lomo. El animal estaba congelado en una expresión alegre para un caniche, los ojos eran negros y resplandecientes, casi lubricados, la lengua le colgaba del hocico como un péndulo. Detrás de el había un fondo rosado. Algo me resultaba inquietante de aquel cuadro.
El contorno de su boca se abría un poco más de lo común. Mientras más lo observaba, mas me convencía de que estaba sonriendo. Fuera de eso, para contrastar con su aspecto usualmente tierno, tenía muelas de hombre.
Me generaba un terrible pinchazo en la columna, y eso es preocupante, porque está rota.
Pude haberle preguntado a Barbara perfectamente acerca del ladrido. Ahora tendría que esperar.
Observe al resto de los pacientes. Si no tuviera el cuerpo destrozado y mutilado, nada jamás me habría preparado para lo que había allí.
No tenía visión perfecta de todos allí, pero bastaba con los más cercanos. El hombre junto a mi era bastante grande y obeso. Bolsas de grasa goteaban por los lados de la camilla, y las mantas se veían como la punta glaseada de una montaña nevada. No estaba segura que le estuvieran sirviendo de mucho además de babero.
Tenía solo el brazo izquierdo y la pierna derecha. Donde antes habían estado había dos muñones vendados y sin vida. La expresión del hombre, con una barba de tres días como resortes en su mentón, era triste y desolada, algo vacía. Daba la impresión de lamentarse por su futuro.
Lo mire con fuerza, entornando los ojos. Cuando era pequeña hacia algo similar, yo creía que sería capaz de mover objetos con la mente como Matilda si me esforzaba lo suficiente, y escudriñaba algo con violencia. Cabe destacar que solo me dejaba dolores de cabeza.
El resultado de una mente demasiado creativa.
Ahora hacia algo parecido, pero había un cambio. Porque si me esforzaba lo suficiente, podía ver...algo.
¿Qué era?
Lo intente con más fuerza. Algo... Algo...
Algo ladro.
Tan pronto solté aquella fuerza sentí que dos clavos de hierro se me enterraban en las sienes. Como si acabara de dejar caer una pesa que había sostenido por largo rato.
Era de esperarse que no encontrara el origen del ladrido, igual que antes. Aquel había sido diferente al anterior; había sonado como una alarma, una advertencia.
No necesitaba ser una genia para hacer algún tipo de conexión allí. Pero me esforzaba activamente por encontrar una explicación natural, lógica y razonable. Ya había tenido suficientes sucesos del estilo sobrenatural, quería algo común, por favor.
Era posible que el perro estuviera afuera, por más cerca que lo escuchara, y que el ladrido haya sido solo una coincidencia. O quizá no había ladrido y eran alucinaciones post-trauma. Después de todo, esa palabra era la favorita de los enfermeros cuando actuaba extraño.
Quise apagar aquella curiosidad mórbida, esa atracción inexorable. Aquella que me había invadido cuando había conocido a Jessica. La que me había empujado a tomar el amuleto en primer lugar. Ese conocimiento innato de que algo es peligroso, tan peligroso que rogaba que me acercara.
Era una mala idea, una terrible idea.
Trague saliva, está bajo raspándome la garganta.
Cuando me dispuse a ejecutar aquella visión de Matilda que había usado con el hombre cercenado en el cuadro del perro, una voz hablo en mi cabeza.
"Detente"
Era la primera vez que otro paciente me dirigía la palabra, y no sabía cómo reaccionar. ¿Qué quería decir con detente? No era posible que supiera lo que estaba haciendo, porque era posible que ni siquiera estuviera haciendo algo realmente y solo estuviera demente.
-¿Detener qué? –Pregunte con la voz grave y rasposa que ya era natural en mí.
El hombre se giro hacia mí. Su expresión era indescriptible. No contesto.
"Detente"
La voz volvió hacia mí, y creo un eco por toda la habitación. Me lleve la mano buena hacia la cabeza. Aquel ruido estaba en mi cabeza. Como si tuviera un parlante escondido en alguna parte del cerebro.
-¿Quién eres? –Susurre. Lo hice sin pensar, haciendo caso omiso de las llamaradas de dolor en las sienes cuando me hablaba, y espere una respuesta.
"¡Cállate!" Respondió al instante "No quieres que piensen que estás loca. Terminaras yendo al sanatorio de Monroeville. Y allí tratan a los pacientes igual que animales en una perrera."
-¿Qué está pasando? –Musite, arrastrándome dentro de la cama y retorciéndome.
La voz en mi cabeza me hablaba de guardar silencio. A medida que mi cabeza me daba un recuento de Jessica, Scarlett y Camila. El Tratado. Los Costello. La criatura que vi al morir. Mi vida y mi graduación que jamás llegarían. La primera cita que jamás tendría. Los viajes al centro comercial que jamás haría. La reconciliación con mi madre que jamás tendría. Todo se había ido. Solo quedaba una masa informe de hechos incoherentes. Ya no cabían diferencias entre mi vida y una cubeta revuelta de gusanos.
Para esto me hubiera quedado en aquel vació de oscuridad por toda la eternidad. Y no hubiera entregado lo que sea que le entregue a esa criatura.
"Todo tendrá sentido" Prometió la voz, "Estuve observando. Es hora de que empieces a entender lo que está pasando aquí. Quienes somos"
-N-no quiero entender –Lo rechace, me daba igual que los demás pacientes me escucharan-, ¡quiero una vida normal! ¡Quiero poder preocuparme por qué mama me castigue, o preocuparme por una mala nota! ¡No quiero esto! ¡SALGAN DE MI CABEZA! ¡TODOS USTEDES!
Yo no lo sabía, pero en ese mismo instante, todas las luces del hospital se apagaron. Los fusibles en el sótano se calentaron hasta casi encenderse como dinamita.
"¡Basta, basta! ¡O harás que muera!"
No sabía qué era lo que esa voz quería que detuviera. Al retorcerme en mi camilla y sollozaba provocaba algo más. Desencadenaba una reacción. Como si yo fuera el primer domino en una larga fila que concluía en nada muy alegre. Para todos.
-¿Muera? –Tartamudee en voz baja- ¿Qué eres?
"Estoy a unos metros de ti".
-¿Eres el hombre amputado?
"¿Eh? No, no. Pero estoy en este cuarto, y yo te entiendo. Todo estará bien. Supe lo que eras el día en que te trajeron, y lo suponía el día en que moriste".
-¿Sabias quien era...?
"No. Pero sé que algo terrible le sucedió al Tratado, y mi poder me llevo hasta aquí. Tuve que mover un par de cables para que no terminaras en un ataúd antes de que despertaras. Retrasé a los de la morgue... al menos un poco, fuiste tú quien se encargo del resto"
-¿Los de la morgue? ¿De qué hablas? ¿Qué paso el día en que desperté?
"Olvídalo, no es importante. Sé que tampoco lo entiendes, pero no es relevante ahora mismo. Te explicare todo, al menos lo que pueda"
-¿Cómo te llamas? ¿Eres... Como Jessica?
"Lamento decepcionarte, pero no conozco ninguna Jessica. Pero sé que hay un poder en ti y aunque me prometí guardar la distancia, por mi bien y el de mi familia, esto terminara muy mal si no lo controlas. Estas dejando un desastre"
-¿Un desastre...? ¡No estoy haciendo nada!
Las luces volvieron a apagarse.
"¡Basta, basta! ¡No te alteres! Dependo de una máquina para estar vivo. Si haces que entre en un cortocircuito, te quedaras sola en esto, y ellos acabaran contigo"
-¿Ellos? –Busque en mi memoria. Si aquel hombre sabía lo que estaba sucediendo, era momento de hacer amago de lo que recordaba del día de mi muerte- ¿Los...Los... Vampiros?
"¿Qué...? ¡¿Cómo es posible que...?!" La voz se aclaro la garganta. Buscando una manera de recuperar la compostura. "Bien. Olvídalo. No debemos hablar de eso. Escúchame, Emilia Hamilton, porque solo te lo diré una vez. Tu existencia podría traer grandes beneficios para mi familia, y por eso te daré esta oportunidad. Si te vuelves peligrosa, morirás. Yo lo haré. Sera mientras duermas. Sera pacifico. Y también será lo mejor para el resto de Sobertown"
-No, no, no...
"Empecemos de a poco, a medida que descubro si puedo confiar en ti. Te diré solo lo esencial; debiste de tener un encuentro con... otros seres. Si eso es verdad, entonces estamos en graves problemas. Es posible que no me quede mucho tiempo. Debes entender que ahora no eres muy distinta a ellas. Necesito que me cuentes que sucedió el día de tu muerte"184Please respect copyright.PENANADe9n7ck6Wg
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