Buscaba maneras de distraerme, lo que sea que me dejara pasar el tiempo mas rápido.
Era extraño. Era de esas situaciones en que la vida te obliga a extrañar escenas de tu pasado que no apreciaste en su momento. Ahora lo único que podía hacer era quedarme inmóvil y ver el techo. Era lo mismo que una tortuga dada vuelta sobre su caparazón. Condenada a la penuria de la parálisis.
De entre las sabanas se levantaba un cable que se enrollaba en una barra metálica a mi lado. El enlace que me mantenía en tierra.
La mayor parte del tiempo me la pasaba con los dientes apretados. Porque las grietas y los calambres eran aun mas insoportables con cada minuto.
Fuera de mis órganos machacados, mis huesos no se diferenciaban mucho de lo que pasaba cuando arrojabas un vaso de cristal contra el concreto.
Pero yo seguía viva.
Y por sobre todas las cosas, era pequeña e insignificante. La cama en la que me sumergía era del tamaño de un océano. El cabello lo tenia erizado como algas secas. Era diminuta y frágil. Incluso tras campos de piel y huesos, mi corazón era tan sensible como una rosa sin regar.
Una mujer pelirroja entro en la habitación. Se sujetaba el cabello con un listón. La piel era vagamente bronceada. Varias pecas en su rostro. Pequeñas estrellas.
Mecía las caderas suavemente al moverse, con cierta gracia cautivadora. Tenia un encanto particular que no se mezclaba con el resto de la habitación. Oscura y lúgubre.
Había una buena razón para eso. Ella no tenia que vivir ahí dentro.
Ella no venia sola. Un carrito con varias bandejas apiladas, como un edificio en miniatura con rueditas, le acompañaba. Venia cargado de comida
-Buen día, veo que estas mejorando, hasta tu acné empieza a desaparecer –Le comento a un paciente, arropado hasta el mentón.
Yo estaba en un rincón de la habitación. Tan desolada y apretada con mis propias paredes que la luz del sol batallaba por estirarse hasta las rueditas de mi camilla. La oscuridad afilaba y desnudaba las guirnaldas solares hasta convertirlas en picas amarillentas que se desvanecían ante mis pies. Lógicamente yo era la ultima. Mi numero en la fila del super era el 9999999.
Cuando la enfermera llego, aun mantenía su actitud positiva. Incluso cuando mi rincón ennegreció el brillo del sol que se reflejaba en su cabello, no la detuvo de salúdarme con sus manos delgadas y tersas. Saco una bandeja para mi y preparo mi comida.
Los ojos de la enfermera tenían un brillo especial. Sus ojos tenían cierto resplandor particular. Oculto. Yo podía verlo. Estaba allí. Era tan real como su nariz o sus pómulos o su cuello.
-¿Qué es lo que me pasa? –Pregunte. Utilizar mi lengua jamas habia sido tan pesado.
-¿De que hablas, cariño? –Inquirió ella. Sus palabras las acompañaba el sonido del arroz húmedo estrellándose en la bandeja- ¿Te refieres al accidente? Creí que ya te habían explicado los detalles, vida mía.
-No es eso –Respondí, cortante-. ¿Qué soy?
Ella volvió a sonreír, y me ladeo la cabeza. Empezaba a detestar un poco esa constante repetición, pero hice un esfuerzo por no culparla. Tenia que lidiar con muchas cosas a la vez.
-Tu nombre es Emilia Joan Hamilton Glass. Estas en Sobertown, al sur. Vas a la escuela Thought Patterns TTS. ¿Qué pasa? ¿No lo recuerdas, dulzura? Debe ser difícil para ti.
-Se quien soy –"Creo"; pensé. "Al menos"-. Se quien era. ¿Qué soy ahora?
Ella no supo que contestar.
Lo que sucedió entonces me trajo tranquilidad e inquietud a la vez. Ella tomo la mesa, y la acerco al nivel de mi rostro. Un poco mas de fuerza y velocidad, y la montañita de arroz con forma de taza se me hubiera desarmado en el cuello.
-Una paciente con hambre.
Entonces me dio la espalda y se marcho.
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El tiempo que llevaba ahí, incluso si hubiera poseído la paz mental para dormir bien, me habrían despertado con la toz, los carraspeos y los sollozos involuntarios. Esa gente no tenia mucho para vivir, y si no estaban en un asilo era posiblemente porque allí no contaban con la medicina para atarte a este mundo.
Mi mayor problema es el suponer que ella, por tener conocimientos de medicina, sabe algo de entidades fantasmagóricas y experiencias después de la muerte como para poder ayudarme. Era muy probable que me fuera inútil.
No importaba. Si no podía sacar nada que me sirviera, de todas maneras comprobaría ciertas cosas.
La otra opción era que todo fuera un sueño. Que me atropello un autobús y que lo que vi después de mi muerte fue tan solo una visión sin sentido.
Vale, puedo vivir con eso.
Pero sigue sin explicar lo mas importante de todo, la raíz de mis problemas. El como termine en esa calle, a esa hora, como para que me atropellaran.
No llegue ahí por mi cuenta.
Estaba ahí por Jessica, Scarlett y Camila. Con mención honorifica de la rubia difunta.
Aun no entendía nada de eso; nada. Pero lo haría pronto, de seguro.
Todo lo que debía de hacer ahora era aceptar mis circunstancias..., y vivir, de alguna manera.
Llegaría hasta el fondo de todo esto.
Creo que podría.
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